lunes, 12 de octubre de 2015

LA PANTERA ROSA Y LUKE LUKE,. / EL JUEGO DE LA PERA - 007 USO UN ARMA DE MUJER,.

TÍTULO: LA PANTERA ROSA  Y LUKE LUKE,.
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Resultado de imagen de LUKE LUKE,.Resultado de imagen de LA PANTERA ROSALa puerta de la habitación se abrió. «El desayuno», gritaron. Daniel, tumbado sobre la cama deshecha; sábanas y colcha en desorden. Se levantó con dolor de huesos y arrastró los pies hasta el comedor. Tenía el vaso de leche sobre la mesa. Una enfermera le dio las pastillas. Mientras se las tomaba, clavó los ojos en el hule azul claro. Recordó la primera vez que vio el mar; un niño frente a ese azul impenetrable. Por la noche, soñaba que su cuerpo y el de sus padres chocaban contra las rocas, despedazándose. La madre se quedaba con él hasta que se volvía a dormir; regustillo a melocotón entre las sábanas. En el desayuno ella le guiñaba el ojo, como si lo ocurrido durante la noche fuera su secreto.
Por la tarde, la luz era tersa, acogedora. La madre le contaba historias en el porche. El aire, con olor a mar, impregnando su piel, y el cuento del gato con botas mientras lo acariciaba. «Mi señor el Marqués de Carabás», oía desde una distancia de treinta y cinco años.
Tras el desayuno, iba a la consulta del psiquiatra. Era un hombre pequeño, serio, ordenado. Le pedía que recordase. Daniel lo miraba desde unos ojos grandes en una cara consumida. Le costaba articular palabra, como si algo en su interior se lo impidiese, una voz que le decía «no lo cuentes, si lo haces nunca saldrás de aquí».
Aquella tarde salió al jardín. Se sentó en un banco de madera y fijó la vista en el suelo. Había hojas secas, piedras de distintos colores, unas grises, otras azules. Detrás de las hojas, distinguió una hilera de hormigas. En la fila, una de ellas arrastraba una hormiga muerta. Miró hacia la izquierda y vio el cadáver de otra. Lo cogió. La hormiga estaba seca y al tocarla se deshizo como si fuera polvo. Un olor extraño se apoderó de él; era una mezcla de aguas estancadas, árboles frutales y salitre. Olor que abrió una herida que supuraba.
Recordó un domingo en el parque. Los padres le animaron a que jugase con chicos de su edad. Daniel se apoyó en un árbol, detrás de los columpios, y esperó a que el tiempo pasara. Unos minutos más tarde notó un picor. Miró al suelo y vio muchas hormigas. Algunas subían por las piernas; otras estaban en los zapatos. Gritó con fuerza. Una de ellas había llegado al brazo. Tres bolas negras a punto de reventar y unas patas de hilo. Se imaginó que las aplastaba, triturando su ligero caparazón; el jugo gris bajo las suelas. No se dio cuenta de que el padre estaba allí. «Están nerviosas porque has pisado el hormiguero», le dijo mientras le quitaba los insectos del cuerpo. «Acuérdate, ve con más cuidado, es su territorio y lo defienden». Después, le cogió la mano y caminaron juntos.
Mientras Daniel se duchaba, las hormigas se adentraron en la retina. Esas figuras negras ahora corrían por los azulejos. Brotó de nuevo aquel olor extraño. Un olor que, aunque lo aborrecía, le cautivaba. Cerró los ojos con fuerza y escuchó caer el agua. Ese ruido lo llevó a la bañera de patas de la infancia. Le gustaba llenarla hasta arriba, con agua muy caliente; después llamaba a la madre para que le enjabonara el cuerpo o le frotase la espalda, pero ella, «ya eres mayor para que te bañe, tu padre está al llegar y no tengo la cena, termina pronto». Cuando ella se marchaba, cogía su esponja y la retorcía entre las manos hasta dejar trozos muy pequeños flotando en el agua.
Aunque las horas se detuvieran, el tiempo pasaba rápido. Daniel fue al comedor y se sentó a la mesa. El blanco de la leche lo repugnó. Fijó la vista en el cristal de una de las ventanas. Las esquinas de abajo tenían vaho. La imagen de una noche muy fría. Nadie probó bocado. El padre gritaba a la madre. Ella intentaba calmarlo, pero él no quería escuchar. Se levantó bruscamente y dio un portazo al marcharse. «A la taberna», dijo la madre, «eso es, vete a la taberna», y salió de la cocina llorando. Pasaron minutos hasta que Daniel subió las escaleras. Se quedó junto a la puerta del dormitorio de los padres, y, tras su respiración entrecortada, oyó sollozos. Vio la figura de una mujer que en ese momento se le hacía pequeña, indefensa. Un cuerpo encogido sobre la cama. Se acercó, le acarició el pelo y le dijo «no te preocupes mamá, es un borracho». Ella se irguió mostrando un rostro severo. «¡Hablar así de tu padre!». Él se quedó inmóvil. Cuando salió, no sentía el peso de los zapatos. Parecía un personaje de ficción desdibujado. Entró en su cuarto y clavó los ojos en la fotografía que estaba frente al cabecero: la madre con un vestido de lino azul claro. Su estómago comenzó a girar y girar. «¿Por qué me haces esto?», le dijo. Notó pinchazos y olor a peces muertos; como si tuviera larvas de insectos en los intestinos y segregasen un líquido ácido. Los pinchazos eran agudos, su cuerpo se retorcía formando un ovillo. «¿Por qué me tratas así?», decía mientras se acunaba. Cuando los mordiscos de la tripa cesaron, se acercó a la ventana. Apoyó la cara en el cristal helado y sintió que su piel quemaba.
 «Las peleas eran cada vez más frecuentes», se escuchó decirle al psiquiatra, «él estaba menos en casa, y mi madre empezó a beber. No quería verme, como si mis ojos la delataran». ¿A quién llamaría?, pensó. Siempre que la madre hablaba por teléfono, sentada en el sofá del salón, él vigilaba receloso detrás de la puerta. ¡Cómo le dolía ese tono de voz tan falso, tan ingrato! Cuando salía, ella se inquietaba, ruborizándose como si la hubiera descubierto. «¡Déjame en paz! ¡Déjame!», y esas palabras, cuñas en el cerebro.

«Algunas noches iban juntos a la taberna y volvían a casa borrachos», le dijo al psiquiatra. Él veía, desde la ventana del cuarto, como los padres se tambaleaban. Luego, las risas al subir las escaleras; latigazos en su piel desnuda.
Al terminar la consulta fue a la habitación y cayó en la cama. El sueño lo abrazó. Ahora se encuentra en un lugar árido. Está en el suelo, boca abajo. Arrastra un cuerpo roto. Las piedras rasgan su piel, pero no siente nada. Sigue adelante. Las vértebras dibujan el camino como anillos de gusano. «No te pares», le dice una voz débil, ahogada. Trozos de arena se incrustan entre las uñas. El polvo se mete en sus ojos; una capa fina los nubla. Sigue recto. Se adentra en unos arbustos. Avanza despacio. Los pantalones quedan enganchados en unas ramas. Tira de ellos con fuerza, pero no logra desprenderse. Impulsa el cuerpo hacia delante. «Inútil, es inútil». Huele a sudor y sangre. Las ramas lo oprimen. «Quiero salir», grita. Al abrir los ojos, dos enfermeras lo sujetaban. Notó un pinchazo dulce.
Sala de televisión. Imágenes en la pantalla. Daniel miraba al techo. El sol se filtraba a través de la cortina. Como aquel día, pensó. Se vio tumbado en el sofá, apoyando la cabeza en las piernas de la madre. Notó la calidez de los muslos. Ella lo empujó irritada. Daniel se levantó con brusquedad. Subió las escaleras con gangrena en la boca y mordeduras en la tripa. Los insectos lo invadían. Sintió que las hormigas se apoderaban del hígado, recubriéndolo de una capa negra. Los chinches despedazaban los intestinos. Tarántulas venenosas sobre los pulmones. Le costaba respirar. Las patas de un ciempiés salían por la nariz. Supuraba los olores fétidos de la putrefacción.
Llevaba tres días sin dormir. La cabeza le pesaba como si las distintas partes del cerebro fuesen de acero y no se comunicaran. Ansiaba el vacío, la nada. Las palabras «a levantarse, el desayuno» lo violentaron. No quería desayunar, pero le obligarían. Tardó en incorporarse; los músculos se aferraban a la cama, como si estuvieran atados al colchón con cuerdas transparentes. Se levantó a coger la ropa, que estaba encima de una silla, junto a la ventana. Miró tras el cristal. El jardín estaba sereno. Su vista empezó a nublarse.
Se vio con catorce años en la cocina. No estaba solo. La madre, sentada en una silla, con la cabeza hacia delante, dormía. En el suelo, botellas vacías. Daniel la miraba con desprecio, con odio. Fue hacia la llave del gas, la abrió y cerró la puerta al salir. El golpe de la puerta se unió al silbido de alas de insectos. Se tapó la cabeza con los brazos, pero el ruido era cada vez más fuerte. Abejas y hormigas voladoras zumbaban en sus oídos. El crujido de alas se adentró en el tímpano hasta llegar al cerebro. Olía a pantano, melocotón y mar. Olor que hizo brotar esas olas que engullían unos cuerpos descuartizados. «No me dejes aquí, no me dejes aquí», gritó golpeando la puerta hasta caer al suelo. «Ese olor nos separó, mamá, ese olor nos separó».
 
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EL JUEGO DE LA PERA - 007 USO UN ARMA DE MUJER, fotos.


Resultado de imagen de EL JUEGO DE LA PERA -Agente 007 contra el doctor No (1962)

Cuando Ursula Andress salió del mar con un escuetísimo bikini blanco y un cinturón en el que había prendida una navaja nació el mito de "la chica Bond". Aunaba un físico espectacular con el indudable erotismo de las armas. Sean Connery fue el agente 007 al que sedujo al instante en aquella ocasión en la que se desplazó a Jamaica para investigar el asesinato de dos agentes británicos. ¡Vaya par de conchas!

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Desde Rusia con amor (1963)

Daniela Bianchi encarnó a Tatiana Romanova, que, a pesar de su desconocimiento, formaba parte del plan de SPECTRE, y fue enviada para seducir a Bond. El objetivo: hacerle caer en una trampa que permitiría a la organización tensar las relaciones entre Estados Unidos y Rusia en plena Guerra Fría.

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James Bond contra Goldfinger (1964)

Honor Blackman dio vida a Pussy Galore, que no solo era piloto, sino experta en judo. Goldfinger estaba haciendo acopio de las reservas de oro en esta entrega y Bond investigaba para descubrir el audaz plan que tramaba para dar el golpe del siglo.

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Operación Trueno (1965)

SPECTRE roba dos misiles nucleares, por lo que Bond es enviado a las Bahamas a buscarlos. Pronto caerá en los brazos de Domino Derval (Claudine Auger), una amante francesa rodeada de glamour y capaz de seducir a cualquiera.

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Sólo se vive dos veces (1967)

Giro hacia el erotismo oriental en esta cinta en la que Bond tendrá que dirigirse a Japón para investigar la desaparición de varias naves rusas y estadounidenses. Su tapadera allí será un falso matrimonio con Kissy Suzuki, una belleza local que es además una agente del servicio secreto japonés. La actriz Mie Hama es la encargada de interpretar dicho papel.

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Al servicio secreto de su majestad (1969)

George Lazenby interpreta en esta única ocasión a Bond, y encontrará el amor verdadero en la hija de un mafioso de Córcega, la condesa Tracy di Vicenzo, toda una mujer de armas tomar a la que da vida Diana Rigg. Considerada como una de las películas más oscuras de la saga, en ella Bond tendrá que enfrentarse a las armas biológicas de Blofeld.

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Diamantes para la eternidad (1971)

Sean Connery vuelve a ser el agente 007 para perseguir a una red que trafica con diamantes y que finalmente le conduce hasta SPECTRE. La inteligente contrabandista Tiffany Case (Jill St. John) será la encargda de introducir a Bond en la red de traficantes.

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Vive y deja morir (1973)

El debut de Roger Moore como 007 en Vive y deja morir no puede ser más intenso: Bond se verá inmerso en el mundo de la heroína, el vudú y la magia negra y conocerá a Solitaire, una sensual adivina que se dedica a leer las cartas y a la que da vida la heterocroma Jane Seymour a la que pudimos ver rodeada de lujo y exotismo.

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El hombre de la pistola de oro (1974)

Hay títulos que dejan poco lugar a la imaginación... A Bond en esta ocasión le asignan la tarea de recuperar un catalizador de energía solar secreto, pero termina siendo el blanco del asesino profesional más efectivo del mundo. Su enlace en Hong Kong es la atractiva Mary Goodnight a la que le presta su rubia cabellera la actriz Britt Ekland.

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La espía que me amó (1977)

Barbara Bach interpreta a la agente rusa XXX, Anya Amasova, que consigue mucho más de lo que espera cuando decide aliarse con 007 para negociar un sistema de localización que les ha hecho perder a rusos y británicos sendos submarinos.

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Moonraker (1979)

La década de los setenta se termina, y con ella los estilismos como el que veréis a continuación... Tras la desaparición de la nave espacial Moonraker, Bond termina realizando un viaje para tratar de localizarla. La doctora Holly Goodhead (Lois Chiles), es una científica estadounidense que sabe más de lo que dice y pondrá en serios aprietos a 007.

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Sólo para tus ojos (1981)

Nuevo canon de belleza en los años 80: Carole Bouquet es Melina Havelock, y quiere venganza por la muerte de sus padres. Encontrará en Bond a un aliado natural para alcanzar su objetivo mientras éste trata de recuperar un dispositivo de comunicación.

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Octopussy (1983)

Octopussy es una seductora contrabandista que utiliza un circo ambulante como tapadera. Maud Adams pone toda la carne en el asador para ayudar a Bond a detener una inminente invasión rusa de Europa al más puro estilo de Indiana Jones en una película cargada de acción, obras de arte de valor incalculable y toques de humor.

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Panorama para matar (1985)

En esta última aparición de Roger Moore como 007, el actor encuentra apoyo en la bella sismóloga Stacey Sutton tras descubrir un plan que podría acabar con Silicon Valley y la industria informática de occidente. Tanya Roberts reinventa el raso una vez más como complemento sexy...

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Alta tensión (1987)

En la primera aparición de Timothy Dalton como agente secreto, se ve involucrado en una operación rusa encubierta en la que se trafica con drogas a escala mundial y se venden armas. Maryam D'Arbo es Kara Milvoy, una violonchelista que atrapa la atención de Bond y se alía con él.

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Licencia para matar (1989)

Nunca unos ojos estrábicos fueron tan seductores: Cary Lowell es Pam Bouvier, una contundente piloto que trabaja para la CIA y la DEA. Por su parte a Bond le es retirada su licencia para matar cuando se embarca en una venganza personal contra un señor de la droga sudamericano.

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Goldeneye (1995)

Una brutal persecución para recuperar un helicóptero furtivo introduce al Bond interpretado por Pierce Brosnan, que saltara a la fama por su papel como Remington Steele. Izabella Scorupco da vida a Natalya Simonova, una luchadora e inteligente informática.

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El mañana nunca muere (1997)

Michelle Yeoh es una rara avis dentro de las "chicas Bond": interpreta a Wai Lin, una agente del servicio secreto chino con conocimientos de artes marciales que será una pieza clave en la parte final de la película.

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El mundo nunca es suficiente (1999)

Denise Richards es la turgente Christmas Jones, una científica nuclear que se proclama como la pareja ideal para 007, que en esta ocasión tiene que actuar como guardaespaldas de la hija de un magnate británico del petróleo tras un percance mortal en el MI6.

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Muere otro día (2002)

Halle Berry causó furor con su revisitación del look de Ursula Andress pero con un bikini naranja eléctrico de lo más sugerente. En esta ocasión Bond tiene que descubrir la conexión entre un terrorista norcoreano y un aventurero traficante de diamantes cuyas miradas pueden despertar desconfianza.

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Casino Royale (2006)

Vesper (Eva Green) es sin duda una de las mujeres más complejas e impresionantes de la saga Bond. Tras atrapar totalmente al agente, rompe su corazón y le da un motivo para ser el arrogante y cautivador seductor en el que se convierte para escapar al dolor de su pérdida. Por su enorme peso en la trama y en la evolución del personaje al que da vida por primera vez Daniel Craig, Vesper pasará a la historia con letras de oro.

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007: Quantum of Solace (2008)

La actriz ucraniana de exótica belleza Olga Kurylenko da vida a Camille Montes, una luchadora y vengativa asesina con un triste pasado, en 007: Quantum of Solace. Entre tanto Bond se enfrenta a una turbia organización que pretende controlar el suministro del agua en Bolivia.

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Skyfall (2012)

Habiendo dado sus primeros pasos en la pasarela, ya podéis imaginar que el físico de la nueva chica Bond, la actriz francesa Bérénice Marlohe es sublime. Intepretará a Séverine, una femme fatale que a buen seguro le traerá más de un quebradero de cabeza a Daniel Craig.

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Hasta aquí el repaso a las féminas del celuloide, pero los videojuegos de Bond también han mostrado chicas que no hemos podido ver en ninguna de sus películas. Pero, a su vez, tienen el aspecto de actrices reales. Aquí tenéis dos:

Blood Stone (2010)

La cantante Joss Stone se lo curró para este juego de PS3, 360, DS y PC: interpretó el tema principal "I´ll take it all" y prestó tanto su voz como su imagen a Nicole Hunter, una diseñadora de joyas y agente del MI6. Seguro que le ayudaron sus papeles en Los Tudor o Éragon. Los chicos de Activision reprodujeron a la perfección su estilizado físico.

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GoldenEye Reloaded (2010 y 2011)

En el juego original de Nintendo 64 se veía el rostro (por decir algo) de la Natalya Smirnova original, pero para el remake de Wii, PS3 y 360, tanto James Bond como Natalya "actualizaron" su rostro. Para el primero, se usó a Daniel Craig, mientras que la Smirnova se convirtió en una sosías de Kirsty Mitchell (Asuntos de Familia, Mandíbulas 3). A la izquierda, la versión moderna. A la derecha, la de Nintendo 64. Juzgad vosotros mismos...

Natalya Simonova en Hobby Consolas

Pero... ¿cuál es el mejor Bond?

De acuerdo, todas estas chicas son monísimas... ¡pero nosotras también queremos alegrarnos la vista! Así pues, a modo de propina, os propongo elegir al Bond más atractivo de todos. Roger Moore ha asegurado que el mejor Bond es sin lugar a dudas Daniel Craig, pero ¿qué opináis vosotros?

James Bond en Hobby Consolas

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