martes, 5 de junio de 2018

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Chipre, Suecia, Portugal... y ahora, España: los gobiernos en minoría, una tendencia al alza en Europa / foto.

Inés Calderón explica en El Objetivo los gobiernos en minoría que hay en Europa en la actualidad. Según los datos, en la UE hay siete países que tienen gobiernos en minoría, entre ellos está España desde 2016. No obstante, el Ejecutivo de Sánchez tiene el respaldo del 24% del Parlamento, el más bajo de la UE.

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Amelia Tiganus, víctima de explotación sexual: "El sistema es perfecto para el proxeneta, desde las leyes a la materia prima que recibe de países pobres",. / foto.

Amelia Tiganus, de Feminicidio.net, explica a Jordi Évole en Salvados cómo fueron las tres semanas que estuvo en un club de Alicante: "No me quedaba casi nada de dinero y lo que me quedaba lo tenía que invertir en seguir siendo prostituta, como en comprar un determinado tipo de ropa".

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Tú a Sudáfrica y yo a Laos

Damaris en la reserva de Sudáfrica donde trabaja con guepardos. :: hoy/
Damaris en la reserva de Sudáfrica donde trabaja con guepardos.  / fotos.

Dos hermanas trujillanas cuidan de elefantes y guepardos separadas por 10.159 kilómetros | Anabel y Damaris López estudiaron Biología en la UEx y trabajan en dos reservas animales en Asia y África,.

Anabel y Damaris son dos extremeñas de adopción separadas hoy por 10.159 kilómetros. Es la distancia entre Laos y Sudáfrica, donde una cuida de elefantes y la otra de guepardos.
Aunque vivan tan lejos y tengan una dedicación tan éxotica, su origen es más cercano. Llegaron a Trujillo procedentes de Madrid en mitad de la adolescencia. En la localidad extremeña sigue viviendo su madre, Aurora Pérez, y allí estuvo Damaris hace unas semanas.
Anabel López Pérez, que ahora tiene 31 años, estudió Biología en Badajoz. Damaris, de 27 años, siguió el camino abierto por su hermana y añadió después un máster en Biología de Conservación en la Universidad de Salamanca.
Anabel acabó la carrera en Badajoz y puso rumbo a Edimburgo. Allí trabajó de camarera para aprender inglés. Y comenzó a ahorrar para seguir la moda de los escoceses: recorrer el sudeste asiático. Estuvo por varios países y recaló en Laos. Allí entró en contacto con el 'Elephant Conservation Center', en Sayabouyi, y dedicó las tres últimas semanas de su viaje a realizar un voluntariado con los elefantes. Llegó el momento de la vuelta y se marchó a Europa. Al poco tiempo la llamaron y le propusieron cuidar de un bebé. Un huérfano, lactante, que necesitaba de alguien que le tratara con mimo. Le ofrecieron otro voluntariado de cinco meses y se animó. Agotó el tiempo, la contrataron y lleva ya cinco años en este centro, que es privado y se sostiene del turismo. «Los elefantes me fascinaron en cuanto los vi. Tan grandes y tranquilos como vulnerables. Un magnífico animal que no solo debemos conservar por su belleza sino también por el papel tan importante que cumplen en su ecosistema, ya que son literalmente los jardineros de la selva», explica la mayor de las hermanas López Pérez.
Cuando Anabel llegó contaba con una extensión de cien hectáreas y siete paquidermos. Hoy, llega a las 500 y cuidan de 30 elefantes que viven en semilibertad.
Dos años y medio después de que llegara Anabel, Damaris terminó sus estudios y se fue con su hermana. Empezó con un voluntariado de tres meses y después la contrataron. Y allí se quedó hasta que a finales de abril puso rumbo a Sudáfrica, donde cuidará de guepardos en una reserva de Santa Lucía.
El centro de los elefantes cuenta con una serie de veterinarios y con los 'mahouts', que son los cuidadores de los animales. Anabel es la coordinadora de todos ellos y en esa tarea la ayudó su hermana. Se encarga de que los elefantes se recuperen de los traumas que arrastran cuando llegan al centro. Tienen un área de socialización, otra de esparcimiento, una más de enriquecimiento, los llevan al hospital, organizan sus actividades diarias, desarrollan un programa de reproducción... A Anabel le gusta más el trabajo en el hospital y Damaris estaba volcada en el hábitat.
Generalmente los animales llegan tras haber pasado por experiencias traumáticas.
Anabel en el centro de Laos donde cuida de los elefantes:. HOY
Anabel en el centro de Laos donde cuida de los elefantes:
La única legislación que existe en Laos respecto a los elefantes es la prohibición de darles muerte. Y antes que llegar a ese punto, estos animales que pesan entre cuatro y cinco toneladas, son el mejor aliado de las industrias madereras. Los usan para arrancar y arrastrar los árboles. La selva es tan frondosa que las máquinas no pueden acceder. Así que les enganchan un arnés y les hacen tirar de los troncos hasta que los sacan a las carreteras. Ahí ya los pueden cargar en los camiones.
Para que un elefante obedezca, lo doblegan. Y eso lo consiguen metiéndolo primero en una jaula, atándolo y dejándolo sin comer durante tres días. Y, después, a base de palizas. El resultado es que muchos de los animales se traumatizan: no quieren relacionarse, se vuelven agresivos, rechazan a sus crías... Los hay víctimas de la caza furtiva y que sobreviven con secuelas. Eso es lo que ha visto Damaris en los dos años y medio que estuvo en el centro donde intentan ayudarles a superar esos problemas psicológicos. «He visto de todo», añade.
Los elefantes llegan a la reserva con problemas psicológicos derivados del maltrato Su madre y hermana residen en la provincia de Cáceres, donde tienen su arraigo
Les llegó una hembra con 21 años, calificada de loca, porque era muy agresiva. Creen que porque le pegaron mucho. Con el paso de los años está socializada, más calmada. Es regla de este centro que los cuidadores conocen: no se les puede pegar. Llegan también con lesiones físicas: cortes, accesos, desajustes fisiológicos...
De todas formas, añade que «los elefantes no son como Dumbo. Son animales son muy grandes, pueden tener un mal día y no gustarle que nadie se les acerque. Un trompazo o una patada puede hacer daño». En grupo, sin embargo, son muy parecidos a las personas. «Son sociables, empáticos, emocionales y muy inteligentes: se reconocen frente a un espejo (algo que no hacen muchos animales), entienden su situación y tienen un sistema de comunicación muy desarrollado entre ellos».
En Laos, apunta Damaris, está creciendo el turismo. Y los elefantes juegan también ahí un papel importante. Se han convertido en un atractivo. Los turistas pueden montarlos, verlos bañarse, andar juntos, darles de comer... Parece una función más amable que arrancar árboles, pero el entrenamiento previo es el mismo.
El centro se ve obligado a comprarlos para ayudarles a recuperarse y para favorecer su reproducción. Otro de los problemas es que las hembras no pueden trabajar durante la gestión, que es de 22 meses, y después amamantan a sus crías durante dos años. Así que los dueños no quieren que se apareen. La consecuencia es que la población está en retroceso. «Se calcula que por cada diez muertes hay dos o tres nacimientos al año, así que es probable que en 30 años no queden elefantes». Y esa es una de las cosas que quieren cambiar y les ayudan a reproducirse.
Cuando mueren, los dueños siempre los pueden vender. Porque su cuerpo es muy cotizado y no solo el marfil de los colmillos. La trompa, por ejemplo, es considerada un símbolo de poder en China. Y en Inglaterra se pusieron de moda las patas como paragüeros. Se puede vender el 90% de su cuerpo, indica Damaris, que desgrana la lista: la piel, los pelos de la cola, las orejas... «En algunos países incluso se come, aunque no en Laos».
Así que para llegar al centro de recuperación, los compran. Una hembra joven en edad reproductora cuesta unos 60.000 dólares y un bebé supera los 70.000 dólares.
Damaris y Anabel López, en la selva de Laos:: HOY
Damaris y Anabel López, en la selva de Laos::

Fascinación

Las dos están contentas con el trabajo que han desarrollado. Y apuntan a la satisfacción por el hecho de que el Gobierno de Laos les haya enviado 13 elefantes que interceptó cuando iban de camino a un zoo de Oriente Medio. Para ellas, esa decisión es la muestra de que han cumplido un buen trabajo.
Anabel continuará en el centro. Dice que los elefantes le fascinaron en cuanto los vió y no se plantea de momento un destino lejos de ellos. Pero Damaris ha puesto ya rumbo a Sudáfrica. A través del trato con los paquidermos en el país asiático entró en contacto con una compañía australiana que tiene una reserva en Santa Lucía (Sudáfrica). Su sueño era trabajar con los grandes felinos. Y allí acaba de aterrizar para cuidar a guepardos. «Me encanta Laos, pero me aparecía cambiar. Es atractivo desde el punto de vista cultural y de la biología. Es una oportunidad muy grande». Allí participará en un proyecto de reintegración en el hábitat y de reproducción. Damaris va por un periodo de cuatro meses, pero decidida a quedarse.
Así las dos hermanas que se han formado en la Universidad de Extremadura y tienen su punto de arraigo en Trujillo, con su madre y su hermana Amanda, están hoy distanciadas por 10.159 kilómetros. Justo el espacio que existe entre los elefantes de Laos y los guepardos de Sudáfrica.

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