viernes, 21 de febrero de 2014

CASTUERA DE CARNAVAL, DIAS 27, 28, 1 MARZO, ETC. / MIEDO, LOS MENDIGOS,.

TÍTULO: , CASTUERA DE CARNAVAL, DIAS 27, 28, 1 MARZO, ETC.

Las chirigotas y comparsas locales ya se preparan para el Carnaval 2014


HOY Castuera ha contactado con dos de ellas para que nos cuenten cómo afrontan y desarrollan las semanas previas a su celebración


Las chirigotas y comparsas locales ya se preparan para el Carnaval 2014

Ensayo de la murga 'Este año canta tu hermana'. FOTO: M.B.S.
El carnaval 2014 está a la vuelta de la esquina y por ello, las chirigotas, murgas y comparsas locales ya intensifican sus preparativos de cara a esta festividad, que este año tendrá lugar el primer fin de semana de marzo.
La chirigota 'Este año canta tu hermana', cuyo nombre cambia cada año y que en esta ocasión, tiene trascendencia e historia que se verá cuando estén en el escenario según explicó su representante Manuel López León, participará en el concurso de murgas y chirigotas por cuarto año consecutivo.
Los dos primeros años que se presentaron al certamen lograron el primer puesto y el año pasado un segundo. «Vamos a por todas, intentaremos ganar que por ilusión y ganas no nos falta pero somos conscientes de que hay mucha competencia» precisó.
Esta chirigota local lo forman unos 16 componentes que varía en función del año al igual que el inicio de los ensayos. Este año llevan desde mediados de noviembre ensayando las letras de las canciones y la puesta en escena aunque antes ya habían mantenido diversas reuniones para elegir disfraz y temática.
Manuel indicó que la elaboración de las letras era cosa de todos sus componentes aunque sea el mismo el encargado de escribirlas y los trajes, aunque la idea es de ellos, la «mano de las madres a la hora de elaborarlos nunca falta».
Preguntado por el jurado, explicó que lo único que exigen es que su actuación no sobrepase los 25 minutos y que las letras sean originales y valoran las letras, puesta en escena, escenario y vestuario.
A falta de unas semanas para el concurso, esta chirigota local intensifica los ensayos sobretodo en horarios nocturnos y ya empiezan a palpar los nervios.
Otro de sus componentes, José Antonio Romero de 22 años, primera vez que participará con 'Este año canta tu hermana' pero no con una chirigota subrayó que además de disfrutar del carnaval en sus fechas claves disfruta de todo su proceso previo creando incluso vínculos de amistad con sus componentes.
Por su parte, la comparsa 'Futuros carnavales' tiene claro el traje de este año «iremos de fantasía» pero aún no han comenzado a elaborarlo dado que muchos de sus componentes están fuera, precisó su representante, Mª Dolores Fernández.
Esta agrupación lleva participando en el desfile de adultos de Castuera unos 20 años, siempre han quedado entre los tres primeros puestos y también han participado en desfiles de otros pueblos de la comarca.
Aunque el número varía, este año la comparsa la formarán 15 componentes, cuyos trajes los elaborarán cada uno en su casa pero los complementos todos juntos los fines de semana, donde así también disfrutan de un rato agradable entre amigos.
«Los carnavales son para que te gusten porque en cada traje se te va dinero en ello, pero en nuestro caso, merece la pena y disfrutamos mucho de ello no sólo el día del desfile sino en todo su proceso de elaboración» señaló Fernández.
El jurado en esta categoría valora la coreografía, la música, la puntura en la cara y el traje y «nosotros lamentablemente este año no nos acompaña tambores y tendremos que recurrir a música con coche».

TÍTULO: MIEDO,LOS MENDIGOS,. 

La tarde del Jueves Santo andaba con mi hijo Víctor por un parque junto a la calle Jesús de Valencia. Un parque cualquiera, de esos con pequeños balancines con forma de caballo, cocodrilo y dinosaurio, divididos en dos zonas. Me senté en un banco mientras el pequeño iba probando uno a uno los balancines. Cuando acabó con los que estaban junto al banco, fijó su mirada en los del otro lado, a unos 20 metros. Pero de repente noté que Víctor escondía su cabeza detrás de mí y oteaba sobre mi pierna hacia allí. Tímido más que temeroso. Miré yo hacia allá cucando los ojos (hacía un solete estupendo) y descubrí el motivo de su inquietud. En un banco junto a los otros balancines había un indigente, sentado junto a un carro de la compra lleno de todo lo que tenía en la vida, ropas que hasta en la distancia se veían sucías y una litrona de cerveza a sus pies.
El mendigo observaba divertido la escena y en la lejanía sonreía a mi hijo, le hacía incluso carantoñas con las manos. Y Víctor empezó a tomárselo todo como un juego, escondiéndose detrás de mí y asomando cada cierto tiempo divertido. Al final decidió que quería ir a probar aquellos balancines. Pero prefería ir acompañado. Me tendió la mano y señaló hacia allá. No quería ir solo. Más por vergüenza que por miedo. Ya se sabe aquello de la inocente falta de temor de los niños. Yo decidí acompañarle. Debo confesar que tanto por hacer caso a su deseo como por un cierto temor hacia aquel hombre.
El mendigo no dejó de sonreír mientras nos acercábamos. “¡Le da vergüenza!”, le dije intentando disculpar a mi hijo, que no pensara que el niño lo veía como una amenaza y que no pensara que no me fiaba de él (muy en el fondo, quizás algo había también de eso). Víctor probó uno a uno los balancines, mirando de vez en cuando con timidez al hombre, acompañando sus vistazos fugaces con risas inocentes. Yo volví a intervenir: “¡Pero Víctor, si el hombre está ahí sentado, que no te hace nada!”. Y el indigente se dirigió entonces a nosotros, sin dejar de sonreír y haciendo gestos con la mano para que nos acercáramos.
“¡Mira, amigo, mira!”, dijo con marcado acento extranjero. Parecía ruso, polaco o de algún país de Europa del Este. Y entonces sacó algo en lo que yo no había caído. Una vieja y sucia caja rectangular de madera clara, que dejó con suavidad sobre el banco, como si estuviera hecha de cristal y se pudiera romper. Limpió con mimo su superficie. Y abrió con placentera parsimonia los dos cierres. Dentro había un violín. Un violín con solo dos cuerdas. Y el hombre se puso a tocar una melodía bellísima, sobre todo teniendo en cuenta que lo hacía con solo dos cuerdas. No entiendo de música clásica, pero a mí me pareció preciosa. Tocó unos 30 segundos. Y luego le lanzó a Víctor una sonrisa  sincera, inocente, feliz.
Y yo, con un solo gesto, rompí todo el encanto. Me eché la mano a la cartera y dije: “Toma, hijo, dale una moneda al hombre”. Su sonrisa se borró, su mirada se tornó triste y de su boca salieron unas palabras que me hicieron sentir fatal: “No, no, no, solo amigos, amigos…”.
Me quedé con ganas de saber más de ese hombre, de conocer cómo había sido su vida, si ese virtuosismo con el violín le venía de ser alguna vieja gloria de la música de Europa del Este caída en desgracia o devorada por la crisis. La situación me dejó descolocado y ya no le pregunté nada. Pero sobre todo, aquello me sirvió para darme cuenta de lo tristemente desconfiados e ingratos que somos los seres humanos, de las muchas etiquetas de imagen, posición y convención que nos impone la sociedad. De lo mucho que nos perdemos por no dejar el corazón más abierto, el alma más transparente y los usos y costumbres bien enterraditos. De lo poco que echamos mano de mirarnos los unos a los otros a los ojos, mirando al ser humano, pasando la vista por encima de trajes de Armani, harapos de indigente, acentos extranjeros o pieles de otro color.
Allí, en aquel parque, solo había la sonrisa de un niño, la sonrisa de un hombre, un violín de dos cuerdas y un momento mágico. Eso era todo lo que había. Nada más. Y para qué más…


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