domingo, 18 de enero de 2015

CARTA DE LA SEMANA, REVISTA XL SEMANAL , EN PORTADA, Los jóvenes se la juegan / EL BLOC DEL CARTERO, MANERA EN MIAMI,.

TÍTULO: CARTA DE LA SEMANA, REVISTA XL SEMANAL , EN PORTADA, Los jóvenes se la juegan,.
 
En portada / fotos,.

Los jóvenes se la juegan

El juego es adictivo. El ludópata es un enfermo. Y cada vez más jóvenes piden ayuda. La explosión de las webs de juego 'on-line' ha acelerado el momento de la primera apuesta. Hasta hace poco, los jugadores empezaban, de media, a los 28 años. Hoy, a los 18. Algunos, incluso, a los 13. Los expertos advierten: «Una generación entera está siendo empujada a la ludopatía». Y todo comienza con un clic.
Una máquina del tiempo. Sí. ¡Ojalá tuviera una! Viajaría hasta aquel día, al minuto anterior a mi primera apuesta. Aquello lo cambió todo... ¡Todo!» Mario es ludópata y lleva dos meses en tratamiento. Tenía 18 años cuando apostó por primera vez en una web de apuestas deportivas. «Lo pienso ahora y todo me parece absurdo, estúpido. Estás en tu habitación tan tranquilo, haces un clic con el ratón y, ¡hala, toda tu vida a tomar por culo! Tal cual, empecé a jugar y ya no pude parar». Cinco años después, nadie confía en él. Su familia, su novia, sus amigos; a todos ellos les ha mentido y engañado alguna vez. «Constantemente, en realidad admite. Desde aquel día...».
Aquel día, navegando por Internet, «como cualquier otro día», Mario que accede a compartir su historia sin revelar su verdadero nombre ni su procedencia ni su lugar de trabajo. «No quiero que todo el mundo me señale con el dedo», aduce aceptó la oferta de una web cuyos banners llevaban tiempo invadiendo su navegador. «Me regalaban cien euros. Para apostar, claro. Así, sin más, por mi cara bonita ironiza. Ya había entrado antes, pero había que registrarse, dar una cuenta y, no sé, me daba pereza, desconfiaba. Ese día, sin embargo, no sé... Fui, primero, con 20 euros. Gané. Luego, otros 20. Otros 40. En unos minutos tenía más de 500. ¡Flipaba! Y entonces, de pronto, en una mano lo perdí todo. Estaba como poseído; cabreado, excitado, no sé, como una moto. Yo estaba en la universidad, fuera de casa, con tarjeta de crédito de mis padres... Perdí otros mil euros. Ya te digo, ¡si tuviera una máquina del tiempo!».
Pero las máquinas del tiempo, bien que lo sabe, no existen. Existen, eso sí, las máquinas tragaperras principal fuente de ludopatía (90 por ciento de los casos) entre los españoles; las casas de apuestas; los bingos; los casinos; los casinos on-line; las webs de póker, de apuestas deportivas, de tragaperras; el juego por televisión... La oferta es mareante nunca en la historia habían existido tantos estímulos y oportunidades de juego y los ludópatas son cada vez más jóvenes. «El juego on-line, convertido ya en la segunda causa de las ludopatías que atendemos advierte la psiquiatra Susana Jiménez, responsable de la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge (Barcelona), una de las dos que existen en España, es una verdadera revolución. Al eliminar las restricciones físicas y horarias, permite apostar desde tu habitación, tu móvil o tu tableta, 24 horas al día, siete días por semana y sin que nadie se entere. Para un jugador patológico es una puerta abierta al descontrol. Y para los adolescentes, que, según la ley, no pueden entrar en casinos, bingos ni salas de apuestas ni jugar a máquinas tragaperras, se abre una oportunidad inédita hasta hoy para acceder a juegos de azar».
En españa, el 18 por ciento de los menores así lo revela un estudio de la Universitat de València y la Fundación Codere apuestan on-line. Más preocupante todavía: el ocho por ciento, de hecho, lo hace de forma habitual y a edades tan tempranas como los 13 años. Para ello no necesitan más que una tarjeta de crédito y el DNI de un adulto, los dos únicos requisitos exigidos en España para acceder a una web de juego en línea. Es decir, todos estos menores utilizan identidades falsas para jugar en Internet. Ante lo cual, sus padres o tutores no pueden hacer otra cosa que prestar más atención o bien incluir su nombre en el Registro General de Interdicciones de Acceso al Juego, del Ministerio de Hacienda. De ese modo, si alguien intenta suplantar su identidad en una web, el sujeto en cuestión es rechazado de forma automática.
En todo caso, nadie puede asegurar que todos estos jóvenes acaben convertidos en ludópatas, si bien, según los expertos, el 2,5 por ciento de quienes juegan en Internet desarrollan una adicción al juego. Una tendencia que preocupa, y mucho, a los responsables de las dos unidades de ludopatía que hay en España en Bellvitge y en el Ramón y Cajal (Madrid) y a los de las Asociaciones de Jugadores de Azar Rehabilitados. En ninguna de estas entidades, las únicas que atienden de forma específica a jugadores patológicos, hay menores de 18 años. «Su atención corresponde a psicólogos y psiquiatras infantiles explica Juan Lamas, director técnico de Fejar, federación que aglutina a 26 asociaciones de rehabilitados, pero cada vez nos llegan más familias hablándonos de chicos que reúnen todas las características del ludópata».
La edad de los pacientes, en todo caso, está sufriendo un descenso alarmante. «Hace seis años, el paciente tipo andaba entre los 28 y los 35 años asegura Lamas. Ahora están entre los 18 y los 25 años. Es decir, cada vez nos llegan más chavales que empezaron con 16 y 17 años. O menos incluso».La edad, sin embargo, no parece ser la única alteración derivada del irrefrenable avance del juego on-line, modalidad que en una década ha pasado de representar apenas el 0,6 por ciento de las ludopatías hasta el 13 o el 15 por ciento actual. «Internet lo está cambiando todo revela la responsable de la unidad de Bellvitge. El ludópata tipo siempre fue un jugador de tragaperras que, como máximo, poseía estudios secundarios. La mayoría de los pacientes que nos llegan con juego on-line, sin embargo, son jóvenes universitarios, con más recursos. También vemos chicas muy jóvenes, de apenas 20 años, algo absolutamente infrecuente hasta hoy, ya que las mujeres no empezaban hasta los 35 o los 40 y por motivos como insatisfacción vital, depresión... Crecen incluso los mayores de 65 con problemas de salud, de movilidad o de soledad que también han empezado a jugar desde casa».
El juego 'on-line' es, además, aseguran psiquiatras y terapeutas, mucho más adictivo que el juego presencial. «Desde que alguien empieza a jugar hasta que desarrolla el trastorno suelen pasar unos cinco o seis años subraya la doctora Jiménez. Y en el juego on-line, en dos años, ya presenta todos los síntomas. Y con deudas que triplican, en promedio, las de los pacientes de tragaperras». Al ritmo que crece la adicción al juego on-line, los expertos temen que acabe convirtiéndose en unos años en la primera causa de ludopatía. Así lo advierte Jeffrey Derevensky, la mayor autoridad mundial en ludopatía juvenil. Este psiquiatra canadiense es el autor de Teen gambling: understanding a growing epidemic ('Juego adolescente: comprensión de una epidemia creciente'), un libro que advierte sobre las dimensiones del fenómeno.
«Las generaciones posteriores a los años ochenta han crecido con videojuegos e Internet, admirando la cultura del dinero fácil y con poca medida del riesgo, argumenta Derevensky. Ahora pueden jugar desde su ordenador o su móvil, y esto va a revolucionar el modo en que las personas comienzan a jugar». Es decir, cada vez más temprano y con menos restricciones que nunca. «Hoy se previene a los chicos contra el alcohol, las drogas, la conducción temeraria o el sexo sin protección prosigue, pero no contra el juego. He tratado a chavales que en un mes perdieron 20.000 dólares en webs como PokerStars (la misma a la que el tenista Rafael Nadal invita a jugar en una campaña publicitaria). Los chicos les roban las tarjetas a sus padres, venden objetos de valor; algunos acaban delinquiendo, en la cárcel e incluso quitándose la vida. Créame, el juego puede ser una adicción devastadora».
Y Una adicción es, ante todo, una enfermedad. «Muchos ven al ludópata como un vicioso señala el psiquiatra Jerónimo Saiz, fundador de la Unidad de Ludopatía del Ramón y Cajal. Pero no es así. Es un enfermo que necesita tratamiento, y su dolencia implica, básicamente, perderlo todo». La propia psiquiatría modificó en 2013 su percepción sobre el asunto. Hasta entonces se consideraba un trastorno del control del impulso equiparable a la cleptomanía, la piromanía, el trastorno explosivo intermitente o la tricotilomanía (arrancarse el propio cabello). Ahora, sin embargo, figura entre las adicciones de tipo comportamental.
Es decir, el ludópata no puede dejar de jugar. Si lo hace, sufre extremos niveles de ansiedad que solo apacigua apostando. «Las investigaciones indican que el juego actúa en el cerebro como las adicciones a sustancias explica la doctora Jiménez. Al obtener un premio, se activan tus circuitos de recompensa cerebral, pero a medida que juegas sin parar se producen trastornos en la actividad cerebral, con crecientes niveles de estimulación, que perpetúan esa conducta». Dicho de otro modo, la cabeza del ludópata funciona de un modo distinto a la de una persona sana.
Mark Dickson, profesor de Psicología en la Universidad del Sur de Illinois (Estados Unidos), ha buceado en los cerebros de jugadores patológicos y los de otros no patológicos con técnicas de neuroimagen. «Hemos descubierto que el ludópata explica Dickson no distingue entre ganar y casi ganar. Es decir, cuando en el póker tiene una mano que cree ganadora, pero alguien la supera, cuando en la ruleta cae el número justo al lado del suyo o cuando en una tragaperras se queda a un pelo del jackpot, se activan las mismas zonas de su cerebro que cuando gana. En el jugador no patológico, por el contrario, una casi victoria es tomada como lo que es: una derrota. Es decir, al ludópata, aunque no gane, su cerebro le dice que lo está haciendo muy bien. Y hemos visto patrones similares entre chicos jugando a videojuegos, sobre todo si son violentos y están conectados on-line. Es algo muy peligroso».
La industria del juego, de hecho, o eso al menos sostiene Dickson, está preparando a los jugadores del mañana con aplicaciones para móviles y Facebook como Candy Crush Saga, en la que 54 millones de usuarios diarios gastan unos 700.000 euros al día para pasar de nivel y seguir jugando. «Ese concepto de pasar a un nuevo nivel, un patrón muy adictivo, está siendo transferido a los nuevos dispositivos de juegos de azar advierte. Hoy, los niños utilizan juegos que se parecen mucho a los de los adultos. Pero bueno, es lógico, no podemos olvidar que quien diseña un videojuego o un dispositivo para un juego de azar busca, obviamente, que el usuario juegue una y otra vez. Hace todo lo posible para que sea adictivo. Así es como él gana dinero».
Concretamente, más de un billón de dólares. Esta es al menos la cifra que, según varias estimaciones, mueve cada año la industria global del juego. En España, sin ir más lejos, el sector es responsable del 2,5 por ciento del PIB nacional. En 2013, los españoles se gastaron más de 28.000 millones en los 44 casinos, 350 bingos, 2388 salones de juego, 208.917 máquinas tragaperras y 60 webs que forman el tejido del juego privado nacional. Ese año, el primero con operadores de juego on-line autorizados hasta entonces actuaban desde paraísos fiscales y no sujetos a regulación, las apuestas por Internet se duplicaron. Es más, de no ser por la nueva modalidad, la industria que cerró el año con un incremento del seis por ciento habría culminado el ejercicio con una caída del cinco por ciento.
«La industria del juego necesita de Internet para crecer afirma Juan Lamas, desde Fejar. Sus ganancias futuras pasan por atraer a toda una generación de jóvenes que pueden jugar a cualquier hora, cualquier día y en cualquier lugar. Además, diseñar tecnología para móviles, tabletas u ordenadores es mucho más barato que construir un casino».Desde la patronal, Germán Gusano director ejecutivo de la Fundación Codere, ligada a la multinacional española Codere asegura que la industria es uno de los principales interesados en prevenir los efectos negativos de su actividad y en reducirlos. «Pero sin menoscabar subraya los efectos beneficiosos que produce un sector que genera más de 200.000 empleos directos e indirectos y aporta a las arcas del Estado unos 4000 millones de euros en impuestos».
A su entender, para la gran mayoría, el juego es un entretenimiento saludable. «En España juegan más de 35 millones de personas y apenas un 1,5 por ciento de ellas son ludópatas argumenta. No se puede señalar a la industria como culpable del acercamiento de un determinado grupo al juego. En el caso de los menores, desde luego, el problema deriva del abuso que hacen de Internet y de las nuevas tecnologías y, en gran medida, a una falta de control de sus tutores sobre este consumo. Es un problema que nace desde los propios hogares».
Borja Rodríguez, 22 años "Empiezas a mentir y ya no puedes parar. Hasta que te pillan y todo estalla"
-Empecé a apostar con 19 años. No sé qué me pasó. Un día le quité la tarjeta de crédito a mi hermano y perdí 800 euros. Primero aposté 20, los perdí y me dije: 'Voy a recuperar'. Hasta que me pulí los 800. Antes iba a casas de apuestas con los amigos, pero jugaba poco: diez euros como mucho. Pero llegó un momento en que vivía esperando la paga para jugar. Y si conseguía un trabajillo, me jugaba todo lo que cobraba. En tres años habré perdido unos 2000 euros, porque es todo lo que he tenido al alcance. Nunca he tenido trabajo fijo, que si no me lo habría gastado todo. Seguro.
Cuando pierdes el control, empiezas a mentir a todo el mundo y ya no puedes parar. Vas sintiendo, además, que eres más listo que nadie. Hasta que te pillan y todo estalla. Entonces te sientes la peor persona del mundo. Llevo dos meses en terapia en Alejer, una asociación de rehabilitados, en Leganés. Mi novia y mi familia me han ayudado mucho. No les puedo decir más veces que me perdonen, pero soy joven y no quiero arruinar mi vida».

Cristian Montoya, 23 años
"Me he gastado todo el dinero que he ganado; perdí a mi novia; mi madre no me habla... No puedo seguir así"
Tendría 17 o 18 años cuando empecé. Echas un par de euros a una tragaperras, un póker con los amigos, entras a un casino on-line... Siempre ganaba más de lo que perdía, hasta que un día, ya con 19 o 20 años, me gasté 2000 euros de una tacada. No sé, un día ganas 3000 euros jugando, y media hora después no tienes nada. Es una locura. En total me habré fundido más de 20.000 euros de mi dinero trabajado. Todos mis sueldos. Es triste, pero yo le he quitado dinero a mi madre; me he endeudado; he vendido oro, móviles; perdí a mi novia; mi madre no me habla; antes yo estaba en forma y ahora mira cómo ando. Llevo tiempo queriendo ir a algún sitio. Encontré la web de la asociación de rehabilitados de Leganés hace tres semanas, pero no me decidía, hasta que el pasado viernes cobré 1400 euros de un trabajo, lo perdí todo en tres horas y me dije: 'No puedes seguir así'. La terapia aquí es un poco dura porque te dicen las cosas como son, pero me sentí bien al término de la primera sesión. Siento que puedo cambiar mi vida».
Jerónimo Saiz
Psiquiatra. Fundador de la Unidad de Ludopatía del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid
"Lo de ver a Rafael Nadal haciendo anuncios de póker 'on-line' es algo que no acabo de entender"
XL. Tengo entendido que cada vez llegan más menores a las consultas. ¿Es así?
J.S. En el hospital no se atiende a menores de edad, pero cada vez hay más pacientes con 18 o 19 años. Es decir, que empezaron, al menos, dos o tres años atrás.
XL. ¿Y vienen por propia voluntad?
J.S. No. La mayoría no pide ayuda, sino que son descubiertos por la familia y vienen a la fuerza. Al no venir voluntariamente, la rehabilitación es más difícil, ya que esta siempre comienza por aceptar que tienen un problema y, en consecuencia, querer solucionarlo.
XL. ¿Cuánto tiempo pasa desde que empiezan a jugar hasta que llegan a sus manos?
J.S. Los jóvenes, por lo general, vienen más rápido que un jugador adulto. Al carecer de autonomía financiera para jugar, endeudarse y demás, el problema es más fácil de detectar, ya que dependen de los padres y estos ven que desaparecen cosas, que les falta dinero: movimientos en las tarjetas de crédito...
XL. Hace casi tres años que se reguló el juego on-line en España. ¿Hay algún aspecto que se deba mejorar?
J.S. La publicidad no está regulada. La ley dice que no puede ir dirigida a menores, ni crear falsas expectativas ni que dé una idea de que el golpe de azar te solucionará la vida, pero el Gobierno no establece normas de conducta ni multas específicas para los operadores de juego y los medios de comunicación, como ocurre con el alcohol y el tabaco. Esto es algo que nos parece de una gravedad extrema.
XL. ¿Qué le parece que deportistas famosos promuevan este tipo de prácticas?
J.S. Lo de ver a Nadal haciendo anuncios de póker on-line es algo que no acabo de entender. Pero, oye, él sabrá. El Real Madrid ya estuvo años anunciando una casa de apuestas on-line en su camiseta... Y si entras en la web de un diario deportivo, lo primero que aparece es: «¡Apuesta!». La sociedad, a diferencia de lo que ocurre con otras adicciones, no parece consciente de los peligros del juego.
XL. ¿Qué tipo de apuestas son las más adictivas?
J.S. Las apuestas deportivas, dentro del juego on-line, son las número uno. Es una locura. Puedes apostar a algo cada minuto del partido quién hará la próxima falta, quién marcará primero, si habrá equis goles, en qué minuto marcará uno de los dos..., lo que multiplica las oportunidades para disparar la ludopatía. Cuanto menos tiempo hay entre apuesta y premio, más peligro.
XL. Este mes ha entrado en vigor la nueva regulación para las tragaperras on-line. ¿Superarán estas a las apuestas deportivas?
J.S. No lo sé, pero es algo que, sin duda, puede disparar el número de ludópatas. Es decir, las tragaperras ya son el juego que, con diferencia, más ludopatías causa. Pues si le añades todas las características adictivas del juego on-line, ya ni te cuento. Puedes jugar en cualquier momento y lugar y sin que nadie te controle.
XL. ¿Tener más o menos dinero es un factor de riesgo para la ludópatía?
J.S. El que tiene más pierde más, y el que tiene menos pierde menos, pero, que quede claro, ambos lo pierden todo. Ahora bien, tener una situación económica y social desfavorecida sí que eleva el riesgo de ver el juego como solución.
XL. ¿Por qué juega el ludópata?
J.S. No todo el que juega desarrolla el problema. Hay personas más vulnerables. Existen muchos factores, pero creemos que hay una parte biológica, genética y hereditaria que predispondría a ciertas personas a desarrollar el problema.
10 pasos hacia la rehabilitación
1. Admitir el problema y desear resolverlo. «Si ocurre así, el 80 por ciento de los pacientes dejan el juego», asegura la doctora Susana Jiménez, de la Unidad de Juego Patológico de Bellvitge. 2. La colaboración de la familia es capital. Por un lado, entender que no es un vicioso, sino un enfermo. Por otro, fiscalizarlo y ayudarlo. 3. Cortar todas las fuentes de financiación. Anular tarjetas de crédito y firmas en cuentas corrientes.
4. Crear cuentas mancomunadas cuando el ludópata goza de ingresos regulares.
5. Llevar encima el dinero necesario y presentar justificantes de compra a la persona de confianza.
6. Confeccionar una lista de deudas e irlas haciendo frente.
7. Ocupación del tiempo libre.
8. Buscar nuevos objetivos personales o profesionales.
9. Autoprohibición. Autoexcluirse tanto del juego on-line como presencial a través de la Dirección General de Ordenación del Juego. 10. En psiquiatría se trabaja para eliminar pensamientos mágicos, supersticiones y creencias irracionales frecuentes en el jugador. Es decir, cuando este piensa que puede predecir si va a salir un número, creer que hay números de la suerte, convencerse de que en la próxima jugada va a ganar...
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, MANERA EN MIAMI,.
 
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Cambiar los diez grados bajo cero de Brooklyn por los agobiantes y húmedos treinta grados de Miami en tan solo dos horas de avión le enseñó, una vez más, a Tony Manero que todo es transitorio y cambiante y que aquello que en un lugar es hielo en otro distinto puede ser volcán. Un par de días en la playa, o cerca de ella, no le podían sentar mal, con lo que Manero hizo como los jubilados de Illinois, que en cuanto han acabado su vida laboral cargan todas las cosas en una fragoneta y van hacia el sur hartos de que el primer copo de nieve que cae en octubre no se deshaga hasta que llega mayo.
Esta vez, además, había oído hablar repetidas veces del hotel Delano y quería probarlo, ya que, al fin y al cabo, a un tipo que en los setenta había revolucionado las pistas de baile le tenía que sentar como un guante un hotel inspirado en el art déco y con pinta de haber sido decorado bajo las enseñanzas de una noche insomne de Phillipe Starck. Digamos que es atractivo, pero no excesivamente cómodo, y a Manero, además, le dio la sensación de que a veces te perdonan la vida en esos hoteles tan elevadamente in, tan de gente encantada de estar encantada de estar allí. La relación calidad-precio no merece la pena, a decir de nuestro hombre: habitaciones pequeñas y servicio regular. Pero a Tony le interesaba palpar la evolución de aquellos lugares en los que ha vivido alguna efervescencia en los últimos años, esos en los que Miami ha sido fiel a su definición más acertada: una de las pocas ciudades en las que lo que es mentira por la mañana puede ser verdad por la noche. La costilla con salsa barbacoa de Houston's le traía recuerdos de alguna noche veraniega con aquella muchacha de su barrio a la que consiguió abrir el corazón pero no las piernas. Y la hamburguesa de The Burger and Beer Joint le confirmaba que no todo está perdido en la confección de ese amasijo de carne más o menos bien apelmazada: sigue pasando por ser una de las mejores de la ciudad, en ambiente agradable, y con una carta de cervezas que hace las delicias de cualquier aficionado a la cebada evolucionada.
Sin embargo, Manero torció el gesto ante una de las citas: «¡Vámonos al Prime One Twelve de South Beach!», le espetó una vieja amiga de correrías por el cada día más atiborrado y hortera Ocean Drive. Pretender cenar, aunque tengas reserva, en uno de los sitios de Miami a los que vas a que te vean, en plenas fiestas de fin de año, con millones de visitantes en las calles, es tener por seguro un ataque de impaciencia y cabreo. A Manero no le gustan las colas, es más, le revieeeentan: las tuvo que hacer, de joven, a las puertas de su templo febril de cada sábado, el Odisea 2001, junto con su inseparable Stephanie Mangano, hasta que se convirtió en una referencia y era recibido con trompetería. Por ello, hacer media hora de cola para llegar al pupitre en el que te dicen que esperas otra hora en el bar o en la calle (y eso teniendo reserva) para comer unos platos cada día más mediocres y caros le pareció una tortura absurda. Se quedó esa noche con las ganas de acercarse a la última aventura de ese intrépido incansable que es José Andrés: se llama The Bazaar y está en el SLS Hotel, en la célebre Collins Avenue del Beach casi esquina con Lincoln.
Pudo hacerlo al día siguiente y confirmar que el asturiano tiene los pies en la tierra, elabora bien la cocina de altura y basa sus éxitos en no olvidar el país del que viene. El ambiente es chic, muy chic, y vale la pena rogar una plaza en el salón o en la barra. Y luego peregrinar por tooooodo Miami en busca de un imposible: un buen gin-tonic. Algo que para Manero es como una segunda sangre de la que necesita transferirse frecuentemente resulta imposible de conseguir en condiciones: hielos malos que duran un suspiro, ginebras calientes, tónicas de grifo y ni una maldita cáscara de limón por el borde. Regresó a casa, un año mayor. Resignado, pero invencible otra vez, directamente a su mueble bar. Luces y Bee Gees. Y a por el 2015.

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