TITULO : REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - ¡ ATENCIÓN Y OBRAS! CINE - TORERO - JOSE MARIA MANZANARES,.
¡ATENCIÓN Y OBRAS! CINE -
¡Atención y obras! es un programa semanal que,
en La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial
atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
TORERO - JOSE MARIA MANZANARES,.
-foto, José María Manzanares: «Nadie te dice ‘levántate' la autoexigencia nos mueve»,.
José María Manzanares es un icono del toreo actual. Su perfecta preparación hace de él todo un atleta de los ruedos,.
Treinta años y todo el éxito del mundo. ¿Cuánto trabajo y esfuerzo hay detrás?
–Muchísimo. Lo primero es que apenas estoy con mi familia. En cuanto
empieza el año me encierro con mi cuadrilla en el campo y luego en
temporada juntas un viaje con otro. Es un sacrificio tremendo.
–¿Si no hace ese sacrificio lo acusa?
–Para mí es la única manera de estar bien delante del toro. Necesito
estar aislado, mentalizado. Otras veces he preparado alguna corrida en
Alicante, y es difícil, hay demasiadas distracciones.
–Ha creado un nuevo sistema de entrenamiento encerrándose en el campo con su cuadrilla.
–La relación que tenemos va más allá de lo profesional. Para ellos
también es un esfuerzo tremendo dejar a sus familias. Y llega un momento
en el que todo fluye y nos entendemos con una mirada.
–¿Cuenta con entrenador personal?
–Lo he tenido. Ahora ya sé cómo prepararme y cuando tengo una duda,
llamo y me da instrucciones. Cuando vas cumpliendo años te vas
conociendo el cuerpo. Lo escuchas.
–¿Cuida la alimentación?
–Sí, y es lo que más me cuesta. Me gustan mucho las pizzas, las hamburguesas...
–¿Y lo nota?
–Mucho. El cuerpo no te responde igual. Los músculos no tienen la misma
rapidez. Incluso noto cuando engordo medio kilo. Con los trajes, que
son tan ajustados, te notas todo.
–¿Ha recurrido a un nutricionista?
–Sí, tengo la dieta para perder peso, la dieta para cuando estoy en él y la dieta para el día de corrida y la noche antes.
–¿Qué come un día de toros?
–La noche antes un filete de carne o pescado. Y el día de corrida no
desayuno. Tres o cuatro horas antes de torear tomo hidratos, para hacer
la digestión sin problemas.
–¿Pasta?
–Sí, pero sin salsas. Con agua. Me quito los refrescos.
–Y hay que sumar el desgaste de los viajes.
–Son duros, llegas de viaje a las cuatro o cinco de la mañana y cada noche en una cama distinta.
–¿Cuántos kilómetros se pueden hacer al año?
–Una vez lo calculamos y nos salían 100.000.
–¿Y un avión privado?
–En ocasiones sí lo uso. Cuando son viajes de 900 kilómetros. Solemos
alquilar uno de 5 o 6 plazas, el que haya disponible, y nos turnamos
quién viaja según lo cansados que estemos.
–En su caso, a pesar de la buena condición física ha pasado etapas difíciles de salud.
–El dengue fue horrible. En cuestión de salud he sufrido muchísimo. Fue
un calvario para mí. Me encontraba fatal pero no sabía qué me pasaba.
Esa incertidumbre te hace sufrir mucho. Tenía mareos, temblores, la
visión borrosa delante de los toros... Hasta que no pude más, sufría
hasta convulsiones.
–¿Y después?
–Seis meses tumbado en el sofá sin poder hacer esfuerzos.
–Y once operaciones en su mano izquierda.
–Se complicó mucho por las ansias de reaparecer. Se volvió a romper el
tendón y una vez más después. A la tercera me tuvieron que hacer un
injerto. No tenía movilidad la temporada pasada pero no quería pasar el
año en blanco.
–Algunas operaciones fueron brutales.
–Parecía que me había estallado una bomba en la mano. Y aparte de que
era horroroso, sentir la incertidumbre de no poder torear fue terrible.
–Esa capacidad de superación, ¿es uno de los valores de la Fiesta?
–Sin duda. La capacidad de sacrificio y la fuerza de voluntad en el toreo es brutal. Hay un respeto y una pureza enorme.
–¿Y el límite?
–No lo sé. Es curioso, porque nosotros no tenemos a nadie que nos diga
«levántate». Es la autoexigencia la que nos mueve. El ejercicio de
responsabilidad.
–Pero a la vez son muy jóvenes.
–Las tentaciones son muchas. Si no eres maduro es fácil perderse.
–¿Y la diversión?
–También, pero en momentos puntuales. En muchos casos entregas tu adolescencia y tu juventud por conseguir tu sueño.
–¿Por qué se recuperan tan rápido de las cornadas?
–Además de por la condición física, por la fortaleza interna. Estamos
acostumbrado a afrontar situaciones límites y eso te hace sentir fuerte
mentalmente.
–Teniéndolo todo. ¿Por qué jugarse la vida?
–Es algo muy espiritual. Es una vida muy interna, la concentración para
nosotros es vital, porque puedes perder la vida en cada movimiento.
Cada tarde pones tu cuerpo al límite y experimentas sensaciones
brutales. Algo que persigues desde lo más profundo de tu alma. Yo no he
sentido nada igual en mi vida.
–¿Y se sufre delante del toro?
–Muchas veces. Se sufre casi siempre, pero llega un momento en el que
disfrutas. Creas una conexión con el toro muy fuerte y aunque tengas
sensación de miedo es todo muy intenso. A veces llegas al callejón y te
pueden decir lo que quieran que tú estás metido en ti mismo.
–¿Agota vivir tan al límite?
–Te vacías. Física y mentalmente.
–Su padre fue un gran torero, ¿qué significa para usted?
–Mi padre ha sido mi fuente y mi espejo. Es al que más admiro, pero
muchas veces ha sido muy duro. Los dos tenemos un carácter fuerte y
hemos chocado. Siempre me ha gustado hacer las cosas a mi manera y a él,
que es sabio, le chocaba que le llevara la contraria. Hay que hacer lo
que uno cree aunque se equivoque. Si no, te traicionas.
–En Sevilla, con la Puerta del Príncipe, se dieron un gran abrazo.
–Representaba mucho para los dos, por lo que significa Sevilla.
–¿Cómo fue esa salida a hombros?
–Increíble, porque ves que la gente siente igual que tú. No hay
palabras para contar tanta felicidad. Lo ves en la cara de la gente.
–Le sacaron a hombros los propios chavales de las escuelas.
–Sí, se ha creado algo muy bonito.
–Y en Barcelona se desató la pasión.
–Era un día especial, la penúltima antes del cierre, habían pasado
muchas cosas en la plaza. La gente estaba entregada, indignada. Nos
llevaron hasta el hotel a hombros y en el ascensor sentía que les tenía
que dar algo a ellos, me quité la chaquetilla y la regalé. Cuando subí,
pensé que no era suficiente. Le dije al mozo de espadas que cortara la
taleguilla y el chaleco en trocitos y que los diera. Era un vestido
nuevo, pero se merecían todo.
–¿Qué relación mantiene con la moda?
–A veces hago algún reportaje, pero apoyado con una entrevista que dé a
conocer el mundo del toreo. El objetivo es difundir mi profesión. Y yo
creo que es bueno siempre que tú respondas en la plaza y tengas claro
que eres torero.
–Llega Madrid, ¿tensión máxima?
–Máxima. A lo mejor estás descansando después de comer, te viene a la cabeza y te inunda.
–¿Cuesta más jugarse la vida siendo padre?
–Muchísimo más. Cuesta salir de tu casa y dejar a tu familia. Siempre
le digo a mi mujer que me mande fotos, porque como estoy tan poco en
casa, necesito verle, y de camino a la plaza veo las fotos en el
móvil... Y los pensamientos son muy difíciles de llevar. Es una mezcla
de felicidad y tristeza.
«Necesito sentir el miedo»
Tarde a tarde, temporada a temporada, los toreros conviven con el
miedo. Uno más de la cuadrilla: «Yo lo necesito. A veces estoy sentado
en el sofá por la mañana y empiezo a sudar y a temblar. Así se me
manifiesta el miedo. Pero cuando lo siento voy más a gusto a la plaza.
Es como si fuera consciente de todo. Después, cuando haces el paseíllo
ya se convierte en concentración. Se me olvida que me voy a jugar la
vida o que estoy delante de 20.000 personas». Una sensación con la que
ponen al límite su cuerpo y también su carácter. «Soy muy visceral. En
un día puedo estar bien, al rato cansado y al otro de mal humor. Por eso
tienen tanto mérito las mujeres de los toreros, es muy complicado
entenderlo».
El apple del toreo
José
María Manzanares ha sido pionero en el uso de las redes sociales en el
toreo. «Desde que decidí ser torero tuve claro que había cosas que
quería cambiar. No del mundo del toro, pero sí en mi carrera. Quería que
fuera diferente. Mucha gente, sobre todo al principio, no lo veía bien,
pensaban que restaba misterio al torero... Pero a mí me parece
fundamental contar los valores del toreo, cómo vivimos, cómo son esos
inviernos, los triunfos, las frustraciones». De hecho, sí se está
notando una renovación en los tendidos. «Veo gente joven, que te siguen,
que saben tu historia, que generan un nexo de unión contigo y con el
toreo. Explicando los valores de la Fiesta, que son tan puros, es una
forma de enganchar a los jóvenes. Son el futuro. Cuando salgo a hombros,
me quieren sacar los chavales, sobre todo los que quieren ser torero. Y
lo prefiero, me satisface ver que la gente lo hace por devoción».
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - VIAJANDO CON CHESTER , EL SILENCIO FERTIL,.
VIAJANDO CON CHESTER
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género
periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
EL SILENCIO FERTIL,.
foto,.
El desvelamiento de la identidad de la escritora que se ocultaba tras el
seudónimo de Elena Ferrante ha provocado eso que todavía seguimos
denominando (con hipérbole nostálgica) ‘ríos de tinta’. Ofrecido como
una sesuda ‘investigación periodística’, sospecho que el
desenmascaramiento de Elena Ferrante se logró más bien jaqueando con la
mayor desfachatez y bellaquería los ordenadores de la editorial en la
que publicaba sus novelas, donde Anita Raja (que es el nombre poco
agraciado que se oculta tras el eufónico seudónimo) figuraba como
traductora al inglés de sus propias novelas (pero las cantidades que
percibía, abultadísimas, en nada se parecían a las cantidades raquíticas
que suele percibir un traductor). La revelación de la identidad de
Ferrante nos enfrenta descarnadamente con la emergencia de un periodismo
basuriento y felón, capaz de delinquir orgullosamente y a sabiendas de
que sus trapacerías nunca serán desveladas, porque la clandestinidad
tecnológica las ampara. Y, desde luego, nos confronta con el sentido
último del periodismo, que ya no sería tanto alumbrar una verdad cuyo
ocultamiento perjudica a su audiencia como excitar en su audiencia una
curiosidad morbosa que ningún beneficio procura a la comunidad, ni a las
personas que la integran. Y que, a la vez que excita esa curiosidad
morbosa, inflige un daño gratuito a la persona cuya intimidad se
expolia.
Pero sobre estos aspectos del caso ya se ha escrito sobradamente. En
cambio, se ha pasado de puntillas sobre una realidad sustantiva que tal
vez se halle en la raíz del odio que Elena Ferrante provocaba en el
periodismo basuriento y felón. Anita Raja, cuando decidió publicar sus
novelas con seudónimo, no lo hizo porque tuviera nada que ocultar, ni
porque quisiera jugar al escondite con sus lectores, sino por una razón
mucho más sencilla: no soportaba la notoriedad pública, no quería que le
diesen la lata con peticiones de comparecencia pública, no quería
conceder entrevistas, no quería participar en redes sociales ni
parecidas zarandajas. Quería, tan sólo, escribir novelas, encerrada en
su casa, rodeada de ese silencio fértil que es la mejor compañía del
escritor, pues lo mantiene centrado en lo que verdaderamente importa.
Quería permanecer al margen de la feria de las vanidades literarias,
quería ahorrarse las tediosas promociones que las editoriales imponen a
los escritores de éxito, quería desentenderse del destino posterior de
sus obras, una vez que las entregaba a su editor. Tuvo la suerte de
encontrar un editor que aceptó sus condiciones; y, como la fortuna
favorece a los audaces, las novelas de Elena Ferrante lograron
destacarse en las librerías, sin otro apoyo que el entusiasmo de los
lectores que las disfrutaron y corrieron a contárselo a sus amigos.
Al lograr un triunfo que acabaría siendo apoteósico desde ese silencio
fértil que es la mejor compañía del escritor, sin participar en
promociones estrepitosas, sin conceder jamás una entrevista, sin
rebajarse a soltar paridas ruborizantes y hacerse selfies
patéticos en las malhadadas redes sociales, Elena Ferrante estaba
lanzando un mensaje desafiante a nuestra época. Y nuestra época,
encarnada en ese periodismo basuriento y felón que ha desvelado su
identidad, se enrabietó. No podía soportar que una oscura traductora
metida a novelista pudiera alcanzar el éxito sin pasar antes por las
horcas caudinas de la publicidad. No podía soportar que no se resignara a
aceptar los códigos mercantiles al uso, que exigen al artista
convertirse en charlatán de su propia mercancía (cuanto más averiada,
mejor). No podía soportar que mostrara al mundo que la ubicuidad
mediática, las redes sociales y los estruendos publicitarios nada tienen
que ver con la creación literaria, sino que más bien la niegan y
repelen. Nuestra época, en fin, no podía soportar que el silencio fértil
de Elena Ferrante se alzase, a la postre, en el reclamo más eficaz, en
medio de un mundo atestado de ruido, provocando muchas más adhesiones
que el estrépito que suele rodear a los escritores más famosos.
Elena Ferrante fue, a la postre, víctima del resentimiento de nuestra
época, que no puede sufrir que un artista permanezca abrazado al
silencio, mientras los demás acatamos nuestra condición de zascandiles,
condenados a posar ante los fotógrafos, condenados a tuitear
mamarrachadas, condenados a rebuznar ante los micrófonos, condenados en
fin a acatar los códigos mercantiles que han convertido el arte en un
zoco de banalidad. Elena Ferrante era un escupitajo en el rostro de toda
esta tramoya; y por eso el periodismo basuriento y felón descerrajó su
identidad.