EL SILENCIO POR FAVOR -DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES - DAVID GISTAU - LUCES DE CIUDAD, fotos.
- DAVID GISTAU - LUCES DE CIUDAD,.
Hubo dos momentos llamativos en la entrevista de Ana Pastor a Artur Mas
del pasado domingo en La Sexta. Y eso a pesar de esa cansina matraca
televisiva que obliga a los presentadores a forzar el titular viral en
cada frase. O a interrumpir al entrevistado a las bravas cuando la
histeria espasmódica que ellos llaman «ritmo» decae. En breve las
entrevistas en televisión las hará un mono con una ametralladora. Para
mantener la tensión y tal. A fin de cuentas, la televisión española es
entretenimiento, no periodismo, y ese libro de (mal) estilo audiovisual
que la tele ha copiado de internet y que internet heredó de la tele en
una espiral de chorrez que desemboca en la más absoluta gansada no se lo
ha inventado Ana Pastor. Que, por otro lado, parece una buena
periodista infiltrada en territorio enemigo.
El primero de esos momentos llamativos es cuando Pastor charla con Javier Sardà
en el AVE como prólogo a la entrevista a Artur Mas. Durante esa charla,
Sardà pilla por sorpresa a la presentadora y le pregunta si ella tiene
un «gran sentimiento patriótico». La respuesta de Pastor es la de muchos
ciudadanos españoles cuando se les pregunta por sus vínculos
sentimentales con España: el «paso turno». «Yo tengo sentimiento… hacia
mi hijo», dice ella. En términos toreros, eso es una chicuelina de
manual: el matador se enrosca en el mismo capote con el que acaba de
azuzar al toro.
El
segundo momento son en realidad tres momentos. Ana Pastor le pregunta a
Javier Sardà si en Cataluña se ha «medio manipulado» a los catalanes.
Me gusta mucho eso de «medio manipulado».
Así se le pone el condón a una palabra, con desparpajo. Pero a Sardà no
le gusta la pregunta y le sugiere a Pastor «ponerlo bonito» y decir más
bien que a los catalanes «los han convencido». Pocos minutos después, Julia Otero
suplica un poco más de respeto por la inteligencia de los ciudadanos.
Dice Otero que «uno no puede ir por ahí diciendo que los que salen a la
calle son manipulados, que es una masa aborregada y adocenada, y que la
culpa es de Mas. Eso no se sostiene ni aquí ni en ningún sitio. No
podemos considerar que el votante es imbécil». A pesar del afán
pedagógico de Sardà y Otero, a Pastor le falta tiempo para soltarle a
Mas la expresión «calentar a la gente». Mas se pone firme ante lo que
sugiere el término —que los catalanes son gilipollas y que él se ha
aprovechado de ello— y la presentadora se ofrece, educada, a «cambiar el
verbo».
El
caso es que Ana Pastor insiste hasta tres veces en poco más de diez
minutos en el argumento de la manipulación. Una manipulación que habría
conducido a unos catalanes anteriormente reacios o indiferentes a la
idea del independentismo a pedir ahora la separación de un país… por el
que Ana Pastor es incapaz de demostrar el más mínimo sentimiento incluso
en el contexto de una charla informal. Fíjense bien. Antes incluso de
empezar la entrevista, Ana Pastor ya se ha quedado sin ella. El titular
se lo doy yo: «Una atea le reprocha a un ateo su indiferencia frente a
la idea de dios».
En
otras palabras. Cuando un español siente indiferencia hacia la idea de
España, está ejerciendo su libertad personal a sentir lo que le sale de
las gónadas. Cuando es un catalán el que siente exactamente esa misma
indiferencia, está siendo manipulado.
Siendo
los catalanes tan fácilmente manipulables, digo yo que todo lo que
deberían hacer los españoles para acabar de un plumazo con el
soberanismo es demostrar un poco de entusiasmo por su propio país cuando
son preguntados al respecto. Eso no requiere que los españoles
respondan a la pregunta de Sardà levitando al oír la palabra «España»,
pero no estaría mal un sencillo «no entiendo qué quieres decir con “gran
sentimiento patriótico” pero creo que vale la pena conservar buena
parte de lo conseguido por los ciudadanos españoles a lo largo de los
últimos cuarenta años». Con esa frase, tan pragmática ella, no puede
sentirse ofendido ni uno de ERC, oigan. Pero si ni de eso somos capaces,
¿cómo esperamos que los catalanes dubitativos se suban al carro de la
españolidad? Javier Marías decía hace unos días en La Vanguardia
que «si saliera la independencia, a mí personalmente tampoco es que me
importase demasiado». Pues si a él le toca un pie, imagínense a Pilar Rahola y compañía.
El
caso es que yo también opino, supongo que al igual que Ana Pastor, que
los afectos personales son los únicos realmente merecedores de atención.
Y eso es perfectamente compatible con el reconocimiento de la
existencia de otro tipo de afectos. Son los afectos que no se dirigen
hacia las personas sino hacia determinadas abstracciones, como la de
dios o la de la nación. Pero no son afectos excesivamente importantes y
yo aconsejaría esquivar en la medida de lo posible a cualquier persona
que insistiera más de lo razonable en ellos o que no estuviera dispuesta
a traicionarlos por una buena causa. Por mi parte ni los considero. Si
se quemara mi casa y solo pudiera escoger un objeto que salvar,
escogería el iPhone antes que la unidad de España. Al menos el iPhone ha
sido fabricado por artesanos con cariño por su propio producto.
Hablando
de cariño. Creo que no soy el primer catalán al que le merecen mucho
más cariño los españoles, y especialmente aquellos a los que conozco
personalmente, que la idea de la nación española. Aunque solo sea porque
los primeros son reales y la segunda una ficción administrativa. Como
la de Cataluña, por supuesto. ¿O se creían que este era un artículo
partidista?
Es
por eso que me sorprende la insistencia de algunas personas, por otro
lado perfectamente sensatas, en esa «trama de afectos» que en teoría va a
quedar aniquilada si los catalanes se independizan.
Porque
yo entiendo los argumentos económicos. Y muy bien que los entiendo.
Tengo por ejemplo meridianamente claro que Cataluña quiebra a los cinco
minutos de independizarse de España y que España lo hace solo dos o tres
minutos más tarde.
Pero…
¿las tramas afectivas? ¿Cómo es de ceniza la vida de las personas que
sostienen ese argumento para que su trama de afectos dependa de los
vínculos administrativos que los ciudadanos establecen o dejan de
establecer con el funcionariado de turno?
—Lo nuestro es imposible, tú estás empadronada en el distrito de Poble Sec y yo en el de Ciutat Vella.
—¿Te has sacado el carnet de conducir? Pues que te follen.
—Hijo mío, estás desheredado: haberlo pensado antes de darte de alta como autónomo.
—¿Cómo que esto no es lo que parece? ¡Eso que asoma debajo de las sábanas es una cédula de habitabilidad como un campanario!.
—Pe… pe… pero, ¿la doble nacionalidad? ¿Y desde cuándo conoces a esa zorra?
—¿Te has sacado el carnet de conducir? Pues que te follen.
—Hijo mío, estás desheredado: haberlo pensado antes de darte de alta como autónomo.
—¿Cómo que esto no es lo que parece? ¡Eso que asoma debajo de las sábanas es una cédula de habitabilidad como un campanario!.
—Pe… pe… pero, ¿la doble nacionalidad? ¿Y desde cuándo conoces a esa zorra?
En
realidad, la idea más interesante de la entrevista de Ana Pastor a
Artur Mas es de Julia Otero cuando dice —cito de memoria— que en Madrid
«se está haciendo un mal diagnóstico de la situación». Ya sé que resulta
difícil de creer fuera de estos pagos, pero Otero lo niquela.
En
Madrid, sí, no se ha entendido nada de lo que ocurre en Cataluña.
Tampoco es tan extraño: lo de Podemos también les pilló en Babia. A esta
gente le hace falta ayuda porque no da para mucho más y la
intelectualidad unionista catalana, que la hay y por cierto bastante
inteligente en todos aquellos temas que no les rozan los callos de sus
neurosis, está haciéndole un flaco servicio al perseverar machaconamente
en el equívoco de que este es un conflicto de identidades provocado por
un nacionalismo periférico al que debe responderse jurídicamente. Y ahí
anda España, esperando en el campo de batalla equivocado a que aparezca
un ejército catalán que no va a hacer acto de presencia porque anda
desfilando tan campante en dirección contraria.
Porque
el campo de batalla no es el de la legalidad. Si me apuran, ni siquiera
el de la legitimidad. Tampoco es el de la identidad, o el de la
historia, o el de la economía, o el de la pertenencia a Europa. Sino el
de la incapacidad de las elites castellanas para construir un relato
atractivo de país que incruste la idea de la nación española en el
imaginario colectivo de todos los ciudadanos y no solo en el de los ya
convencidos de antemano. Y menciono a las elites castellanas porque yo a
la España de la que se habla en las calles de Jerez de la Frontera,
Oviedo o San Sebastián me apunto sin demasiados reparos. Pero a la
España de la Corte no la rozo ni con un palo de pinchar nubes.
Tampoco me estoy inventando nada nuevo. David Gistau escribía el miércoles en ABC que «la
simpatía nacionalista era una piedra pómez para sacarse España de la
piel como Camba pedía en las saunas turcas que le rascaran el
catolicismo». Y remataba luego: «En España solo se trató de fabricar
orgullo con la coartada inocua, infantil, del deporte, aunque fuera
rebajando el concepto español, igual que se rebaja el vino demasiado
fuerte con agua, con eufemismos como “La Roja” y “La Eñe”. Años después
de semejante fracaso pedagógico, nos encontramos con que España no
dispone de una emoción con la que hacer contrapeso a la del
independentismo, que firma sus papeles con los ojos anegados de
lágrimas». El diario El País editorializaba al día siguiente esto: «Hay
ataques [del Gobierno central] que son encajados con regocijo por
quienes los reciben y eso es lo que ha producido la escasa y triste
comunicación gubernamental que ha intentado contrarrestar el torrente
propagandístico de Mas. Frente a un conjunto compacto e insistente,
omnipresente y persuasivo, que vende la idea de independencia como la
panacea para todos los males, el Gobierno ha erigido —sobre la base de
la inconstitucionalidad indiscutible del proyecto— un sencillo e inútil
conjunto vacío: nada (…) ¿Qué rendimiento político obtendrá si ni
siquiera se ha planteado ganarse los corazones y las mentes de la
mayoría de los catalanes?».
Supongo que la respuesta de un salvapatrias a eso sería que a España no le hace falta construir un relato de nación, una épica, porque España ya existe.
Quizá eso sea cierto. Quizá a este país le baste y le sobre con un
ordenamiento jurídico similar al de sus vecinos europeos para seguir
existiendo, incólume y eterno, hasta el fin de la historia. Es un
argumento circular: como la España democrática moderna es y nace de ese
ordenamiento jurídico, y ese ordenamiento jurídico impide en la práctica
que España sea otra cosa, España es eterna. Una nación perpetuum mobile
que funcionará para siempre a partir de un impulso inicial —la
Constitución— y sin necesidad de aporte externo alguno de energía. Es
decir sin necesidad de la convicción de sus ciudadanos, que por lo visto
están ahí a mayor gloria de LA IDEA. «Gran idea, especie equivocada»
decía E. O. Wilson del socialismo, ese sistema político maravillosamente diseñado… para las hormigas.
Yo
es que no creo en las hadas: España no existe allí donde sus ciudadanos
no creen en ella. En este sentido, Cataluña es independiente desde hace
años.
España,
en definitiva, es en la actualidad poco más que un ordenamiento
jurídico granítico bajo el ala de una monarquía medieval defendida por
un ejército de abogados del Estado dispuestos a tirar del campanario a
la primera cabra que se salga del rebaño. Del Tribunal Constitucional ni
hablo que me entra la risa tonta.
¿Pero
cómo pueden no verlo? El positivismo jurídico al que tanto se aferra el
unionismo —aquí también hay una disputa secundaria, y muy interesante
por cierto, entre positivismo y iusnaturalismo— no tiene sentido si no tiene en cuenta la existencia de los mitos y su impacto en la realidad. Que lean a Karen Armstrong: Una historia de dios. Ahí está todo.
Dice
Armstrong que cuando una determinada idea de dios ya no sirve a los
fines para los que fue creada es sustituida por una nueva idea de dios
más atractiva. También más joven, mucho más agresiva y
extraordinariamente más contagiosa. Es lo que ocurrió cuando el
monoteísmo aplastó en las sociedades más avanzadas de la época al
politeísmo. Es lo que ocurre con las lenguas. Es Uber contra el sector
del taxi y Airbnb contra el lobby hotelero. Es Podemos, por
supuesto. También lo es el independentismo catalán, aunque joda leerlo.
Solo hay que atender al poder de convocatoria en las calles de la idea
Cataluña y al de la idea España. Las calles no son urnas, cierto, pero a
partir de determinado quórum se le parecen bastante.
La
nación catalana es una fábula, sí. Pero se trata de una fábula
especialmente resiliente y que se las ha arreglado para renovar de forma
periódica el sentimiento de pertenencia de una amplia mayoría de sus
ciudadanos. Al contrario de lo que ha hecho España, especialista en
boicotearse a sí misma —«España es un concepto discutido y discutible»— y
a la que ya no defienden ni los propios españoles en horario de máxima
audiencia.
Y
por eso me sorprende la obesidad mórbida de los argumentos que tachan
de prehistórico al catalanismo oponiéndolo a una supuesta modernidad
europea en la que el concepto de nación ha quedado definitivamente
diluido y bla, blu, bla. Aquí somos europeos solo para lo que nos
conviene: el referéndum de independencia escocés lo debieron de celebrar
en Papúa Nueva Guinea, por lo visto.
Por
suerte o por desgracia, las ideas —las buenas, las malas y las peores—
no son realidades objetivas que mueren cuando la historia las demuestra
racionalmente falsas. Son memes. Entes que mutan y pulen aristas. Virus
susceptibles de reactivación que permanecen congelados durante decenas
de años hasta que las condiciones externas favorecen su deshielo. Y al
virus del catalanismo le está cayendo encima una solana de justicia
mientras al mamut del españolismo se le anda protegiendo en su permafrost de los rayos del sol con una muralla de ejemplares de la Constitución.
TITULO:
PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -7- DICIEMBRE - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - LA ESPERT RESPIRA EN CACERES,.
PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -7- DICIEMBRE,.
Pesadilla en la Cocina es un programa de televisión español de telerrealidad culinaria, presentado por el chef Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves a las 22:30 en La Sexta.
PESADILLA EN LA COCINA. Alberto Chicote se ha convertido en el terror de los cocineros. Su objetivo es reflotar restaurantes en crisis y enseñar a sus dueños en qué se están equivocando.
Pesadilla en la cocina recorre los restaurantes de toda España para intentar solucionar los problemas de negocios al borde de la quiebra, etc.
PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -7- DICIEMBRE,.
Pesadilla en la Cocina es un programa de televisión español de telerrealidad culinaria, presentado por el chef Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves a las 22:30 en La Sexta.
PESADILLA EN LA COCINA. Alberto Chicote se ha convertido en el terror de los cocineros. Su objetivo es reflotar restaurantes en crisis y enseñar a sus dueños en qué se están equivocando.
Pesadilla en la cocina recorre los restaurantes de toda España para intentar solucionar los problemas de negocios al borde de la quiebra, etc.
LA COCINA DOMINGO -
LUNES - LA ESPERT RESPIRA EN CACERES,.
LA ESPERT RESPIRA EN CACERES, foto.
La Espert respira en Cáceres,.
Mañana representa 'Incendios' con el aforo vendido desde octubre,.
'Incendios' es una obra de Wajdi Mouawad (Deir el Qamar-Líbano, 1968), gran escritor de tragedias modernas, formado en la Escuela Nacional de Teatro de Canadá, país donde vive desde que sus padres llegaron a Quebec en 1983 huyendo del conflicto del Líbano. Mouawad dirige el Teatro Nacional de La Colline de París, ha dirigido cine y 40 montajes teatrales y la versión cinematográfica de la obra que mañana se representa en Cáceres compitió por el Óscar a la mejor película extranjera en 2011.
En el montaje que llega mañana al Gran Teatro, la estrella es Nuria Espert, aunque el reparto no tiene fisuras con las presencias poderosas de José Luis Alcobendas, Álex García, Candela Serrat, Alberto Iglesias, Laia Marull, Lucía Barrado y Germán Torres. La dirección es de Mario Gas, un dramaturgo que sabe encandilar al espectador.
Nuria Espert, la gran actriz del teatro español. La vi por primera vez en A Coruña hace más de 30 años representando su abrumadora 'Yerma', un montaje que no hemos olvidado ninguno de los espectadores que tuvimos el privilegio de verlo. Dirigía aquella 'Yerma' Víctor García y el nonagenario Peter Brook asegura sin dudarlo que esa versión marcó un antes y un después en el teatro europeo.
Magnética, elegante, de belleza tan enigmática como salvaje y felina, Josep María de Sagarra dijo de ella, tras escucharla recitar unos versos en el teatro Romea de Barcelona: «Esta niña tiene los cojones de un toro». Además de esa fuerza innata, tenía el teatro en casa pues sus padres eran actores aficionados y la bautizaron como Nuria en honor a un personaje de 'Terra Baixa', el popular drama de Ángel Guimerá.
Quienes disfruten esta noche de su interpretación paladearán su estilo actoral incandescente, que hierve de cero a cien y se enfría de cien a cero en el instante siguiente, sin que en ningún momento queden sobre las tablas los molestos posos de la sobreactuación. Peter Brook describió así la «espertiana» manera de interpretar: «Es como un vaso de agua que, en tan solo un segundo, puede congelarse y hervir».
Su personaje fetiche es Medea. Siete veces ha interpretado o dirigido a esta mujer trágica, fuerte, autónoma, diferente, transgresora... Con lo que cobró por su primera 'Medea' en el Grec de Barcelona, se compró un teléfono para esperar las ofertas de trabajo, pero como no llegaban, se marchó a Madrid. Empieza entonces una carrera vertiginosa de actriz, productora y directora.
Se casa con Armando Moreno y en 1994, mientras Nuria representa 'El cerco de Leningrado' en el María Guerrero, su marido agoniza. Acaba la función dominical, acude al hospital, su marido, que parecía esperar a que llegara, expira y ella descansa el lunes para volver a subir el martes al escenario, «el único sitio en el que podía respirar».
Nuria Espert viene de respirar en el Teatro de La Abadía de Madrid y en el Goya barcelonés. Mañana sábado respirará sobre el escenario del Gran Teatro para transmitirnos el mensaje de Mouawad: más allá de la venganza, el odio y el rencor, hay una posibilidad de salvación llamada amor.
TITULO: LIGA FUTBOL - TERCERA - GRUPO -14- CASTUERA -2- AZUAGA -2-,.
Resultado Final - CASTUERA -2- AZUAGA -2-, foto.
El Castuera empata contra el Azuaga, etc.
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