El mejor tinto de verano
Los puristas
cuestionan la adición de gaseosa al vino, pero estamos ante un
auténtico antídoto contra el calor. El mayor problema es que los
endebles hielos de los chiringuitos en las zonas de playa se suelen
derretir para cuando vas a dar el primer trago. Los mejores son los de
barril, en los que el tinto de verano ya viene preparado y refrescado
por gas, como las cañas.
No todos los blancos son iguales
Suelen
salir de cámaras frigoríficas a temperaturas muy bajas. Con el
ambiente se templan rápidamente, pero hay que tener cuidado porque no
todos los blancos son iguales: los más afrutados y ligeros de cuerpo
precisan temperaturas más bajas (unos 7 grados), pero cada vez hay más
blancos que pasan por madera, incluso jóvenes con estructura por su
estancia con las lías en el depósito, que para mostrarse en plenitud
necesitan temperaturas un poco más altas (entre 10 y 11 grados).
La espuma del aperitivo
Aproximadamente
el 50 por ciento de las ventas de espumosos en España se hace en
Navidad. Un hecho que condiciona su consumo al relacionarlos con las
copiosas comidas, cenas y sobremesas familiares, cuando su consumo ideal
es como aperitivo, tanto de mañana como de tarde. En cuanto a las
temperaturas de servicio, entre 5 y 8 grados, con un patrón similar al
del vino blanco: cuanto más joven y ligero, más frío.
¡Una cubitera para el tinto!
El
calor y el frío condicionan las características de un vino. El tinto no
puede servirse a temperatura ambiente en verano, por lo que normalmente
deberá refrescarse, aunque sin pasarse. Los tintos jóvenes pueden
bajarse hasta 12 grados para su servicio; y los criados, a 15 o 16
grados en estas fechas. Muchos establecimientos hosteleros no tienen
cavas o vinotecas (como deberían), que regulan a la perfección las
temperaturas, así que el consejo es pedir una cubitera, incluso con
tintos, y enfriarlos ligeramente.
Un calimocho sin complejos
No
se trata de desvelar si fue antes el huevo o la gallina, pero parece
ser que el origen del vino con refresco de cola es riojano y se bautizó
como rioja libre, aunque donde cuajó su consumo fue en el País Vasco,
con el nombre de kalimotxo. A priori es apto para la noche, por la
cafeína, aunque algún desaprensivo hostelero cobrará por él como si de
un combinado de lujo se tratase. Para los puristas, a nadie escandaliza
la mezcla de ron o güisqui de primera con cola, así que tampoco debería
hacerlo la mezcla con vino. Como siempre, cuanto mejor es el vino, mejor
es el resultado final, aunque si hay crianza de por medio el punto de
madera puede desvirtuarlo.
La locura de los rosados
Aunque
aún a distancia en consumo de los vinos blancos y tintos, los rosados
fresquitos están de moda e incluso causan furor últimamente, así que la
gran mayoría de las bodegas los han vuelto a incluir en su porfolio. Por
un lado, tenemos el rosado tradicional, elaborado exclusivamente con
uva tinta por sangrado y habitualmente con una potente estructura (y
grado alcohólico), que se caracteriza por aromas frutales intensos con
recuerdos a fresa y frambuesa. Pero los que están de moda son el clarete
o el rosé, es decir, vinos de color más pálido, similar a la piel de
melocotón, y de estructura más ligera, con una mayor presencia de frutas
blancas en lugar de rojas. En muchos casos, este tipo de vino se logra
con añadido de uva blanca o mosto blanco. Ahora bien, el uso en mayor o
menor porcentaje de uva blanca nada tiene que ver para diferenciar el
rosado del clarete. La diferencia está en la elaboración, ya que en el
primer caso la fermentación se hace sin contacto con los hollejos, con
lo que el color se obtiene en una etapa de maceración prefermentativa.
Como el término 'clarete' en España siempre se ha asociado a un vino
menor, la mayor parte de las bodegas usa el término rosé al estilo de
la Provenza.
Los maridajes playeros
Conozco
varios bodegueros elaboradores de blanco a los que les mosquea que sus
vinos se limiten a los pescaditos y marisquitos. Ciertos pescados
maridan perfectamente con tintos, así como las carnes más ligeras,
blancas por ejemplo, casan perfectamente con blancos. Como decíamos en
el caso de las temperaturas, el universo de los blancos no termina en
los ligeros y afrutados. En estos casos, lo mejor es seguir siempre el
criterio personal.
Mejor en compañía
El
vino, como concepto, es una bebida refrescante: además, como dijo
Pasteur, era la más higiénica de las bebidas en su tiempo. Hasta hace no
muchas décadas era más saludable beber vino que agua y aún podrá
encontrar abuelos o bisabuelos que tienen verdadera repulsión al agua al
tenerla asociada a la transmisión de enfermedades. El carácter
refrescante en los tintos, eso sí, se ha ido perdiendo por la progresiva
concentración y extracción como técnica de bodega y, especialmente, por
el empleo de maderas nuevas y fuertes tostados en la crianza. El vino
es social: hace amigos e incluso puede ser tema de conversación por sí
mismo. Una terraza, un buen grupo y una botella de vino es un magnífico
escenario para este verano.
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