domingo, 28 de junio de 2015

TRAZOS - La todopoderosa señora Prada,./ EL OBJETO Y YO, Impresoras 3D: Las máquinas que van a cambiar el mundo,./ LA COCINA DEL DOMINGO - Postre: Tiramisú "inglés",.

TÍTULO:TRAZOS - La todopoderosa señora Prada,.

La todopoderosa señora Prada - fotos,.

Su imperio factura casi cinco mil millones de dólares, según la revista 'Forbes'. A los 66 años, la diseñadora italiana Miuccia Prada repasa su vida: cómo una chica bien, militante del partido comunista y feminista, acabó dirigiendo un emporio de moda. Escuchemos.

Pequeña, rubia, sin una gota de maquillaje en la cara, ni siquiera una capa de protector labial. Miuccia Prada, la señora Prada, como la llaman todos, es una de las figuras más importantes del mundo de la moda. Posee un imperio que, según la revista Forbes, factura 4.650 millones de dólares. Y la señora Prada sabe por qué. «Después de tantos años, me he dado cuenta de que mi intuición es mi principal cualidad. Me siento muy orgullosa de mi trabajo (como diseñadora). Antes me avergonzaba, porque era una mujer con estudios superiores, una feminista. Pero finalmente me siento orgullosa de lo que hago. Me gano la vida, lo que resulta decisivo para una mujer», comenta en la sede de su fundación en Venecia.
Su reto fue encargarse del negocio familiar
Los orígenes de su imperio están en Milán, en la tienda de la familia, Fratelli Prada. El establecimiento fue abierto en 1914 por Mario, el abuelo de Miuccia, que creaba objetos de viaje para la élite milanesa. En 1918, su colección incluía un bolso de piel de lagarto con hebilla en lapislázuli. Miuccia heredó el negocio en 1978, pero no empezó a confeccionar ropa hasta una década después. 

*  Fratelli Prada -situada en la Galleria Vittorio Emanuele II- es la tienda original de la familia Prada, abierta en 1913 por Mario, el abuelo.
Miuccia asumió de mala gana el mando de Prada. Ni la moda ni los negocios le interesaban en absoluto. Tras doctorarse en Ciencias Políticas a mediados de los setenta, estudió mimo con el legendario director Giorgio Strehler; también ingresó en el partido comunista, cuyas octavillas repartía vestida con un modelo de Yves Saint Laurent, o eso dice la leyenda. Hoy sigue insistiendo en que su marido, Patrizio, fue quien la llevó a pasar de las maletas a las prendas de ropa. Patrizio, por entonces, era propietario de un negocio de marroquinería. Su argumentación para su cambio de vida fue sencilla: o diseñaba ella personalmente o tendría que contratar a un profesional para que lo hiciera. «La verdad es que no sé de dónde viene esa determinación que tengo -explica-. Alguien me dijo una vez: 'Miuccia, tienes una ambición monstruosa'. Pero no es eso. Mi principal cualidad es el instinto. Cuando me preguntan si me siento feliz por la forma en que se han desarrollado las cosas, me encojo de hombros y les digo que no lo sé. Porque nunca me marqué un objetivo preciso. Sencillamente actúo y reacciono. Tengo una especie de guía interior que me orienta».
Su primer fracaso como diseñadora
¿Alguna vez duda de su instinto? «Sigo fiándome de él». Tan solo en una ocasión tuvo dudas. «Hace muchos años, después de mi tercer desfile. En ese momento inventé el concepto de vintage. Hoy es normal, pero entonces no lo era. Los de la revista Women's Wear Daily (la biblia de la industria) escribieron que aquella colección estaba a mitad de camino entre los Picapiedra y los hermanos Jackson. Fue un fracaso absoluto».
Como sucede con tantos otros aspectos de su vida, su éxito resulta paradójico. «Nunca fui lo bastante clásica para los clásicos ni lo bastante vanguardista para los vanguardistas. La gente siempre estaba incómoda conmigo, yo siempre hacía algo mal». Pero Miuccia insistió, y al final fueron esas cosas que hacía mal -como unas gigantescas gafas de sol de madera- las que terminaron por ser admiradas.

* Con Carla Bruni. Miuccia Prada da los últimos retoques a un vestido para la top model Carla Bruni, en octubre de 1994.
La inseguridad de una mujer al cumplir años
Prada tiene 66 años, pero no se ve jubilándose: «Mi trabajo me mantiene lúcida. Pero, claro, las cosas hoy son más complicadas. El mundo hasta los años ochenta era pequeño: blanco, occidental, eurocéntrico. Hoy, todo se ha globalizado. Pero no me gusta nada esa corrección política que se da hoy... Como en los Estados Unidos, donde no puedes ni mostrar un pezón. Hay gente que se ofende con muchísima facilidad».
Me pregunto qué piensa una feminista de los años setenta sobre la presión que se ejerce sobre las mujeres para que tengan un aspecto permanentemente joven. «Yo misma tuve este problema -el de sentirme insegura al irme haciendo mayor- a los 33 años. Gracias a Dios conseguí superarlo y no me ha vuelto a pasar. En segundo lugar, las cosas van a cambiar. El mundo está envejeciendo, y los intereses comerciales llevarán a que se empiece a decir que eso de hacerse mayores es estupendo. No vamos a convencer a la opinión pública recurriendo a modelos entradas en años, sino que la cosa cambiará cuando cada uno de nosotros crea en sí mismo, se encuentre atractivo, con gancho sexual. Aunque para la mujer que trabaja esta cuestión tampoco es tan importante. Si una no trabaja, se pasa el día obsesionada con las patas de gallo... pero, si no, tienes otras cosas más importantes en las que pensar. Yo ni me molesto en conversar con esas otras mujeres que no trabajan».
El amor y el trabajo... Todo se reduce a eso. Prada conviene en que Freud tenía razón al respecto y en que es imposible disociar del todo una y otra esfera. «Si no trabajas, si dependes de un hombre para comer, ¿cómo puedes ser feliz? Si eres joven y rubia, es posible que tu hombre termine por encapricharse de una mujer morena y de mayor edad. Por eso tienes que vivir tu propia vida. A mí me parece más que evidente. Y creo que las mujeres pueden seguir teniendo amantes hasta cumplir los 100 años».

¿Cómo es que las mujeres siguen teniendo dificultades a la hora de estar al mando? Miuccia cree que tiene que ver con la cuestión de los hijos y de quién tiene que cuidar de ellos (sus hijos hoy son adultos). Pero el problema también está vinculado a un factor más sutil: «Las mujeres son complejas, pero el ordeno y mando es muy simple, por definición. Quizá se trate de eso. A la vez, como mujer, en ocasiones quieres sentirte débil, resulta casi placentero. Procede de nuestro pasado tradicional. Lo que interiorizamos es la dulzura, la delicadeza, la protección... Las cualidades femeninas, en resumen. Pero ¿por qué no podemos decir que también somos inteligentes? Ahí hay algo que falla».
¿Una chaqueta o un vestido pueden cambiarte la vida? 
La sugerencia le lleva a soltar una carcajada. «Tengo clarísimo que no», responde. Y, sin embargo, la mujer lectora de libros y amante del arte que Prada parece tener en mente a la hora de diseñar generalmente no tiene los medios necesarios para comprar una de sus prendas. ¿Qué se supone que tienen que hacer sus admiradoras menos adineradas? Miuccia lo piensa un momento. «No sé. Yo diría a estas mujeres que compraran ropas vintage. Que se mostraran fuertes y orgullosas. Que hicieran lo posible para ir elegantes con ropas menos costosas. Que cuando una tiene que luchar para salir adelante, se siente mejor porque deja de ser pasiva».
Según considera, la vida es cuestión de ideas, no de chaquetas... Aunque a ella le resulta muy fácil decirlo. Cuando se levanta para marcharse, me fijo en sus sandalias, que recuerdan a las que llevaban antaño las mujeres de clase media-baja. Pese a ello, el suelo que pisan es terrazo veneciano de primerísima calidad, y no una cutre moqueta con estampado de flores.

* Ni clásica ni vanguardista. «Nunca fui lo bastante clásica para los clásicos ni lo bastante vanguardista para los modernos. La gente siempre estaba incómoda con lo que yo hacía». Algunos ejemplos son las gafas de su colección de primavera 2013 o la explosión de color en verano de 2014.
El chic, según Prada
La mujer. «No hay una mujer Prada. Me interesa la mujer en general. Hago lo que creo que es correcto».
Femenino/masculino. «Trato de hacer que las mujeres se sientan más poderosas sin perder feminidad. Nunca quiero perder las típicas cualidades femeninas, pero tampoco que los hombres me impongan sus creencias. Soy muy femenina y muy masculina. Vivo luchando con esta dicotomía».
La falda, la prenda. «La falda ha sido uno de mis objetivos principales. Siempre se ha dicho que debemos tener una forma bonita de la cintura para arriba y algo menos sofisticada de la cintura para abajo. Sin embargo, para mí la parte superior es más espiritual, más intelectual; mientras que la parte inferior es más básica».
La sensualidad. «Detesto esa forma masificada de ser bella o sexy. Las mujeres que se visten solo para seducir a los hombres no son seductoras. Admiro a las que deciden de forma radical no serlo».

 TÍTULO: EL OBJETO Y YO, Impresoras 3D: Las máquinas que van a cambiar el mundo,.

Impresoras 3D: Las máquinas que van a cambiar el mundo / fotos

Órganos humanos, comida, coches... Lo que quiera. Las impresoras 3D, anuncian los expertos, están aquí para transformar el mundo. Desde el modo en que consumimos y producimos hasta la forma en que cocinamos o los procesos de producción industrial. En apenas cinco años ya nada será igual.
Imagine que quiere comprar unas gafas de sol por internet. En breve se las podrán enviar por 'e-mail'. Así, como suena. Las paga, recibe un archivo, y su impresora 3D las fabrica. Es más, si posee conocimientos de diseño digital, puede crear el modelo que le plazca. O comida. O muebles. O vajillas. O fabricarse los repuestos de sus electrodomésticos. O, sí, también su propia impresora. Las posibilidades son casi infinitas. Los expertos, de hecho, ya hablan de «la Tercera Revolución Industrial». Un fenómeno cuyo objetivo bien podría resumirse del siguiente modo: imprimámoslo todo.
Pero... un momento. ¿Imprimir? El término, que desde Gutenberg se asocia a estampar algo en papel u otro material por medio de la presión, es equívoco. Para empezar, nada de papel. Plásticos biodegradables y flexibles (lo más extendido en el ámbito doméstico), metales, resinas, arenas, células madre, alimentos... casi cualquier material es apto para la impresión 3D.
Y se trata, más que de imprimir, de fabricar. Los expertos, de hecho, lo llaman «fabricación aditiva», ya que las máquinas crean objetos superponiendo capas ultrafinas se deposita el material fundido y luego se solidifica hasta obtener la forma definitiva. Es, por tanto, un nuevo proceso de fabricación, donde se añade material sin necesidad de moldes o de tallar una pieza base.

* Impresoras domésticas como esta trabajan con plásticos biodegradables, y su precio ronda los mil euros.
La tecnología, en todo caso, no es nueva. Se inventó hace 32 años y ha estado dominada por dos empresas: 3D Systems y Stratasys, consideradas por la revista Forbes entre las compañías en crecimiento más innovadoras. Hasta hace poco, apenas multinacionales o centros de investigación tenían acceso a sus innovaciones. En 2009, sin embargo, todo empezó a cambiar.
«Las patentes de las tecnologías para impresión 3D frenaron durante años su desarrollo afirma Adam Jorquera, cofundador de Los Hacedores, primera escuela española de impresión 3D para alumnos a partir de ocho años. Lo que ha desatado el boom, y que se hable ya de cómo estas máquinas transformarán el mundo, es el fin progresivo de las patentes en los últimos seis años».
Gracias a esta liberación tecnológica, emprendedores de medio mundo crean empresas y comparten sus innovaciones a través de una comunidad cuyo máximo exponente es el proyecto RepRap, una impresora de código abierto software y hardware disponibles gratis en Internet capaz de replicarse a sí misma. «Vivimos en un mundo donde el 99 por ciento de la población consume y el 1 por ciento fabrica argumenta Jorquera. Estamos en sus manos. Pero con la impresión 3D los creativos proyectarán sus ideas y productos sin depender de nadie. Es algo inédito y pondrá el mundo patas arriba».

* Bajo fabricado por sinterizado láser, extendida técnica de impresión 3D, en Duraform, una resistente forma de nailon.
«La revolución y democratización de la impresión 3D es imparable añade José Ángel Castaño, CEO de León 3D, una de las primeras fábricas españolas del ramo. Por mil euros compras una impresora de calidad que te permite usar más del 90 por ciento de los materiales del mercado: plásticos, madera, bronce... Las hay incluso más baratas (300 euros) si te las montas tú mismo».
Órganos vitales, fármacos, refugios espaciales, joyas, ropa, piezas de aviones..., hay muy pocas cosas que no se puedan fabricar con impresoras 3D. Por eso, estas máquinas están transformando todos los campos de la industria mundial y, en breve, los hogares. «Es cuestión de tiempo vaticina Castaño que proliferen en nuestras casas».
Para ello, sin embargo, quedan deberes por hacer. «Hoy, cualquiera puede apretar el botón y fabricar un objeto, pero no todo el mundo sabe diseñar y modelar en 3D afirma Jorquera, director de Los Hacedores. La gente no conoce aún el lenguaje de estas máquinas. Hay que enseñarlo ya en los colegios, porque en unos años, cuando se vendan por millones, el que no sepa trabajar en 3D será un analfabeto». Entre quienes comparten esa visión figura Barack Obama. Así se lo hizo saber al mundo en 2013, en su discurso sobre el estado de la Unión: «La impresión 3D tiene el potencial de revolucionar la manera en que hacemos casi todo». Su plan: una impresora 3D en cada aula.
Ante las aplastantes cifras del sector de las 215.000 máquinas que se venderán este año pasaremos a 2,3 millones en 2020, algunas voces auguran el fin de la industria tal y como la conocemos. Pero eso quizá sea ir demasiado rápido. Producir en masa, de momento, no sale a cuenta. Es posible crear miles de piezas idénticas en una de estas máquinas, pero es esto tan cierto como que el precio por unidad será idéntico desde la primera hasta la última copia. Es decir, para grandes cantidades la industria de toda la vida mantiene la ventaja. Pero ¿por cuánto tiempo?
«Cinco, diez años... Es complicado pre decir el futuro prosigue Jorquera. Solo sabemos que habrá cambios tan drásticos que se transformará la idea de consumo actual. El prosumidor, productor-consumidor, sustituirá al consumidor. Produciremos o personalizaremos nuestros propios productos en tiempo récord. Y eso tendrá consecuencias imprevisibles».
Por ejemplo, ilustra José Ángel Castaño, de León 3D, «mucha producción industrial viajará por la Red para ser impresa en destino, con las implicaciones que esto tendrá para el transporte de mercancías. Y llegará un momento en que solo se fabricará a la carta, a demanda del cliente, eliminando la práctica de mantener grandes stocks».La medicina es uno de los campos que mayores progresos ha realizado hasta hoy. Implantes dentales, craneales, prótesis, brazos y piernas biónicas, injertos óseos, cartílagos ya son realidad con impresoras 3D, mientras se experimenta con la 'fabricación' de órganos a partir de células madre: hígados, corazones, tráqueas... Existe incluso un prototipo capaz de combinar compuestos químicos en el plano molecular que permite imprimir fármacos en casa.
«En el futuro augura David Geijo, diseñador de Osteomodel, fabricante guipuzcoano de productos para cirugías por impresión 3D, empresas como la nuestra estarán integradas en los hospitales como un departamento más. Y, a medida que surjan los casos, diseñaremos rápidamente lo que sea que requiera cada paciente».
Sectores como la alimentación también ofrecen sorpresas. «Con nuestra máquina puedes hacer hamburguesas, panes, pizza, chocolate, pasta... Siempre con ingredientes frescos», explica Emilio Sepúlveda, cofundador de Natural Machines, fabricante de Foodini, una impresora de comida.

* Vestidos como este Drape Dress, impreso en plástico, prometen dejar obsoletos el hilo y la aguja.
Ya lo dijo hace tres años Chris ­Anderson, ­visionario y antiguo redactor jefe de Wired, la más influyente revista sobre tecnología: «La impresión 3D será algo más grande que la web». Todo parece indicar que se quedó corto.
3D en casa
La impresión 3D no solo aspira a revolucionar la industria, también desea colarse en el hogar. Los fabricantes afinan el diseño de sus máquinas, siguiendo el ejemplo de Apple, para que no desentonen en el salón o la cocina. Los precios aún están al alcance de pocos bolsillos, pero ya hay máquinas de uso doméstico que imprimen metal, plástico, tejido o comida. Es cuestión de tiempo que se conviertan en aparatos que muchos creen ya imprescindibles, como el microondas, el televisor o el móvil.

* Un ejemplo de impresión 3D en metal. Ya es posible fabricar con esta tecnología objetos en titanio, oro, cobre o acero inoxidable, como tijeras.

* La impresora de comida Foodini (1300 euros) permite crear platos, salados o dulces, a partir de ingredientes frescos.

* Impresoras como esta son capaces de combinar varios materiales para imprimir, por ejemplo, zapatos. Su precio: 3500 euros.
Cómo funciona
Diseñar. Lo primero es obtener un diseño en 3D. Lo podemos crear nosotros mismos -en el caso de que sepamos diseñar en 3D- o bien comprar el archivo digital del producto ya listo para ser enviado a la impresora.

Fabricar. El material -dispuesto en filamentos- se calienta y se deposita en finas capas, enfriadas al instante antes de colocar la siguiente. La máquina decide las capas que debe aplicar para un resultado óptimo.

Producir. En función del tamaño o la complejidad del objeto, la tarea requiere minutos, horas o incluso días. Una vez acabado, se puede aplicar un tratamiento para pulir la superficie y eliminar imperfecciones.



 TÍTULO: LA COCINA DEL DOMINGO - Postre: Tiramisú "inglés",.

Postre: Tiramisú "inglés" /  foto,.

Tiempo de preparación: 1 hora Ingredientes para: 4 personas
Ingredientes: 500 g de bizcochos de soletilla, 5 yemas, 1 cucharadita de maicena, 70 g de azúcar en polvo, 6 dl de leche, 1 rama de vainilla, 150 g de frutas escarchadas (pera, naranja...), 1 chorrete de ron, 1 dl de agua, 1 chorrete de miel, 1 naranja, 1 pizca de agua de azahar, almendras laminadas tostadas, 2 puñados de fresas frescas y sal.
Elaboración: se baten en un bol las yemas, la maicena, el azúcar y la sal. Se vierten la leche y la vainilla rascada y se arrima a fuego suave. Se cuece 10 minutos. Se cortan las frutas escarchadas en dados y se meten en un bol con el ron. Se hierve 1 dl de agua con la miel. Fuera del fuego, se añaden el ron, la cáscara de naranja rallada y el azahar. Se vuelca el jugo a una fuente honda. Se mojan los bizcochos ligeramente en el jugo y se tapiza una fuente honda rectangular. Se cubre con la mitad de las frutas escarchadas. Se termina de hacer la crema. Se vierte sobre los bizcochos la mitad de la crema de vainilla recién cocida. Se cubre con más bizcochos remojados y con el resto de la crema.
Acabado: se deja enfriar y se mete en la nevera una noche. Se espolvorean las demás frutas escarchadas, las almendras laminadas y los cuartos de fresas.
El vino
Mar de Frades 2014. Brillante a la vista, este monovarietal de albariño ha sido cuidado con mimo en la selección de los racimos, con lo que logra una alta calidad, apreciable en sus aromas de manzana verde y uvas y en su paladar intenso y aromático, con gran frescura y personalidad atlántica. Como aperitivo, es ideal con pescados, mariscos, percebes y ostras. Servir a 8 o 10 ºC, cuando en la etiqueta termocrómica el galeón azul aparezca sobre las olas. Precio: 14 ¬. J. L. RECIO

Reino de Humo por Carlos Maribona
Un sorbito de champán
El champán no solo es el vino más conocido en el mundo, es también el que mejor se adapta a cualquier momento y circunstancia. Poco a poco, la mentalidad de los consumidores españoles va cambiando y este vino espumoso deja de asociarse solo a los festejos de cualquier tipo para convertirse, además, en la mejor opción para un aperitivo e incluso para acompañar una comida completa. Teniendo en cuenta, eso sí, que hay muchos tipos de champán y conviene buscar siempre el más adecuado para cada ocasión. Desde los blanc de blancs, elaborados con la magnífica chardonnay, hasta los increíbles y delicados rosés, a partir de pinot noir y de pinot meunier. Los primeros, de gran elegancia, resultan perfectos para ese aperitivo. Los segundos, más complejos, aguantan bien los platos de caza, los arroces y cualquier pescado. Y en estos tiempos en que la cocina oriental está tan de moda, nada mejor que el champán para combinar con esos platos tan especiados y difíciles al paladar. A la hora de elegir las copas, destierren para siempre esas planas y anchas en las que se diluyen todas las virtudes de un buen champán. Ni siquiera son adecuadas, aunque resulten más aceptables, las copas altas y estrechas del tipo flauta. El champán es un vino, así que una copa de las que utilizamos para los blancos es el recipiente más adecuado para disfrutarlo al máximo.

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