La amistad tiende a considerarse una
cuestión desinteresada y de elección propia, pero las nuevas
investigaciones sostienen teorías mucho más inquietantes. ¿Y si, en
realidad, elegimos a nuestros amigos solo porque refuerzan nuestra
autoestima, mejoran nuestra posición social... o incluso porque
comparten nuestros genes?
Por qué tenemos los amigos que tenemos? ¿Los elegimos
nosotros o son ellos los que nos eligen? ¿O quizá son las circunstancias
del momento y el lugar las que deciden? ¿Cuánto dura de verdad el
«amigos para siempre» de la canción?
Los biólogos evolutivos
creían tener resuelto el enigma. Hasta ahora se pensaba que todo era una
cuestión de altruismo recíproco. Camaradería y comunión de las almas.
En el lenguaje de los primates: tú me rascas la espalda y yo te rasco la
tuya. Pero nuevas investigaciones sostienen que la amistad no es tanto
una cuestión de generosidad compartida como una alianza estratégica,
egoísta y mudable que haría quedar a Maquiavelo como un ingenuo
bienintencionado.
Las primeras pistas de que la amistad humana es
menos espontánea de lo que parece llegan desde el reino animal.
Científicos franceses descubrieron el año pasado que incluso los
tiburones hacen amistades, es decir, pasan más tiempo con otros
tiburones cuya compañía parecen preferir y evitan a los que consideran
no gratos. Los investigadores se centraron en las especies que patrullan
los arrecifes de coral del Índico y el Pacífico y observaron que
comparten espacios de caza comunes con sus camaradas, con los que se
entienden mejor a la hora de atacar y repartirse el botín.
También
los delfines establecen alianzas más allá del parentesco. De tres
niveles. En el primer nivel, varios machos se agrupan para proteger a
sus hembras de otros machos. En el segundo, varios grupos más grandes
cooperan para robar las hembras de otros grupos. Y en un tercero,
descubierto por científicos australianos en Shark Bay, se establecen
grandes alianzas intergrupales por 'motivaciones políticas', en los que
cooperan tanto antiguos amigos como enemigos, dependiendo de la
conveniencia del momento. Puro oportunismo.
La teoría de la alianza
«La
amistad nace del conflicto resume Carmen Guaita, autora Los amigos de
mis hijos (Editorial San Pablo). El niño pasa a ser consciente de que
existen otros como él cuando le quitan un juguete, cuando alguien entra
en su universo. Pero, en el momento en que se suma un tercero, se forma
una alianza entre dos de los implicados que es la forma básica de la
amistad. Los niños se acercan a los que tienen el mismo gusto, con los
que pueden compartir juguetes similares. A partir de ahí habrá dos tipos
de amigos: los semejantes y los que se complementan. Un niño tendrá
varios que sean muy parecidos a él y con los que se entienda bien, y
otros que suplan alguna de sus carencias».La teoría de la alianza sirve
para explicar la necesidad de informarnos sobre las restantes relaciones
de nuestros amigos para establecer en qué puesto jerárquico se
encuentra la nuestra. O el hecho de que se tienda a escoger amistades de
relumbrón en nuestro círculo, que interese dar a conocer públicamente.
Dime con quién andas...
Otro
estudio alemán, con macacos, descubrió que la fortaleza, tamaño y
belicosidad de los machos no les bastaba para ser los dominantes.
Necesitaban tener amigos entre otros machos; esto es, una buena
reputación social los ayudaba a mantener su jerarquía en la ventaja
reproductiva. Como los humanos, los macacos parecían ser conscientes de
cómo su comportamiento es visto por los otros. ¿Por qué? Los neurólogos
aportan una explicación. «El cerebro no nos muestra la realidad tal cual
es, sino una interpretación que surge de la experiencia. Dos personas
no tienen nunca la misma experiencia ni ven las cosas del mismo modo.
Nuestra conciencia, la esencia de nuestro yo, necesita validar lo que
percibe. Y los amigos nos ayudan a confirmar, sobre todo, las ideas que
nos creemos de nosotros mismos», explica la psicóloga Dorothy Rowe. Como
dice el refrán, dime con quién andas...
¿Así que no somos tan
altruistas como creíamos, y la amistad humana tiene bastante de un
intercambio interesado de bienes y servicios, como sucede con los
animales? Los defensores de la teoría del refuerzo de la identidad así
lo creen. Hágase una pregunta: ¿quién, de entre la gente con la que
trata, será su amigo dentro de cuatro años? O piense al revés: ¿quién se
ha convertido en su mejor amigo después de años y años de relación? Las
psicólogas Carolyn Weisz y Lisa F. Wood decidieron resolver esta
cuestión. Para ello realizaron un experimento con un grupo de
universitarios durante cuatro años. La conclusión es que no escogemos a
nuestros amigos por sus cualidades, sino por la forma en que reconocen
las nuestras. Es decir, lo que esperamos de ellos es que refuercen
nuestra imagen personal y mantengan alta nuestra autoestima. Este
estudio, realizado en la Universidad de Puget Sound, en Washington,
asegura que la característica más decisiva de la amistad es que ayuda a
consolidar nuestra propia identidad.
La edad, un factor clave
Para
que ese chute de autoestima funcione se necesitan otros elementos. Por
ejemplo, la proximidad. Los amigos de los niños surgen de su entorno más
inmediato y, a medida que crecemos, vamos adquiriendo nuevas relaciones
con gente de nuestra escuela, universidad y trabajo. Un estudio de la
Universidad de Cambridge con 480 niños dejó clara esa evolución: los
pequeños de entre 6 y 9 años valoraban como primer elemento de la
amistad la cercanía geográfica y la posibilidad de compartir cosas; los
menores de 12 citaban ya la lealtad y el compromiso; y los mayores de
esa edad se centraban en los gustos en común.
Las amistades que
surgen en la juventud parecen ser las más duraderas, pues se construyen
sobre intereses comunes: estudiar una misma carrera es una buena prueba.
Otra cosa son las amistades del trabajo, que suelen tener fecha de
caducidad. Los expertos lo justifican así: en el entorno laboral, las
relaciones vienen condicionadas por la necesidad de no mostrar
debilidades, una ocultación que hace la relación menos profunda que con
otras personas con las que compartimos información íntima.
¿Dónde
quedan con el tiempo las relaciones de amistad de la infancia? «Es muy
infrecuente que perduren. Quien tiene un amigo desde niño tiene un
tesoro, un testigo de toda su vida que puede analizarla desde dentro»,
apunta Guaita. De hecho, la psicóloga Debra L. Oswald apunta que
mantener una amistad es mucho más complicado que crear una nueva; eso es
porque la falta de novedad genera un menor grado de satisfacción.
¿Amistad o amor?
Oswald
descubrió que las características que definen la permanencia de una
amistad son semejantes a las que fundamentan una relación romántica. Con
una diferencia: mientras en una relación de pareja es necesario
compartir tareas y un mismo círculo de amigos, esto no es imprescindible
en la amistad.
Los psicólogos también nos alertan de los peligros
de las redes sociales. Xavier Moreno Lara, autor de Hacer amigos.
Estrategias de proyección social, señala que distorsionan las
relaciones, acercando solo a los similares: «Antes uno debía transigir
con amigos que no eran como nosotros. Eso nos enriquecía. Ahora es
posible tratar solo con gente igual a nosotros, con los mismos gustos y
que, por tanto, nos aportan menos».
El poder de la amistad
-Cuanto más amigos, más productivos. El
directivo de la empresa Gallup Tom Rath realizó un estudio sobre los
beneficios de la amistad en el entorno laboral. El resultado fue
sorprendente: la productividad y el compromiso de un amigo en el trabajo
es siete veces mayor que la de uno que no lo es. Pero, según Rath,
«pocas empresas creen aún que sea más positivo un ambiente amistoso que
uno de competitividad».
-Adelgazas si tu amigo come sano.
Aunque se centraron en el lugar de trabajo, las encuestas de Tom Rath
demostraban que la influencia positiva de los amigos se plasmaba en
otros muchos aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, que el mejor
amigo de alguien coma de forma saludable aumenta en cinco veces las
posibilidades de afrontar con éxito una dieta, y viceversa.
-La pareja, más importante que el sexo.
Otro dato curioso de la encuesta: las personas casadas valoraban mucho
más, y en un porcentaje muy amplio, las relaciones con sus amigos que la
intimidad física en el matrimonio. Otros sondeos también destacan que,
en la propia relación de pareja, se valora más la amistad, entendida
como afinidad de intereses y aficiones, que las relaciones sexuales.
¿Y si todo fuera genético?
-Creemos que escogemos a nuestros amigos por similitudes de carácter o
aficiones comunes y que lo hacemos de forma racional y consciente. Sin
embargo, un grupo de científicos de la Universidad de San Diego (Estados
Unidos) aseguran que existe un factor aún más determinante: la
genética.
-Los genes no solo nos vinculan con nuestra familia.
Tendemos a forjar amistad con personas que comparten algunos de nuestros
marcadores genéticos.
-Los investigadores, dirigidos por James
Fowler, analizaron seis genes que se estimaba que podían intervenir en
la cuestión y encontró dos que parecen explicar ciertas amistades.
-Por un lado, tienden a acercarse entre sí personas que comparten un
gen asociado con los problemas de adicción (como el alcoholismo).
-Por otro, los que tienen un gen que se relaciona con el liderazgo y la
personalidad abierta generalmente solo son amigos de quienes carecen de
él.
Más falso que un amigo de Facebook
Es inevitable al hablar de la amistad contemporánea citar Facebook. Y
las mil y una historias más o menos verosímiles sobre personas con
cientos de 'amigos' virtuales que organizaron una fiesta sin conseguir
que acudiera nadie. «¿Cómo van a ser mis amigos personas a las que no
conozco absolutamente de nada?», se pregunta Xavier Moreno. Las cifras
de la amistad en las redes sociales chocan, además, con el llamado
'número Dunbar', establecido por el antropólogo inglés Robin Dunbar,
quien aseguró que no es posible mantener más de 150 relaciones sociales
estables.
Mientras la utilidad de las redes sociales parece
indiscutida a fecha de hoy para proyectar imagen profesional, y resulta
más que obvia para mantener el contacto con amigos distantes, la
posibilidad de que permita establecer nuevas relaciones sobre una base
sólida resulta más controvertida. En los Estados Unidos, donde surgió el
fenómeno, están ya en la siguiente fase: decenas de miles de personas
se jactan de haber abandonado Facebook y surgen iniciativas locales para
contactar con posibles amigos para luego tratarlos en persona. La más
conocida, con varios miles de socios, es la New York Social Network.
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