LA CHICA LUNES -11- DOMINGO -17- DICIEMBRE - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -11- DICIEMBRE - LA HORA DE ALBA MERINO,./ EN LA TUYA O EN LA MIA - MIERCOLES -13- DICIEMBRE - EL ARTISTA - DANIEL CANOGAR,.
TITULO: LA CHICA LUNES -11- DOMINGO -17- DICIEMBRE - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -11- DICIEMBRE - LA HORA DE ALBA MERINO,.
DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -11- DICIEMBRE,.
El programa está conducido por la periodista catalana Susanna Griso.
Cada semana visitará la casa de un personaje famoso relevante y
mediante el hilo conductor de la entrevista, irá desgranando la vida de
los famosos. Como novedad la periodista se instalará en las casas de los
invitados durante dos días pasando una noche allí. El martes -11- diciembre a las 22:40 en antena 3, etc.
LA CHICA LUNES -11- DOMINGO -17- DICIEMBRE - LA HORA DE ALBA MERINO,. LA HORA DE ALBA MERINO, foto,.
PRIMERA FEMENINA,.
La hora de Alba Merino,.
Alba Merino atiende las indicaciones de Juan Carlos Antúnez en un entrenamiento.
El Santa Teresa recibe hoy al Levante, otra dura prueba en la que la de Guadiana del Caudillo tiene mucho que decir,.
Alba
Merino (Guadiana del Caudillo, 15 de mayo de 1989) llegó este verano a
un Santa Teresa que con ella pretendía dar un salto en su cuarta
temporada en Primera Femenina. Su calidad, su experiencia en el Puebla,
Atlético de Madrid y Levante y su DNI extremeño la convertían en un buen
estandarte con el que jugar por fin la Copa de la Reina. Cuatro meses
después, que el Santa Teresa se meta entre los ocho primeros suena a
sueño porque la realidad del equipo pasa por evitar despertarse
cualquier día en puestos de descenso.
Hasta ahora, Alba no ha
destacado en un Santa Teresa gris que sobrevive de los goles de Estefa.
Realmente nadie lo ha hecho. Hoy puede ser un buen momento para que la
centrocampista tire de galones aunque tenga que ser ante sus antiguas
compañeras del Levante. «Será un partido especial, pero al final son
tres puntos que necesitamos, nada más. Será raro jugar contra las que
han sido mis compañeras muchos años, pero dentro del campo no tengo
amigas, fuera lo que quieran», explica Alba sobre lo que significa para
ella jugar ante el que fuera su equipo las últimas seis temporadas.
Alba
es optimista para hoy y para el resto de la temporada. «Estamos
animadas, hemos tenido tiempo para reflexionar y cargar pilas gracias a
la jornada de descanso. Tenemos plantilla para estar más arriba, estamos
trabajando bien y con ese trabajo es con lo que conseguiremos salir de
ahí abajo».
Juan Carlos Antúnez no podrá contar hoy, además de con
las lesionadas Sofía, Raquel y Ariadna Rovirola, con dos de sus
delanteras: Carla, con esguince de rodilla, y la mexicana Mariana.
Aunque la línea que más preocupa al técnico pacense es la defensa. «El
Levante es un equipo muy ofensivo, con un gran potencial de medio campo
hacia delante. Necesitan pocas ocasiones para que Charlyn, que lleva ya
nueve goles, marque. Y no es la única que puede hacer daño», explica
Antúnez, que se siente en deuda con la afición. «La afición está
respondiendo, y se merece una victoria».
Despertar hoy con la
primera victoria en casa ante el quinto clasificado puede tener premio
para el Santa Teresa, que este diciembre cierra la primera vuelta con
otros tres encuentros en los que sumar está en su mano. El próximo
miércoles juega en casa del colista Zaragoza, el domingo 10 recibe al
Albacete, y el 17 visita a la Real Sociedad, el otro equipo que hoy
ocupa puesto de descenso. Es hora de Alba Merino.
TITULO: EN LA TUYA O EN LA MIA - MIERCOLES -13- DICIEMBRE - EL ARTISTA - DANIEL CANOGAR,. EN LA TUYA O EN LA MIA - MIERCOLES -13- DICIEMBRE,. En la tuya o en la mía fue un programa de entrevistas que presentaba Bertín Osborne en TVE 1. El miercoles -13- diciembre a las 22:30, etc.
foto - EL ARTISTA - DANIEL CANOGAR,.
Daniel Canogar: “Mentalmente, ya hemos abandonado la Tierra”,.
Acercarse
a la vulnerabilidad humana a través de la tecnología que nos deslumbra.
Luz y oscuridad. La pérdida de la memoria. La avalancha que destruye el
planeta. Obsesiones de uno de los artistas con más proyección
internacional.
Daniel Canogar en su estudio de Madrid.
Le pillamos en pleno inventario de su estudio, situado en una zona de
talleres de Madrid, en un edificio aséptico en una extraña calle sin
salida, donde también tiene su casa. Está a punto de viajar a Canadá,
donde pasa los veranos. Buen momento para mirar atrás, alrededor y
adelante. Nos abre la puerta una figura de 1,95 metros, entre
desgarbada, quijotesca y ensimismada, que responde tras reflexivas
pausas. En
1985, cuando despuntaba como fotógrafo, y este periódico publicó la
primera entrevista con usted, hablaba ya de la saturación de imágenes en
que vivíamos. En 1985. ¿Qué podríamos decir ahora que casi todo el
mundo está permanentemente tomando imágenes?
La fotografía se ha convertido en una experiencia de performance.
Ahora es casi más importante tomar la foto que la foto misma, porque
esas imágenes no permanecen, desaparecen, la inmensa mayoría
desaparecen. Todo circula y nada se guarda…
Exactamente. Antes tú tomabas una foto y tenías el carrete, las
copias, el álbum… Ahora son millones de fotos metidas en los
ordenadores, hasta que los ordenadores acaban petándose, se quedan
obsoletos, los tiras, y nada permanece. ¿Esa preocupación por captar el instante, pero no por
revisarlo, puede estar cambiando nuestra manera de mirar y recordar,
nuestra memoria?
Como le decía, la fotografía es ya casi como una performance. Se
trata de constatar que tú en ese momento estás haciendo algo, pero que
no permanece. Lo importante es el gesto, el acto, el momento. Y yo creo
que eso tiene que ver mucho con la memoria. La fotografía en sus
orígenes fue una especie de asistencia a la memoria, como una forma de
intentar evitar el olvido; ahora es todo lo contrario, la fotografía
ayuda al olvido y a una amnesia colectiva, que yo entiendo que es
extremadamente peligrosa. Tenemos que recordar siempre de dónde venimos
para saber adónde vamos.
El cerebro necesita tiempos de pausa para procesar lo que pasa
Daniel Canogar
(Madrid, 1964), hijo del pintor Rafael Canogar (Toledo, 1935), uno de
los mayores representantes de la abstracción española y uno de los
fundadores del grupo El Paso, un colectivo decisivo en la articulación
de la vanguardia artística en Madrid, es uno de los españoles con más
proyección internacional en el panorama de las artes plásticas. Tiene
obra en las colecciones de centros como el Reina Sofía, el Musac, el
Museo de Historia Natural de Nueva York, el Museo de Arte Contemporáneo
de Lyón y el de la Evolución Humana de Burgos. Su videoinstalación
Travesías presidió en 2010 el atrio de la sede del Consejo de la Unión
Europea en Bruselas, coincidiendo con la presidencia semestral española.
En su trabajo emerge la contradicción tecnofilia/tecnofobia: se acerca a
los nuevos medios y soportes tecnológicos, a avanzados dispositivos que
le permiten expresarse, pero desde las lecciones del arte povera y la
identificación con los residuos y la chatarra; deslumbrante y efectiva
metáfora del vértigo de una caducidad cada vez más apremiante y una
sociedad que ensalza el consumo de usar y tirar y la hipergeneración de
basura. ¿Sigue apuntando artísticamente a los mismos objetivos que en
1985: las ciudades, el cuerpo humano, la luz, los pies? ¿Son esos aún
sus principales puntos de interés?
Toda persona tiene una mirada muy concreta, muy afilada hacia ciertas
cosas, y, sin embargo, otras ni las ve. Todos tenemos nuestras pequeñas
obsesiones. Eso para un creador se hace mucho más evidente, porque lo
materializa, lo expresa, lo da a conocer a través de la obra de arte.
Sí, yo creo que podría coger esas fotos de pies que tomé en 1984 y
expuse en 1985 y relacionarlas con mi obra actual. Tienen que ver con
una mirada diferente a la realidad, que no es frontal; como soy muy
alto, en ese momento me parecía muy refrescante bajarme al suelo y ver
el mundo como lo ve un bebé o un escarabajo. Esos cambios de perspectiva
han permanecido en mi trabajo. Pero si tuviera que resumir cuáles son
los temas que se repiten en mi obra, quiera yo o no, porque a veces no
quiero que se repitan, pero salen sin querer, son temas que tienen que
ver con la luz y la oscuridad –y la fotografía, en su grado cero, es
fundamentalmente luz y oscuridad–; con la memoria y, sobre todo, con la
angustia por la pérdida de la memoria, que es la angustia por la pérdida
de identidad, tanto a nivel personal como colectivo, y con un cuerpo
humano que tiene una relación compleja con la tecnología.
Detalle de su estudio y forma repetida en sus obras.
¿Ha tenido alguna experiencia cercana relacionada con la pérdida de memoria, con el Alzheimer, por ejemplo?
No siento que haya vivido una experiencia traumática relacionada con
la memoria, pero es un tema que me preocupa obsesivamente y está siempre
presente en mi obra… Es una experiencia personal…Todos tenemos una
inquietud con nuestra memoria. Yo la tenía fabulosa… ¿Y ya no?
A mí me gusta mucho leer prensa, soy adicto a estar informado, creo
que he tenido una vocación periodística un poco frustrada. Y yo creo que
esa adicción mía a la información me ha erosionado mucho mi memoria. ¿Por la adicción a procesar datos, por, como se dice ahora, usando un término de nuevo cuño, ‘infosaturación’?
Yo creo que me he pasado. Es una teoría que tengo… Yo creo que nos
está pasando a todos. Hay estudios neurológicos muy interesantes que
dicen que el cerebro necesita tiempo de pausa para procesar, no solo en
el momento de dormir. A veces, por ejemplo en una cola para comprar
entradas en el cine, en vez de estar jugando con el móvil, deberíamos
estar pensando qué ha ocurrido esa tarde en la oficina. Esos momentos en
blanco, esos vacíos, antes nos ayudaban a procesar lo que nos había
ocurrido; hoy día no dejamos esos huecos, y eso para mí es el gran
peligro, que estamos haciéndonos incapaces de procesar, como individuos y
como sociedades. Yo, afortunadamente, tengo la herramienta del arte
para procesar. Yo recibo mensajes que me impactan, me angustian, me
duelen, me preocupan, y en vez de dejarlos ahí, necesito devolver la
pelota a la realidad. Esto es algo que la creación puede y debe hacer.
El arte es un bote salvavidas que me ayuda a digerir los momentos tan
turbulentos que estamos viviendo. Como artista me interesa saber cómo
nos adaptamos, qué hacemos para adaptarnos a esos cambios. Ese es precisamente el tercer punto de su lista de
obsesiones: la complejidad de la relación del cuerpo humano con la
tecnología. A usted se le llama ‘el artista de la chatarra’, ¿pero es
algo, mucho, más, no?
El bipartidismo es un modelo demasiado simplista, caduco
La chatarra me interesa por su componente tecnológico, y por una
empatía hacia esos aparatos. Tengo aquí mi colección de cámaras
antiguas, a las que guardo un cariño enorme, y tengo aquí expuesto el
primer ordenador que adquirí en 1987. Cuando lo compré, pensaba que
estaba montado en el futuro, que ya estaba todo resuelto. Y proyecté una
enorme cantidad de ideas, de deseos, de ilusión en él; en esa
pantallita escribí mi primer libro. Estos aparatos se convierten en una
parte de nosotros. Yo soy incapaz de tirar este ordenador. Me identifico
mucho con los artefactos, sobre todo cuando se hacen mayores, caducos.
Nosotros también nacemos con una fecha de caducidad. Y eso les hace muy
humanos, creo que tienen su vida propia. Esa fecha de caducidad parece ser cada vez más corta para todo, y eso produce vértigo.
Ahí entra en juego esa no permanencia, y esa amnesia. Esa
virtualización, desmaterialización, de nuestras vidas que digo que me
preocupa sobremanera y nos hará repetir errores. ¿Alguna vez entendió la fotografía que tanto le apasionaba
como algún tipo de reacción frente a la pintura representada por una
figura tan importante como la de su padre?
Era interesante liberarse de la historia de la pintura española,
tener un principio nuevo y fresco. Pero realmente yo estaba muy
acomplejado con la fotografía cuando empecé. Porque comencé con 15 o 16
años, y era la visión de unos amigos tomando fotos para una revista,
todo como muy pequeño. Hasta que fui a Nueva York… Cuando me trasladé a
mitad de los años ochenta, la fotografía vivía un momento muy importante
allí, de estar asaltando el campo del arte contemporáneo. Ahí es cuando
me di cuenta de que estaba por el camino correcto, y que tenía un
enorme potencial. Yo a Nueva York fui como vivencia, sin apenas dinero,
sin conocer a nadie. Hice las maletas, fui… Y me quedé 10 años. A los
pocos meses de llegar conseguí un trabajo en Naciones Unidas como
colgador de abrigos; por las tardes-noches estudiaba. Venía aquí a
Madrid a hacer los exámenes finales de la Universidad, hacía Ciencias de
la Información, Imagen. Iba sacando los cursos, y cuando ya me
licencié, hice un máster en Fotografía.
Daniel Canogar.
¿Y sigue viviendo a caballo entre Madrid y Nueva York?
No, no, yo ahora estoy a caballo entre Canadá y Madrid.
Fundamentalmente tengo aquí el estudio. Cambié Nueva York por Montreal
porque mi mujer es canadiense y porque, además, tengo que decir que he
vivido muchos años en Nueva York, que me gusta tenerla cerca, pero no
necesariamente vivir en ella. Me agota enormemente. Me encanta
visitarla, y creo que la aprovecho así mucho más. Si vives allí, te come
el tiempo. En Canadá estoy religiosamente julio y agosto. El resto
tengo como base Madrid, pero viajo continuamente. ¿Qué encontró en Nueva York que no había en España esa primera vez que fue y se quedó 10 años?
Encontré mi voz artística, un lugar para empezar realmente a buscar
mi vocabulario, una afirmación en mis intereses artísticos, una ciudad
que por sí misma es una escuela maravillosa, por la cantidad de
exposiciones que hay, y sobre todo un lugar donde recibí una atención
extremadamente personalizada de mis tutores, que hablaban de mi trabajo
durante una hora o una hora y media una vez al mes. Y a mí se me
saltaban las lágrimas de emoción, de que alguien me hiciera tanto caso y
analizara tan exhaustivamente mi obra. Eso fue algo enormemente
valioso, me hizo sentir que validaban mi trabajo. Y eso me ha hecho
sentir después un enorme interés por la docencia, y aunque esté muy
liado, siempre intento dar alguna clase, algún taller, intento devolver
ese regalo que me dieron esos profesores que entendían perfectamente lo
que los jóvenes artistas necesitan: un estímulo. ¿Y qué les dice a los que empiezan ahora en estos tiempos tan raros?
Son difíciles de otra forma. En los ochenta, también. Ahora por otras
razones. Entonces era muy difícil viajar, también había muchísimo paro.
La gente joven de ahora ha viajado mucho más, hay una relación con
Europa que no teníamos los de mi generación; gracias a EasyJet, RyanAir,
las becas Erasmus… Eso ha creado un bagaje y unos conocimientos
artísticos sobre lo que se hace en Londres, en Berlín. Para nosotros era
muy difícil acceder a eso. Pero sobre todo quiero subrayar una
necesidad: me gustaría que los artistas que trabajamos aquí pudiéramos
estar más orgullosos; tenemos muchos complejos, consecuencia en parte de
un efecto espejo, porque no estamos siendo valorados. El circuito del
arte contemporáneo es muy bueno para empezar, hay una serie de
instituciones en España que son modélicas, que dan una oportunidad a
jóvenes emergentes, como La Casa Encendida y Matadero en Madrid, Artium
en Vitoria, Koldo Mitxelena en San Sebastián, La Panera en Lleida, Marco
en Vigo… Son centros muy valiosos, pero, una vez hecho ese circuito,
los artistas llegamos a un techo de cristal y solo nos queda lanzarnos
al abismo internacional por nosotros mismos. Me hubiera gustado que mi
generación hubiera recibido un apoyo, que no es otra cosa que creer en
lo que estamos haciendo, confiar en nosotros… Es lo que pasa en el Reina
Sofía, que se supone que es el buque insignia del arte contemporáneo
español, ¿dónde están las grandes exposiciones de artistas españoles de
mi generación, artistas entre 40 y 50 años? ¿No es girar siempre en torno al papá Estado, a la tutela
desde lo público?, ¿no debemos también responsabilizarnos como
ciudadanos, cuidarnos y esforzarnos por nuestro propio desarrollo?
Yo no creo en el autodidactismo; es una solución en un territorio de
escasez. No es un modelo útil para que una sociedad avance. Yo he sido
bastante autodidacta, pero cuando te encuentras con los medios
adecuados, con los profesores adecuados, que te dicen mira esto y esto,
¡buah!, es un subidón, das un salto cualitativo. Dios mío, qué
importante es tener a alguien que te dé unas coordenadas… Volviendo a la relación del ser humano con la tecnología, ¿cuál es su opinión sobre los científicos?
Cada vez me siento más cercano a ellos, cada vez reivindico más la
idea del artista como un investigador, que investiga con otras
metodologías y objetivos, pero que investiga la realidad. Es un rol que
lo siento mucho en mi proceso de trabajo; no soy un creador de meros
objetos estéticos, sino que estoy interpretando una realidad, unas
circunstancias, que es también básicamente lo que hacen los científicos.
Creo que ahí está el futuro.
España es de extremos: una masa borreguil e individuos brillantes
¿Más que en las ideologías o las políticas? ¿Cómo ve a los políticos?
Creo que es un sector profesional que, desafortunadamente, no está
atrayendo a gente con talento, gente con una visión. El sistema político
actual es demasiado simplista. Hay un desfase extremo entre el
bipartidismo y la compleja realidad, la crisis en que vivimos. El
bipartidismo es un modelo caduco; creo que surgirá un debate, y de ahí,
un modelo más complejo. ¿Cómo, vía movimientos como el 15-M?
Para mí, el 15-M, que ha trascendido la ocupación de la Puerta del
Sol, se ha convertido en un estado mental, en una forma diferente de
afrontar el debate político; se estén ocupando o no las calles,
encuentro que es un movimiento muy esperanzador, uno de los fenómenos
más interesantes de los últimos años en el mundo político. Sin duda. Quizá nos pueda, aquí también, el ansia por la respuesta
inmediata, pero ¿cómo pueden cristalizar esos movimientos en algo
concreto y ejecutivo? ¿Pueden cambiar las mentalidades de las nuevas
generaciones?
A mí ya me ha cambiado la mentalidad. Claramente. Necesita un tiempo
de reposo, de maduración. Es un cambio político bastante radical, y eso
necesita su tiempo, pero siento que se empieza a abordar a través de
este movimiento la complejidad de la realidad. Cuando está en Canadá, con la perspectiva que aporta la distancia, ¿cómo ve España?
Allí, la economía y el país en sí son tan estables que resulta hasta
aburrido. Pero Canadá tiene algo muy loable, una política de inmigración
muy inteligente que apoya muchísimo la llegada de ciertos sectores
profesionales, como por ejemplo los ingenieros. Saben captar talento,
eliminando impuestos y contribuyendo el propio Gobierno en el pago del
sueldo. Montreal ha logrado convertirse en la capital del software de
videojuegos, un negocio enorme. Yo, como artista y como pyme que tengo
contratado a un ingeniero de telecomunicaciones, que se ha convertido en
una parte importante de mi trabajo, si trasladara mi estudio a Canadá,
tendría unas facilidades que aquí ni se huelen. Allí es muchísimo más
ágil crear una empresa… Es lo que a mí me frustra de España…
Con valor añadido
Obra pública. Tiene proyectos en prácticamente todos
los continentes, desde Australia hasta China y California. Grandes,
ambiciosos. Pantallas led escultóricas, imagen en movimiento
tridimensional, con un alto componente tecnológico. Él mismo destaca dos
de esos trabajos, que se presentarán en otoño: una instalación para el
lobby de un nuevo museo de arte contemporáneo en Estambul y otra para un
rascacielos en Houston (EE UU). Más privado. Pero rápidamente quiere matizar: “Para
mí siguen siendo importantes mis obras pequeñas y más personales. Por
ejemplo, acabo de hacer los murales para el nuevo restaurante de José
Andrés en Washington y en noviembre tendré una exposición en el Museo de
Arte Contemporáneo de Unión Fenosa en A Coruña.
¿Qué nos pasa, qué nos está pasando?
Tenemos demasiado metida la burocratización. Hay una tendencia social
a aceptar el sistema establecido, a verlo como inamovible. No se
estimula el pensamiento independiente. España tiene esa cosa de
extremos, una masa extremadamente borreguil, y luego, individualidades
extremadamente brillantes, que las hay y de alguna forma nos salvan. ¿Vamos a aprender algo de esta crisis?
Yo, fundamentalmente, veo una falta tremenda de actividad. Hace poco
estuve en Hong Kong y me encontré con unos jóvenes españoles que se
habían ido a vivir allí y estaban encantados de la vida, y veían España
como algo que no va ya con ellos. Pero es que me contaban cosas
sorprendentes. En Hong Kong se tarda un día en arreglar todo el papeleo
para abrir tu empresa. ¡Un día! ¿Aquí cuántos meses son? Usted se muestra a menudo, en declaraciones y en su obra,
como esas fotografías de gente flotando en un mar invadido de
plásticos, muy preocupado por la destrucción ecológica. ¿Vivimos una
emergencia ambiental?, ¿nos podría ayudar esta crisis a cambiar un
modelo insostenible de crecimiento o nos está llevando a considerar un
lujo la preocupación por el entorno?
[Largo silencio]. La verdad es que tengo una visión bastante
catastrofista sobre este tema. [Un silencio aún mayor]. No sé, estoy
intentando decir algo positivo, y no me sale. Yo creo que el ser humano
es un virus terrible para el planeta, y que la Tierra se vengará con
algo que nos extinguirá. Pero es que yo creo que, de alguna manera,
mentalmente, psicológicamente, ya hemos abandonado la Tierra. La dejadez
hacia nuestro entorno inmediato solo se puede explicar porque haya una
especie de instinto de supervivencia genética que nos permita pensar que
podremos salir de la Tierra y colonizar otros planetas, o algo así,
porque, si no, no se explica lo que está ocurriendo, no tiene sentido.
Yo me siento totalmente implicado en esa paradoja, de casi dejarme
llevar a la deriva por esa corriente de estupidez; somos conscientes de
lo que pasa, pero estamos como paralizados. Tenemos que saber estar en
el mundo, y ese es el problema, que cada vez sabemos menos estar en el
mundo, porque todo es como una avalancha…
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