DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -Foster conquista el nuevo Prado . fotos.
Foster conquista el nuevo Prado,.
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Firma con Carlos Rubio un proyecto «audaz, verde, respetuoso y sostenible» que costará 30 millones de euros,.
Audaz, verde, respetuoso y sostenible». Así será la ampliación del Museo del Prado que firmarán los arquitectos Norman Foster y Carlos Rubio. Cambiarán sin estridencias la piel del antiguo Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro diseñando una «ambiciosa estrategia urbana» para su entorno y sumando 2.600 metros cuadrados de nueva superficie expositiva «de alta calidad». El contenido proyecto del genial arquitecto británico y su aliado generó «entusiasmo» y fue aprobado ayer con la unanimidad del jurado, que lo declaró ganador frente a los otros siete prestigiosos finalistas. Fue sancionado con idéntica convicción por el pleno del Real Patronato del museo, según trasladaron su presidente, José Pedro Pérez Llorca, y el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza. Ambos hablaron de un «proyecto ilusionante».
Con el continente diseñado, se tardará en definir sus contenidos, pero se sabe ya que no se pedirá el 'Guernica'. El ministro Íñigo Méndez de Vigo dio a conocer el fallo del concurso y compartió la ilusión y la satisfacción reinantes. Las obras podrían comenzar en 2019, año del bicentenario del Prado, pero nadie osó comprometer una fecha de conclusión. El presupuesto inicial es de 30 millones de euros, que a buen seguro se superarán, como ha ocurrido en otras remodelaciones. Se pretende que la iniciativa privada sufrague al menos un tercio del coste. El resto lo aportaría Cultura a través de partidas plurianuales.
El proyecto sumará 5.700 metros útiles y casi 2.600 de nuevos espacios expositivos. Contempla la peatonalización de la calle Felipe IV hasta el Paseo del Prado, que deberá aprobar el Ayuntamiento de Madrid. «Será posible», avanza la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para quien el proyecto «promete una gran belleza» y permite que los edificios «conserven en su nueva vida la memoria de lo que vivieron».
El proyecto Foster es «muy respetuoso con la historia del edificio», según Méndez de Vigo, y «rentabiliza al máximo el uso museístico del edificio». Es una intervención sobria en apariencia, lejos de los proyectos de aspecto futurista y de alta tecnología que Foster ha firmado en los últimos años. Transformará el Salón de Reinos sin que pierda su esencia de noble edificio del siglo XVII que acogió el Museo del Ejército y donde se llegó a mostrar 'La rendición de Breda' de Velázquez.
«Estamos encantados», resumía Pérez Llorca sin rebajar un ápice el entusiasmo ante una propuesta «idónea» y que «satisface a todos». «Con su ambiciosa estrategia urbana plantea una reflexión inteligente sobre el edificio, que se convierte en el corazón del proyecto», dijo Zugaza.
El proyecto de Foster y Rubio se impuso a otros siete de grandes estrellas de la arquitectura internacional. Firmas punteras entre las que había tres premios Pritzker, el Nobel de la arquitectura del que también puede alardear sir Norman Foster, que presentó su proyecto bajo el lema 'Traza oculta'.
TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - SUE KLEBOLD,.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE -
¡Atención y obras! es un programa semanal que, en La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
SUE KLEBOLD,.
Sue Klebold: habla la madre de uno de los asesinos de Columbine,.
Ocurrió hace 17 años en Columbine (Colorado). Armados hasta los dientes, dos adolescentes entraron en un instituto y asesinaron a 13 personas. Los dos chicos se suicidaron, pero sus padres han vivido marcados desde entonces por aquel horror. Sue Klebold, la madre de uno de ellos, Dylan, ha decidido hablar de todo ello en un libro,.
Estrecha la mano de forma abierta y franca y mira a los ojos. Alta, estilizada, igual que lo era su hijo Dylan, con el que tiene un parecido perturbador, con el pelo blanco impecablemente peinado, Sue Klebold transmite seguridad, mucha clase y educación. Es una mujer afable que se mantiene muy recta y sonríe con frecuencia, pero su mirada es intensa y está en guardia. Su vida se derrumbó el día que su hijo Dylan mató a doce alumnos y a una profesora del Instituto de Columbine, antes de acabar con su vida.
XLSemanal. En su libro habla de su hijo con mucho amor. ¿Nunca pensó en repudiarlo por lo que hizo?
Sue Klebold. Nunca. Él también es una víctima.
XL. Con la diferencia de que fue él quien provocó la tragedia…
S.K. Desde ese día he leído muchísimo y he comprendido que se dejó encerrar en una espiral suicida que afectó a su cerebro y a su sistema endocrino. Había perdido el control de sí mismo. Se convirtió en una víctima de esa enfermedad mental. Por eso no puedo considerarlo totalmente responsable de sus actos, por muy monstruosos que sean. Dicho esto, todavía me cuesta entender que haya podido matar.
XL. Un suicida no es necesariamente un asesino…
S.K. Él mató porque quería morir. En el uno o dos por ciento de los casos, un suicidio va acompañado de asesinato.
“No me arrepiento de haberle dado la vida. Sé lo duro que puede sonar esto”
S.K. Inteligente, profundo, perfeccionista, tímido. Quería hacer todo él mismo. Se negaba a pedir ayuda.
XL. ¿Cómo llegó a esa situación?
S.K. Creo que sufrió acoso en el colegio y que estaba bajo la influencia de un amigo muy trastornado, dominante y probablemente psicópata [Eric Harris].
XL. ¿Era influenciable?S.K. Era maleable, lo que en aquella época me parecía algo formidable. Ahora veo hasta qué punto eso fue lo que lo llevó a dejarse dirigir por Eric.
XL. ¿Qué recuerdos guarda de Eric?
S.K. Le tenía afecto. Podía ser muy divertido y cariñoso. Era un chico difícil, con trastornos de carácter y ataques de ira, pero no era mala persona.
XL. ¿A Dylan le gustaban las películas violentas?
S.K. Sí, pero no le permití ver ninguna hasta los 17 años.
XL. ¿Tuvieron esas películas algo que ver con lo que pasó?
S.K. Sí, quisieron imitar Asesinos natos, de Oliver Stone. Tres meses antes, Dylan escribió en su diario que se sentía «desgraciado» y que, para salir de ese estado de ánimo, iba a hacer un NBK [Natural born killers, el título original].
XL. ¿Y usted no vio nada extraño?
S.K. No, descubrí todo eso cuando el sheriff me devolvió su diario. Me enteré de que sus tendencias suicidas se originaron dos años antes y que se había cortado un brazo sin que nadie se diera cuenta. Es difícil saber si la persona a la que quieres lleva una máscara para esconder un gran sufrimiento.
XL. ¿Le gustaban las armas?
S.K. Un día, me preguntó: «Mamá, podríais regalarme una pistola por Navidad?». Le dije que nunca iba a regalarle una. No hay armas en mi casa, siempre he estado en contra.
XL. ¿Cómo era un día cualquiera en casa de los Klebold?
S.K. Estábamos todos muy ocupados. Yo, con las clases que daba a niños con problemas. Mi marido, por su trabajo como geofísico. Los niños, por sus clases, sus actividades deportivas y los pequeños trabajos que hacían. Era una vida de familia, como en cualquier barrio residencial americano.
XL. ¿Cómo era su relación con Dylan?
S.K. Lo adorábamos. Su padre y él estaban muy unidos, arreglaban coches juntos, jugaban al ajedrez… Cuando murió, dijo. «He perdido a mi amigo, no sobreviviré». Dylan tuvo una infancia ideal.
XL. ¿Era buen estudiante?
S.K. Tenía facilidad para aprender. Sus notas en el instituto no eran excelentes, pero lo aceptaron en la Universidad de Arizona, donde es difícil entrar.
“Tras leer su diario, me enteré de sus tendencias suicidas”
S.K. Salía con una chica, Robyn. En su diario descubrí que había tenido muchos flechazos, en particular por una chica del instituto con la que estaba obsesionado. En un momento dado habla de suicidarse juntos.
XL. ¿Conocían a esa chica?
S.K. Por el nombre. Mi hijo y ella no se conocían. No sabe que estaba enamorado de ella. Se habría traumatizado.
XL. ¿Ustedes lo vieron cambiar?
S.K. Se volvió más cerrado, acomplejado y se sentía mal consigo mismo a partir del primer curso de secundaria, pero eso… ¿es algo anormal en un adolescente?
XL. ¿De qué es de lo que más se arrepiente?
S.K. Catorce meses antes, Dylan y Eric fueron arrestados por robar aparatos electrónicos de una furgoneta. Todos a mi alrededor minimizaron aquello con la excusa de: «A su edad, todos hicimos cosas peores». Me arrepiento de haber pasado por alto aquel incidente. Cuando estás en el banco de los acusados, el riesgo de cometer algo irreparable aumenta. Creía que Dylan era buena persona y que estaba bien.
XL. ¿Qué habría podido hacer?
S.K. Callarme cuando se encerraba en el silencio. Escucharle. Se quedaba pensativo y le preguntaba si todo iba bien. «Sí, sí», me respondía. A falta de respuestas, me empeñaba en llenar la conversación.
XL. Escribe usted que, unos días antes de la tragedia, su voz se volvió más aguda…
S.K. Aquella mañana se marchó de casa antes de lo habitual, con un simple «bye!», agudo, y dando un portazo. En ese momento, le dije a mi marido. «Ha debido de pelearse o tiene algo contra alguien; intenta averiguar algo».
XL. Y ese día comenzó el infierno…
S.K. Sí, nuestro abogado nos previno de que íbamos a recibir cartas de odio y amenazas, que tuviéramos cuidado con nuestra seguridad. Tenía razón.
XL. ¿Sigue recibiendo ese tipo de cartas?
S.K. Ya no. Hay gente que vela por mí y que me avisa. Cuando el instituto de Columbine reabrió, la gente formó un cordón alrededor del edificio para impedir la entrada a los medios. Yo no estaba, pero simboliza la solidaridad que se formó. Hoy sé que no estaré nunca a salvo. Evito exponerme y no estoy en ninguna red social.
“Que mi hijo esté muerto me tranquiliza. Podría haber matado a mucha más gente”
S.K. Es una pregunta interesante. Si su plan hubiera funcionado como había planeado, el balance de víctimas habría sido mucho más elevado y, a veces, lo pienso… Me lo imagino también en la cárcel, en el corredor de la muerte, esperando su ejecución… Tengo pesadillas.
XL. ¿Todavía hoy?
S.K. Sí. Que esté muerto me tranquiliza, pero no me alegro porque, cuando se pierde a un hijo, siempre se sueña con poder escuchar de nuevo su voz, abrazarlo, besarlo… Lo echo de menos. Todo el trabajo que he hecho conmigo misma es una forma de seguir cerca de él.
XL. ¿No se arrepiente de haberle dado la vida?
S.K. No. Sé que es duro de escuchar para mucha gente. Dylan era un regalo para mí cuando estaba vivo, igual que lo es el misterio de su muerte, que me ha convertido en otra persona. Mi vida tiene un sentido hoy. ayudar a los demás.
XL. ¿Nunca se ha dicho «he creado un monstruo»?
S.K. Al principio. Me siento todavía culpable de su suicidio. No supe ayudarlo. Fui incapaz de ver que me necesitaba. El papel de una madre es proteger a su hijo, descubrir lo que no funciona y arreglar el problema. Pero nunca pensé que fuera responsable de los crímenes que cometió. Lo eduqué en el respeto a los demás y en una cierta moral cívica, la violencia estaba vetada. Creo que esa rabia le vino del exterior, no de nuestro hogar.
XL. ¿Considera usted responsables a los profesores que hubieran podido alertarla?
S.K. En aquella época, los profesores no disponían de medios para poder saber más que yo. Es una de las razones por las que me involucré en la lucha a favor de la prevención de los suicidios. Gracias a los programas que se pusieron en marcha en algunos institutos desde la tragedia de Columbine, se puede dar la voz de alarma.
XL. ¿Vio la película Bowling for Columbine, de Michael Moore?
S.K. No.
XL. Cuando se produce una nueva matanza, ¿revive toda la historia?
S.K. Como superviviente de un trauma muy profundo, evito leer la prensa y ver las noticias. Pero cuando se vuelven a producir ese tipo de situaciones, intentó averiguar, de entrada, si el asesino era un suicida y, si lo era, cómo se habría podido evitar ese estado mental. Luego pienso en las familias de las víctimas y me digo que necesitarán mucha ayuda y amor durante muchos años.
XL. ¿Va usted al psicólogo?
S.K. Fui durante años. Dejé de ir y lo retomé cuando empecé a tener crisis de pánico. Un día, me di cuenta de que había alcanzado cierto equilibrio.
“Dylan había perdido el control. Era víctima de una enfermedad mental”
S.K. Provocó, en buena medida, mi divorcio tras 43 años de matrimonio. Nuestra relación se resintió. Yo quise comprender cómo había muerto Dylan. Soy de carácter extrovertido, participo en mesas redondas sobre la cuestión y distribuyo prospectos. Mi exmarido, sin embargo, no es así. A pesar de todo, seguimos siendo amigos y vecinos.
XL. ¿Y su hijo mayor, Byron?
S.K. Sobrevivió, hoy tiene 38 años y vive su vida.
XL. ¿Nunca pensó en mudarse?
S.K. Sí, y en cambiarme de nombre, pero mi vida está aquí, tengo una historia y muchos apoyos. Me dije que, si me exiliaba, siempre me recibirían como «la madre de aquel asesino» y estaría sola. No podía escapar de quien era. Sigo en contacto con gente que era cercana a Dylan, como Nate, su mejor amigo del instituto, un superviviente.
XL. ¿Y los padres de Eric Harris?
S.K. Nos hemos visto de cuando en cuando. No comparto informaciones con ellos, pero estaban al tanto de este libro.
XL. ¿Este libro es una terapia?
S.K. Es el fruto de una necesidad. La escritura me permitió cuidarme. Desde siempre escribo un diario, redacté páginas y páginas que sinteticé para el libro. Lo más difícil fue decidir publicarlo. Nunca había dado una entrevista. Mucha gente cercana me decía que la manera en que estaba superando esta prueba y las cosas que les decía les habían hecho ser mejores padres. Me di cuenta de que podía ayudar a la gente haciendo pública mi historia. Y cuando me jubilé, en 2010, me convertí en una activista a favor de la prevención del suicidio. Todos mis derechos de autor van a organizaciones que trabajan sobre enfermedades mentales y suicidio.
XL. ¿Ha tenido miedo de hablar?
S.K. Si esta tragedia le hubiera ocurrido a otra persona, sé muy bien que habría pensado. «Es culpa de los padres». Antes de la muerte de Dylan estaba convencida de ser una madre perfecta. Lo que me ayudó a enfrentarme a la realidad fue decirme. «La gente no puede saber lo que es; no han vivido lo que he vivido». Para no sentirme herida o a la defensiva, me convertí de nuevo en la profesora que fui durante cerca de 30 años. Pero tenía mucho miedo de que el libro resucitara la ola de cólera y de rabia que siguió durante los primeros meses a los hechos de Columbine. Cuando vi que no pasaba nada de eso, me sentí aliviada y llena de alegría.
XL. ¿Y cómo se siente hoy?
S.K. En paz.
Plan para una masacre
Dylan practica con una pistola semiautomática Intratec Tec-9, una de las cuatro armas que utilizaron Eric y él: la matanza pudo haber sido mayor de haber explotado las bombas de propano que pusieron en la cafetería.
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - VIAJANDO CON
CHESTER , AMOR HUMANO,.
VIAJANDO CON CHESTER ,.
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -, AMOR HUMANO,.
foto
Seguramente no exista, entre todas las aspiraciones humanas, otra más noble que la de amar y ser amado. Una vida sin amor es una vida sin sustancia y sin norte, condenada a la esterilidad y a la desesperación. Muchas son las expresiones del amor humano, de esa necesidad que las personas tienen de estar ligadas entre sí, de vivir unas por otras y para otras, de encontrar esa comunión que restablece la armonía de todo lo creado. Lope de Vega, en un soneto célebre, acertó a describir ese cataclismo interior que se produce en cada uno de nosotros cada vez que nos enamoramos: «Desmayarse, atreverse, estar furioso… […] ¡Esto es amor! Quien lo probó lo sabe». Pero la fuerza arrasadora de ese cataclismo que describe Lope no garantiza, bien lo sabemos, su duración. Ese estado de excitación o embriaguez de los sentidos que describe Lope corre el riesgo de desvanecerse como una ilusión cuando choca con las rutinas de la vida. La intimidad cotidiana resta brillo a las cualidades del ser amado; y, al mismo tiempo, hace resaltar sus imperfecciones y miserias. Entonces el amor corre el riesgo de hundirse en la aridez y la insatisfacción. Sólo el amante que sabe salir de sí mismo para entregarse al otro y sentirse invadido por su destino puede superar el desvanecimiento de esta ilusión primera. El amor que vive de codiciar siempre nos deja, a la postre, hambrientos; el único amor que nos deja saciados es el que vive para darse.
A nadie se le escapa que el amor, para mantenerse vivo, para no convertirse en rutina, para no desembocar en agria disputa, necesita de purificaciones a veces desgarradoras. El amor juvenil, tan entusiasta y deslumbrado, corre pronto el riesgo de convertirse en sed vulgar de una felicidad superficial e inmediata, en una divinización de la sensualidad o en una exaltación del egoísmo que acaba provocando hastío. El amor de la madurez puede convertirse en una rutina esterilizante, incluso degenerar en un puro formalismo legal que encubre una simbiosis de egoísmos, un compromiso artificial entre dos almas que han llegado a ser extrañas y cerradas la una para la otra. El amor de la vejez, por último, acechado por las naturales decepciones y quebrantos producidos por el decaimiento físico y también por las heridas de la amargura, puede hundirse en la aridez y en la insatisfacción. A nuestro derredor se multiplican los amores fracasados; pero también conocemos a hombres y mujeres que han sabido amarse de por vida y hacer de su amor una realidad gozosa y fecunda, hombres y mujeres que nos enseñan que el amor que supera todos los escollos es el que vive para darse, primero con entusiasmo juvenil, después con la abnegación de la madurez, ya al fin con esa alegría generosa que se sobrepone a los quebrantos de la edad.
En su obra El amor humano, Gustave Thibon afirmaba con razón que «sólo los afectos que resisten la destrucción de su primer componente sentimental están llamados a trascender en el tiempo». Para ello, consideraba que el amor debe reposar sobre cuatro pilares: pasión, amistad, sacrificio y oración. Pasión, pues no podemos concebir un amor humano sin una atracción sexual recíproca, asumida, coronada y superada por el espíritu. Pero para que el amor sea duradero exige una comunión mucho más profunda que no se logra con la mera pasión. debe existir entre los amantes una amistad que los enseñe a respetar y admirar al otro, que los incite a penetrar en el alma del otro, que los llene de un hambre nunca colmada de conocerse mejor el uno al otro, y de conocer juntos el incesante mundo.
Pero un amor sólo es grande y duradero en la medida en que lo nutren las decepciones y dolores sembrados sobre su camino. Desconocer lo que hay de positivo y fecundo en el dolor es la tara principal de nuestra generación. El amor, para ser de veras grande y duradero, necesita también nutrirse con sacrificios. No hay amor duradero sin sacrificio mutuo, sin esfuerzo para superar las decepciones, la monotonía, los respectivos egoísmos, sin paciencia para soportar las miserias e imperfecciones del otro. Y por último, concluye Thibon, el amor tiene que conjugarse y amalgamarse con el amor eterno. quien ama de verdad acoge al ser amado no como un dios, sino como un don de Dios; no lo confunde nunca con Dios, pero no lo separa nunca de Dios. Para amar a un ser finito, con todas sus miserias e imperfecciones, es preciso amarle como mensajero de una realidad que le sobrepasa, de una plenitud divina.
Como escribía Dante, al referirse a Beatriz: «Ella miraba a lo alto y yo la miraba a ella».
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