- EL VIAJE DE NUJEEN,.
El viaje de Nujeen: atravesar Europa para huir de la guerra
Nujeen recorrió más de 5.000 km durante un mes, siendo menor de edad y en silla de ruedas.
Hay viajes que te cambian la vida. Lo sabe bien la protagonista de esta historia, que atravesó Europa para huir de la guerra. Recorrió más de 5.000 km durante un mes, siendo menor de edad y en silla de ruedas. Nujeen Mustafa sufre parálisis cerebral, pero gracias a su determinación y coraje ha sido capaz de sortear las peores adversidades.Nos hemos conocido en Tenerife, en el festival Periplo que se celebra en el Puerto de la Cruz. Un encuentro internacional de Literatura de Viajes y Aventura, donde esta joven siria relató su increíble éxodo y lamentó la indiferencia internacional ante el drama de los refugiados. Todo un ejemplo de fuerza de voluntad y capacidad de superación. Otra joven extraordinaria, la paquistaní y Nobel de la Paz Malala Yousafzai ha dicho de ella: "Nujeen me inspira a soñar sin límites. Es una heroína. Todo el mundo debería conocer su historia". Y su historia comenzó como la de millones de refugiados sirios, cuando estalló la guerra y tuvo que dejar atrás su tranquila vida en Alepo. Nujeen nació en el seno de una humilde familia kurda y, por su discapacidad, no pudo ir a la escuela. Apenas salía de casa –un quinto sin ascensor– y pasaba horas frente a la televisión, viendo películas, series y documentales. Así aprendió inglés.
A finales de agosto de 2015, sus padres decidieron que debía marcharse y pedir asilo en Alemania. Le acompañaría su hermana Nasrine, de 25 años, que siempre había cuidado de ella y empujaría su silla de ruedas. Lo consiguieron y hoy viven en un suburbio de Colonia con otras dos hermanas y sus sobrinas. Nujeen en kurdo significa "vida nueva", justo lo que ahora tiene tras una dura travesía por tierra, mar y aire. En Alemania pudo asistir por primera vez a la escuela y está siendo tratada de su enfermedad. Nujeen es un ejemplo de que los refugiados son capaces de adaptarse a su país de acogida. Habla con fl uidez alemán y no le ha costado tener amigos. Su repentina fama no le ha hecho olvidar lo que ha dejado atrás. Aún se emociona al pensar en su casa de Alepo destruida por los bombardeos y en sus padres, a los que no ha vuelto a ver.
Hace un año por estas fechas la tragedia de los refugiados sirios se coló en nuestras vidas. Las imágenes de mujeres, niños y ancianos soportando temperaturas bajo cero y durmiendo al raso conmocionaron al mundo. Hoy ya no ocupan portadas de periódicos ni abren telediarios. Pero el drama persiste y casi
ningún país europeo ha cumplido con los compromisos de acogida y reasentamiento. Es vergonzoso que miles de refugiados sigan malviviendo en campamentos de Italia o Grecia, países desbordados por esta crisis, y que se cierre las puertas a quienes huyen de la barbarie con la esperanza de mejorar sus vidas.
Cuando se le pregunta a Nujeen qué diría a los presidentes de los países europeos que miran hacia otro lado, responde con rotundidad: "No somos números, somos personas que lo han perdido todo y merecemos una segunda oportunidad".
TITULO: LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA -Margaret Atwood: 'El éxito me hace sentir rara',.
fotos - Margaret Atwood: 'El éxito me hace sentir rara',.
La autora de 'El cuento de la criada', la novela en la que está basada la serie más aclamada de 2017, es, a sus 78 años, una activa usuaria de las redes, una ecologista empedernida, y una fustigadora de los totalitarismos. Tras el éxito de su distopía feminista, llega ahora a la televisión 'Alias Grace', basada en otra de sus fábulas sobre la opresión que sufren las mujeres.
camila cavendish
'¿Le enseño mi mirada de desaprobación?', pregunta Margaret Atwood, novelista superventas, militante de los derechos humanos, autora de la novela distópica 'El cuento de la criada',
que se ha convirtido en líder de audiencia entre los seriéfilos. 'El
cuento de la criada' está lleno de desaprobación, especialmente de
hombres puritanos hacia las mujeres que se atreven a pensar por ellas
mismas. Como también lo está 'Alias Grace', la miniserie que estrenó Netflix el 3 de noviembre, sobre una mujer acusada de asesinato.
Atwood hace un cameo en la serie, basada en su novela del mismo título publicada en 1996. 'Hago de la Mujer Que Desaprueba', dice envolviéndose en su chal con coquetería. ¿Tiene diálogo su papel? 'Solo silbo'.
Atwood es sorprendentemente alegre para ser alguien que escribe historias de opresión, tortura y catástrofes ecológicas.
Cuando descubre que quien la está entrevistando ha estudiado en
Harvard, susurra con aire de conspiración: '¿Se ha dado cuenta de que
situé el Servicio Secreto de Gilead (los malos de 'El cuento de la
criada') en la Widener Library?'. Widener es la biblioteca más
importante de la Universidad de Harvard: la escritora fue hasta allí
para investigar los juicios contra las brujas de Salem. Es un lugar más bien solemne y su perfil aguileño se ilumina con un aire infantil de travesura por haber dado ese golpe.
Su figura resulta totalmente incongruente en el adormecido oasis de la asociación Royal Over-Seas League donde hemos quedado: una figura de pájaro con una masa de cerrados rizos grises, que habla de manera torrencial y pide más café al camarero con un tono de gruñido. Me cuenta que siempre se aloja aquí cuando visita Londres. Lo lleva haciendo los últimos 30 años. 'Nunca imaginé que fuera admiradora del Imperio Británico', le digo. 'Soy canadiense –responde solemne–, soy parte de una colonia. La Reina es la cabeza de nuestro Estado. Si no lo fuera, tendríamos que tener presidente, como en Estados Unidos. Y ya ve como está la cosa por allí…'.
A diferencia de 'El cuento de la criada', que describe un futuro distópico, la nueva serie, 'Alias Grace' es una historia de misterio histórico. Está basada en la meticulosa investigación sobre el caso de una mujer acusada de asesinato en el Canadá de 1840.
Pero ambos libros hablan de la opresión, y las series que los han
adaptado describen a mujeres que visten modestamente con cofias, esos
grandes y rígidos artefactos, como pantallas de lámpara, que tanto se
llevaban en el apogeo de la mojigatería victoriana.
'Creo que se ha convertido en la reina de las cofias', le digo. Se ríe, complacida. '¿Ha visto el editorial de moda de Vera Wang publicado en Vogue?', pregunta, cogiendo su teléfono para enseñármelo. 'Es un homenaje' –utiliza la palabra de forma sardónica con acento francés, al tiempo que levanta sus cejas– a 'El cuento de la criada''. Empieza a pasar la galería de imágenes, observando los vestidos. 'Son obras de arte. Los vestidos son estéticamente atractivos dentro del horror y del totalitarismo', dice. ¿Cómo le hace sentir eso?, le pregunto. 'Rara –dice de forma inmediata–, pero en este momento, todo me hace sentir rara. Rara es la manera en que me siento'. ¿Se siente rara por tener 1,6 millones de seguidores en Twitter a los 77 años? '1,75', responde de inmediato, clavándome los ojos desde debajo de sus cejas. Luego, de una forma más suave, prosigue: 'Muchos de ellos son robots. Lo sabes cuando te envían un mensaje que dice: 'Echo de menos tu gran pene'. Entonces te das cuenta de que no saben quién eres'. Pero parece que se han dado cuenta que no voy a pinchar nunca más en cosas así'.
Sabe
que mi siguiente cita es un show televisivo de política y me pregunta
si me hacen comentarios desagradables en Twitter. Le respondo que sí y
que parecen más hirientes que las cartas que recibíamos los periodistas
hace 10 años. 'Así aparece esa masa de quema-brujas', dice. ¿Qué cree
que deberíamos hacer con ello? 'No tengo ni idea. ¿Acaso soy Dios?
–exclama con los ojos muy abiertos, burlándose–. No se puede decir que sea necesariamente culpa de la tecnología. Es más bien una sobrevaloración de las partes buenas de la naturaleza humana y una subestimación de las partes malas'.
Muchas de las obras más conocidas de Atwood se centran en la resbaladiza naturaleza de la verdad y en cómo los seres humanos no somos siempre honestos con nosotros mismos.
'Alias Grace' es la historia de una supuesta asesina cuya reserva, a
los ojos de una sociedad muy sensible a la ofensa moral, frustra todos
los intentos para descubrir si es inocente o culpable. Grace Marks fue
una destacada figura en el Canadá de 1840. La encarcelaron tras el
asesinato de Nancy Montgomery y Thomas Kinnear, en cuya casa trabajaba
como sirvienta. James McDermott, un chico que trabajaba en los establos,
fue ahorcado por los asesinatos y Grace sentenciada a ser encarcelada
de por vida. Ella y McDermott dieron cada uno varias versiones
diferentes de los hechos, y el chico acusó a la criada momentos antes de
ser ejecutado.
Le digo a Atwood que 'Alias Grace' es uno de los libros más desconcertantes que he leído nunca.
'Si todo el mundo estuviera seguro de su culpabilidad, no habría tenido
interés –dice–. Hubiera sido otro relato de crímenes basado en hechos
reales. Puedes comprar ese tipo de libros en las estaciones inglesas de
tren, que me gustan mucho. Aunque ya no sé si los venden. Eran historias
de crímenes cuyos culpables habían sido atrapados, así que eran
habitualmente bastante estúpidos'. Margaret Atwood acaba casi ahogándose de risa contándome algunas de esas historias.
¿Cree que Grace lo hizo? 'No lo sé –dice–. Repasé minuciosamente todos
los detalles. Por supuesto es como todo, los crímenes en los que se ven
envueltos un hombre y una mujer habitualmente ocurren así: o bien el
hombre lo hace y la mujer es la instigadora demoniaca de todo; o ella es
inocente, y fue aterrorizada y amenazada de muerte, y es una víctima.
Apenas tenía 16 años'.
Durante
años, Grace afirmó que no recordaba lo que había pasado. Pero Atwood
introduce a un psiquiatra de ficción cuyas visitas a Grace en la prisión
empiezan a desatar la oscuridad de su pasado. La tensión entre los dos personajes es irresistible
y en la serie los episodios están rodados con primeros planos largos y
lentos, lo que permite al espectador centrarse en sus emociones. Sarah
Gadon realiza una interpretación poderosa de Grace, una inmigrante
irlandesa que es a veces ingenua y a veces muy perspicaz. 'Asesina es una palabra muy fuerte. Asesino es simplemente brutal', dice Grace al comienzo del primer episodio. 'Preferiría ser una asesina a un asesino, si esa es la única elección'.
Esta y otras elusivas declaraciones hacen del personaje un puzle. Y Atwood lo enfatiza con el tema de los edredones. La sirvienta era una buena costurera y hay muchas escenas en las que se ve a mujeres cosiendo en silencio. Atwood se excita cuando habla de los edredones victorianos, explicando que la cultura de las jóvenes se movía en torno a ellos. Ella misma vio de pequeña hacerlos, porque sus abuelos vivían en una granja en la rural Nova Scotia, 'que no tuvo electricidad hasta el comienzo de los años 60'. Todos los trozos sobrantes de tela se convertían en edredones o alfombras. 'No se tiraba nada', asegura.
La escritora admira la inteligencia de Grace, y su dignidad a lo largo de una vida de pobreza y humillación. Tras publicar el libro, varios investigadores encontraron el Leavings letter de Grace Marks, un cuestionario sobre la vida en prisión rellenado por aquellos que eran puestos en libertad. 'Había unas 32 preguntas, del tipo: '¿Cómo era la comida?' o '¿Ha aprendido algo que le sea de utilidad? –dice Atwood–. Cuando le preguntan a qué atribuía su encarcelamiento, da una respuesta que es una obra maestra de las evasivas: 'Me encarcelaron por haber estado empleada en la misma casa que un villano'. Y eso es todo'.
¿Con qué le gustaría que la gente se quedara de 'Alias Grace'? 'Nunca tengo ese tipo de deseos. Los lectores son individuos. Cuando me preguntan cuál es la moraleja pienso: no es así como funciofunciona la ficción'. 'El cuento de la criada' es sin duda una historia con moraleja, le digo. 'Pero no tiene solo una. He visto cómo se debatía sobre el libro en foros de la red como si fuera un manual de instrucciones. Y no es así'.
Le
digo que me siento ligeramente engañada por no saber de qué lado estar
con 'Alias Grace'. 'Fue una historia muy conocida en su tiempo. La gente utilizaba a Grace como una pantalla en la que proyectaban sus sentimientos sobre las mujeres,
sobre los irlandeses y sobre la clase baja'. Y esa es la clase, según
Atwood, que ayudó a Trump a ganar el poder. 'La forma en que el clasismo
funciona en Estados Unidos es que una persona de color, de clase media y
razonablemente acomodada, bajará siempre los ojos ante un blanco de
clase baja'. Pero esto ha ocurrido durante décadas, le replico. 'Sí,
pero la clase baja trabajadora se siente ahora como una fuerza social y
se ha cansado de ser 'una panda de indeseables'. Que fue como
estúpidamente les definió la señora Clinton'. Margaret Atwood pronuncia 'señora' con un énfasis irónico. Entonces dice algo que me parece central en la mayor parte de su producción literaria. 'No creo que se pueda entender de verdad a la gente a menos que estés dispuesto a admitir que su punto de vista tiene sentido para ellos por cómo han sido tratados'.
¿Le dan alguna esperanza los menguantes índices de las encuestas de Trump? Discute mi diagnóstico. 'Permanecen inamovibles', dice, haciendo el gesto de coger mi cuaderno de notas para dibujar un gráfico. 'Se mantiene entre la aprobación del 40 y del 34% –dice, dibujando uriosamente– Y la desaprobación permanece entre el 61 y el 55%'. Pero estos índices no tienen precedentes en una etapa tan temprana de la Presidencia, y esto es, sin duda, muy significativo. 'Eso es lo que dicen, que nunca han visto nada parecido. Si asumimos que es cierto, consideremos las opciones. Hacer un impeachment a Trump, que se iría y, como consecuencia, tendríamos a Mike Pence como presidente, que es un totalitario mucho más eficaz'.
Atwood hace un cameo en la serie, basada en su novela del mismo título publicada en 1996. 'Hago de la Mujer Que Desaprueba', dice envolviéndose en su chal con coquetería. ¿Tiene diálogo su papel? 'Solo silbo'.
El éxito me hace sentir rara, pero en este momento todo me hace sentir rara"
Margaret atwood
Su figura resulta totalmente incongruente en el adormecido oasis de la asociación Royal Over-Seas League donde hemos quedado: una figura de pájaro con una masa de cerrados rizos grises, que habla de manera torrencial y pide más café al camarero con un tono de gruñido. Me cuenta que siempre se aloja aquí cuando visita Londres. Lo lleva haciendo los últimos 30 años. 'Nunca imaginé que fuera admiradora del Imperio Británico', le digo. 'Soy canadiense –responde solemne–, soy parte de una colonia. La Reina es la cabeza de nuestro Estado. Si no lo fuera, tendríamos que tener presidente, como en Estados Unidos. Y ya ve como está la cosa por allí…'.
Cualquier parecido con la realidad...
El ascenso de Donald Trump, que coincidió con la adaptación para la televisión de 'El cuento de la criada' (aquí emitida por HBO España), ha catapultado a Atwood desde la notoriedad a la verdadera fama. Su historia de esclavitud sexual en un Estados Unidos del futuro,
gobernado por la derecha fundamentalista, donde la contaminación ha
dejado estériles a la mayoría de las mujeres, mientras el resto son
forzadas a la reproducción, ha dado en el clavo y tocado una fibra
sensible. Vistiendo como doncellas, con vestidos rojos y cofias blancas
(como en la serie), muchas mujeres se han sentado en silencio a través
de todo Estados Unidos para protestar contra las medidas de Trump contra
sus derechos. Otras, indignadas por los comentarios sexistas del
presidente, se han manifestado con pancartas en las que se leía:'Haced que Atwood sea ficción otra vez'.
Aunque ella no se define como feminista –utiliza las palabras con mucha
precisión y prefiere hablar de derechos humanos–, está complacida con
el impacto. Y sorprendida.
'El cuento de la criada' no tiene una única moraleja ni puede leerse como un libro de instrucciones."
margaret atwood
'Creo que se ha convertido en la reina de las cofias', le digo. Se ríe, complacida. '¿Ha visto el editorial de moda de Vera Wang publicado en Vogue?', pregunta, cogiendo su teléfono para enseñármelo. 'Es un homenaje' –utiliza la palabra de forma sardónica con acento francés, al tiempo que levanta sus cejas– a 'El cuento de la criada''. Empieza a pasar la galería de imágenes, observando los vestidos. 'Son obras de arte. Los vestidos son estéticamente atractivos dentro del horror y del totalitarismo', dice. ¿Cómo le hace sentir eso?, le pregunto. 'Rara –dice de forma inmediata–, pero en este momento, todo me hace sentir rara. Rara es la manera en que me siento'. ¿Se siente rara por tener 1,6 millones de seguidores en Twitter a los 77 años? '1,75', responde de inmediato, clavándome los ojos desde debajo de sus cejas. Luego, de una forma más suave, prosigue: 'Muchos de ellos son robots. Lo sabes cuando te envían un mensaje que dice: 'Echo de menos tu gran pene'. Entonces te das cuenta de que no saben quién eres'. Pero parece que se han dado cuenta que no voy a pinchar nunca más en cosas así'.
Sospechosas habituales
Nunca tuvo intención de estar en las redes sociales. 'Me metí en ello por error, como con muchas otras cosas en la vida', dice. Empezó con un blog en 2009 para promocionar una versión musical de 'El año del diluvio', una novela sobre los supervivientes de una catástrofe biológica. 'Me dijeron: 'Vas a necesitar una cuenta de Twitter', y yo dije: '¿De verdad?'. Lo primero que tuve que hacer fue librarme de dos personas que ya estaban por allí, simulando ser yo. La única manera de parar a la gente que intenta suplantarte es hacerlo tú mismo'. Como veterana bloguera en la era de las noticias falsas, ¿piensa que las redes sociales son un medio de hacer el bien? 'No. Son un instrumento humano, y como el resto de los instrumentos humanos, tiene un lado bueno, un lado malo y un lado estúpido que no habías previsto. Internet, cuando empezó, era ese lugar idealizado en el que los científicos querían compartir sus investigaciones. ¿Pensaron que iba ser invadido por el spam o el porno? No. Nadie vio eso, nadie vio que Twitter sería utilizado para manipular elecciones'.La clase baja blanca ha aupado a Trump. A él no le importan, pero hace como si los viera."
margaret atwood
Yo tampoco se si Grace es inocente o culpable. Si hubiera estado claro no tendría interés."
atwood
Esta y otras elusivas declaraciones hacen del personaje un puzle. Y Atwood lo enfatiza con el tema de los edredones. La sirvienta era una buena costurera y hay muchas escenas en las que se ve a mujeres cosiendo en silencio. Atwood se excita cuando habla de los edredones victorianos, explicando que la cultura de las jóvenes se movía en torno a ellos. Ella misma vio de pequeña hacerlos, porque sus abuelos vivían en una granja en la rural Nova Scotia, 'que no tuvo electricidad hasta el comienzo de los años 60'. Todos los trozos sobrantes de tela se convertían en edredones o alfombras. 'No se tiraba nada', asegura.
La escritora admira la inteligencia de Grace, y su dignidad a lo largo de una vida de pobreza y humillación. Tras publicar el libro, varios investigadores encontraron el Leavings letter de Grace Marks, un cuestionario sobre la vida en prisión rellenado por aquellos que eran puestos en libertad. 'Había unas 32 preguntas, del tipo: '¿Cómo era la comida?' o '¿Ha aprendido algo que le sea de utilidad? –dice Atwood–. Cuando le preguntan a qué atribuía su encarcelamiento, da una respuesta que es una obra maestra de las evasivas: 'Me encarcelaron por haber estado empleada en la misma casa que un villano'. Y eso es todo'.
¿Con qué le gustaría que la gente se quedara de 'Alias Grace'? 'Nunca tengo ese tipo de deseos. Los lectores son individuos. Cuando me preguntan cuál es la moraleja pienso: no es así como funciofunciona la ficción'. 'El cuento de la criada' es sin duda una historia con moraleja, le digo. 'Pero no tiene solo una. He visto cómo se debatía sobre el libro en foros de la red como si fuera un manual de instrucciones. Y no es así'.
El cuento de la política
Y ¿cuál cree que es el atractivo de Trump? 'Actúa como si pudiera ver a esas personas –dice–. En realidad, no le importan ni ellos ni nadie. Está dispuesto a firmar una ley de salud que sin duda excluiría a esa mayoría de gente del sistema. Pero aun así actúa como si los viera'.¿Le dan alguna esperanza los menguantes índices de las encuestas de Trump? Discute mi diagnóstico. 'Permanecen inamovibles', dice, haciendo el gesto de coger mi cuaderno de notas para dibujar un gráfico. 'Se mantiene entre la aprobación del 40 y del 34% –dice, dibujando uriosamente– Y la desaprobación permanece entre el 61 y el 55%'. Pero estos índices no tienen precedentes en una etapa tan temprana de la Presidencia, y esto es, sin duda, muy significativo. 'Eso es lo que dicen, que nunca han visto nada parecido. Si asumimos que es cierto, consideremos las opciones. Hacer un impeachment a Trump, que se iría y, como consecuencia, tendríamos a Mike Pence como presidente, que es un totalitario mucho más eficaz'.
En Canadá somos transigentes. Entre ir al cielo y un debate sobre el cielo, nos quedamos con el debate."
margaret atwood
¿Se ha planteado meterse en política?
Me mira asombrada. 'No. Sería una política horrible. Siempre he sido de
Marte'. Supongo, digo, que odia transigir. 'En realidad, no me importa
hacerlo –dice–. Soy canadiense y eso es lo que hacemos. Hay un chiste
sobre un grupo de personas que van hacia el cielo. Encuentran una
desviación en el camino con un letrero que dice: 'Al cielo' y otro que
dice: 'A un debate sobre el cielo'. Y todos los canadienses eligen el
debate', dice mientras se ríe.
Es
un buen chiste, aunque me cuesta imaginar a Margaret Atwood
transigiendo. Pero quizá la edad la esté suavizando. 'Soy muy mayor
–protesta–. Ya sé que usted cree que no, pero lo soy'. Admite que ha
tenido recientemente problemas de sueño tras una lesión de rodilla,
causada por lo que llama con tristeza 'un episodio con una escalera y un
bebé'. Pero se muestra tan enérgica al final de la entrevista como al principio. Tiene que ir al teatro para hacer una presentación. Y con una risa seca se levanta de un golpe.
TITULO: SALVADOS LA SEXTA - Zapatero vs Mas,.
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