Tienen apellidos tan poco británicos como Linares, Cortés,
Costa o García. Y ahora les lidera otro joven político que se apellida
Picardo y cuya referencia genealógica se desperdiga por todo el
Mediterráneo (también en España, donde hay más de 600 familias con este
patronímico). Viven en un pequeño territorio de 6 kilómetros cuadrados
que hoy día está más cerca de Londres (tres horas de vuelo y siete
libras de precio, unos 10 euros), que de La Línea de la Concepción (con
suerte, cuatro horas en la cola). Y han sido elegidos por los escasos
30.000 habitantes que viven en Gibraltar para ser el gobierno centinela
de esta nueva 'Numancia'. «Es verdad que los que tienen más sangre
española son los que más reniegan de su relación con España», reflexiona
Dominic Searle, director del 'Chronicle', el principal periódico de
Gibraltar.
En lo poco en que coinciden España y su 'grano geográfico'
más picajoso es en los ciclos políticos. A finales de 2011, la llegada
de Mariano Rajoy coincidió con la entrada en el número 6 de Convent
Place (equivalente al 10 de Downing Street de Londres) de Fabian
Picardo, cuyo Partido Socialista Laborista, coaligado con los Liberales,
logró derrotar a Peter Caruana, que llevaba tres lustros en el poder.
Aún no había cumplido los 40 años (1972), pero el joven y ambicioso
Picardo, con una década de experiencia en la política local, había
logrado además desplazar al líder histórico de su formación, el eterno
Joe Bossano, apenas ocho meses antes de las elecciones.
Tanto Caruana, una «paloma» propensa al diálogo con España,
como Bossano, procedían de la etapa en la que los vínculos e intereses a
un lado y otro de la frontera siempre se imponían a las diferencias.
«Pero Fabian Picardo pertenece a la generación de los que nacieron con
las fronteras cerradas. Eso les ha marcado», coinciden en valorar
Dominic Searle y Juan José Téllez, este último autor de 'Gibraltar en el
tiempo de los espías'. Jóvenes políticos que han mascado por vía
sanguínea el recelo que provocó el cierre de la Verja que separa a ambos
territorios entre 1969 y 1982. Fue el primer Felipe González el que
puso fin a la última vuelta de tuerca del tardofranquismo, en un intento
de 'aceitar' de esta forma un nuevo asalto a la soberanía española
sobre el Peñón.
Más allá del tira y afloja y de la que parece una de las
etapas más crispadas, este 2013 es tiempo de cambio. Se cumplen 300 años
del Tratado de Utrecht que inauguró el estatus de la última colonia de
Europa. Y las nuevas autoridades gibraltareñas parecen decididas a hacer
buenas las palabras del ministro de Exteriores británico, William
Hague, que deseó «otros 300 años de un Gibraltar británico».
Los orígenes gaditanos de la abuela de Fabian Picardo, una
republicana de 17 años que llegó huyendo desde Los Barrios y se casó con
un gibraltareño, no distraen a este joven 'halcón' de su política
insular: hacer sentir a sus vecinos que, como los británicos, son lo más
parecido a otra isla. «La clave de la actual situación es la ignorancia
y un punto de vista ridículo por ambas partes. Estas nuevas
generaciones solo parecen sensibles a las provocaciones», lamenta Salmón
Seruya, exministro de Gibraltar y su primer ciudadano que recibe una
distinción española: la gran cruz de la Orden del Mérito Civil.
Seruya, igual que Bossano, que Caruana, alternan en su
discurso el inglés y un español cantarín y guasón, muy gaditano. Pero
Fabian Picardo ya no. Lo rehúye a conciencia. Nacido y criado en el
Peñón e hijo de una familia humilde, evita el castellano en su entorno.
Sabe que es una barrera más contra un país tan poco dotado para los
idiomas como España. Educado en la enseñanza pública, se benefició del
trato preferencial de la metrópoli, que paga estancia, estudios y varios
vuelos a casa al año a sus alumnos aventajados. Así pudo completar sus
estudios de Derecho en el Oriel College de Oxford, donde descubrió que
era «diferente a mis compañeros irlandeses, escoceses o ingleses y, al
tiempo, tan británico como ellos», afirma en una entrevista en la web de
su partido. Con ese bagaje regresó a casa para cumplir con el perfil
del triunfador en un centro financiero como Gibraltar. Necesitó poco
tiempo para fichar por Hassan, bufete que monopoliza las actividades de
la zona y que fuera creado por Joshua Hassan, dos veces antecesor suyo
como ministro principal y padre de la patria gibraltareña. Su ascenso a
socio de la firma, tras demostrar mucha cintura gestionando asuntos de
finanzas internacionales y de juego, aún le dejó tiempo para madurar sus
ambiciones en política. Aventura que ya había iniciado con apenas 19
años, cuando fundó el Partido Nacional de Gibraltar, del que saltó al
Laborista 12 años después. Tras foguearse en el Parlamento local desde
2003, la decisión de Bossano de convertirle en su 'delfín' político
supuso un mensaje dentro y fuera del pequeño territorio: hay Picardo
para rato. Los 'llanitos' le ven como un premier «joven, moderno,
simpático, cercano y bromista», según resumen en su entorno cercano. Un
carácter que adultera el aumento creciente de la tensión diplomática y
que le ha llevado a rodearse de una guardia pretoriana que capitanea su
jefe de prensa, Clive Golt: «Le tenéis acribillado. Estamos horrorizados
de las barbaridades y mentiras que leemos», zanja de forma desabrida
antes de rechazar cualquier contacto directo con su líder. Desde España,
el perfil cambia y surge el otro Fabian Picardo, en una suerte de
'doctor Jeckyll y Mr. Hyde' político. «Te demuestra confianza y te deja
tirado. Es vehemente y chulesco, pero a mí no me la juega más», asegura
el presidente de la Asociación de Armadores de Andalucía, Pedro Maza,
que trató de arreglar el conflicto con los barcos pesqueros en la zona.
Para el alcalde de Algeciras (y vicepresidente de la Comisión de
Exteriores del Congreso), José Ignacio Landaluce, estamos ante un
político que actúa «sin reflexión, ni miramientos. Lo suyo son buenas
palabras y malos hechos». Lo de buenas palabras deja a un lado que ha
llamado a la Guardia Civil «paramilitares», y que acusa a España ante la
ONU de «actos de terrorismo», además de comparar su suerte como pueblo a
la de Kosovo.
Pasión por ser británico
Católico -pero con buenos contactos en las altas élites
económicas de las comunidades judías locales, londinenses y de EE UU- y
con un título de Oxford que «le garantiza el éxito y que le abriría
cualquier puerta», recuerda Searle, Fabian Picardo ha elegido quedarse
en casa para ser el conductor de la 'solución final' al conflicto del
Peñón: que la ONU les reconozca como estado propio tras la Constitución
de 2006 y que desaparezca el sambenito de 'colonia'. Y, como todo
nacionalismo, es imprescindible algo de épica impostada. Estos días se
promociona 'Gibraltar', la primera película genuinamente local. Su
directora, Ana García (otra vez los apellidos) habla del 'Muro Ibérico',
de «la lucha de David contra Goliat». En el relato, que arranca con su
propia boda, su marido dice que «los gibraltareños muestran más pasión
por ser británicos que ningún otro británico que haya conocido».
Está casado en segundas nupcias con Justine, con la que
suele dejarse ver por Main Street, la Gran Vía gibraltareña, empujando
el carrito de su primer retoño, de poco más de un año. Picardo parece
dispuesto a gastar su talento en que su hijo Sebastian no tenga que
recoger algún día el testigo de su padre para que el rojo y blanco de la
bandera local ondee como el último estado de Europa, en la última punta
de Europa.
Fabián Raymond Picardo atesora ya un buen patrimonio
personal a un lado y otro de la frontera. En 2006 compró junto a su
exmujer, Elaine Lima, una chalet de 250 metros cuadrados en una parcela
de 1.600 metros en Sotogrande (San Roque). Entre la élite gibraltareña,
tener casa en Sotogrande es dar un salto cualitativo que han cumplido
todos sus predecesores (también Bossano o Peter Caruana). Por eso les
llaman los 'sotograndistas'. La casa vale más de 1,4 millones de euros. A
ello se suma un apartamento en Benahavís (Marbella), de 130 metros
cuadrados. Pero su joya de la corona es la casa antigua que ha
rehabilitado en el centro de Gibraltar. Uno de cada cinco 'llanitos'
tienen, como él, casas en España.
8.000 empleos en juego.
Lo normal cuando se llama a un negocio de Gibraltar es que
descuelgue el teléfono un trabajador español. Hay 4.700 legales y otros
3.000 ilegales que empiezan a sufrir despidos. «No se puede pedir que
seamos españolistas con un 30% de paro en La Línea y con el empleo en
Gibraltar. Somos los títeres de unos y otros», denuncia el secretario de
la Asociación de Trabajadores Españoles en Gibraltar, Francisco José
Arias.
Hay otras formas absurdas de malgastar años de una vida, pero la de
perderlos en la cárcel siendo inocente es la más indeseable. Y no son
pocos los que tienen la 'suerte' de poder contarlo; otros muchos han
muerto ajusticiados en países donde la pena de muerte aún está vigente,
como en Estados Unidos. Los casos rozan a veces el surrealismo, lo que
los hace aún más sangrantes. El abogado y profesor Justin Brooks es la
cara más famosa de una red mundial que trabaja gratis para excarcelar a
condenados por crímenes que no cometieron.
El Pais --FOTO,.
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