La tarde del 20 de enero de 1964 Luis Martín-Santos tuvo un
accidente de tráfico en las proximidades de Vitoria. Viajaba de Madrid a
San Sebastián, acompañado por su padre y por su amigo Francisco
Ciriquiáin. Martín-Santos no había dormido mucho la noche anterior y
conducía probablemente a gran velocidad. Quienes le conocían aseguran
que solía hacerlo. Aunque era en realidad vivir lo que hacía a gran
velocidad.
Martín-Santos murió al día siguiente en el hospital
Santiago Apóstol de Vitoria, horas después de ser operado de una
hemorragia interna. Han pasado 50 años y su nombre sobrevive destacado
en los manuales de Literatura. Por eso nos sorprende que la noticia de
su muerte no apareciera en su día en las páginas de Cultura de los
periódicos, sino en las destinadas a eso que solía llamarse 'Ecos de
sociedad'. 'Ha causado gran impresión en la ciudad la muerte del doctor
Luis Martín-Santos', leemos en un despacho fechado en San Sebastián el
21 de enero. 'Sin cumplir aún los 40 años, el doctor Martín-Santos se
había labrado por su propio esfuerzo una recia personalidad no sólo en
el campo profesional como director de los Servicios Psiquiátricos de la
Diputación de Guipúzcoa, sino también en el literario, con la
publicación en 1962 de 'Tiempo de silencio', obra de creación que le
colocó en un destacado puesto dentro de la generación de jóvenes valores
españoles'.
Luis Martín-Santos fue muchas personas y tuvo muchas caras.
Como cualquiera, sí, pero él de un modo extrañamente intenso. Lo
explica magníficamente José Lázaro en la biografía que le valió en 2009
el premio Comillas: 'Las vidas y muertes de Luis Martín-Santos'
(Tusquets). Es como si, dentro del panorama cultural español,
Martín-Santos fuese todavía un enigma por resolver.
Como hemos visto, para su época, antes que uno de los
escritores del momento, Martín-Santos fue un eminente psiquiatra y un
miembro de la sociedad donostiarra y madrileña. Su amigo Mario Camus ha
descrito alguna vez el ambiente social en el que se movía como «de
novela de Scott Fitzgerald». Se refería a cosas bastante impresionantes,
como las cenas de gala en el Tenis de Ondarreta, pero su intuición es
buena y llega más allá. Porque, como los personajes de Fitzgerald,
Martín-Santos fue un escogido y un condenado. Su biografía es un
destello trágico.
Médico brillante
Nacido en Larache en 1924, donde estaba destinado su padre,
Luis Martín-Santos fue una de esas personas precedidas por su propia
inteligencia. Un individuo profundamente brillante. Obtuvo el premio
extraordinario de licenciatura y se convirtió en el médico más joven de
España. Con 27, tras especializarse en Alemania, dirigía el Sanatorio
Psiquiátrico de San Sebastián. Poco después era detenido, junto a Juan
Benet, por «desórdenes estudiantiles». No sería la primera vez. Incluso
conocería la cárcel, en alguna ocasión durante varios meses. Ingresó en
el PSOE en 1958 y un año después era miembro de la ejecutiva del partido
en la clandestinidad. Se cuenta que veteranos como Ramón Rubial
escuchaban con atención sus opiniones. Hay quien incluso cree que,
llegada la democracia, estaba llamado a liderar el socialismo español.
Fue un entusiasta de Jean-Paul Sartre, un conversador
brillante y un observador irónico. También un hombre complicado: altivo y
afectuoso, parecía tener una gran necesidad de autoafirmación. Amigo de
Juan Benet, Carlos Barral y Javier Pradera, por lo visto era también un
juerguista legendario. A altas horas de la madrugada solía proponerles a
sus camaradas mantener «un dialoguillo con las chicas del movimiento
pendular no deambulatorio». Se refería a las prostitutas, a las que les
pedía que le contasen sus historias. Es fácil pensar que muchas
terminarían de algún modo en las páginas de 'Tiempo de silencio'.
El raro destino de Luis Martín-Santos sobrepasa su
biografía para alcanzar su dimensión literaria. Parece imposible que un
autor como recién llegado cambie el rumbo de toda una literatura con una
novela, que será además la única que tenga tiempo de terminar. Sin
titubeos ni probaturas, Martín-Santos irrumpe en el panorama literario
nacional para dominarlo. Y para salir de escena definitivamente unos
meses después.
'Tiempo de silencio' es una novela capital, que supera la
tradición realista de la literatura de posguerra, abriendo las puertas
de una modernidad más libre, en la que caben la sátira, el simbolismo,
la reflexión filosófica, la intuición psicoanalítica, el juego cultural o
el puro humor. La riqueza idiomática y la multiplicidad de tonos hacen
de 'Tiempo de silencio' un sofisticado ejercicio narrativo. En palabras
del profesor Carlos Arroyo estamos ante «una de las obras
lingüísticamente más complejas del siglo XX español».
Bajos fondos
La apariencia de la novela es muy sencilla. También su
nivel de lectura más inmediato. Esto quiere decir que cualquiera puede
entenderla. El libro cuenta la historia de un joven médico investigador
que se ve envuelto en la muerte de una muchacha que aborta en los bajos
fondos del miserable Madrid de los 40. Es una trama de aspecto realista
-muchos de sus motivos pueden recordar a Baroja o a 'La colmena'- que
profundiza de un modo novedoso en la psicología de sus personajes y en
cierta psicología colectiva que se aplica sobre un país y una época,
hasta componer una afilada crítica del franquismo.
La novela se convirtió en un éxito inmediato, pese a tener
encontronazos con la censura y no aparecer publicada íntegra hasta los
80. Cuenta la leyenda que Benet la recibió de su amigo con algún
dicterio («Es una novela con fondo de verbena y vida de pensión») que no
hacía sino reconocer de un modo enrevesado -'benetiano' en definitiva-
su evidente envergadura. Digamos que Benet se encontró de pronto con que
un rival le aventajaba en su búsqueda del modo de conjugar la tradición
española con la modernidad de Joyce y Faulkner.
Hace 50 años, coincidiendo con el accidente mortal de Luis
Martín-Santos, 'Tiempo de silencio' fue publicada en Francia. El crítico
Luc Estang la recibió con una amplia crítica elogiosa en el suplemento
literario de 'Le Figaro'. Desde entonces, la importancia de la novela no
ha hecho sino crecer. Al mismo ritmo ha crecido la sensación de que la
desaparición de Martín-Santos, además de una desgracia, fue un
despilfarro. ¿Cuántos libros pudo haber escrito? A su muerte, dejó sin
terminar la continuación de 'Tiempo de silencio'. Se titula 'Tiempo de
destrucción' y, según el crítico Ignacio Echevarría, «pese a su carácter
inconcluso permite vislumbrar los trazos de una obra maestra».
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