domingo, 3 de agosto de 2014

EN PRIMER PLANO, JOACHIM LOW, EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD,./ A FONDO, EN LA BASE HERAT, , MIS DIAS EN AFGANISTAN,.

TÍTULO: EN PRIMER PLANO, JOACHIM LOW, EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD,.
Lo asombroso es que, por fin, ha conquistado a los alemanes. Joachim Löw se puede ir de vacaciones con la conciencia tranquila. «Se lo ha ganado, fotos,.
En primer plano

Joachim Löw: El triunfo de la voluntad

En Alemania, muchos estaban dispuestos a pedir su cabeza. Pero, entonces, ganó el Mundial... Ahora, el hombre del que media Alemania se ha mofado en los últimos ocho años los que lleva como seleccionador es un héroe nacional. Esta es su historia.
Ha conquistado el mundial, sí, pero eso no ha sido lo más difícil. Lo asombroso es que, por fin, ha conquistado a los alemanes. Joachim Löw se puede ir de vacaciones con la conciencia tranquila. «Se lo ha ganado», piensan ahora sus compatriotas, aunque durante años pensaran que Löw, siempre tan relajado, tan poco alemán, no se ganaba el sueldo: 2,5 millones de euros al año más incentivos, 80 veces más que el salario medio germano. Y mucho menos el derecho a unos días de asueto. Con ese bronceado y ese aspecto de dolce far niente, daba la impresión de estar siempre en Mallorca. Muchos periodistas alemanes pensaban pedir su cabeza tras el partido contra Argelia, en el que los africanos dieron una lección de fútbol desinhibido.
Alemania venció en la prórroga, pero muchos ya tenían escrito el obituario deportivo de Löw en caso de que no hubiese tanta suerte contra Francia. Las razones eran variopintas y las enumera una revista germana: que si lleva el reloj en la muñeca que no es. Que si se tiñe el pelo. Que si los jerséis de cuello de pico. Que si esa voz no pega con su aspecto. Y lo de tomar café expreso. Y que es testarudo y arrogante. Que está chapado a la antigua. Que si no puede tomar decisiones. O que si jugó un fútbol 'cagueta' contra España. O si jugó un fútbol igual de 'cagueta' contra Italia. Que si es un tipo sin emociones. Que en realidad no entrena. Que si parece un muñeco de Lego. Que si juega demasiado poco, como España. O al revés, que ya está bien de tanto tiki-taken.
Un entrenador tropical
La inquina viene de años atrás. Para muestra, un botón. En 2011, año previo a la Eurocopa de Polonia y Ucrania, los alemanes pudieron ver un anuncio protagonizado por su seleccionador del mayor turoperador del país. Un trajeado Joachim Löw llegaba a un resort tropical, se quitaba la chaqueta, el reloj y las prisas antes de zambullirse en la piscina. Pero ¿por qué elegir a un entrenador de fútbol para anunciar un verano de dulce relax si en el deporte, y especialmente en el fútbol alemán, todo gira en torno al sacrificio, la disciplina, el esfuerzo, la superación...? ¿No había nadie mejor?
Pues quizá no. En Alemania, a Joachim Löw se lo asocia con un modo distinto de hacer las cosas: una forma más relajada, casi latina. Este espíritu innovador, casi antipatriótico, le valió desde el principio la oposición del mundo del fútbol, siempre dado a las comparaciones y a las glorias pasadas. Löw proponía un juego más vistoso y rápido, pero no por ello menos efectivo. El objetivo era el mismo: ganar, pero de otra forma. Panzers con guantes de seda. La revolución.Löw llegó en 2006 como la antítesis del entrenador clásico. No llevaba chándal ni cara de sargento prusiano. El nuevo seleccionador alemán era un tipo elegante, de aspecto cuidado; quizá demasiado cuidado. ¡Y con ese pelo! Fue como meter a un metrosexual en un vestuario de amigos cuarentones. La desconfianza estaba servida, en buena medida porque todo esto sucedía dos años antes de que Pep Guardiola llegara al banquillo del Barça y sancionara con sus éxitos una forma de jugar, de ser y hasta de vestir.
Guardiola se hizo famoso por sus chalecos y jerséis de pico; Löw, por sus camisas entalladas. Pero mientras el primero reconoce su interés por la moda, el alemán lo niega y encuentra «exagerado» que lo describan como un «icono». Lleva vaqueros de Louis Vuitton, trajes de Hugo Boss y usa crema facial, pero dice que cuida su imagen porque representa a la federación, «y el fútbol es un negocio mediático». Suena a excusa, pero sus amigos aseguran que cambió cuando se hizo cargo de la selección, que de joven no tenía interés por la ropa. Lo que sí tenía era el mismo corte de pelo, un peinado tan famoso como él y que parece trabajadamente casual, a pesar de que su secreto es «dos minutos de secador, a veces algo de gel y ya, se me queda así». Y no, no se lo tiñe. Tampoco es una peluca. Habladurías.
Demasiado 'especial' para ser alemán
Porque se habla mucho en torno a Joachim Löw. Se dicen muchas cosas de él. Que es demasiado distinto, demasiado especial, demasiado..., en fin, que es homosexual, y que el suyo es un matrimonio por apariencia, que por eso se lo ve tan poco con su mujer, que por eso no tienen hijos y han apadrinado a un par de niños africanos. En realidad, Löw es un celoso defensor de su vida privada. Daniela, de profesión contable y su pareja desde hace 36 años, comparte esa visión. No aparece casi nunca en público, huye de los paparazis y, cuando asiste a los partidos, no va a los palcos vips, como las esposas y novias de los jugadores, sino que se sienta con amigos en la grada. Cuando la prensa critica que no se la lleve a las concentraciones, él responde: «Un empleado de banca tampoco se lleva a su mujer a la oficina». En sus pocas entrevistas personales, asegura que Daniela es su «aliada y cómplice», que comprende «la intensidad con la que me entrego a mi trabajo» y apoya «mi gran pasión en la vida, que es el fútbol».
A fin de cuentas, el fútbol los unió. Joachim, el mayor de cuatro hermanos, nació en 1960 en Schönau, en la Selva Negra, y se trasladó a Friburgo para estudiar Comercio Internacional en el instituto de formación profesional. Jugaba al fútbol en el equipo local, del que era presidente el padre de Daniela. Pareja desde los 17 años, no se casaron hasta 1986. El matrimonio sobrevivió a una vida nómada, de ciudad en ciudad y de club en club, siguiendo los vaivenes de una carrera futbolística que nunca terminó de despegar. Una vez colgadas las botas por una lesión, Joachim pasó ocho años entrenando equipos de Alemania, Austria, Suiza e incluso Turquía.
Susurrar al futbolista
La gran oportunidad le llegó en 2004. Jürgen Klinsmann lo reclutó como su ayudante cuando fue elegido como seleccionador alemán. A Klinsmann le había llamado la atención la facilidad de Löw para comunicar sus ideas a los jugadores. Su confianza en él le hizo pedir que le sucediese en el cargo cuando él dejó la selección tras el Mundial de 2006. Löw intentó modernizar el fútbol alemán, dar un nuevo estilo en el campo, en el vestuario, los despachos. Los tradicionalistas disparaban desde los medios de comunicación respaldados por una afición que miraba a su nuevo seleccionador con suspicacia, que hacía bromas sobre su peinado y sus pañuelos al cuello y pronunciaba el 'Jogi' diminutivo cariñoso de Joachim con cierta mala leche.
La desconfianza se fue diluyendo con los años, sobre todo a la vista de la regularidad en los grandes torneos y las fases de excelente juego, pero bastaba un tropiezo para que las críticas volvieran a arreciar. La constancia y la seguridad en sí mismo lo han ayudado a superar todos estos baches, pero también su capacidad para desconectar, para salir del mundo a menudo tóxico del fútbol y buscar refugio en Friburgo, su «oasis de calma», como él mismo dice. En esta ciudad del sur de Alemania viven sus amigos y buena parte de su familia. «Para mí, es mi hogar. Allí hago lo que más me divierte: jugar al fútbol con mis amigos, ir a comer, estar en casa con la familia...». Un plato de espaguetis, una copa de Rioja y un café expreso. Ver una película policiaca en la tele. Los placeres sencillos de la vida.
La obligación y después, el relax
Estar a gusto, sentirse bien, son conceptos que Löw repite mucho y que aplica en lo personal y en lo profesional, a sí mismo y a sus jugadores. Cumplir las obligaciones y después relajarse, libertad en las concentraciones, pero siempre el máximo compromiso, trabajo duro y merecido descanso. Un mensaje quizá dirigido también a un país, a una Alemania hoy feliz que ha descubierto en el fútbol la manera de enseñar al mundo una cara que quiere ser más amable y relajada. Ha conquistado el Mundial, ha conquistado a los alemanes, se ha ganado la renovación hasta después de la Eurocopa de Francia, en 2016, y ahora... unas buenas vacaciones. Así terminaba aquel anuncio profético protagonizado por Löw: una hamaca, una sonrisa relajada y un eslogan: «Se lo ha ganado». Ahora, sí.

Por sus palabras lo conoceréis
-«Reconozco que se me escapan palabrotas durante los partidos. Vigilaré mi lenguaje», prometió hace cuatro años al saber que una joven sorda leía sus labios y transcribía las lindezas que salían de su boca en su Twitter. No pudo reprimirse en el Mundial al ver el juego de su equipo contra los Estados Unidos y Argelia, y sus tacos fueron reproducidos en la cuenta de su intérprete.
-«Procuraré controlarme a partir de ahora». Lo dijo poco antes del Mundial, tras quedarse seis meses sin carné de conducir por exceso de velocidad y hablar por el móvil.
-«Para combatir el estrés, en vacaciones me gusta tumbarme 'a la bartola' en una playa de Maldivas, pero también he subido al Kilimanjaro; una experiencia inolvidable. Viajo por trabajo 200 días al año y estar en casa con los míos y mis amigos es otra manera de relajarme y despejar la cabeza, pero mi mujer tiene que obligarme a desconectar el móvil».
«He oído rumores de que soy gay. Son tan infundados como los de que llevo peluca. Puede preguntarle a mi mujer».
-«No, no llevo peluca. Tíreme del pelo y compruébelo».
-«Estoy en un estado de profunda relajación», dijo en vísperas del partido de cuartos de final contra Francia. Los medios galos lo tacharon de prepotente. Algunos alemanes, también.
-«Cuando pasen los años, recordaré como uno de los momentos cumbres de mi carrera la semifinal contra Brasil; no tanto por el 1-7, sino por el hecho de que el público brasileño nos aplaudiese».
-«Le dije a Götze: 'Demuéstrale al mundo que eres mejor que Messi y que puedes decidir la final'. Siempre tuve buenos presentimientos con Götze. Es un chico milagro». Mario Götze marcó el gol del triunfo frente a Argentina en la final del Mundial.

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Cuentan muy poco de lo que sucede en Afganistán, por no decir nada', foto

Dos soldados españoles en el mercado de Darr-e-bum. | Mònica Bernabé
  • La misión española en Afganistán ha sido una gran desconocida
  • Los militares no pueden hablar de su vida a sus familiares
  • Los medios sólo lo hacen si hay muertos o políticos de visita
Dos soldados españoles en el mercado de Darr-e-bum. | Mònica Bernabé El locutorio telefónico en el campamento militar de Moqur, en la provincia afgana de Badghis, es una tienda de campaña. Los teléfonos están uno al lado del otro, separados por pequeños compartimentos de madera y los soldados deben hablar de pie, como quien está en una cabina telefónica.
"No, aún no he recibido el paquete. ¿Cuándo lo mandaste?", se oye que dice un militar que habla por uno de los teléfonos. Es difícil tener intimidad si no se conversa en susurros. Algunos soldados se amorran al auricular, dando la espalda al exterior, como si estuvieran abrazando a una novia y como si eso les pudiera conferir un poco de privacidad.
En la tienda casi siempre hay alguien, o al menos siempre que la actividad laboral del campamento permite tomarse unos minutos para llamar y en España no es una hora intempestiva. Entre Afganistán y España hay dos horas y media de diferencia horaria en verano, tres y media en invierno.
Todos los soldados mueven la cabeza de un lado para otro cuando se les pregunta si ellos explican a sus familias qué pasa aquí, en Afganistán. "No, no, yo no explico nada", es la respuesta más repetida. Y además, ¿qué explicar?
En la mayoría de bases militares españolas en Afganistán hay carteles en los locutorios que indican que hay que andarse con cuidado con qué se cuenta por teléfono. El enemigo puede estar escuchando, tener pinchadas las líneas telefónicas. La advertencia ya intimida.
En la mayoría de bases españolas, unos carteles indican que hay que andarse con cuidado con qué se cuenta por teléfono
"Desde el 13 de junio tengo un hijo en Moqur. Es muy joven, tiene 26 años. Me gustaría saber un poco más cómo están ellos allí, porque la verdad es que cuentan muy poco, por no decir nada, y a mí me preocupa saber cómo es su día a día, cómo están. Por eso, al saber que tú has estado allí, me gustaría, si es posible, que me pudieses contar algo". La madre de un militar, claramente angustiada, me escribía esta semana un mensaje por Facebook. No ha sido la única.
"Estoy aterrada. Nos casamos en junio y mi marido se va a Afganistán en dos meses. Me muero de miedo sólo de pensar que le pueda ocurrir algo. Por las noches lloro en silencio. No lo puedo evitar, no encuentro alivio. ¿Es todo tan horrible y peligroso como me imagino?", me preguntaba la esposa de un oficial, en este caso por correo electrónico.
"Mi pareja está en Afganistán, y de alguna manera se hace más ameno teniendo noticias cada día", era lo que la mujer de otro militar difundía por Twitter, haciendo alusión a mis crónicas. "Tengo un cuñado ahí. Gracias a tu reportaje hemos podido hacernos una idea de dónde está metido", afirmaba otra lectora.
Con los artículos que he publicado en las ediciones digital e impresa de El Mundo durante las últimas dos semanas, he intentado reflejar la vida y trabajo de las tropas españolas en Afganistán, y la situación en la provincia de Badghis, sin entrar a valorar la conveniencia o no de la misión española en este país.

Empotramiento 'real'

He estado en las bases militares de Qala-e-now y Herat, en los puestos avanzados de combate de Moqur, Ludina y Darr-e-bum, y la base de patrullas de la denominada carretera de la Luz. En ningún momento se me ha puesto ninguna restricción informativa más allá de la necesaria para garantizar la seguridad del contingente.
He podido moverme con total libertad, y hablar y entrevistar a quien he querido. Nadie ha supervisado mis escritos, ni mis fotos, ni mis imágenes de video. Ha sido un "empotramiento" real, como se dice en la jerga periodística. He acompañado a las unidades militares allá donde han ido, sin una agenda de visita predeterminada.
"¿Es todo tan horrible y peligroso como me imagino?", pregunta la esposa de un oficial
Quisiera agradecer al Ministerio de Defensa haberme dado la oportunidad de acompañar a las tropas españolas en Afganistán, por primera vez sin cortapisas. Especialmente, gracias a su director de Comunicación, Joaquín Madina, por su profesionalidad y confianza. Y al responsable del contingente español en Badghis, el coronel Luis Cebrián.
Mi trabajo sobre el terreno ha sido posible gracias a la inmejorable ayuda de los responsables de información pública, el comandante José Luis Cristóbal y el subteniente Juan Flores, y del jefe del puesto avanzado de combate de Moqur, el capitán Pablo Torres, que se ha desvivido por facilitarme información.
También reconocer el apoyo del comandante Alberto Fajardo, en Moqur; el teniente Pedro José Ruíz, en Ludina; y el teniente Flores y el sargento primero Del Campo, en la inhóspita base de patrullas de la ruta de la Luz.
Destacar especialmente al sargento primero Marcos Cuesta, por cuidar de mi seguridad en las patrullas por Darr-e-bum, y al brigada José Manuel Escudero, por estar pendiente de que no me faltara nada. Gracias también al comandante Jacinto Chozas y al sargento primero Pablo Lampkin, que se han encargado de las tediosas gestiones burocráticas de todo "empotramiento"; y al coronel Carlos de Palma, responsable de la base de Herat, por su apoyo.
Por último, mi más sincero agradecimiento a la Brigada Paracaidista, en especial las 12 y 11 compañías, por permitirme acompañarla y contestar con naturalidad a todas mis preguntas. Asimismo, a los lectores y lectoras que han seguido mis crónicas durante todos estos días o me han enviado mensajes.
"¡Por supuesto que la gente en Canadá sabe perfectamente quién es el gobernador del distrito de Panjwai! ¿Cómo no lo va a saber? ¡Nuestros soldados están Panjwai! El gobernador aparece cada dos por tres en la prensa", me contestó un periodista canadiense cuando en abril de 2011 acompañé durante dos semanas a las tropas de ese país en la provincia de Kandahar, sorprendido de que yo le planteara que la opinión pública en España no sabe quién es el gobernador de la provincia de Badghis, donde el grueso del contingente español está destinado, ni tan siquiera pueda reconocer su fotografía.
La misión española en Afganistán ha sido una gran desconocida durante todos estos años. Sólo ha aparecido en la prensa cuando un militar ha resultado herido o muerto, o cuando el ministro o ministra de Defensa ha viajado a Afganistán por unas horas con un séquito de periodistas. Muy pocas veces se ha explicado cómo los soldados viven, cuál es su rutina diaria. A veces no disponer de información puede ser peor que tenerla.

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