domingo, 5 de julio de 2015

SILENCIO POR FAVOR - Acercar la música clásica. con Félix Alcaraz,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - AVISOS DE DERRUMBE,.

TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR - Acercar la música clásica. con Félix Alcaraz,.

Acercar la música clásica... con Félix Alcaraz / foto,.

Valladolid, 1976. Director técnico y artístico de la Orquesta Nacional de España. Músico profesional, se pasó a la gestión hace tres años. Desde 2012 ha hecho todo lo posible para popularizar la música clásica.
XLSemanal. ¿Por qué tenemos en España un concepto tan solemne de la música clásica? Félix Alcaraz. De pequeños no estamos en contacto con ella música clásica. Además, se la ha rodeado de una liturgia que le gusta mucho al público habitual, pero que asusta al resto. XL. Hombre, tanto como asustar... F.A. Les da la impresión de que es una cosa muy elitista, para entendidos. De lo que se trata ahora es de venir, sentarse y disfrutar, como de cualquier concierto o película. XL. DJ en conciertos sinfónicos, música de videojuegos en las salas de concierto... ¿No arriesga mucho? F.A. Nuestro trabajo es experimentar. Derribar esas barreras mentales que tiene la gente. Son nuevas maneras de aproximarnos al público, porque en realidad ¡a la gente ya le gusta la música clásica, pero no lo sabe! XL. ¿No teme popularizar demasiado?  F.A. En absoluto. No dejamos de hacer nuestros programas habituales. Simplemente, hemos introducido algunos formatos en los que nos intentamos acercar por primera vez a un público diferente, que tiene miedo a venir a nuestros conciertos. XL. Quizá se deberían poner los conciertos a precios populares... F.A. ¡Nuestros precios son populares!: entradas para menores de 30 años de último minuto a un euro; los conciertos mini, que son un nuevo formato, a cinco euros... Y hemos abarrotado en las primeras convocatorias. XL. Procede de una familia que no tenía ninguna vinculación con la música... F.A. En mi casa no había afición. El primer disco llegó con un periódico, que lo regalaba, y me fascinó. XL. ¿Escucha todo tipo de música? F.A. Me gusta mucho la electrónica, el pop, el house, el rock más duro... XL. ¿Por qué están los padres tan preocupados por que sus hijos lean y, sin embargo, no les preocupa que aprendan música? F.A. Creo que eso está cambiando poco a poco. Pero al no haber una sensibilización o un conocimiento de la música clásica cuando eres pequeño, tampoco se lo transmites a tus hijos. Además, la mayoría desconoce los grandes beneficios que tiene la música. XL. Diga, diga... F.A. Está científicamente demostrado: desarrolla la inteligencia, la sensibilidad y la capacidad emocional. XL. ¿Cómo debería enseñarse la música? F.A. No soy especialista, pero desde luego no a la antigua usanza. Eso es lo que genera rechazo. Lo importante es acercarse a la música de una manera natural. XL. ¿Cómo? F.A. Primero hay que emocionar, disfrutar de ella, y luego intentar inculcar el conocimiento. No al revés. Y aumentar el tiempo, más horas lectivas. XL. ¿Ha encontrado resistencia a esta nueva manera de entender la música clásica? F.A. Siempre hay resistencias cuando uno innova. Pero en este caso han sido mínimas. Los miembros de la orquesta están encantados de ver gente nueva. XL. ¿Qué es lo que mejor ha funcionado? F.A. La verdad es que todos los formatos han funcionado muy bien. Ahora, me gustaría hacer conciertos multitudinarios al aire libre. Llegará. XL. ¿Existe tanta diferencia entre escuchar música en directo y escucharla grabada? F.A. No tiene nada que ver. Sientes el sonido en la cara. Es tan espectacular, tan emotivo... No se puede comparar. Es un espectáculo con un componente visual. Estás viendo a doscientas personas crear algo en directo.   PREGUNTA A BOCAJARRO ¿En qué proyecto innovador está trabajando ahora? 
En fusionar la música indie con la clásica. Sabemos que hay mucha más gente de la que parece interesada en esto. Es gente joven, que disfruta y aplaude de otra manera, entre movimiento y movimiento.

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA, AVISOS DE DERRUMBE,.


 Foto - Reloj,.
reloj sabado.jpg

Hace ya bastantes años, cuando se anunciaban las primeras medidas de 'flexibilización del mercado laboral', escribíamos estas líneas: «Se nos trata de convencer de que una reforma laboral que limita las garantías que asisten al trabajador favorece la contratación. Es algo tan ilógico (o cínicamente perverso) como afirmar que el divorcio favorece el matrimonio, o que la retirada de vallas favorece la propiedad; pero el martilleo de la propaganda y la ofuscación ideológica pueden lograr que tales insensateces sean aceptadas como dogmas económicos. Lo que tal reforma laboral favorece es la conversión del trabajador en un instrumento del que se puede prescindir fácilmente, para ser sustituido por otro que esté dispuesto a trabajar a modo de pieza de recambio  más rentable en condiciones más indignas, a cambio de un salario más miserable. Pero toda afirmación ilógica encierra una perversión cínica: del mismo modo que de un divorcio se pueden sacar dos matrimonios, de un despido también se pueden sacar dos puestos de trabajo (y hasta tres o cuatro); basta con desnaturalizar y rebajar la dignidad de la relación laboral que se ha roto, sustituyéndola por dos (y hasta tres o cuatro) relaciones degradadas, en las que el trabajador es defraudado en su jornal».
Han pasado los años y comprobamos con tristeza que teníamos razón. Las sucesivas reformas laborales no han hecho sino depauperar las condiciones de contratación, facilitando las más variopintas posibilidades de trabajo basura a lomos del fraude de ley (o tal vez sea la propia ley la que invite a los fraudulentos a burlarla): contratos de obra que en realidad son contratos temporales camuflados, contratos a tiempo parcial en los que el trabajador, a cambio de un salario ínfimo, desarrolla en realidad jornadas completas, etcétera. Todo ello acompañado de rebajas en los sueldos, que por no ir acompañadas de un descenso de los precios han ido pauperizando a los trabajadores; de indemnizaciones de despido asimiladas a las propinas más rácanas; y de un aumento de la llamada 'presión fiscal', que es el modo fino con que ahora llamamos a lo que tradicionalmente se denominaban 'exacciones', pues hay que atender las exigencias de la usura internacional, que reclama puntualmente el pago de los intereses de la deuda pública. En realidad, todas las 'reformas laborales' que hemos padecido durante los últimos años, lo mismo con gobiernos socialistas que conservadores, no han tenido otro propósito sino atender los requerimientos de esa usura institucionalizada.
Hoy nuestros gobernantes sacan pecho, pretendiendo que la llamada 'crisis económica' ha sido resuelta; y nos repiten exultantes que la creación de empleo es imparable. ¡Y tanto que lo es! Se han destruido muchos empleos dignos; y de cada empleo digno de antaño se están creando dos y hasta tres empleos con salarios miserables y condiciones indecorosas. La dura realidad es que cada vez hay más gente empleada en condiciones oprobiosas y ganando sueldos que no les permiten subvenir sus necesidades básicas.
Se ha alcanzado aquella situación que ya denunciara Juan XXIII, en la que «el trabajo asiduo y provechoso de categorías enteras de ciudadanos honrados y diligentes es retribuido con salarios demasiado bajos, insuficientes para las necesidades de la vida, o, en todo caso, inferiores a lo que la justicia exige». E inevitablemente, esas personas honradas y diligentes, al no hallar justicia, acaban incubando la rabia y el resentimiento. Ha ocurrido en otras fases de la Historia, con las consecuencias de todos conocidas; y está ocurriendo hoy ante nuestros ojos.
Un orden económico que, en una inversión completa del orden natural, convierte el trabajo en una especie de mercancía o instrumento al servicio de la producción, cuando no en un instrumento a las órdenes de la usura internacional, es un orden perverso. Esta perversión es la que desgraciadamente se ha impuesto, en volandas de una globalización que convierte a los trabajadores en un engranaje más y con frecuencia el engranaje sobre el que recaen las cargas más gravosas de un proceso cuyo fin último es la obtención del lucro, la acumulación de una riqueza cada vez peor distribuida y convertida en 'niebla de las finanzas'. Los gobernantes que piensan que, mediante esta iniquidad, pueden solucionar los males de la economía son tan insensatos como el arquitecto que considera que puede tapar los boquetes que afloran en el tejado de una casa utilizando tierra extraída de los cimientos. En realidad, la casa que presentan a las visitas como restaurada y flamante ya se está derrumbando. 

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