domingo, 22 de diciembre de 2013

CONOCER ZOOM ¿ QUE ES LO MAS LE PREOCUPA DEL PAIS EN QUE VIVE ?/ ENTREVISTA, NOAH GORDON , LA BOMBA ATÓMICA ME SALVO LA VIDA,.

TÍTULO:CONOCER ZOOM  ¿ QUE ES LO MAS LE PREOCUPA DEL PAIS EN QUE VIVE ?


Nada ni nadie me puede quitar el derecho individual que tengo a que me pregunten cómo quiero vivir. Los supuestos mejores expertos del ...

¿Qué es lo que más le preocupa del país en que vive?

Nada ni nadie me puede quitar el derecho individual que tengo a que me pregunten cómo quiero vivir. Los supuestos mejores expertos del país, como el gobernador del Banco de España, pueden augurarme todo tipo de calamidades en el caso de que prefiera no formar parte del país llamado España. O exactamente lo contrario, como ha hecho el recientemente galardonado con el premio Jaime l, el científico Manel Esteller. Los dos tienen derecho a contestar a la pregunta, aunque el uno proponga que se impida votar y el otro que dejen hacerlo.
¿Qué es lo que más me preocupa del país en que vivo? En primer lugar, esa manía ancestral que tenemos de no escuchar a los demás y escucharnos solo a nosotros mismos. El gobernador del Banco de España no sabe de verdad si los siete millones de catalanes vivirían mejor o peor siendo independientes. Lo que está claro es que a él no le gustaría nada que unos cuantos millones de catalanes optaran por la independencia. Mi amigo científico Manel Esteller vaticina que, si Cataluña eligiera la independencia, él investigaría mejor. Pero sería tan absurdo optar por la opinión del gobernador del Banco de España como por la del gran científico y afianzador de la epigenética en este país: los dos tienen razón al creer cosas dispares, pero ninguno de los dos sabe de verdad lo que ocurriría.
La segunda cosa que me molesta es la falta de vocación y de experiencia en lidiar con los votos y las consecuencias de votar de una determinada manera. No hay más que estudiar la manera en que toman sus decisiones las comunidades de vecinos. En lugar de atenerse al sentido estricto del voto, en las reuniones de vecinos se producen discusiones interminables sobre las preferencias en materia de colores, la historia y la evolución supuesta del gusto, o se escuchan los panegíricos sobre lo que se votó en tal o cual ocasión a comienzos del siglo pasado. Absolutamente todo menos el recuento de los votos, que es lo único que cuenta. En España parece que lo importante es apreciar la división entre derechas e izquierdas, dejando que ella establezca el porvenir por encima del sentido del voto.
La tercera cosa que me separa de mis vecinos es su negativa absoluta a cambiar de opinión. Dar el brazo a torcer supone una verdadera traición a la doctrina heredada. Es mejor defender lo que siempre he pensado que mostrar mi capacidad para saber adaptarme a una situación nueva. Siempre cito a este respecto la sorpresa que me provocó mi nieta al quejarse, en pleno verano, de mi supuesta afición por jugar a cambiarle los cubitos de hielo de su vaso sin que se diera cuenta; no se había percatado de que yo no tenía nada que ver en el cambio y me costó horrores convencerla de que la culpa de la desaparición de los cubitos de hielo no la tenía yo, sino el calor, que los transformaba en líquido. Aproveché esta oportunidad que me brindaba la naturaleza para apostar a favor del cambio: «Si hasta la estructura de la naturaleza puede cambiar de sólido a líquido le dije, imagínate lo fácil que debe ser cambiar de opinión».
La cuarta costumbre de mis conciudadanos que me gustaría ver desaparecer para siempre es su incapacidad para conciliar entretenimiento y conocimiento. «Vais a llevar a vuestra empresa a la bancarrota les digo a mis amigos empresarios con la cara cuadrada; sonreíd, por favor; está comprobado en el laboratorio que una sonrisa es mejor que un fármaco». El día que desaparezcan el enfado y la cara cuadrada del trato personal se habrá iniciado el recurso a las políticas de prevención, hoy día inexistentes a pesar de su naturaleza casi gratuita. Se vivirá mejor cuando nos dejen votar para lo que nos interesa y no solo para lo que les interesa a ellos; cuando aprendamos a cambiar de opinión y de partido.Y, por favor, sonrían un poco. 

TÍTULO;   ENTREVISTA, NOAH GORDON , LA BOMBA ATÓMICA ME SALVO LA VIDA,.

 Noah, me ha gustado mucho tu libro», dice sin detenerse un anciano que camina con bastón. Noah Gordon le da las gracias. «Casi todos los ...

Entrevista

Noah Gordon: "La bomba atómica me salvó la vida"

Su novela 'El médico' fue un auténtico 'boom' en España y enamoró a toda una generación. Han pasado más de 20 años y Noah Gordon, a los 87, ha podido ver su sueño cumplido: el 'best seller' se ha convertido enpelícula. Hablamos con él en su residencia de Boston sobre una de las cosas que el novelista conoce mejor: la vid
Noah, me ha gustado mucho tu libro», dice sin detenerse un anciano que camina con bastón. Noah Gordon le da las gracias. «Casi todos los vecinos se lo han leído ya», cuenta el escritor riéndose, entre orgulloso y avergonzando por su popularidad en el barrio. Él y su mujer, Lorraine, viven en una lujosa comunidad para mayores a las afueras de Boston. Hace 27 años, Gordon escribió su novela más famosa, El médico, que fue todo un fenómeno editorial en Europa. Ahora, el libro que enamoró a toda una generación llega a la gran pantalla.
XLSemanal. Usted ha dicho muchas veces que su mujer es la esposa perfecta.
Noah Gordon. Sí... Tengo el matrimonio perfecto. Cuando no teníamos ni un centavo, a ella le parecía lógico que me pasara cuatro años escribiendo un libro. Nunca se quejó. Yo tenía tres hijos, hipoteca, letras del coche... y, cuando me ofrecieron el primer contrato literario, no sabía qué hacer. Y Lorraine me dijo: «Si no lo haces ahora, no lo harás nunca». Y dejé mi trabajo en el periódico. Ha sido una maravillosa mujer de escritor. He tenido suerte.
XL. Hace 27 años que escribió El médico. ¿Qué pensó de su obra cuando la terminó?
N.G. Voy a parecer arrogante, pero pensé: «¿Será tan buena como yo creo que es?». [Risas].
XL. ¿Cómo ha sido ver a sus personajes cobrar vida en el cine?
N.G. Fue bonito y... no tanto. [Risas]. Te das cuenta de que esos personajes están ahí porque tú los has escrito, lo cual es emocionante. Quizá no son como yo los imaginaba, pero ese sentimiento solo duró unos minutos porque la interpretación es excelente.
XL. Curiosamente, el libro arrasó en Europa, especialmente en Alemania y España, pero en los Estados Unidos no. ¿Le ha encontrado ya una explicación?
N.G. Bueno, mi editor cambió de editorial en el peor momento. Cuando eso pasa, dicen que el libro se queda huérfano. Pero un día mi agente me llamó. Un editor alemán se había enamorado de esta obra y se aseguró de que cada librero tuviera una copia. Así se convirtió en un best seller. Y luego, en España, gracias a un editor y una librería independiente de Barcelona, se convirtió también en un fenómeno.
XL. En realidad iba usted para médico...
N.G. Sí, mis padres pensaban que era una forma segura de ganarme la vida, pero yo nunca me lo tomé muy en serio.
XL. Le tiraban más las letras, ¿no?
N.G. Fui un niño de la Gran Depresión. En mi familia no teníamos dinero, pero un día mi hermana me llevó a la biblioteca y allí descubrí un mundo maravilloso. Leía como un diablo. Desde pequeño supe que quería contar historias, pero me alisté en el Ejército.
XL. ¿Quería ir a la guerra?
N.G. Tenía miedo, como todos. Nadie quiere morir con 18 años. Pero, tras graduarnos en el instituto, muchos estudiantes íbamos a la guerra. Además, yo era un joven judío americano y sabía lo que pasaba en Alemania. La guerra terminó cuando yo aún estaba en la fase de adiestramiento. Fui un soldado raso, no un héroe.
XL. Terminó estudiando Periodismo y escribiendo en diarios y revistas, tanto en Nueva York como en Boston. ¿Le gustaba?
N.G. Me encantaba. Fue la mejor formación. Vi de todo. De reportero tienes asientos de primera fila para la vida y la muerte, los negocios, todo tipo de cosas horribles y otras maravillosas. Me lo pasé en grande. Pero siempre había querido escribir ficción. Un día, cenando con un amigo, me preguntó: «¿Qué estás escribiendo ahora, Noah?». Y yo le dije: «Perfiles de científicos prominentes». Y él me contestó: «¡Vago cabrón!» [risas]. Me fui a casa pensando en eso. Poco después conseguí que su agente me representara. Firmé mi primer contrato, pedí una excedencia y así es como escribí El rabino.
XL. Usted es un buen ejemplo del sueño americano. ¿Todavía sigue vivo ese ideal?
N.G. Desde luego. Pero no para todo el mundo. Vienes aquí, trabajas duro y puedes tener éxito o, al menos, trabajo y una vida decente. Pero también puedes estrellarte porque el sistema capitalista tiene sus peligros. Por eso necesitamos fórmulas para evitar que la gente se estrelle.
XL. La etiqueta de 'escritor de superventas' puede ser un estigma. ¿Lo ha sido?
N.G. Un best seller es un libro que se vende mucho. Ahora... puede ser un buen libro o una basura. ¡No es una categoría! [Risas]. Hay libros que no querría tener que escribir, pero, si estuviera empezando y tuviera hijos, lo haría.
XL. ¿Tuvo que hacerlo alguna vez?
N.G. Sí. En mis tiempos de periodista gané diez mil dólares por reescribir un libro para un millonario que quería parecer buen escritor. También escribí por encargo unos libros con una enfermera de protagonista. ¡Escribí la mejor basura de la que fui capaz!
XL. Para algunos novelistas escribir es un tormento, otros se divierten y hay quien lo utiliza como terapia. ¿Qué tipo de escritor es usted?
N.G. Escribir me resulta agotador, como cavar una zanja. Por eso creo que mi obra de anciano ha sido tan escasa, porque es condenadamente doloroso. Suelo decir que no soy un escritor, sino un reescritor. Solía terminar con montañas de papeles sobre la mesa hasta que me compré un ordenador. Así escribí El médico. Me costó tres meses aprender a usarlo. Lo primero que hice fue pasar la documentación de un año. ¡Y lo borré todo! [Risas].
XL. Como novelista histórico, ¿cree que el ser humano aprende de sus errores?
N.G. Como naciones seguimos cometiendo los mismos errores, ahora exacerbados por la tecnología. Cuando estaba en el Ejército, nos preparábamos para invadir Japón. Si lo hubiéramos invadido, muchos de nosotros hubiéramos muerto. Así que a mí me salvaron Harry Truman y aquella bomba que mató a miles de personas. Es un mundo de locos donde tenemos la capacidad de matar a mucha gente. Y ahora es aún más fácil. Siempre he sido un liberal, pero suelo recordar que yo me salvé de aquella forma. También odio la idea de que alguien escuche mis conversaciones telefónicas, pero me gusta que escuchen otras conversaciones que podrían salvar a mis hijos. Vivimos en un mundo muy complicado.
XL. Mucha gente que apoyó a Obama se siente decepcionada. ¿Le ocurre lo mismo?
N.G. Yo creo que será recordado como un gran presidente, sobre todo si consigue que todo el mundo tenga acceso a la sanidad. Si lo logra, será un hito. Y si fracasa, será recordado como alguien que sinceramente lo intentó y que apostó casi todas sus fichas en ello. Creo que es inteligente, pero los presidentes inteligentes siempre lo tienen difícil.
XL. ¿Qué le parece la radicalización del Partido Republicano?
N.G. Que no quiero vivir en una sociedad en la que se les quitan los cupones de alimentos a las familias necesitadas mientras se les dan beneficios fiscales a los ricos.
XL. ¿Qué acontecimientos actuales acabarán en las novelas históricas del futuro?
N.G. Los cambios sociales que se están produciendo gracias a Internet. Leeremos novelas sobre cómo las redes sociales cambiaron la vida de las personas. Es un mundo nuevo, emocionante, pero que a la vez da miedo.
XL. Con tanta tecnología, ¿la literatura tiene la misma relevancia ahora que hace un siglo?
N.G. Con lo complicado que es el mundo ahora, es más necesario que nunca sumergirse en los universos de ficción. Yo la utilizo para escaparme del mundo. Si estoy enfermo, leo; si me duele algo, leo; si tengo problemas, leo. Soy un lector escapista.
XL. ¿Y sigue siendo fiel al papel o lee en el e-book?
N.G. Me gusta el libro tradicional, pero si estoy leyendo una novela de 600 páginas es incómodo hacer equilibrios con ella en la cama [risas]. Tengo un e-book.
XL. El mundo editorial también está cambiando. Los escritores jóvenes pueden publicar su propio libro electrónico sin necesidad de un editor. ¿Son buenas noticias?
N.G. Por un lado sí, porque los buenos escritores que no tengan un editor sagaz podrán publicar solos, pero por otro es peligroso. Algunos publicarán demasiado rápido, sin la madurez necesaria. Yo, por ejemplo, hubiese estado tentado de publicar mi primera novela. Y no era nada buena. Ahora, me alegro mucho de que nunca viera la luz.
XL. ¿Qué le recomendaría a un aspirante a escritor?
N.G. Antes, siempre tenía una respuesta para eso, pero ya no la tengo. Les decía que buscaran trabajo en cualquier periódico. Pero con tantos despidos y medios que cierran, ya no es posible. Es una tristeza.
XL. ¿Qué está escribiendo últimamente?
N.G. Juego con una novela corta. No estoy muy contento con ella. Pero no me presiono. Me he pasado toda la vida siendo consciente de que debía escribir porque mis hijos necesitaban ir al dentista, un techo, una educación... Ahora, me he quitado ese peso de encima. Eso sí, me gustaría acabarla antes de morirme.
XL. ¿Le da muchas vueltas a ese tema?
N.G. No le tengo miedo a la muerte. No pienso en ella. Eso sí, ¡ser viejo apesta! [risas].XL. Cuando hace balance vital, ¿de qué se siente más orgulloso?N.G. Me da un poco de vergüenza decirlo, pero lo que más me enorgullece es haber sido capaz de retirar a mi padre. Si has sufrido por dinero, sabes lo gratificante que es no tener que sufrir más.
Privadísimo
-Antes de trabajar como periodista, vendió sombreros y zapatos de señora y condujo un taxi.
-Casados desde hace más de 60 años, él y su mujer, Lorraine, tienen tres hijos. El pequeño, Michael, vive en Cataluña y es su representante.
-Escribir una novela suele costarle cuatro años de trabajo. Solo para documentarse, necesita un año entero.
-El médico fue el primer libro que escribió con ordenador. Recibe decenas de e-mails de sus fans a diario. Los lee todos. Antes también los contestaba, hasta que se dio cuenta de que, en vez de escribir libros, solo escribía cartas.
-Para mantenerse en forma, practica natación a diario.


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