A Diego Costa, que es y se siente brasileño, en el estadio Arena
Fontenova sus compatriotas le llamaban de todo menos brasileño.
«¡Traidor!», «¡Viado!» (homosexual)... Le abuchearon incluso antes de
verle, al oír su nombre por los altavoces. Y durante el partido le
pitaron cada vez que se arrimó al balón. Entre tanto ruido, a veces, se
escuchaba a los pocos aficionados españoles animarle: «Costa, Costa,
Diego Costa». Y él, el delantero centro ayer de España, jugaba como si
fuera sordo, inmune a los insultos. Más que llevar la camiseta de
Brasil, de España, del Atlético o del Chelsea, Diego Costa debería
ponerse una chaqueta de cuero.
Es un futbolista macarra, de pelea, hecho en el barrio, su patria
original. Cuando en el minuto 25 provocó el penalti que adelantó a
España, escupió al suelo y se llevó un dedo a los labios. Mandó callar
al público con ese gesto. Brasil no se callará en lo que reste de
campeonato mundial. Costa tampoco cambiará. Es de cuero. Impermeable.
Antes de ganar la Eurocopa del 2008, a España le costaba creérselo.
Ahora -tras ser dos veces campeoones continentales y de conquistar el
Mundial de Sudáfrica- que se lo creen, lo difícil es mantener el hambre
de títulos. A Diego Costa eso le viene de serie. Fue niño en Brasil,
adolescente en Portugal y pasa la juventud en España. En casa sitio
juega igual. A lo suyo. Aunque Iniesta, Xavi, Alonso, Ramos, Casillas y
Busquets ya lo han ganado todo y ya no tienen nada pendiente con el
fútbol, Del Bosque pelea por convencerles de que hagan un último
servicio. Y les ha colocado al lado a una nueva generación y a un chico
de barrio brasileño. Al pitado Costa, al que tras el partido alabó el
seleccionador. Holanda, con la defensa adelantada, trataba de reducir el
campo. Costa, de lado a lado, siempre jugando sin balón, se encargaba
de lo contrario: de ampliar el césped.
A los 25 segundos, ya le habían hecho una falta. Durante toda la
primera mitad, cuando España aún tenía algo de fuelle, Costa se hartó de
trazar diagonales, de jugar de espalda, de estresar a los centrales
holandeses, De Vrij y Vlaar. Hasta tuvo un par de ocasiones: en una le
faltó habilidad y en la otra, puntería. Costa cumplía con lo que le
había pedido Del Bosque. Y culminó su misión en el minuto 25. El mejor
minuto de España. Los de la generación triunfadora, Iniesta, Silva y
Xavi, triangularon a la primera, con velocidad, y le dieron el balón al
recién llegado, a Costa. Ahí se puso la 'chupa' de cuero. Recortó a De
Vrij y, trilero, dejó una pierna atrás para que el holandés, que venía a
ras de suelo y sin freno, le tocara. Costa buscó el penalti, lo provocó
y lo consiguió. Mientras caía ya se lo reclamaba al árbitro. La pitada
del estadio fue, esta vez, lo de menos. El partido parecía lo que luego
no fue. España parecía más que Holanda y qué va.
«Derrota muy dura»
El cuero de Costa está curtido a prueba insultos. Pero ahí, con el
0-1, se permitió un gesto de silencio a la grada. Una leve venganza. En
el minuto 42 quiso provocar otro penalti. No lo fue y el colegiado no
picó. A España ya le quedaba poco para empezar a desmoronarse. La
ocasión fallada por Silva que pudo ser el 2-0, el empate holandés al
filo del descanso y los errores que, ya en la segunda parte, condenaron a
'La Roja' apartaron los focos de Costa. Eso sí, antes de irse al
banquillo en el minuto 9 de la segunda mitad tuvo tiempo para sacar los
colmillos. En un forcejeo previo a un saque de esquina marcó con un leve
cabezazo la frente de Indy, que se desplomó como si le hubiera golpeado
Tyson. El árbitro, justo, abroncó a los dos: al holandés por falso y
teatrero, y al hispano-brasileño por ese carácter macarra que le define.
Cuando fue sustituido, ya con Holanda al mando del marcador, el
público brasileño se cebó con él en el pausado paseo hasta la banda. El
'traidor', el 'viado', el 'mercenario'. Costa, como si nada, saludó a
los del banquillo, se sentó y se puso una toalla sobre la 'chupa'. El
ambiente no le influye. Lo que le dolió fue lo que venía: la goleada de
la veloz Holanda y la peor noche de una España descosida por sus propios
fallos tras seis maravillosos años luciendo en la cima del fútbol
mundial. «Ha sido una derrota muy dura», resumió Costa al salir del
vestuario. «La más dura», apostilló Xavi, que presentó el partido ante
Chile como «de vida o muerte». Nadie sabe qué pasará. Hay sólo una cosa
segura: si juega Costa, le abuchearán.
Arjen Robben ha visto miles de veces aquel uno contra uno en la final de Sudáfrica, el balón estrellándose en la bota derecha de Iker Casillas.
El hombre que falló aquel uno contra uno en la final de Sudáfrica se redime con un partidazo y atormenta al portero,.-foto
Arjen Robben ha visto miles de veces aquel uno contra uno en la final
de Sudáfrica, el balón estrellándose en la bota derecha de Iker
Casillas. Cuatro años dan para mucho y es el tiempo que ha tardado el
holandés en asumir su error -reconoce que jamás lo olvidará- y en
cobrarse una venganza mayúscula, histórica, que a él le supo a gloria y
redención. La selección 'oranje' se disfrazó ayer de 'La Roja' y pasó
por encima de una irreconocible España, que nada pudo hacer ante el
vendaval de los muchachos de Van Gaal. El más feliz de la tropa era
precisamente el jugador del Bayern de Múnich, quien a partir de ahora
dormirá un poco mejor y dejará que los fantasmas invadan la cabeza del
portero madridista, sobrepasado por los acontecimientos y goleado por el
equipo al que vio llorar en el césped del Soccer City de Johannesburgo
en el 2010. Robben firmó un partidazo, hizo dos goles y repartió besos
ante las cámaras. Vivía un sueño, y Casillas una pesadilla. La vida al
revés.
La película del reencuentro comenzó de cine, pero no tuvo un final
feliz. Al contrario, España se derrumbó como un castillo de naipes bajo
el peso del fútbol holandés e incluso puede dar las gracias por el 1-5
final, porque los que ayer vestían de azul perdonaron unos cuantos más y
tuvieron que darse por satisfechos con la manita. De hecho, es la
segunda mayor goleada encajada por 'La Roja' en toda su historia
mundialista, después de aquella derrota por 6-1 ante Brasil en 1950. El
equipo de Vicente del Bosque penó en la hierba de la Arena Fonte Nova y
se descosió en la segunda parte, incapaz de mostrar el juego con el que
conquistó el mundo.
Nada funcionó anoche en Brasil. Ni la portería, ni la defensa, ni el
centro del campo, ni el ataque... Era el día de las identidades
cambiadas y Holanda quiso portar el fuego, arrebatárselo a la selección
que con su propuesta de toque y combinación alumbró el futuro y modificó
el ADN y la forma de proceder de combinados tan conservadores como
Alemania, Italia y la propia tropa ahora comandada por Van Gaal, quien
recibió numerosas críticas en su país por renegar del fino estilo
holandés y apostar por un fútbol más contundente. Los 'tulipanes' se
rebelaron ante la campeona del mundo y, tras una primera parte más o
menos igualada, arrasaron a los que fueron sus verdugos en Sudáfrica y
humillaron a la defensora del título.
A Robben se le vio con ganas desde el pitido inicial, motivado, pero
fue Sneijder el que lanzó el primer aviso y puso las orejas tiesas a la
selección. Corría el minuto 8 cuando el '11' holandés filtró una
magnífico pase a su compañero, que puso en evidencia a los centrales
españoles, quien se plantó solo ante Casillas y perdonó. El madridista
aguantó de pie y le sacó el disparo con la mano derecha. Parecía que 'el
Santo' estaba de nuevo en la tierra, pero ayer los milagros estaban en
otra parte, con otros colores. El árbitro sancionó con un penalti un
suave contacto de De Vrij sobre Diego Costa y Xabi Alonso no perdonó. El
camino hacia la victoria estaba asfaltado y pudo rematarlo Silva en la
recta final de la primera parte. La quiso picar, resolver con maestría
cerca del área pequeña, y el meta Cillessen rozó la pelota y la desvió a
córner. A partir de ahí, comenzó el tormento de España.
En el siguiente ataque Blink se inventó un maravilloso centro que
cabeceó a la red Van Persie. En esta jugada, como en la de ocasión de
Sneijder, Piqué y Ramos volvieron a escenificar su mala sincronización.
En la reanudación Holanda se hizo con el balón y Robben comenzó a servir
su venganza, caliente como su sangre de matador, y lideró los trabajos
de demolición. Hizo el segundo tras realizar un gran control en el área y
dejar en evidencia a un blando Piqué, y fusiló a Casillas. De Vrij
marcó el tercero, precedido de una falta sobre el portero madridista, y
Van Persie convirtió el cuarto tras aprovecharse de un grave error del
'Santo', quien le regaló la pelota.
Pero Robben todavía no había terminado. Era su noche, tiempo de
redención, y anotó el quinto después de ganar en una larga carrera a
Ramos y 'romper' a Casillas. Sonrió y sacó la lengua. Era un hombre
libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario