sábado, 28 de diciembre de 2013

ENREDATE, COMPRAS GATUNAS,CANCION./ En Navidad el tiempo queda en suspenso,

TÍTULO: ENREDATE, COMPRAS GATUNAS,.CANCION,.


Estoy muy solo triste, acá,
en este mundo abandonado,
tengo la idea la de irme
al lugar que yo mas quiera.
Me falta algo para ir,
pues caminando yo no puedo.
Construiré una balsa
y me iré a naufragar.

Tengo que conseguir mucha madera,
tengo que conseguir, de donde sea.
Y cuando mi balsa esté lista
partiré hacia la locura
Con mi balsa yo me iré a naufragar.



Este año, el otoño ha sido llevadero. Aún a mediados de noviembre, recolectaba calabacines y no había encendido la estufa. Por eso, la ...
 
Este año, el otoño ha sido llevadero. Aún a mediados de noviembre, recolectaba calabacines y no había encendido la estufa. Por eso, la llegada de la época navideña ha sido una sorpresa. “¿Cómo? Ya están los dulces y los adornos”, pensaba un día, pasando ante las tiendas. Luego vino el frío, repentino y extremo, como ocurre estos últimos años; y así, además de cambiar rápidamente de estación, supe que la Navidad estaba al llegar. Hace unos años, en unas vacaciones en la montaña, recogí el esqueje de un abeto. Cuando se lo enseñé a las muchachas que viven conmigo, medía unos cinco centímetros. “¿Qué es?”, preguntaron. “Es –respondí– o, mejor dicho, será algún día nuestro árbol de Navidad”. 
Ahora tiene seis años, y mide 40 centímetros. Lo hemos metido en casa y adornado con unos pocos motivos ligeros, ya que sus ramas aún no soportan mucho peso. Pero es nuestro árbol y lo queremos mucho, aunque sea pequeño. “¿Cuándo se hará grande del todo?”, me preguntaron, como si yo tuviera una bola de cristal. “Es muy probable que cuando yo ya no esté aquí –les contesté–. Vosotras celebraréis la Navidad con vuestros hijos y yo os veré desde el cielo. A vosotras y al árbol que plantamos juntas”. Me parece que el aumento vertiginoso de los trastornos psicológicos en niños tiene que ver con haber perdido el sentido profundo del paso del tiempo. El tiempo que nos deja el monstruo de esta sociedad derrochadora es solo el del consumo, un tiempo iluminado por luces frías y grises de neón, y acompañado por las machaconas musiquillas de fondo. Dicho tiempo, que todo lo iguala (cada día se parece al anterior y al siguiente; no hay un momento de reposo), esconde, tras la aparente normalidad, un germen de destrucción.
Entender la vida como consumo nos consume y consume, a la vez, las esperanzas de nuestros hijos. El tiempo del ser humano subyace desde siempre tras el misterio de la sombra: la de la muerte, la de la fragilidad. Dejar de comprender esto solo nos empuja a la angustia o el pánico. Por eso, es necesario volver a inculcar a los niños una profunda noción del tiempo, enseñarles que vivir según leyes consumistas hace que nos volvamos seres consumidos; lo que nos hace humanos es el proceso de construcción de nosotros mismos. Si, a lo largo de un año, logramos dejar en suspenso unos pocos momentos (por ejemplo, la Navidad, vivida en su realidad afectiva y no consumista), podremos dar a nuestros hijos una noción de equilibrio. Algo que también pueden aprender plantando un árbol y esperando a que crezca, a sabiendas de que la persona que lo plantó con ellos ya no estará. En su memoria, sin embargo, quedará el recuerdo de ese gesto de amor vivido en común.

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