sábado, 13 de octubre de 2018

REVISTA SEMANAL EL PAIS - El abrigo perfecto,./ 8 CITAS FIN SEMANA - El feísmo vuelve a la moda ,.

TITULO: REVISTA SEMANAL EL PAIS - El abrigo perfecto,.

REVISTA SEMANAL EL PAIS - El abrigo perfecto, fotos.


 El abrigo perfecto,.

Resultat d'imatges de REVISTA SEMANAL EL PAIS La firma italiana Herno dio sus primeros pasos confeccionando gabardinas tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy elaboran prendas de lujo con tejidos técnicos de alto rendimiento. Ligeros pero cálidos, impermeables y al mismo tiempo transpirables.

LA REGIÓN del lago Mag­giore es una de las zonas más húmedas de Italia. Llueve al menos 100 días al año. Aquí se encuentra el único museo del mundo dedicado al paraguas. Y también el origen de una firma que dio sus primeros pasos confeccionando gabardinas hace ya 70 años. La fábrica de Herno se ubica en la pequeña localidad de Lesa, camuflada entre el follaje del bosque y junto al río Erno, que le da nombre. Claudio Marenzi, hijo menor del fundador, tomó las riendas de la empresa en 2005. Bajo su batuta, Herno ha comenzado a utilizar materiales deportivos en sus productos de lujo y se han introducido novedosas técnicas y diseños que la competencia no ha tardado en emular. A Marenzi le obsesiona que los tejidos alcancen su máximo rendimiento, lograr la prenda perfecta.
La empresa facturó 7 millones de euros en 2007. El año pasado, 96 millones
El abrigo perfectoGiuseppe Marenzi fundó Herno tras la Segunda Guerra Mundial, en 1948. Él mismo había trabajado durante la contienda en una empresa de impermeables. En aquella época el tejido a prueba de agua se conseguía tratando el algodón con aceite de ricino, la misma sustancia que se utilizaba como combustible para los aviones militares. Los primeros productos comercializados por Herno fueron gabardinas. En los sesenta llegarían los abrigos de cachemir, los de doble capa y otras prendas como trajes y vestidos. También en esta época comenzaría la apertura de la compañía al mercado internacional. Herno fue una de las primeras casas italianas que abrieron una tienda en Japón en 1968. Un empresario nipón había llegado a la zona atraído por la fabricación de paraguas y descubrió el trabajo del señor Marenzi. En los ochenta alcanzaron el mercado estadounidense. Su buen hacer sedujo a grandes firmas de lujo que comenzaron a encargar a la manufactura italiana la confección de las prendas de abrigo de sus colecciones. Durante los noventa, la mayor parte de la producción de la casa italiana se elaboraba para terceros.
En 2005 Claudio Marenzi tomó las riendas de la empresa familiar y decidió dar un vuelco a la estrategia de negocio. El menor de los tres hermanos, que llevaba trabajando en la firma desde su adolescencia, apostó por potenciar la marca Herno. La decisión ha demostrado ser un éxito. En 2007 la empresa facturó 7 millones de euros. El pasado año esa cifra había crecido hasta los 96 millones de euros. “El valor de esta compañía es que somos una manufactura desde hace 70 años. Herno representa realmente el estilo italiano. Es necesario conocer esa historia para planear el futuro”, resume Marenzi, de 56 años. Las primeras innovaciones llegaron en 2008 con una línea de plumíferos realizados con tejidos muy ligeros cuyas plumas se inyectaban directamente en la prenda. Esa colección marcaría el nuevo rumbo de Herno y también uno de los mayores plagios que ha sufrido la firma.
Herno introdujo fibras que hasta entonces solo usaba la industria deportiva
Patrones y prototipos en la zona de patronaje.
En uno de sus habituales viajes a Japón, Marenzi se topó a la salida del aeropuerto con un anuncio gigante de Uniqlo en el que Orlando Bloom lucía un plumas idéntico a los confeccionados por la firma italiana. Arrastrando las maletas, tomó un taxi hasta una de las tiendas de la multinacional japonesa y allí encontró decenas de réplicas de sus plumíferos. “Estoy bastante orgulloso de que mis competidores nos copien. Significa que estamos haciendo las cosas bien”, explica el empresario.
Patrones y prototipos en la zona de patronaje.
El episodio no modificó los planes de Marenzi, que continuó con su búsqueda de la prenda perfecta. ­Ligera pero abrigado. Impermeable y a la vez transpirable. “La innovación está en nuestro ADN. En mi opinión, la calidad hoy día no está solo en la confección, sino también en el rendimiento de los materiales”. Por este motivo la firma introdujo en 2012 fibras que hasta entonces solo se usaban en la industria deportiva. Más tarde, para poder seguir adelgazando los tejidos introdujeron el sellado de las prendas con calor y pegamento. Cuanto más fina es una tela, más complicado es trabajar con ella. También implementaron las costuras con ultrasonidos o el corte de las telas con láser.
Medio centenar de costureras trabajan en la fábrica de Lesa.
Medio centenar de costureras trabajan en la fábrica de Lesa.
Beatricce, la jefa de las costureras, lleva 44 años en la empresa. Tan pronto repasa los pespuntes de una manga como maneja una termoselladora para rematar un abrigo. La sastrería tradicional y la tecnología más innovadora se encuentran en las manos de esta mujer y el medio centenar de modistas que trabajan a sus órdenes. Herno tiene otras dos factorías en Sicilia y Rumania, pero en la fábrica de Lesa es donde se diseñan las prendas y se crean los prototipos, más de 3.000 hasta la fecha. Hay un total de 180 trabajadores entre costureras, diseñadores y patronistas. El propio Claudio Marenzi tiene su despacho a escasos metros del traqueteo de las máquinas de coser. Una amplia sala con grandes ventanales por los que solo se ve bosque. Hay varios escritorios de madera de distintas épocas junto a las paredes. El de la secretaria de Marenzi, Monica, perteneció en su día al fundador de la empresa. El del propio Marenzi está custodiado por un maniquí con su uniforme de oficial del ejército y una diana. Hay plantas, papeles y cuadros por doquier.
Diseños de Herno para el otoño-invierno de 1960.
Diseños de Herno para el otoño-invierno de 1960.
Marenzi es un gran aficionado al arte. La fábrica de Lesa parece un gigantesco museo. La sala de costura, por ejemplo, está presidida por un cuadro de una mujer empuñando un fusil y un lema: Sisters, be strong (hermanas, sed fuertes). De esta pasión surgió una de las señas de identidad de la marca. Un gancho de acero y cuero del que cuelgan todas sus prendas en los escaparates de la firma y también en los anuncios. “Me pareció conceptual. No quiero dar a nuestro consumidor ningún mensaje de estilo de vida. Si te compras mis abrigos, serás más guapo, rico o inteligente”, explica. La intención del empresario es que la calidad de sus productos hable por sí misma. Otra de las obsesiones de Marenzi es la sostenibilidad. Todos los tejidos de sus modelos se pueden reciclar y sus fábricas producen toda la energía que consumen con placas solares. No podría ser de otra manera. Marenzi explica que toda su vida gira en torno al río Erno, el bosque y el lago Maggiore. “La mayor inspiración para mí es mi territorio”. 

 TITULO: 8 CITAS FIN SEMANA -El feísmo vuelve a la moda ,.

 El feísmo vuelve a la moda,.


foto / Lo advirtió la célebre editora de moda Diana Vreeland: “Demasiado buen gusto puede ser aburrido”. Y, ciertamente, la industria parece habérselo tomado al pie de la letra: una ola de feísmo nos invade. Crocs con plataforma, superposiciones desmesuradas, capas-manta… Esta temporada las marcas se cubren de estudiada transgresión para seducir a nuevos públicos,.

Desfile de la colección otoño-invierno 2018-2019 de Maison Martin Margiela Couture.CORRÍA EL AÑO 2000 de la era cristiana cuando, tras visitar las ruinas del foro romano, me compré mis primeras sandalias Birkenstock… en una ortopedia. Me alegré cuando se pusieron de moda porque dejé de sentirme una outsider feísta. Quizá por ello, a mí no me preocupa el ugly chic, la ola de feísmo que nos invade. Ocurre cada 10 años aproximadamente: en los ochenta fue el punk; durante la crisis económica de los noventa, el grunge, las jolie laides de Prada… La historia se repite.
Desfile de la colección otoño-invierno 2018-2019 de Maison Martin Margiela Couture.
Esta temporada las marcas de lujo van un paso más allá y se disfrazan de freaks: modelos estrafalarias, yux­taposiciones imposibles, estilos de británico rarito, fakes de lujo, falso vintage, capas-manta, superposiciones desmesuradas, colores flúor, arriesgados vinilos, monos-media zentai cubriendo desde la cara hasta los pies, diseños híbridos —como las deportivas dinosaurio-babucha de Loewe o las crocs con plataforma de Balenciaga— e imágenes directamente vulgares que cosechan miles de likes, como la campaña de Martin Parr para Gucci.
Cuestionar las nociones recibidas de belleza confiere un tono transgresor y ‘cool’ a las marcas clásicas
Son varios los motivos que aúpan el feísmo actual. Cuestionar las nociones recibidas de belleza confiere un tono transgresor y cool a las marcas clásicas. Horteradas celebradas por su voluntad de serlo acercan a las firmas a nuevos públicos alejados de la convencionalidad y poco dispuestos a dejarse domesticar, al menos de entrada. Debido a la feroz competencia por vender, presentar imágenes que desentonan logra pescar la atención en el confuso mar de impactos publicitarios de las redes, al tiempo que ofrece un signo de distinción para los que quieren estar a la última. La tendencia feísta cuestiona lo que consideramos bello, pero no el glamour que rodea a las figuras de estilo, sean artistas, modelos o celebridades, y a las propias marcas fetichizadas. El marketing logra que una buena modelo, respaldada por un equipo creativo, nos venda lo que sea y supercelebrities como Rihanna consiguen, por ejemplo, que unas más que dudosas chanclas de tacón se agoten en horas.
Imposible prever que llegaríamos a considerar las zapatillas como presentables atuendos y, sin embargo, llegaron para quedarse
El feísmo vuelve a la modaDiana Vreeland afirmaba: “Demasiado buen gusto puede ser aburrido”, y, ciertamente, convertir lo marginal en cool es consustancial a la moda. Del gueto a ­Vogue, mudaron chaquetas de cuero y vaqueros, zapatos de plataforma, pantalones pirata, bermudas gastadas, lentejuelas, pantalones cagados, boyfriend trousers, purpurina a gogó, piercings y tatuajes, riñoneras y deportivas desmesuradas. Que el streetwear invada el lujo no es nuevo y algunas de estas piezas cambiaron para siempre nuestros hábitos de estilo. ¿Recuerdan a las ejecutivas neoyorquinas de los ochenta dirigiéndose al trabajo con sus trajes de hombreras y sus zapatillas de deporte que luego cambiaban por sti­lettos en la oficina? Imposible prever que llegaríamos a considerar presentables atuendos con zapatillas y, sin embargo, llegaron para quedarse. Transigimos con lo que podría calificarse de feo o vulgar por comodidad, porque nuestras vidas no se corresponden con la indumentaria ideal, desconectada de la realidad cotidiana, que tantas revistas nos proponen.
Arriba, propuesta de la colección otoño-invierno 2018-2019 de Burberry Prorsum. Abajo, modelo de Versace.
Arriba, propuesta de la colección otoño-invierno 2018-2019 de Burberry Prorsum. Abajo, modelo de Versace.
Como señala Umberto Eco en su Historia de la fealdad, lo feo no es “el infierno de lo bello”, sino otro registro estético. Sabemos que tanto la belleza como la fealdad son construcciones culturales que se modifican según el entorno social y político. Los elementos estéticamente disonantes se introducen para crear tensión, para inducir una sensación de inestabilidad que espera, atenta, una resolución. En moda, algo tiene edge cuando rompe con la armonía clásica. Edge es lo poco convencional e inesperado, lo inquietante, lo que no nos lo pone fácil. Edge es asomarse al precipicio de lo que no es bello y reconocerlo, porque nuestra realidad tampoco lo es. De hecho, vivimos rodeados de convulsiones dramáticas, moral y estéticamente feas. Son muchas las imágenes de barbaridades que nos llegan: pobreza, atentados, hambrunas, guerras, migraciones, exilios, catástrofes naturales, violaciones, enfermedades…, imágenes que nunca podremos reducir a una moda. Quizá el feísmo actual obtenga cierto eco social como —¿vano?— intento de conquistar nuestro desagrado. Probablemente durará poco, porque ansiamos belleza y armonía y porque a la fealdad de la vida solo la vence la piedad, no la última riñonera de Gucci, por más deseable que —¡oh, ilusas!— nos pueda llegar a parecer. Mientras, un año más de la era cristiana —y de las otras— habrá pasado, punzante. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario