domingo, 20 de octubre de 2013

TOROS, Simón Casas escribe de la tarde perfecta de José Tomás,./ Una enfermedad que deja un sabor a cobre.


El empresario taurino Simón Casas reflexiona sobre el arte y la fuerza de los sueños en el libro "La tarde perfecta de José Tomás", que acaba ..

Simón Casas escribe de la tarde perfecta de José Tomás,.

El empresario taurino Simón Casas reflexiona sobre el arte y la fuerza de los sueños en el libro "La tarde perfecta de José Tomás", que acaba de ser publicado en España y que escribió a propósito de la memorable actuación del diestro madrileño en el anfiteatro de Nimes (Francia) en septiembre de 2012.
 - El empresario taurino Simón Casas reflexiona sobre el arte y la fuerza de los sueños en el libro "La tarde perfecta de José Tomás", que acaba de ser publicado en España y que escribió a propósito de la memorable actuación del diestro madrileño en el anfiteatro de Nimes (Francia) en septiembre de 2012. La obra, traducida ahora al castelllano por la editorial Demipage y prologada por el rockero Andrés Calamaro, ya se publicó en Francia semanas después de la corrida en la que José Tomás lidió seis toros en solitario y que se saldó con el corte de once orejas y un rabo más el indulto de un toro de la divisa de Parladé.
Simón Casas, que ya tiene varios libros publicados en francés y se considera un "productor de arte", más que un empresario taurino al uso, fue el organizador de aquel festejo y se sintió motivado a escribir sobre la trascendencia del que fue "todo un acontecimiento cultural".
"Escribir es para mí una pasión igual que la tauromaquia, porque en el fondo son la misma cosa -asegura Casas-. La tauromaquia, como la literatura y todas las artes, es la representación de los principales valores universales: la vida, la muerte, la búsqueda de la belleza y, sobre todo, la ascensión hacia la torre de la perfección, como decía Lorca hablando del duende".
En aquella corrida de José Tomás en Nimes, el empresario no sólo vio "unas faenas casi perfectas sino a un gran artista, en el sentido más extenso del término, que durante dos horas representó con toda su entrega esa búsqueda interior de la perfección y de la unión de todo el público".
"Porque el público -continúa- es siempre muy variopinto, pero el gran artista, el gran pintor, el gran escritor, el gran músico o el gran torero es el que pone a todo el mundo en sintonía, todos los corazones y todas las mentes, como hizo José Tomás durante esas dos horas".
A Simón Casas, en concreto, el acontecimiento le hizo aflorar las vivencias de los años de adolescencia y juventud en que intentó ser torero en España, lo que para muchos, siendo francés, se antojaba entonces como una utopía.
"Aquel empeño -explica- era una búsqueda romántica y filosófica del sentido de la vida. La tauromaquia enseña el camino de la belleza, de la ética y de la estética hasta a un analfabeto. Y gracias a ella yo descubrí también la cultura y la literatura, de una manera muy bohemia, en el Madrid de los años sesenta".
En el libro hay constantes referencias a aquella época, como si la organización de la corrida de José Tomás hubiera justificado toda la vida del empresario.
"Algo hay de eso -ratifica Casas-, porque, de hecho, hay menos páginas dedicadas a la corrida que a mi vida y a mi relación con mi compañero de aquellas aventuras, Alain Montcouquiol "Nimeño", que fuimos los dos primeros franceses que vinimos a España para intentar ser toreros".
"No conseguimos serlo, al menos de manera gloriosa, pero con la fuerza de nuestros sueños abrimos un camino que ha llegado a la consolidación de un fuerte sector taurino en Francia", matiza.
Casas advierte también que el relato de la contratación de José Tomás que hace en el texto es "una ficción novelada. Por respeto al torero, no tenía por qué hablar de los detalles de la nego ciación, así que me inventé el proceso sobre personales reales, como su apoderado de entonces, Salvador Boix, o yo mismo"."Realmente, no nos vimos en el café Gijón de Madrid ni existió ese diálogo, ni es real la referencia al caché del torero, aunque sí quería decir, sin hablar de cifras, que, aunque José Tomás gane mucho, siempre será menos que lo que se merece".
Aun así, Simón Casas considera que, como organizador de espectáculos taurinos, esa corrida no ha sido su "producción cumbre", porque el día que eso llegue sólo le faltará "caer en la tumba".

TÍTULO; Una enfermedad que deja un sabor a cobre.

- Al periodista-foto. Rafael Martínez-Simancas le dieron hace casi dos años una mala noticia. La ecografía mostraba unas manchas preocupantes .
Al periodista Rafael Martínez-Simancas le dieron hace casi dos años una mala noticia. La ecografía mostraba unas manchas preocupantes que acabaron revelando su peor faz: un linfoma, un cáncer en la sangre. Desde entones hasta mayo de 2012 el escritor e informador ha pasado por seis sesiones de quimioterapia y visitado cinco veces el quirófano.
Cuando le confirmaron que padecía un linfoma no Hodking tipo B folicular grado 3 se le quedó cara de pánfilo. Después le explicaron que su cáncer era de «evolución lenta pero enormemente agresivo». Su primera reacción fue pensar por qué precisamente él. Y a continuación se hundió en el desconsuelo, en «un paisaje lunar en que eres el único habitante». Pero una vez superado el primer golpe, Martínez-Simancas ha hilvanado un relato valiente y bienhumorado sobre su lucha personal contra el cáncer. El resultado es el libro 'Sótano octavo' (Ediciones B), con el que intenta ayudar a otros pacientes. «A partir de ese momento la vida ya no es igual. Te condiciona, te obliga a pasar por unas revisiones periódicas, a controles de sangre casi semanales, con el temor siempre a una posible reincidencia», afirma.
La quimioterapia tiene consecuencias ambivalentes: arrasa con células sanas y malignas. Se lo dijo una doctora a Simancas con un toque de candor: «Te ponemos malito para luego poder curarte». Aparte de los daños y efectos secundarios, lo malo es que el «chute de quimio» le dejaba al escritor un sabor metálico en la boca. «La quimio cambia el sabor de las cosas, sobre todo del agua, que empieza a saber a metal. Ahora no puedo soportar el olor del embutido ni del jamón. Hay gente, sin embargo, que lo lleva muy bien». Dice la verdad Martínez-Simancas cuando asevera que hasta una tortuga puede parecer ágil al lado de un paciente enganchado a ese gotero que libera un líquido naranja. La exministra de Exteriores Ana Palacio le confió al autor que después de una de esas sesiones se encontraba como si hubiera aterrizado en Marte.
Cuando a uno le diagnostican un cáncer, aparte de ese descenso al «sótano octavo», el enfermo se tiene que armar de paciencia ante las preguntas absurdas que le plantean los amigos. Desde «¿te sientes mal?» a «¿quieres unas flores?», las inquietudes de los allegados por el bienestar del paciente rozan el humor surrealista.
Lidón, la mujer de Martínez-Simancas, se hizo con una tarjeta color lima para guardar los papeles de la enfermedad, los informes, las altas, los análisis y citaciones. Pronto la carpeta empezó a engordar y se hizo tan voluminosa que necesitó apartados y archivadores, de modo que unos documentos remitían a otros y crecían como las matrioskas. En esta historia clínica improvisada están recogidos la aparición en el cuello del primer ganglio centinela, gracias al cual se sabe la tipología del linfoma, la operación para extirpar un melanoma o el expediente en que le prescribían la realización de un autotrasplante de médula ósea. Como dice el propio afectado, a punto estaba de adquirir un 'bono-quirófano'.
Pese a que no es el mejor lugar para hacer conocidos, en el hospital de La Paza se acaban haciendo buenos amigos. Estando postrado en la cama y siendo asiduo visitante de la sala de hematología, uno aprende a apreciar el valor de las pequeñas cosas.
El testimonio de Rafael Martínez -Simancas acaba con su autotrasplante y la recepción de una «médula tierna». Lo que acontece después está aún por escribir.

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