Venezuela está en llamas.
Es el
fruto de 15 años de revolución bolivariana. En 1999, la llegada de Hugo
Chávez al poder, con su aireada «revolución antiimperialista», generó no
solo un seísmo político, sino una ruptura total de la sociedad.
En
tres lustros, la nación ha pasado a ser una de las más inseguras del
mundo. Más de 200.000 personas han fallecido violentamente entre 1999 y
2013. La sociedad se debate entre los que están descontentos por la
escasez de alimentos, la alta inflación y la inseguridad, y aquellos que
siguen defendiendo el legado de un líder que ya no es terrenal y para
quienes las manifestaciones son maniobras de la oposición.
La
realidad del país se refleja en los números: la inflación ronda el 50
por ciento anual, la mayor del mundo; el desabastecimiento de bienes,
según el Banco Central de Venezuela, ya alcanza el 21 por ciento; y los
dólares escasean, a pesar de la riqueza petrolera. La empresa estatal
Petróleos de Venezuela está altamente endeudada y sus exportaciones de
crudo son cada vez menores.
El modelo económico impuesto por
Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, de regulación de los precios,
control de cambio, expropiaciones, devaluaciones y crisis monetaria,
está conduciendo al país al mismo esquema que vivió en el pasado
reciente Zimbabue.
Los protagonistas de las protestas.
Desde
el pasado 12 de febrero, Venezuela se encuentra bajo una miríada de
protestas continuas contra el Gobierno. Primero fueron los
universitarios. Luego se sumó la oposición. Todos reclaman soluciones.
Los estudiantes, junto con los actores políticos de oposición, demandan
la libertad y la amnistía de todos los detenidos en las protestas,
incluida la excarcelación del dirigente opositor Leopoldo López.
López
fue recluido en una prisión militar el 18 de febrero acusado de varios
delitos entre ellos, asociación para delinquir e instigación y es
señalado por el Gobierno como el causante de la violencia que se generó
al término de una marcha el pasado 12 de febrero.
También
reclaman «una medida humanitaria y la libertad» del comisario Iván
Simonovis, condenado a 30 años de cárcel por la muerte de 19 personas en
las marchas callejeras durante el fallido intento de golpe en 2002
contra Hugo Chávez. Solicitan que «se acabe la persecución» a la
disidencia que se mantiene en el 'exilio'.
Demandan el desarme
inmediato de los grupos armados paramilitares y que se conforme una
comisión con diputados del partido de Gobierno y de la oposición para
que «conjuntamente con la Fiscalía y los tribunales de la República haya
justicia para todos los caídos y todos los que han sido brutalmente
reprimidos».
La represión de los cuerpos de seguridad.
Las
organizaciones de derechos humanos afirman que el Gobierno venezolano
respondió a las movilizaciones pacíficas con prácticas sistemáticas de
represión. El saldo: más de 2400 heridos y 1254 detenidos. El patrón de
la represión se ha caracterizado por ataques a los manifestantes
efectuados conjunta y organizadamente por la Guardia Nacional
Bolivariana (GNB) y colectivos armados; por el uso sistemático de
sustancias tóxicas y armas de fuego; y por el trato cruel, inhumano o
degradante a los concentrados.
Además de por las fuerzas del
Estado, los manifestantes fueron agredidos por colectivos grupos
paramilitares de civiles armados pro-Gobierno que actúan con
permisividad y complicidad de funcionarios del Estado. Incluso el
presidente de la República, Nicolás Maduro, afirmó en una de sus
alocuciones: «Hago un llamado a los consejos comunales, a las comunas, a
los colectivos: candelita que se prenda, candelita que se apaga».
¿Quiénes son los estudiantes?
Son
los hijos de esta revolución. Es lo único que conocen. Apenas eran unos
niños cuando Hugo Chávez llegó al poder el dos de febrero de 1999.
Representan la radiografía social de los venezolanos, provienen de
distintos estratos y cada uno de ellos tiene un sueño y una visión sobre
lo que desean que sea su país. No tienen ninguna intención de dar un
paso atrás, a pesar de la represión a la que han sido sometidos por
parte de los organismos de seguridad del Estado.Niegan con rotundidad
ser parte de un libreto o una agenda conspiradora de la oposición.
Aceptan que existen opiniones distintas dentro del movimiento. Su
organización la manejan ellos mismos.
En las movilizaciones
participan estudiantes de cinco universidades públicas y autónomas, 17
experimentales y 14 privadas de todo el país. En total, son más de dos
millones de universitarios. Debido a la censura del Gobierno en los
medios de comunicación nacional, se han apoyado en soportes no
tradicionales como Twitter, correos electrónicos o WhatsApp. Es
a través de estas redes como llevan la cuenta del número de detenidos y
de las denuncias de torturas, con la ayuda de las ONG que trabajan en
favor de los derechos humanos.
Los protagonistas de las revueltas
"Los motorizados disparaban. Podría haber muerto"
Soy Ana Karina Cabrera Santti. Estudio Educación en la Universidad Central de Venezuela (UCV). 24 años.
-Yo
estaba en la calle el famoso 12-F, el día en el que la pólvora desató
el caos y muertes injustificadas. Nunca nos imaginamos que acabaría así.
Estaba en el centro de la ciudad, oí disparos y la gente comenzó a
asustarse. Tuve que correr para salvar mi vida. Motorizados armados nos
persiguieron hasta que logramos refugiarnos en un centro comercial. Al
llegar a mi casa, me enteré de que habían muerto estudiantes. Podría
haber sido yo. El 12-F nos dio conciencia de nuestros derechos. Lucho
por la libertad de los jóvenes que han sido detenidos, pero también por
la reivindicación de los torturados. Tengo fe en que haya cambios con
todo lo ocurrido. Cada venezolano se siente esperanzado con las marchas
de los jóvenes, con su lucha sin miedo».
"No podemos dialogar con quienes nos están matando"
Soy Jormir Gutiérrez. Estudio ingeniería en la Universidad Alejandro Humboldt, 23 años
-Llevo
el tricolor nacional en el pecho. Vivo en la costa mirandina, donde
gobierna el líder opositor Henrique Capriles. Se puede decir que en mi
familia somos activistas políticos a tiempo completo y yo lo llevo en la
sangre. Después de estos días de conflicto tenemos la obligación moral
de defender nuestra dignidad, y por eso es legítima nuestra presencia en
la calle. Si el régimen no pide permiso para agredir a nuestras
familias ni para asesinar a nuestros compañeros, nosotros no pediremos
permiso para evitar la destrucción del país. Voy a seguir peleando por
la libertad de nuestros detenidos, el regreso de los exiliados y por que
haya justicia para los caídos. No hay condiciones para el diálogo».
"No somos golpistas. No estamos armado"
Soy
Emerson Cabañas, presidente adjunto de la Federación de centros de
universitarios de la Universidad central de Venezuela, 22 años
Mi
puesto es uno de los más odiados por quienes se oponen a nosotros: los
colectivos armados. Soy el segundo al frente de la Federación de Centros
Universitarios de la primera casa de estudios del país. Hace poco me
atacaron entre varios, me golpearon con tubos y me amenazaron con armas
de fuego. Lo denuncié a las autoridades, pero todo quedó ahí. Las
instituciones están secuestradas. Deseo que el Gobierno de Nicolás
Maduro reconozca el derecho que tenemos los ciudadanos a disentir. Deseo
una salida constitucional, democrática. No somos golpistas y no
estamos armados. Continuaré protestando y no pienso dejar solos a
quienes vienen protestando por los problemas sociales que afronta el
país».
"Yo solo he vivido bajo la revolución bolivariana"
Soy Javier González, estudio geografía en la Universidad central de Venezuela, 23 años
Mis
padres, como tantos venezolanos, están enfrentados. Papá sigue a
Maduro; escucha mis críticas, pero también calla porque sabe que el país
no está bien. Mi madre está alineada con la oposición. Vivo en el
barrio Veintitrés de Enero, bastión del chavismo. Allí se vive con
miedo. Los colectivos armados por el Gobierno se meten en las casas de
los opositores a imponer su ley con las armas».
"Los que realizan actos vandálicos son infiltrados del Gobierno"
Soy Moisés Gnzález. ESduio sociología en la UNiversidad Central de Venezuela. 23 años
Ni
yo ni ninguno de los estudiantes somos borregos llevados a un circo
como carne de cañón. Nuestra lucha es pacífica, pero contundente. Los
que realizan los actos vandálicos son infiltrados que juegan el juego
del Gobierno. El movimiento estudiantil lo que quiere es reconstruir el
país. Cuanto más traten de reprimirnos, más nos alzaremos».
"Estamos en la calle para exigir mayor seguridad"
Soy Francisco "Pancho" Márquez. Stduio comunicación social en el universidad católica Andrés Bello (UCAB). 21 años
Todos
me llaman Pancho. Soy consejero universitario y he participado en el
cierre de algunas calles de Caracas para impedir el acceso a la
autopista y exigirle al ministro de Interior, Justicia y Paz más
seguridad. Esa es la mayor preocupación de los venezolanos y el gran
fracaso del Gobierno».
"Los estudiantes debemos remover la conciencia de los venezolanos"
Soy Ana Karina Gacía, Martínez. Estudio derecho en la Universidad católica And´res Bello (UCAB)
El
año 2002 fue de una gran turbulencia política. Nadie tenía claro lo que
iba a pasar. Yo solo tenía dos años. Y mi madre, hija de españoles,
decidió adquirir la nacionalidad española para salir un tiempo del país.
Luego regresamos.Aquí se habla mucho de 'oligarcas' y 'burgueses', pero
es un error. El Gobierno siempre ha querido que exista separación de
clases. Soy una chica que vive en una de las urbanizaciones de clase
alta, pero eso es algo que debo al esfuerzo y al emprendimiento de mis
padres. Mi papá creció en una barriada popular, pero quiso estudiar, se
superó y se licenció como ingeniero químico en una universidad pública.
Nunca pudo costearse estudios privados. No todo el pasado era malo».
"El presidente debe gobernar desde Venezuela, no desde Cuba"
Soy Roderick Navarro. Estudio CC. Políticas en la Universidad Central de Venezuela. 22 años
Muchos
me conocen en el movimiento estudiantil por haber liderado una
protesta contra la Embajada de Cuba, en Caracas. Exigíamos que el
presidente Hugo Chávez gobernara desde Venezuela y no desde La Habana.
Por entonces, Chávez ya estaba mal de salud. Nos encadenamos. Primero
éramos unos pocos, pero al cabo de algunas horas sumábamos más de dos
docenas de universitarios. Hicimos que el Gobierno reaccionara. Solo
pedíamos respeto a nuestra soberanía. Este hecho ha marcado mi vida.
Después de aquel día llegaron las amenazas. Hasta el punto de que mi
familia decidió salir del país. Pero yo no, yo decidí quedarme para
luchar. En esta generación saldrán los futuros presidentes».
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, UN GRIEGO POR TOLEDO,.
Desde hace unos días, más de cien obras del Griego de Toledo se exponen juntas por primera vez. Llegan de todas partes del mundo y ..
Fue una suerte de capital de España y podría seguir
siéndolo. No cabrían todas las oficinas, pero le sobra grandeza
representativa, puesta en escena imperial, vistosidad, densidad
histórica, formas de centro de poder, clase, maneras de vieja dama mil
veces recompuesta. Toledo es lo más que se despacha en gloria y
nobleza en un país repleto de centros grandiosos, como podría ser la
Córdoba califal o la Salamanca universitaria. Un paseo de sube y baja a
horas de luz incierta, de amanecida o atardeciendo, ayuda a la
reconciliación con los pulsos que marcan las cosas bien hechas. Toledo
debería recetarse en las consultas: «Tome dos paseos por Toledo, uno por
la mañana y uno por la tarde, durante una semana y quedará como nuevo».
A
la ciudad vuelve ahora el Greco, sin haberse ido nunca. Desde hace unos
días, más de cien obras del Griego de Toledo se exponen juntas por
primera vez. Llegan de todas partes del mundo y estarán a nuestro
alcance durante tres meses. Pasado ese tiempo se dispersan de nuevo por
el globo: quien tiene un Greco no quiere dejar de verlo más de ese
tiempo.
Nunca antes había ocurrido algo así, ni siquiera en el
tiempo en el que el pintor empezó a ser mundialmente considerado, a
principios del siglo XX, después de no pocas reivindicaciones cultas y
sabias de grandes como Manuel Bartolomé Cossío. El Greco, curiosamente,
solo ha reinado trescientos años después de su muerte, cuando se le
reinterpreta, se 'relee' su pintura y se le alza a la cúspide de los
grandes. Ahora, en el cuarto centenario de su muerte, alcanza el cénit.
Doménikos
Theotokópoulos no llegó a Toledo hasta que no contaba con treinta y
cinco años, edad en la que la gente se moría ya mayor. Y permaneció en
ella hasta los setenta y pico de su muerte. Y reventó, encontró su
hueco, perfiló su estilo y logró la incomprensión de muchos, a pesar de
recibir encargos continuados.
Cuentan quienes saben que el Greco
evolucionó desde los iconos bizantinos de su tierra natal al manierismo
italiano que absorbió en Venecia y Roma, pero que en la España de
Felipe II que, al parecer, no le hizo mucho caso se hizo definitivamente
audaz con los colores y las figuras, alargadas, con retorcimientos y
luz propia. Empezó a retratar según su criterio el retrato entonces era
otra cosa y trazó la pintura devocional que le hizo inmortal.
La trascendencia era cosa suya, y por aquellos años la trascendencia era
esencialmente religiosa. Por demás, los encargos que recibía eran de
ese carácter, con lo que su obra se centró en lo que hoy conocemos como
núcleo central de su legado. Todo ello, desde el Conde Orgaz hasta el
Expolio, pueden verlo de corrido en dos o tres localizaciones
esenciales, alguna de las cuales no es tan fácil pillarlas abiertas.
Y,
ya que están, aprovechen para girar una visita al Alcázar de Toledo, al
lugar en el que se evidencia la lucha fratricida a la que llegaron los
españoles no hace más de setenta años. La corrección política y las
leyes de memoria histórica hacen que determinados escenarios hayan sido
recompuestos, pero todos sabemos que se trata de un descomunal ejemplo
de resistencia y fidelidad al mando.
El despacho de Moscardó
merece una respetuosa pasada en silencio: la pared en la que se
reproducía el diálogo con el atacante que le amenazaba con matar a su
hijo y el diálogo con este mismo ha sido tapada con fotografías nacidas
para el disimulo. La Historia sigue ahí, quieran o no los
políticos de turno, y difícilmente podrán borrarla. Por lo demás, el
Museo del Ejército es un excelente camino de análisis de la Historia de
España que no debe usted perderse: sencillamente magnífico, como las
pinceladas soberbias y creativas que ofrece el gran Adolfo en su
restaurante y los pellizcos de lugar emergente y solvente que es Loquo,
en la calle de su nombre.
Como ya le digo, son tres meses y
el reloj ha echado a andar. Corra, no pierda ni un día. Por Toledo anda
suelto un griego que dibuja almas espigadas. No deje de sorprenderle en
el trasiego de sus callejuelas prodigiosas.
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