domingo, 27 de julio de 2025

España Directo -Economía - Las ‘telecos’ europeas exigen a Bruselas que ponga fin a las 34 normas que les restringen ,. / Mi casa es la vuestra - Julia Otero ,. Viernes - 25 - Julio ,. / Detrás del muro - PÁGINA DOS - Rosa Montero ,. Martes - 22 , 29 - Julio ,. / Cartas de amor - Despues de un tiempo caminando juntos ,.

   TITULO: España Directo - Economía - Las ‘telecos’ europeas exigen a Bruselas que ponga fin a las 34 normas que les restringen,.

Las ‘telecos’ europeas exigen a Bruselas que ponga fin a las 34 normas que les restringen,.

 Imagen de varios ciudadanos usando sus móviles en Berlín.

foto - Imagen de varios ciudadanos usando sus móviles en Berlín.

Un informe de Connect Europe demanda que se deroguen directivas como la de privacidad electrónica y se simplifique el “mosaico” de regulaciones,.

 Connect Europe, la principal asociación de operadores de telecomunicaciones de la UE, ha exigido a la Comisión Europea que derogue o simplifique el “mosaico” de los 34 conjuntos de obligaciones regulatorias que afectan a todo el recorrido de la relación comercial con sus usuarios, desde la adquisición del cliente hasta la prestación del servicio y, en última instancia, la desconexión. Para ello, pide que se eliminen directivas como las de la privacidad electrónica, y se armonice,.

 

TITULO: Mi casa es la vuestra - Julia Otero ,. Viernes - 25 - Julio ,.

Viernes - 25 - Julio    a las 22.00, en Telecinco, foto,.

 

 Julia Otero ,.


Julia Otero lleva top, de El Corte Inglés; pantalón, de Cortefiel; chaquetón, de Roberto Verino, y pendientes, de Thomas Sabo.

Julia Otero: "Soy libre y estoy serena, perpleja y moderadamente feliz",.

Muchos quisieron jubilarla antes de tiempo cuando saltó la noticia de que se iba al fin de semana de Onda Cero. Pero lo cierto es que en la cabeza de Julia Otero nunca estuvo la retirada sino dedicarse más tiempo a sí misma. La periodista gallega sigue al pie del cañón "surfeando la ola de culo", aunque se lleve algún "revolcón".

Decir el nombre de Julia Otero es decir comunicación, pero, sobre todo, es decir radio. No concede entrevistas nunca y las pocas que da las elige con mucho cuidado. "No sé qué interés puedo tener o qué puedo añadir a mis horas de radio", explica a YO DONA. Pero hay otra razón, una que a lo largo de esta conversación adquirirá todo el sentido: "No me acabo de fiar de nosotros mismos". Se refiere a los periodistas.

Si algo ha caracterizado a Julia Otero en sus casi 50 años de profesión -lleva trabajando desde los 17 en los medios de comunicación y ha cumplido ya los 65- es que nunca ha sido una mujer ni una profesional que se engañe a sí misma. De hecho, para ella es fundamental no traicionar sus ideales, sus creencias, su pensamiento, sus orígenes...

Porque para Julia Otero sus raíces son la clave de todo lo que es ella hoy por hoy. Sin la educación que recibió en su casa, sin lo que le enseñaron su familia y su entorno, reconoce más de una vez que se habría tirado "por una pendiente y hubiera destrozado mi carrera, mi futuro profesional". Sin embargo, aún hoy, la periodista gallega tiene muy presente todo lo que aprendió en su infancia y que siempre ha llevado por bandera.

"Mis padres se quedaron en España, pero tengo todo tipo de primos que se fueron a Alemania, a Francia, a Gran Bretaña, y vivían en guetos, en situaciones de mucha penuria, de muchas necesidades para poder ahorrar y volver a casa o enviar dinero a los que se habían quedado aquí", cuenta la periodista tras la sesión de fotos en un estudio de Hospitalet. Es lo que ella llama su ADN gallego, "ponerme en la piel del otro".

Aceptó esta entrevista con YO DONA después de meses y meses de insistencia. Julia Otero no se traiciona a sí misma. Sin embargo, pese a las interminables horas de sesión fotográfica, a verse fuera de su hábitat -pues ella siempre está al otro lado-, y pese a todos los cambios de traje, de postura, de lugar, Julia Otero no deja de sonreír. Es feliz, se le nota. Y, sobre todo, está muy tranquila porque no debe nada a nadie y porque, y en esto insiste mucho, es "completamente libre".

"No he renunciado nunca a nada por este trabajo. Al contrario, me ha dado privilegios, el mayor de ellos el de ganarme la vida lo suficientemente bien como para llegar a los 60 años siendo libre. Sí, lo soy. Eso es lo importante. Soy libre porque nadie me puede obligar a hacer lo que está en contra de mis principios. Porque no tengo una hipoteca que pagar a final de mes, ni hijos a los que criar. Y eso me lo ha permitido este trabajo. El éxito que he ido teniendo a lo largo de las décadas es haber llegado a esta edad con libertad". Es decir, Julia Otero se puede levantar de una mesa y decir "pues me voy y el último que salga que cierre la puerta".

¿Cómo se entrevista a una persona como Julia Otero, que ha marcado la historia radiofónica y televisiva de nuestro país? Pues por el principio. Y el principio actual de Julia Otero es que después de años siendo la voz de la tarde en Onda Cero, a finales de la temporada pasada tomó una decisión de la que se dijeron muchas cosas, pero pocas eran verdad.

¿A qué se debió ese cambio? Porque se publicaron muchas informaciones. ¿Cuál es su versión?
No es mi versión, es la verdad. La verdad es que 20 horas semanales en antena implica vivir literalmente en la radio, no tener tiempo ni por la mañana ni por la tarde. Llegar a la radio a una hora y marcharse a otra quiere decir que el día se expande como el gas. O sea, estás todo el día metida en la radio. Y, bueno, después de 2021 y del susto de la salud [fue diagnosticada de un cáncer de colon del que hoy sigue recuperándose con revisiones cada tres meses] me di cuenta de que me apetecía tener más tiempo para la vida.

La vida de Julia Otero no es nada especial o, al menos, eso es lo que ella cree. Hasta septiembre de este año era pasar horas y horas en la radio, preparar su programa, Julia en la Onda, con total minuciosidad, estar pendiente de todo, currarse las entrevistas como nadie y, sobre todo, "no perder la realidad de quienes nos escuchan".

Cuando saltó la noticia de que Jaime Cantizano abandonaba Mañaneros, el programa de La 1 de las mañanas, para sustituir a Julia Otero, que se iba a los fines de semana de la emisora, se publicó de todo; lo peor, que Atresmedia la estaba apartando por ser precisamente esa nota discordante. La realidad fue todo lo contrario. A Julia Otero, que cerró temporada con 602.000 oyentes al día, le costó meses convencer a los mandamases para que le dieran el visto bueno, pues todavía le quedaba un año de contrato en las tardes, meses de reuniones, de intentar persuadirlos para que la dejaran irse al fin de semana. Y cuando lo consiguió, sus propios compañeros, los periodistas, le dieron la vuelta. "Yo soy dueña de lo que digo, pero no de lo que quien me entrevista cree que estoy diciendo, y a veces el prejuicio de quien te entrevista lleva a no retratar la verdad", nos advierte. Queda ya claro por qué no se prodiga en los medios.

 

TITULO: Detrás del muro - PÁGINA DOS  - Rosa Montero, Martes - 22 , 29  - Julio  ,.


PÁGINA DOS - Rosa Montero ,.

 

Martes - 22 , 29  - Julio , a las 22:00, en La2, foto,.

 

 Rosa Montero

 

 Página Dos se desplaza al Madrid del siglo XXII porque en él Rosa Montero ubica Animales difíciles, la cuarta entrega de Bruna Husky. Javier Argüello, Carlos Fenollosa y Laura G. de Rivera hablan de los límites de la IA. Y se rinde un homenaje a Miguel López, El Hematocrítico.

 

 

TITULO:  Cartas de amor - Despues de un tiempo caminando juntos ,.

 Despues de un tiempo caminando juntos ,. 

23 de Julio de 2005. Y desde entonces, hasta hoy ♥️ Creo que entonces, ni  nosotros mismos creíamos que llegaríamos hasta aquí, pero el AMOR, o crece  o muere Durante estos años,

foto / A medida que las preguntas se acumulan, los conflictos morales se vuelven cada vez más complejos. Estar en paz con uno mismo no es sencillo y puede que lo más recomendable, de cara a esquivar cierto estatismo ético, sea no conseguirlo nunca por completo. He dedicado mucho tiempo a trabajar en el libro que ahora es Árboles frutales (Ed. Dieciséis, 2021) a lo largo de los últimos meses, incluso más a reflexionar acerca de su fundamento. Estoy convencido de la potencia política de un proyecto de estas características, pero me he encontrado dudando con relativa frecuencia acerca de sus cimientos morales, unos cimientos sin los cuales dicho potencial difícilmente podría realizarse. Desestimo hablar aquí del proceso de escritura de este libro. En él están inscritas las circunstancias de todas las personas que han participado en su concepción; una voz no es suficiente para condensar cuarenta voces. Lo único a lo que puedo aspirar es a pensarlo radicalmente, a apuntalar la base sobre lo que todo lo demás está ya edificado.

Conviene comenzar explicando un par de cosas: Árboles frutales nació el pasado mes de marzo de 2020, durante las primeras semanas de confinamiento, en un momento de incertidumbre generalizada en el que todos buscábamos asideros. Es cierto que el armazón logístico del proyecto corrió de mi parte, pero no así su diseño inicial: la idea de poner en común nuestras tensiones personales surgió como un intento conjunto de reestablecer una comunicación quebrada. Ante todo, la vocación era justificar el paso apelmazado de aquellos primeros días. Una tarde, varias conversaciones simultáneas se reunieron en ese punto; un mes y medio después, aquello había fructificado en cuarenta textos escritos por cuarenta personas distintas, una por día, desde el 22 de marzo hasta el 30 de abril. El mecanismo era sencillo: cada mañana se subía un texto al perfil común de Medium, se compartía en Twitter y comenzaba la conversación. Al cerrarse el proyecto, la editorial Dieciséis me contactó para convertirlo en un libro. Y esto es todo lo que cabe decir sobre el camino.

El potencial político de Árboles frutales se revelaba de manera algo evidente. La idea era resemantizar el acto de escritura, desgajarlo del sistema de producción y presentarlo como una vía alternativa, sin propósito especial. En un momento de crisis como el que vivíamos, en el que la interrupción de nuestra costumbre era la menor de las tragedias —los fallecidos aumentaban cada día, miles de personas perdían sus empleos o se veían obligadas a acogerse a ERTEs que descompensaban sus economías domésticas, enfermos de patologías distintas se enfrentaban a un alto grado de desatención médica; cualquier llamada de auxilio por nuestra parte habría sido una frivolidad—, hablar de Árboles frutales suponía asociar la escritura al ejercicio de la levedad, de lo ocioso. La intención era abrir un espacio común en el que estar juntos y estar lo mejor posible. No podíamos pretender hacer nada importante porque, si los lazos entre la literatura y la praxis pública son de por sí débiles en un contexto de posmodernidad, la circunstancia histórica acababa de anularlos por completo.

Así que la primera tensión moral que sobrevino a Árboles frutales fue la siguiente: había que establecer quiénes iban a participar en aquella conversación. En un momento dado, al comienzo del proyecto, estimé la posibilidad de abrir totalmente sus puertas y permitir que todo aquel que así lo deseara pudiese publicar un texto en la plataforma de la que disponíamos. Justifiqué mi decisión de no hacerlo de esa manera en base a un fundamento de orden estético: difuminar los bordes del artefacto en el que Árboles frutales se estaba convirtiendo suponía hacer lo propio con su carácter político. Romper la intimidad de la conversación podía provocar que la conversación se quebrase, que se transformase en un desfile de monólogos simultáneos.

En el mes de abril, superado el ecuador del proyecto, Andrea Gumes me escribió para invitarme a Tardeo, uno de los programas que dirige en Radio Primavera Sound. Durante la conversación que Pablo Caldera, Rosa Berbel y yo mantuvimos con Andrea, ella hizo referencia a la cuestión de la endogamia que recorre la industria cultural y, en concreto, la literaria. Parecía evidente, dada la naturaleza del proyecto, que esta era una problemática central y difícil de esquivar. Todas las personas que participaron en él son, en mayor o menor medida, amigas mías. El último texto del mismo, sin ir más lejos, lo firmó mi propio padre. No me cuesta, sin embargo, sostener ahora la respuesta que balbuceé entonces; sigo creyendo que la asociación entre personas cercanas entre sí para la ejecución de un proyecto común solo se vuelve problemática cuando éstas comparten una característica nuclear: la de ocupar una posición de poder y ejercerlo indiscriminadamente en su propio beneficio —y en perjuicio, claro está, de aquellos sobre los que el poder es ejercido—. Aunque me cueste mucho pensar que nosotros ostentemos ningún poder de esa clase —carecemos, para empezar, de los medios económicos para hacerlo—, sigo pensando que esta cuestión no debe perderse de vista de cara al futuro.

Me he vuelto rígido porque desde un principio consideré que el desarrollo de un proyecto de estas características se fundamentaba sobre una base precaria. Si me pongo estricto, no puedo considerar que Árboles frutales sea una antología, ya que mi labor no ha sido la de un recopilador: el cruce entre las voces está en la genética misma del libro, resulta imposible concebirlo más allá de esos términos. El hecho de que yo no pueda hablar del proceso creativo de cuarenta personas diferentes no implica que no pueda hacerlo acerca del resultado de esa conversación. La voz que mana es una sola, porque la primacía de la comunidad se impone sobre sus individuos aun respetando las diferencias que, por otra parte, posibilitan el diálogo entre ellos. No creo que ningún texto de Árboles frutales pueda arrancarse del contexto que representa el libro. Esto nos sucedió a todos a la vez.

Siento que a lo largo del último año he descansado poco. Dadas las circunstancias, lo más probable es que eso solo me convierta en un ser humano más. De todos modos, ese cansancio acumulado hace que me tiemble la voz al hablar de Árboles frutales. Todas las vueltas que he dado a su alrededor, pensándolo y repensándolo, me han hecho llegar a la conclusión de que este es un proyecto moral abierto. Y de que la cuestión moral es estar juntos. La literatura es un medio más.

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