sábado, 24 de mayo de 2014

El gran amor, la gran estafa, . / MUJERES EN PRIMERA LINEA, YULIA TIMOSHENKO,.


  1. Pues lo mío ha sido algo así, escuchar el verbo vomitar y ponerme destructiva con el gran amor. Ahora proclamo que es una gran estafa, una ...
     
    • Presentación. Mis amigas y yo nos consideramos divertidas, listas y casi equilibradas, pero estamos hechas un lío en el único asunto que no logramos entender: el amor. O el sexo. A veces no sabemos la diferencia. Los hombres son taaaaan complicados...
    Hoy inauguro una columna sobre amor y sexo, y comienzo por la esencia, claro está, como típica mujer que soy, o sea, por el gran amor. Y por esa pregunta que vamos contestando según nos vaya en cada momento. ¿Existe el gran amor? ¿O es una fantasía que nos encanta para dar trascendencia a nuestras vidas? Pues depende. Hoy respondo que no, aunque hace unos cuantos meses habría respondido que sí, que por supuesto. Lo que ocurre es que hace unos meses me dejó tirada como a una colilla el supuesto gran amor y estoy en la temporada del escepticismo, ese refugio tan socorrido de los derrotados.
    He mandado momentáneamente a paseo todos mis principios, porque lo del gran amor era como un principio, mi seña de identidad en asuntos sentimentales. Cuando mis amigos y yo sacábamos el tema, yo, la trascendente, hacía la defensa apasionada. Pero si hasta me ponía intelectual y les citaba a Viktor Frankl y El hombre en busca de sentido, que es lo que me regaló mi amigo Javier, que no hace más que alimentarme malsanamente lo de la trascendencia. ¿Pero qué tendrá que ver un campo de concentración nazi, que es desde donde escribía Frankl, con la idiotez del gran amor? Pues nada, pero a mí me encantaba esa épica.
    Hasta que el hombre que tantas veces me había dicho que le emocionaba escuchar mi voz me espetó un día que su sonido le hacía vomitar. Además de dejarme por otra a la que le decía exactamente las mismas cosas apasionadas que a mí, claro está. El verbo vomitar fue el desencadenante de mi trasformación. Siempre hay un desencadenante, dicen. Como en Mentes criminales, cuando se desata la furia de los asesinos en serie y ese psicólogo tan listo nos explica lo del desencadenante. Pues lo mío ha sido algo así, escuchar el verbo vomitar y ponerme destructiva con el gran amor. Ahora proclamo que es una gran estafa, una búsqueda de seguridades absolutas que no existen. Otros practican deportes peligrosos o ponen el coche a 200 km/h o juegan en Bolsa. Y algunas nos ponemos a apostar por el gran amor.
    Bueno, nos poníamos. Ahora me propongo entregarme a la frivolidad, a los amorcillos pasajeros, a cualquiera cosa que no me defraude. Y así lo voy a defender hasta nueva orden, es decir, hasta que me convenga, porque aparezca alguien por el que merezca la pena volver a la trascendencia, aunque sea temporalmente.

    TÍTULO:  MUJERES EN PRIMERA LINEA, YULIA TIMOSHENKO,.



    1. No lleva el ochipok (el pañuelo regional) de las casadas, como manda la tradición, pero sí la trenza de las solteras, aunque no lo es.
       No lleva el ochipok (el pañuelo regional) de las casadas, como manda la tradición, pero sí la trenza de las solteras, aunque no lo es. Una trenza diadema que ha pasado a los anales de la peluquería icónica. No nos vamos a remontar a Cleopatra, pero sí a Ava Gardner, Twiggy o Brigitte Bardot. Desde luego, no le falta glamour. Otras habrían quedado coronadas como las princesas o las reinas con súbditos en las narraciones populares de Afanásiev. 
      A Yulia Volodímirvna Timoshenko la podríamos encontrar en uno de los "cuentos prohibidos" del famoso folclorista ruso. Lo que pasa es que la Timoshenko está acostumbrada a pisar charcos. Ha sido “princesa del gas”, pues tuvo –con su marido y su suegro–, el monopolio de la venta de combustible a las granjas del Estado, lo que les hizo amasar una fortuna (jet privado y mansión incluidos). Bastó que la mujer de negocios se metiera en política para que le llovieran las acusaciones de corrupción por firmar contratos energéticos con Rusia desfavorables para su país, y terminara en prisión (salió en febrero, después de tres años y tras las revueltas populares). Para muchos, fue la revancha política de Yanukóvich, contra quien perdió en 2010.
      La candidata a las presidenciales de mañana no es favorita en las encuestas. Por delante está el rey del chocolate, el magnate Petro Poroshenko, pero en fama no tiene rival. No solo le acompaña su atuendo casi folclórico, sino su leyenda de heroína de la Revolución Naranja contra el fraude electoral de Yanukóvich (2004), su veteranía como primera ministra, su apodo de Juana de Arco por su defensa de la patria y la libertad, su bautismo como "dama de hierro", su salida de la cárcel en silla de ruedas y enferma de hernia discal, previa huelga de hambre, y sus simpatías con los líderes europeos. Vista así tiene mucho de muñeca rusa, versión ucraniana.
      Dentro de la "princesa" está la brillante oradora y política, y, en su interior, la mujer ambiciosa y calculadora. Como una matrioska. Gane o pierda, esta morena con cara de rubia que hasta los 36 hablaba ruso se ha ganado un lugar en la historia.

      ¿Quiés es?
      ● Yulia Timoshenko nació en Dnipopetrovsk (Ucrania) en 1960.
      ● Su marido, Oleksandr Timoshenko, era hijo de burócratas soviéticos. Tienen una hija.
      ● Licenciada en Economía, hizo la tesis sobre el sistema fiscal.
      ● Trabajó en la industria del gas y es una de las mujeres más ricas de su país.
      ● Fue primera ministra en 2005 y de 2007 a 2010.
      ● En 2011 fue arrestada por “abuso de poder” y condenada a siete años de cárcel. Fue excarcelada en febrero.
      ● Mañana se presenta a las elecciones presidenciales.

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