jueves, 28 de mayo de 2015

TAPAS Y BARRAS - EL ALBAÑIL MALABARISTA,./ UN PAIS PARA COMERSELO , India se abrasa a casi 50 grados ,.,

TÍTULO:  TAPAS Y BARRAS -  EL ALBAÑIL MALABARISTA,.
La Z Jazz Band acompañando a los actores Javier Rosado y Javier Uriarte. :: hoy

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Se estrena 'Workers 1929', teatro, circo, cine mudo y dixieland,.

Resultat d'imatges de tapas y barrasEl pasado viernes, cambié los mítines políticos por el teatro de verdad. Me fui a La Nave del Duende, un sitio distinto, junto a la charca de Casar de Cáceres, donde los cómicos viven, ensayan y estrenan. Esa tarde tocaba ensayo general de un espectáculo que me habían recomendado para relajarme tras el chute infernal de 15 días de mítines.
Así que llegué a La Nave, me senté en la grada, me relajé y, mientras comenzaba o no el ensayo, me quedé completamente dormido. Me despertaron las notas de una banda de dixieland y me quedé perplejo ante el espectáculo al que estaba asistiendo. Ya no dormí más y la mezcla de música, circo y teatro, que se desarrollaba sobre el escenario, me envolvió, me sosegó y me ayudó a recuperar la armonía perdida.
El pasado viernes descubrí 'Workers 1929', un espectáculo total y nuevo en Extremadura por mezclar por primera vez la música de jazz, dixieland y blues en directo con el circo, la estética del cine mudo y el puro teatro. Se trata de una producción de Z Teatro, compañía fundada en Coria en el año 2003, que se estrena mañana viernes en el festival 'Nosolocirco' de Navalmoral de la Mata.
«Somos una compañía humilde, pero no nos falta trabajo», reconoce Javier Rosado. Él y Javier Uriarte protagonizan 'Workers 1929'. «La actividad teatral está empezando a florecer un poco. Se ha perdido el miedo a invertir en cultura», se anima el actor. El espectáculo es un magnifico concierto de la Z Jazz Band, que interpreta 31 piezas a lo largo de la representación. La música no deja de sonar ni un momento, acompañando la representación de una fábula sobre la amistad ambientada en el 'crac del 29', un tiempo en el que la crisis y la construcción también fueron de la mano, como en el crac de 2009.
Los dos Javier, Rosado y Uriarte, un magnate y un albañil, que acaban unidos y trabajando en una obra, manipulan con destreza malabar palas, poleas, ladrillos, cubos y demás aparataje de albañilería. La música va marcando el ritmo de los actores y viceversa, en un proceso de complicado engranaje. «Los finales musicales deben ser secos, concretos. Hay que empastar todo muy bien y dominar la estructura para divertirse. Venga, a tope, que vamos a grabarlo en vídeo. El ensayo general que saldrá mal será mañana, el de hoy ha de ser perfecto», maneja la directora del espectáculo las claves de la motivación.
Carmen Galarza es la responsable de la dramaturgia y la dirección. Motiva antes del ensayo y es implacable al acabar. Llama chicos a los actores y también a Lalo González, Javier Granados, José Luis Naranjo y Jaime Naranjo, los músicos.
El espectador de 'Workers 1929' no deja de balancear sus pies, se asombra con los malabarismos, los equilibrios imposibles, los saltos y las sorpresas. Y todo sin hablar, con claves de cine mudo y resonancias de andamios neoyorkinos con obreros sentados ajenos al vacío.
La historia es sencilla: el rico se arruina con el crac y se iguala al albañil. Al final, vuelve a enriquecerse, pero ya es amigo del obrero y no se distancia de él. Una trama simple, una música que empapa y anima y una narrativa que se apoya en el gesto y en la ironía. Jesús Avís y Francisco Cordero diseñan la iluminación, Eloísa Serrano es la ayudante de producción, Cristina Fernández ayuda en la dirección y Denis Rafter presta su voz para las locuciones. Entre todos consiguen poner en pie un espectáculo para teatros, calle, festivales de jazz o salas de conciertos, o sea, 70 minutos que se pasan volando y te dejan con la sonrisa en la boca y la alegría en el resto del cuerpo.

TÍTULO: UN PAIS PARA COMERSELO,India se abrasa a casi 50 grados,.

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El calor diluye las marcas de tráfico pintadas sobre el pavimento en Nueva Delhi. :: HARISH TYAGI / efeUna ola de calor dispara los termómetros hasta el punto de derretir el asfalto y deja ya más de 1.100 muertos,.

El mercurio no da ningún respiro en Nueva Delhi. Cuando el sol cae a plomo, el termómetro se acerca a los 50 grados -cinco grados por encima de las máximas habituales-, y cuando se echa la noche la marca de los 40 tampoco queda lejos. A bordo de un 'auto-rickshaw', el triciclo motorizado verde y amarillo que en India se utiliza como taxi, el aire que entra por las aberturas laterales del vehículo no supone ningún alivio. Al contrario, es una tortura. Parece como si alguien hubiese dejado abierta la puerta de un gigantesco horno en el que se abrasa la capital india. Tan intensa es su fuerza que derrite hasta el asfalto. La población sólo puede defenderse de este feroz ataque poniéndose a cubierto, pero el ímpetu de los aires acondicionados lleva la capacidad energética del país al límite y provoca frecuentes cortes en el suministro de electricidad.
Claro que, lógicamente, lo peor es el efecto que esta ola de calor está teniendo en la población. Han muerto ya casi 1.200 personas, sobre todo obreros de la construcción, ancianos, y 'sin techo'. Y la zona más castigada, a pesar de no ser la más calurosa, es la del tercio sur del país. En el árido Estado de Andhra Pradesh han muerto 900 personas desde el pasado día 18, y en el vecino Telangana -donde se han registrado 48 grados a la sombra- ya son más de 230 en la última semana.
Por si fuera poco, los meteorólogos indios avisan de que las temperaturas continuarán sobrepasando los 40 grados hasta mediados de la semana que viene. Por lo menos. «Las temperaturas máximas continuarán en torno a los 45 grados, sin una caída notable. Esperamos que la situación mejore a partir del 2 de junio, cuando la llegada del monzón traerá fuertes lluvias que atenuarán el calor en el sur», explicó Brahma Prakash Yadav, director del Servicio de Meteorología de India. «Al norte las precipitaciones todavía tardarán más en llegar».
Aguantar por un sueldo
Hasta entonces, los consejos que las autoridades dan a la población a través de los medios de comunicación son los de siempre: hidratarse a menudo, evitar salir al exterior, y acudir rápidamente a un hospital en caso de sufrir un golpe de calor. No obstante, la realidad en India es tozuda: los centros de salud escasean, están mal equipados, y las urgencias en muchos lugares ya están colapsadas. Además, multitud de ciudades sufren cortes de electricidad de hasta 10 horas diarias, y los trabajadores poco pueden hacer si quieren llevar un sueldo a casa a final de mes. Así que incluso quienes desempeñan las labores más arduas continúan exponiendo sus vidas al sol. «Tengo seis hijos. Si quiero darles de comer tengo que seguir trabajando», comentaba la semana pasada a este periódico Rajiv, uno de los cientos de personas que cuecen ladrillos a la forma tradicional en el pueblo de Atarra. «Algunos no lo soportan y tienen que volver a casa con los bolsillos vacíos. Yo prefiero seguir en el tajo».

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