lunes, 27 de enero de 2014

A FONDO,.Mi vida en el gulag,./ REVISTA XL SEMANAL, PORTADA, ESTOS CHICOS VAN A CAMBIAR EL MUNDO,.

-TÍTULO: A FONDO,.Mi vida en el gulag,.

El magnate del petróleo y archienemigo de Vladimir Putin Mijaíl Jodorkovski está en libertad. Las chicas del grupo punk Pussy Riot también. Pero miles de reclusos entre ellos, algunos presos políticos siguen malviviendo en los campos penitenciarios rusos en condiciones terribles, como en los tiempos de la Unión Soviética. Así es su día a día.
El magante del petróleo, y recién salido de la cárcel, Mijaíl Jodorkovski.
A primera vista, Mijaíl Jodorkovski no tiene a sus 50 años el aspecto de un hombre que ha pasado diez años en las prisiones rusas.Pero hay que mirarle a los ojos.
Cara a cara se ven en ellos el temor y un dolor profundo. «Al final ya no me hacía muchas ilusiones declaró en Berlín en su primera aparición en libertad. Un preso está acabado cuando ve que sus esperanzas son destruidas una y otra vez». Ahora es un hombre libre gracias a la clemencia de Putin, aunque no tiene muy claro qué es lo que llevó al amo y señor del Kremlin a tomar esa decisión. Jodorkovski, en tiempos presidente de la compañía Yukos y uno de los más poderosos magnates del nuevo capitalismo ruso, ha aprendido en la cárcel que todo el mundo está sujeto a la arbitrariedad del sistema... por mucho que te puedas permitir contratar a los mejores abogados del mundo.
Una persona acusada en Rusia tiene muy pocas probabilidades de librarse de una condena. La ley de procedimiento penal establece que todos los acusados asistan a su juicio dentro de un recinto cerrado con barrotes o acristalado, detalle que basta para hacer que la presunción de inocencia suene a chiste. Algunos abogados llevan recogiendo datos sobre los juicios celebrados en el país desde 2012. El resultado: de un millón de procedimientos penales, solo 716 terminaron en la absolución del acusado. Las cárceles están abarrotadas. Hay 680.000 reclusos, más de 100.00 están en prisión preventiva. Una persona juzgada no solo pierde su libertad. A menudo pierde también todo contacto con su familia si tiene la desgracia de ser enviada a un campo de trabajo en la otra punta de este inmenso país. Y pierde, además, su dignidad como ser humano. Jodorkovski está dispuesto a luchar para cambiar esto. «Hay muchos que lo han pasado peor que yo». Desde su detención en octubre de 2003 ha estado en dos colonias penitenciarias y en dos cárceles preventivas. Tras el juicio fue enviado a Krasnokamensk, cerca de la frontera con Mongolia. En su traslado pasó seis días dentro de un vagón penitenciario. Ni él ni su familia fueron informados del destino.
EL CAMPO PENITENCIARIO era el número JaG 14/10; el suyo era el octavo de los 13 barracones con un dormitorio común y capacidad para 100 hombres. Uno de sus compañeros de encierro le cedió la litera inferior, lo que se considera una señal de respeto. Jodorkovski pasó muchos días en la celda de castigo por haber bebido té a escondidas o no haber colocado las manos a la espalda de forma reglamentaria al salir al patio. Una noche, un preso lo atacó en la oscuridad y lo hirió con un cuchillo en la cara. Su mujer, Inna, tenía autorización para visitarlo cuatro veces al año. El aeropuerto más cercano está a nueve horas en coche. Solo le permitían permanecer tres días. En agosto de 2008, un tribunal de Chita la ciudad a la que lo habían trasladado rechazó su puesta en libertad. El juez argumentó que carecía de propósito de enmienda, además de que se había negado a aprender «un oficio sensato» en la cárcel. Antiguos compañeros y amigos describen a Jodorkovski como una persona dura e inflexible. Es cierto que el antiguo oligarca podría haberse ahorrado los diez años de cárcel. Le habría bastado con desaparecer en el extranjero llevándose su fortuna consigo. En vez de eso decidió quedarse en Rusia, acusó a Putin de fomentar la corrupción y financió a la oposición. El propio Jodorkovski cuenta que prácticamente todos los días de su encierro se planteaba si ahora haría las cosas de otra manera. «Y tengo que admitirlo: en lo que se refiere a nuestro sistema judicial, fui muy ingenuo... Si hubiese sabido que tendría que pasar diez años en la cárcel, creo que me habría pegado un tiro». La situación de los centros penitenciarios rusos es en algunos lugares tan dramática que los presos tienen que dormir por turnos porque no hay camas para todos. O las duchas están estropeadas y no pueden lavarse durante semanas. La ley de amnistía aprobada por la Duma en diciembre solo supondrá un ligero alivio de la situación. Estos días están siendo puestos en libertad unos 20.000 hombres y mujeres condenados por delitos leves, como vandalismo.
Según datos de la organización de defensa de los derechos humanos Memorial, entre ellos figuran 37 de los 70 presos políticos. A los opositores al régimen se les suele acusar de delitos que poco tienen que ver con las actividades políticas. Ese fue el caso de Jodorkovski. Y también ha sido el del opositor más conocido en la actualidad, Alexéi Navalni, condenado en julio a cinco años en un campo penitenciario por malversación. Es verdad que la condena fue suspendida poco después, pero sigue pendiendo sobre él como una espada de Damocles.
También fueron amnistiadas por Navidad las componentes del grupo Pussy Riot María Aliójina y Nadezhda Tolokónnikova. Ambas fueron condenadas a dos años por su actuación musical contra Putin en una catedral. Tolokónnikova, de 24 años, fue enviada primero a la colonia correccional número 14, situada en Mordovia. En una entrevista contó: «Mi día era levantarme a las 5:45, 12 minutos de ejercicios matutinos, luego el desayuno y los trabajos forzados. Poder ir al baño o fumarte un cigarrillo dependía del humor de los guardias». Luego escribió: «En junio gané 29 rublos (60 céntimos). En mi departamento cosemos cada día 150 uniformes de policía. Las manos se te llenan de pinchazos de agujas y arañazos y el banco de trabajo, de sangre, pero tienes que seguir cosiendo. Mi grupo cose de 16 a 17 horas diarias. Desde las 8 de la mañana hasta las 12:30 de la noche. Si tenemos suerte, dormimos cuatro horas».
AHORA, UNA VEZ LIBERADAS LAS DOS, LAS PUSSY Riot quieren implicarse en la defensa de los derechos de las reclusas: «El sistema penitenciario ruso se basa en la represión sistemática de la personalidad. Las personas son empujadas a la perfidia. Cualquier escrúpulo desaparece». El preso ruso más famoso a día de hoy es el antiguo vicepresidente de Yukos, Platon Lebedev, de 57 años. Todavía tiene que pasar otros cuatro meses en prisión. Está internado a 700 kilómetros al norte de Moscú y sufre hepatitis. A otros directivos de Yukos encarcelados les ha ido bastante peor. Vasili Alexanian, anterior director del departamento legal, fue diagnosticado de sida; enfermó de tuberculosis y cáncer de hígado, por lo que fue puesto en libertad tras depositar una fianza de 1,25 millones de euros. Cuando murió, acababa de cumplir 40 años.
No se sabe cómo entró en contacto con el virus del sida, pero unos 55.000 presos están infectados y 35.000 padecen tuberculosis. Según datos oficiales, el año pasado murieron en prisión 4121 personas. A los casos de enfermedad se suman los suicidios y las muertes por malos tratos. Lev Ponomariov, de la Fundación por los Derechos de los Presos, afirma: «Muchas veces recibimos explicaciones increíbles, como que un recluso se golpeó él solo contra la pared, hasta caer muerto». «Gulag light» es el término que Jodorkovski utiliza para referirse a las condiciones de vida en las cárceles rusas. Empezó a escribir sobre su estancia en 2011. Los textos aparecían en un pequeño periódico de la oposición. Jodorkovski habla de presos que trabajan como guardianes, como el borracho Sergei, encargado del mantenimiento del orden en el campo y cuya especialidad era golpear a los presos para no les quedaran marcas externas, «pero a los pocos días aparecía sangre en la orina». Otras formas de castigo eran, según relata, las «correcciones faciales» y las llamadas «extensiones de piernas»: el preso tiene que mantenerse durante horas de pie con las piernas abiertas. Una historia que le afectó mucho fue lade un joven llamado Kolia, de 23 años. «Como la mitad de los presos, había sido condenado por posesión de drogas», escribe Jodorkovski. Para maquillar las estadísticas, la Policía quiso atribuirle también el robo de un bolso. Cuando Kolia se enteró de que tenía que reconocer que había robado el bolso a una jubilada, protestó: «¡Nunca le haría nada a una mujer!». Los agentes lo golpearon y lo mandaron de vuelta a su celda para que «reflexionara». Al poco tiempo, Kolia empezó a aporrear la puerta de su cubículo. Cuando los policías abrieron la trampilla por la que se introduce la comida, vieron que el joven se estaba sujetando los intestinos. «Se había abierto las tripas, cuenta Jodorkovski. Sobrevivió de milagro. Hoy es un inválido, pero no se arrepiente de nada». A las 731 colonias correccionales que perviven en Rusia se las sigue llamando popularmente 'zona', como en los tiempos de Stalin, y todavía cumplen con muchas de las tradiciones del gulag, un entramado penitenciario dirigido con una cruel perfección. El paradigma del terror del gulag lo constituían los campos situados en la Siberia oriental, a lo largo del río Kolimá, donde en invierno se alcanzan los 60 grados bajo cero. Los presos de Stalin estaban obligados a trabajar en las minas de oro y uranio; también tuvieron que construir la carretera de Kolimá para llevar las materias primas hasta el puerto de Magadan.
Cada dos kilómetros se levantaba un campo de prisioneros. Sorprende ver que apenas había vallas. Pero no eran necesarias, explican los yakutos, el pueblo nativo del lugar: los que intentaran huir no sabrían ni en qué dirección correr. En sus agrestes paisajes se puede caminar durante semanas sin encontrarse con un alma. Una fuga solo tendría ciertas posibilidades de éxito si dos hombres se pusieran de acuerdo y llevaran a un tercero... como comida. A finales de los cincuenta se puso fin al sistema del gulag, pero el último campo penitenciario de Kolimá siguió activo hasta 1987. En la Rusia actual, la revisión histórica de aquellos crímenes no despierta mucho interés. Siempre que se plantea levantar un monumento en algún lugar de Rusia, la idea choca con la oposición de la población. Muchos prefieren que no les recuerden el pasado. «¿Para qué? dicen muchos. El presente ya es bastante duro». 
 
TÍTULO:  REVISTA XL SEMANAL, PORTADA, ESTOS CHICOS VAN A CAMBIAR EL MUNDO,.

  1. Kelvin Doe, de 17 años, realiza proyectos de ingeniería. A los once años ya estaban en la universidad o habían creado un invento que admiraba a los científicos. Estos chicos son más inteligentes ...
     
    En portada-foto.

    Los premios Nobel de 2050. Estos chicos van a cambiar el mundo

    A los once años ya estaban en la universidad o habían creado un invento que admiraba a los científicos. Estos chicos son más inteligentes que la media. Seguro. Pero también han sido producto de nuevas formas de aprender, donde Internet, la creatividad y la inteligencia lateral han jugado un papel fundamental. Se lo contamos.
    «Cuando tenía 13 años, un amigo murió de cáncer de páncreas. Lo pasé muy mal. Este tipo de cáncer no suele dar síntomas hasta que es tarde. Me dije que tenía que hacer algo». Ni corto ni perezoso, Jack Andraka un mozalbete con acné, flequillo y risa contagiosa se propuso crear un sensor barato (cada prueba actual cuesta 600 euros), rápido y fiable. «En los análisis de sangre de una persona con cáncer se disparan los niveles de algunas proteínas, que alertan de que algo va mal. El problema es que en la sangre circulan 8000 proteínas. Pero no me desanimé. Tengo el optimismo de la adolescencia». Andraka es el paradigma del nuevo genio precoz. ¿Qué tienen en común estos prodigios? ¿Qué nos pueden enseñar? Tienen menos de veinte años, así que son nativos digitales.
    Andraka recurrió «a los dos mejores amigos de un adolescente: Google y Wikipedia». Allí encontró lo necesario para empezar a trabajar. «Un artículo enumeraba las 8000 proteínas y decidí estudiarlas una por una. Cuando ya llevaba la mitad y estaba a punto de volverme loco, la encontré. Se llama 'mesotelina'. Su proporción se dispara en las etapas tempranas, cuando la tasa de supervivencia es cercana al cien por cien». Quedaba lo más difícil: cómo detectarla.
    Otro rasgo de estos chavales es que funcionan al margen de la escuela tradicional. El modelo dominante en la educación tiene su origen en la revolución industrial. ¿Qué se valoraba en las fábricas del siglo XIX? Puntualidad, atención y silencio. Pero hoy el acceso a un océano de información ha cambiado la forma de procesar la información e incluso de pensar. ¿Para qué memorizar? «Logré mi hallazgo en un lugar muy poco probable para la innovación: mi clase de Biología del cole ironiza Andraka. Estaba leyendo a hurtadillas un artículo sobre nanotubos de carbono, unas tuberías 50.000 veces más finas que un cabello. Son los superhéroes de los nuevos materiales porque transmiten la electricidad y solo reaccionan a una proteína específica. Mientras, el profesor hablaba de anticuerpos en la pizarra...».
    Los genios de la nueva hornada tienen curiosidad por cosas muy diversas y aprovechan el pensamiento lateral, el que aborda los problemas dando un rodeo, para establecer conexiones. «De repente se me ocurrió que podía crear una red de nanotubos untados con anticuerpos, un filtro que solo reaccione con la mesotelina». ¡Eureka! Pero no basta con tener una idea genial. Lo cuenta el propio Andraka. «Había una trampa. Las redes de nanotubos son muy endebles y necesitan un soporte. Elegí el papel. Hacer un sensor de cáncer con papel es tan sencillo como hacer galletas con chocolate. Se empieza con un poco de agua, se vierten algunos nanotubos, se añaden anticuerpos, se mezcla... ¡Pero no era serio investigar en la cocina! Así que decidí buscar un laboratorio».
    Olviden al genio introvertido. Estos jóvenes no tienen complejos a la hora de exponer sus ideas a gente consagrada. Andraka elaboró un memorando y lo envió a 200 profesores universitarios. «Y me senté a esperar un aluvión de respuestas entusiastas, pero lo que me encontré fueron 199 correos electrónicos de rechazo». Todos, menos uno. Un profesor de la Johns Hopkins University que creyó en él.Los gurús de la nueva educación, como el indio Sugatra Mitra, proponen que los niños aprendan solos y que el profesor solo sea un mentor en la sombra. Un maestro mexicano aplicó algunas de estas teorías en una escuela humilde de un pueblo de frontera azotado por el narco. Y descubrió a Paloma Noyola, un prodigio de las matemáticas. Y a otro puñado de niños que arrasaron en los exámenes nacionales. ¿Qué pasa aquí? ¿Estamos ante el colegio con el mayor número de niños prodigio por metro cuadrado? No. Solo es un maestro que sabe sacar un potencial que millones de niños comparten, pero que se suele dilapidar. Paloma fue aclamada como una heroína nacional y tratada casi como un mono de feria. Agobiada por la presión, no pasó la nota de corte en un concurso de cálculo mental. Y la decepción fue enorme.
    Genios o no, son críos. Andraka también ha sido víctima de las sobreexpectativas. Pero se ha sobrepuesto y ya tiene su detector en fase de pruebas, aunque tardará en llegar al mercado. «Su precio no llega a tres céntimos y da el resultado en cinco minutos con el cien por cien de precisión», dice. Un sensor que quizá hubiera salvado la vida de otro genio: Steve Jobs.
    -QUIN ETNYRE (13 años), Profesor en el MIT: "Quiero revolucionar la educación. Mis alumnos no se aburren"
    -Da clases a adultos en una de las universidades más prestigiosas del mundo.
    -Su invento: un método de aprendizaje de electrónica. "Quiero revolucionar la educación. Mis alumnos no se aburren"
    Quin es profesor en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). «Doy clases a adultos, algunos son ingenieros, aunque me gusta más enseñar a niños porque están más abiertos a todo». Su asignatura es Arduino, una plataforma colaborativa de programación y hardware en código abierto. Sirve para construir aparatos electrónicos. Quin lo descubrió navegando por Internet y con él fabrica robots, circuitos, equipos de soldadura... Sigue estudiando en un colegio público. Aprendió a programar a los diez años. Es un crío alegre y guasón que ha inventado un detector de pedos. «Es un sensor de metano que se comunica por Wi-Fi con una gorra provista de unas luces. A mayor potencia de la flatulencia, mayor intensidad lumínica. Así nos echamos unas risas». Pero en realidad es un cebo pedagógico para enseñar Arduino. «Quiero revolucionar la educación», asegura, y se queda tan ancho. Ha fundado su propia empresa, Qtechknow. Su madre lleva las cuentas. «Mi método es interactivo. A veces yo me aburro un poco en clase; conmigo los alumnos no se aburren».
    -TANISHQ ABRAHAM (10 años), ASTRÓNOMO: "No me gusta la escuela. Mis compañeros se burlan de mí"
    Pertenece a una familia de origen hindú afincada en los EE.UU. Entró en la universidad con 7 años.
    -Su investigación: supernovas y exoplanetas.
    Ha compa-ginado los estudios de primaria con cursos universitarios desde los siete años. Sus padres no quieren que deje de jugar con niños de su edad ni que vaya a un centro para prodigios, así que confeccionaron un programa semanal a la medida: dos días en la escuela, tres en casa con un sistema on-line de aprendizaje y uno en el campus. Además, recibe clases de piano, natación y ensaya con un coro. Tanishq es insaciable. Ha estudiado química, paleontología, geología y biología en cursos de Internet de las universidades de Stanford y Berkeley. Y sacando sobresalientes. Su madre, veterinaria, ha dejado el trabajo para supervisar su educación y la de su hermana pequeña, también superdotada. «No me gusta la escuela. Me aburre. Mis compañeros a veces se burlan y algunos profesores no paran de hacerme preguntas para saber si soy tan inteligente», se queja Tanishq. Su pasión es la astronomía. A los ocho años participó en un proyecto en busca de supernovas y exoplanetas. Presentó los resultados de su investigación en la NASA.
    TAYLOR WOLSON (19 AÑOS), FÍSICO NUCLEAR: "Construí una estrella. Ahora quiero cambiar el mundo"
    -Su invento: a los 14 años empezó a construir un reactor de fusión en su garaje.
    También ha diseñado un escáner que detecta armas nucleares.
    Empecé con un sueño: construir una estrella. Y he acabado haciendo cosas para cambiar el mundo». A los catorce años se convirtió en el científico más joven en construir un reactor atómico de fusión. Lo empezó en el garaje y lo terminó en el colegio. «Mi programa nuclear es tan avanzado como el de los iraníes», ironiza. Está empeñado en combatir el terrorismo. Ha diseñado un escáner que detecta armas nucleares. «Cuesta 300 dólares y supera la sensibilidad de detectores que valen cientos de miles». Investiga también radioterapia contra el cáncer. «En vez de instalaciones multimillonarias, he desarrollado un pequeño aparato que puede producir estos isótopos». A los nueve años devoraba la bibliografía en Internet sobre propulsión de cohetes espaciales. Sus padres siempre lo han apoyado. Incluso cuando se asomaron al garaje después de una tremenda explosión y vieron una nube en forma de hongo.
    JACK ANDRAKA (16 AÑOS), INVESTIGADOR BIOQUÍMICO: "No soy el típico empollón que se esconde en los rincones"
    Maryland (EE.UU.).
    -Su invento: un detector de cáncer de páncreas más rapido y barato que los actuales.
    Con Internet, todo es posible. Las teorías se comparten y uno no debe ser un profesor con muchos títulos para tener ideas valiosas. Es un espacio neutral en el que solo importan las ideas. Uno podría cambiar el mundo. Si un adolescente como yo, que ni siquiera sabía qué era el páncreas, pudo encontrar una nueva forma de detectar el cáncer de páncreas, imaginen lo que se puede conseguir», reflexiona Jack Andraka. Es hijo de un ingeniero y una anestesista. Un joven emotivo y generoso, peinado a lo Beatle y abiertamente gay. «No soy el típico empollón con gafas que se esconde en los rincones». Su método de detección es una tira reactiva que alerta de la presencia de una proteína en la sangre que actúa como biomarcador del cáncer pancreático en estadios tempranos. Es 168 veces más rápido y 26.000 veces más económico que las pruebas actuales. Y efectivo al cien por cien, tal y como asegura. Las pruebas con ratones están dando resultados positivos, aunque las tiras no estarán en el mercado hasta 2022.
    MARIANE BECHTEL (18 AÑOS), INVENTORA: "Somos muy pocas chicas en ciencias. Es una pena"
    Pensilvania (EE.UU.). Sus intereses: física y geología.
    -Su invento: un detector de minas mediante vibraciones sonoras.
    Qué tiene que ver una mina antipersonal con una sonata? Mariane Bechtel lo tiene claro. «Estaba practicando con el piano cuando vi que, al tocar ciertas notas, las cuerdas de un banjo vibraban. Me chocó y pensé que podría tener alguna utilidad». Es hija de científicos. «Mis padres son geólogos. Desde que tenía tres años me llevaban al campo a buscar fósiles y, cuando se reunían en casa con otros colegas, no me mandaban a mi cuarto». ¿Y si hubiese una 'música' que hiciese vibrar el metal enterrado? A Mariane se le ocurrió usar las ondas sonoras como detector de minas. Fabricó un prototipo que lleva incorporado un sensor sísmico y un micrófono. «Tardé tres años en perfeccionarlo». Dice que su invento es más barato y seguro que los detectores actuales. Entonces aún iba al instituto. «Creo que somos pocas chicas en ciencias. Yo era la única en Física Avanzada y éramos 2400». Hoy cursa dos carreras técnicas.
    PALOMA NOYOLA (12 AÑOS), MATEMÁTICAS AVANZADAS: "Seré más grande que Steve Jobs, ¿por qué no?"
    La prensa norteamericana la comparó con Steve Jobs.
    -Su hazaña: conseguir el primer puesto en un examen nacional
    Es la menor de ocho hermanos. Huérfana de padre, la familia ha subsistido recogiendo chatarra. Vive en el estado de Tamaulipas, uno de los más pobres de México. La revista Wired la llevó a su portada para ilustrar un reportaje sobre nuevos métodos educativos y la comparaba con Steve Jobs. Paloma ni siquiera había oído hablar de Jobs, pero ahora ha leído su biografía. «No seré la próxima Steve Jobs, seré más grande aún. ¿Por qué no? Me gustaría motivar a otros niños». Un profesor de primaria fue su mentor, Sergio Suárez, que decidió aplicar métodos poco ortodoxos inspirados en las conferencias de TED, la organización que promueve ideas innovadoras. Paloma despuntó en Matemáticas. Alcanzó la máxima puntuación en un examen nacional: 921 puntos. Pero otros diez compañeros también superaron los 900 puntos. ¿Un milagro? No. Suárez incentivó a los niños a que aprendiesen por su cuenta, planteándoles problemas complejos y dejándolos a su aire para que los resolviesen colaborando entre ellos. Espoleó su curiosidad y desató su potencial.
    KELVIN DOE (17 AÑOS), PROYECTOS DE INGENIERÍA: "La creatividad es universal y aparece donde menos te lo esperas"
    Ha sido invitado por el MIT para trabajar en proyectos de ingeniería.
    -Su invento: una emisora de radio fabricada con piezas sacadas de vertederos.
    «Soy curioso por naturaleza», dice. A los once años, Kelvin rebuscaba en los vertederos en busca de material electrónico. «No tenía dinero para comprar piezas nuevas, pero la creatividad es universal y aparece en cualquier sitio». Kelvin, el menor de cinco hermanos, era un adolescente pobre en el país más pobre del mundo: Sierra Leona. Por la noche trasteaba hasta el amanecer con diales, transistores, microchips... «Empecé arreglando las radios en mi barrio. Gratis. En Freetown, una radio es el bien más preciado. Un anciano se enfadó porque no supe arreglar la suya y quería pegarme. Me fui corriendo a casa y mi madre se enfadó aún más. Me prohibió arreglar más radios». Kelvin se dedicó entonces a fabricar generadores y baterías. Y más tarde, amplificadores, micrófonos, una mesa de mezclas... Montó su propia emisora de radio. El pasado verano fue invitado por el MIT para trabajar en proyectos de ingeniería.


 

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