domingo, 29 de noviembre de 2015

EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -CIVILIZACIÓN,./ CALLEJEROS - El primer milagro de Francisco en África .

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - CIVILIZACIÓN,.

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En una alocución ante el parlamento francés tras los viles atentados yihadistas de París, el presidente François Hollande afirmó: «Francia no está participando en una guerra de civilizaciones, pues estos asesinos no representan a ninguna civilización». La frase fue reproducida en titulares de prensa, glosada enfáticamente en las tertulias de encefalograma plano y suministrada como alfalfa a las masas; pero nadie se atrevió a señalar que se trataba de una falacia lógica de libro, pues emplea una premisa cierta para desembocar en una explicación falsa con la secreta intención de ocultar que la certeza de la premisa se funda en razones muy distintas a las que se enuncian.
Francia, en efecto, no está participando en una guerra de civilizaciones, porque para que se produzca una guerra de este tipo tiene que haber dos civilizaciones en liza; pero la dura verdad es que los asesinos que atentaron en París sí representan una civilización, extremo que no puede afirmarse de Francia. La falacia lógica de Hollande jugaba con la credulidad del oyente, tomando la palabra 'civilización' en el sentido que se ha extendido en Occidente, como sinónimo de 'progreso' democrático. Pero una 'civilización' nada tiene que ver con este concepto de fantasía, inventado con el propósito de engañar a las masas, que de este modo piensan que existe una 'civilización occidental', como existió una 'civilización cristiana'. Pero una civilización es «un conjunto de creencias y valores compartidos que conforman una comunidad»: de ahí que todas las civilizaciones que en el mundo han sido, son y serán hayan sido fundadas por religiones; de ahí que todas las civilizaciones, cuando las religiones que las fundaron se debilitan y oscurecen, se desintegren paulatinamente, hasta claudicar. No es posible conformar una comunidad sin una religión compartida, por la sencilla razón de que cuando no se reconoce una paternidad común, toda unión humana se torna imposible. En la mal llamada 'civilización occidental', que no está fundada sobre una religión sino sobre una apostasía y una posterior idolatría (la del progreso democrático), las uniones son en el mejor de los casos quebradizas, pues se basan en lo que Unamuno llamaba «la liga aparente de los intereses»; y, como los intereses suelen ser egoístas y cambiantes, la demogresca campea por doquier.
Sólo puede haber civilización allá donde hay una religión compartida; y cuando se esfuma el fundente religioso, o cuando tal fundente se hace añicos, la civilización desaparece lentamente, hasta ser sustituida por otra. Así ocurrió, por ejemplo, con Roma, que al perder la fe en sus dioses dejó de cultivar las virtudes que la habían hecho fuerte, para luego entregarse en su decrepitud a un hormiguero de sectas asiáticas devoradoras, del que la salvó el cristianismo. Pero que no haya posibilidad de civilización sin religión no quiere decir que toda forma de civilización sea buena o digna de consideración: ahí tenemos en la Antigüedad a los cartagineses, que fundaron una civilización aberrante e infanticida, venturosamente aniquilada por los romanos; y tenemos, como un turbio río de sombra recorriendo la Historia, la civilización islámica, que desde sus mismos orígenes, se expandió a través de la violencia, lanzando una formidable ofensiva contra una Cristiandad pululante de herejías que detuvo Carlos Martel en Poitiers, para que luego Pelayo iniciara una difícil reconquista de la Hispania visigótica. Y esta civilización islámica siguió dando muestras de su carácter expansivo y violentísimo con los turcos, que tomaron con masacres Constantinopla para ser luego frenados primero en Lepanto y después a las puertas de Viena. Esta civilización islámica es la que ahora vuelve a atacar (después de que la avaricia democrática haya jugado insensatamente a deponer dictadores que la contenían); sólo que enfrente ya no tiene una civilización cristiana dispuesta a hacerle frente, unida en torno a una fe común que actúa a modo de antídoto y reconstituyente, sino que sólo tiene a una multitud apóstata, feble y amorfa de gentes incapacitadas para el sacrificio que piensan ilusamente que defecando cuatro bombitas por control remoto van a conjurar el peligro.
Pero los pueblos que han renegado de su civilización siempre pierden a la larga las guerras contra los pueblos que conservan la suya. Y acaban siendo sus esclavos, porque sus gobernantes sin fe siempre los traicionan, primero dejando que el enemigo se cuele en sus tierras cual caballo multicultural de Troya, después haciendo lo mismo que el cobarde obispo Oppas, cuando el emir Muza entró en Toledo: entregando una lista con las cabezas que hay que cortar.

 TÍTULO: CALLEJEROS - El primer milagro de Francisco en África .

El primer milagro de Francisco en África,.

  • El Papa logró ayer que el eterno presidente de Uganda saludara a los dos principales líderes de la oposición durante la misa de Kampala, foto.

    El Papa observa el mausoleo por los mártires anglicanos en Uganda. :: ANDREW MEDICHINI / efeUganda es el único país africano que ha sido visitado por tres papas: Pablo VI en 1969, san Juan Pablo II en 1993 y, ahora Francisco. Las estancias de estos tres líderes católicos en la llamada Perla de África tiene una motivación clara: los mártires de Uganda, el grupo de 23 anglicanos y 22 católicos asesinados entre 1985 y 1987 por orden del 'kabaka' (rey) Muwanga II. La figura más relevante de ellos es san Carlos Lwanga, responsable de los pajes del monarca y que acabó quemado vivo por negarse a renunciar a su fe y a que los chavales satisficieran el apetito sexual del 'kabaka'.
    Francisco se conmovió ayer al visitar el santuario anglicano de los mártires, que cuenta con una sala en la que pueden contemplarse unas sobrecogedoras estatuas a tamaño natural que representan las torturas y padecimientos que sufrieron estos sirvientes de Muwanga II antes de morir. En este lugar que marca la historia del cristianismo de Uganda y de África oriental, Francisco se arrodilló para rezar después de escuchar las explicaciones de un obispo anglicano sobre los sufrimientos de los cristianos en aquel período.
    Más tarde se dirigió al santuario católico, situado igualmente en Namugongo (a las afueras de Kampala), para presidir una misa ante 300.000 fieles. La ceremonia propició una imagen insólita para la política del país: el presidente Yoweri Kaguta Museveni, que se perpetúa en el poder desde hace casi 30 años, estrechó la mano de los dos principales líderes de la oposición: Amama Mbabazi y Kizza Besigye. Lo que para cualquier foráneo podría interpretarse como un mero gesto de cortesía, en los medios locales lo consideraron como un acontecimiento histórico y «el primer milagro» que Francisco conseguía con su visita a Uganda. El ex primer ministro Mbabazi anunció a finales de julio que se presentará a las elecciones del año que viene. Por su parte, Museveni sigue decidido a mantenerse al mando, sin importarle sus 71 años ni su larguísima permanencia en el poder.
    A Francisco le recibieron en el templo con todo el calor de África. No faltaron los bailes, la música tradicional ni los gritos emocionados de la gente que decía «¡We love you Pope!» («Te queremos, Papa»). Algunas mujeres iban vestidas con trajes de vivos colores con la imagen de Bergoglio, cuya cara también estaba presente en camisetas, carteles, banderas y gorras.
    «¡No puedo creerlo, estoy viéndolo con mis propios ojos!», decía a voz en grito un joven que no paraba de hacer fotos mientras veía pasar el papamóvil. A su lado, varias mujeres ululaban extasiadas. El santuario de Namugongo es uno de los lugares más peculiares en los que el Pontífice ha celebrado una misa multitudinaria hasta ahora, pues el altar se encuentra en medio de un pequeño lago artificial. En el agua flotaban varias lanchas neumáticas con policías a bordo. En todo el entorno había también cientos de miembros de las fuerzas de seguridad para evitar que se produjeran incidentes.
    Bodas por la Iglesia
    En su homilía, Francisco habló del «ecumenismo de la sangre» que supuso el asesinato de los mártires de Uganda. Murieron por ser cristianos, sin importar si eran o no fieles a Roma. En particular, el Papa se acordó de san Carlos Lwanga y de san Joseph Mkasa, quienes transmitieron su fe «en tiempos peligrosos». «No sólo su vida se vio amenazada, también lo estuvo la de los chicos más jóvenes que les habían confiado», dijo. Patrick, un seminarista de 24 años, contó antes de la misa que los mártires prefirieron la muerte a renunciar a su fe en Cristo. «También rechazaron las propuestas de un rey que era una especie de pederasta. El cristianismo no admite esas prácticas», remachó.
    Francisco espera que el testimonio de estos mártires, canonizados por Pablo VI en 1964, sirva para que los ugandeses se comprometan con la doctrina católica, particularmente a la hora de vivir el matrimonio «con amor y fidelidad». Aunque un 83% de los ciudadanos de este país son cristianos (47% de católicos y 36% de anglicanos), sólo un 20% se casa por la Iglesia. Recordaba estas cifras algo escandalizado el portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi. Francisco volvió a referirse después a esta situación en el encuentro que mantuvo con unos 150.000 jóvenes en el antiguo aeropuerto de Kampala. En su discurso planteó qué pensarían los mártires si vieran que se extiende «una visión torcida de la sexualidad, que degrada la dignidad humana llevando a la tristeza y a la vida interior».
    El ambiente en el encuentro del Papa con la juventud, como en el resto de ceremonias y citas en este viaje por África fue una fiesta, con continuos bailes y cantos. Antes de que Francisco improvisara un discurso en el que pidió un esfuerzo para cambiar «lo negativo en positivo», dos jóvenes contaron sus sobrecogedoras experiencias. La primera era de un chico que fue secuestrado por el Ejército de Resistencia del Señor. Durante su tiempo con este grupo rebelde liderado por el fanático Joseph Kony sufrió terribles torturas. El segundo testimonio fue de una muchacha enferma de sida cuyos padres fallecieron cuando ella tenía 7 años. Pidió «cuidado, amor y apoyo» para quienes tienen el HIV, en lugar de «pena y rechazo».


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