SILENCIO POR FAVOR - DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES - Bikinis y conciencia, fotos,.
No tengo nada contra la gente con conciencia. La gente llena de causas y sensibilidades a la que en todo momento duele algún humano o mamífero o bosque que está pasando un mal rato en algún confín de la Tierra. No sólo no tengo nada contra esa gente sino que la considero mejor que yo, pues una mutilación emocional causada por el cinismo siempre me impidió pensar, mientras llenaba el carrito en el supermercado o esperaba el chuletón en el asador del barrio: «¿Qué día llevarán hoy los indios amazónicos? ¿Cuántos idiomas precolombinos se habrán extinguido desde que desayuné?». Ha de ser espantoso que siempre te sobrevuelen esas inquietudes. Ligar, por ejemplo, mirar a tu hermosa compañera de sexo mientras se desviste, y pensar: «Sí, todo esto está muy bien, qué muslos, qué pechos, pero el placer no puede ser completo porque en este instante hay un cormorán al que se le está quedando la cabeza atrapada en un anillo de plástico».
La gente con conciencia es muy necesaria. Aunque a veces, imbuida de sentido misionero, se vuelva monotemática y pesada como un predicador que en todo sólo viera las almas que han de ser salvadas. Por eso, yo lo único que le pido a la gente con conciencia es que tenga el sentido de la oportunidad. Por más votos que tenga contraídos, por más necesaria que sea su insomne misión para el devenir de la humanidad, hay momentos en los que una prédica arruina una atmósfera festiva. Vean por qué lo digo.
Hace años, muchos años, pasé un verano fiestero en Ibiza, en la espléndida casa con piscina de un amigo que también tenía un barquito que permitía bañarse en alta mar, prescindiendo de las playas, bucear o pasar el día en Formentera. Éramos un grupo muy divertido, hombres y mujeres, predispuestos todos a no dejar un solo chiste sin reír y a ser banales y noctámbulos. Agréguense el sol, los pescados y arroces de chiringo, la piscina, la noche… En fin, un verano que aparecerá entre mis últimos recuerdos de vida en el lecho de muerte, justo antes que la deforestación amazónica. La cosa empezó a torcerse cuando hubo que ir al aeropuerto a buscar a otro invitado, el Amigo con Conciencia. No voy a decir su nombre porque a lo mejor este texto no le divierte, pero créanme si les digo que es un profesional de la conciencia al que habrán visto predicar infinitas veces en televisión. Ahí apareció, con su semblante serio, con sus hondas preocupaciones incluso entre veraneantes de carne tostada y oferentes para el ligue.
Tal era la hondura de su conciencia que pasarlo bien con tantos entuertos por desfacer le hacía sentir culpable. Por eso arruinó la dinámica del grupo. ya había uno que dejaba sin reír los chistes y que parecía reprocharnos la banalidad. Ya había uno que no saltaba a bomba, ni bailaba ni coqueteaba. Sólo se llevaba el dedo al entrecejo como si el sufrimiento humano le doliera constantemente como una migraña. Lo peor ocurrió una noche en que estábamos en casa del amigo anfitrión, después de cenar. El anfitrión estaba en el salón eligiendo la música. El predicador, tres amigas y yo estábamos metidos en la piscina, con el agua al cuello, mirándonos, algo temerosos los demás de hacer algo divertido y que el Hombre Conciencia nos regañara por ello. Ellas preguntaron si nos importaba que se sacaran la parte de arriba del bikini, y yo dije: «Bueno, por mí adelante». Empezó a sonar la música, el anfitrión dijo que enseguida iría con cervezas y champán, circularon sonrisas pícaras, yo ya me veía haciendo aguadillas y chistes, siendo muy pero que muy banal. El predicador tomó entonces la palabra. «¿Alguna de vosotras es consciente de los horribles sufrimientos que tienen lugar en Darfur ante la indiferencia del mundo?». No era la línea de conversación ideal para ese momento, y se lo dije, pero él siguió. Para cuando el anfitrión llegó con las bebidas, dos chicas, impresionadas, con los ojos llenos de lágrimas, dijeron que se iban a dormir.
Está bien concienciarse con Darfur. Pero ¿todo el tiempo?,.
La tortilla es sagrada - Desayuno - domingo - lunes.
La cena - domingo lunes - unos huevos fritos con patatas, una salchicha, pan, queso, postre una manzana, beber agua,.
«De diario tomo zumo de naranja, banana, manzana y leche con cacao. Pero el fin de semana bajo al bar y me como un pincho de tortilla, café con leche y vaso de agua».
TITULO: REVISTA CAMPO - LA COCINA - DOMINGO - LUNES - SALVEMOS LA PERRUNILLA,.
Salvemos la perrunilla,.
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Tejas de Ansorena, bollos de La Cubana, bambas, trabucos y romanos,.
Perrunillas, bambas, trabucos, jeanettes y sopas de la reina. Otoño: melancolía y pasteles. Tardes de fin de semana familiares con huesos de santo, buñuelos de crema y roscas bañadas. Churros y bizcochos, tocinillos de cielo de las monjas y mojicones gigantes de esos que regalan en Cáceres a las parturientas.
La otra tarde, una señora de Badajoz tuvo el detalle de regalarme una caja de tejas de Ansorena. Esta pastelería, situada frente a El Corte Inglés, tiene nombre de joyería. Y joyas dulces son las tejas, una golosina delicada y suavísima que yo desconocía, pero de la que me he hecho muy fan, como dicen los jóvenes modernos.
Las tejas de Ansorena tienen uno de los sabores más adictivos y primorosos que he degustado nunca. Han sido mi descubrimiento goloso de 2016. En Badajoz, me dicen, son la gran estrella popular de la pastelería local junto a los bollos de Las Cubana, dos símbolos de lo doméstico y lo familiar.
Bollos y tejas en Badajoz y magdalenas únicas en Cáceres, las de Isa. Y sus mojicones, ya digo, regalo obligado a parturientas y enfermos: bollos grandotes que exigen chocolate o café con leche, que se introducen en la taza y lo absorben todo.
En Cáceres, hacen unos bollos suizos magníficos en Isa y en el Horno San Fernando. En una multitienda de Santa Joaquina de Vedruna, despachan unas roscas de Málaga gigantes que le gustan mucho a mi suegra. En este punto, quisiera escribir sobre algunas particularidades de la pastelería cacereña. Una es la curiosa manera de denominar bambas a lo que en el resto de España son bombas. Las de Cáceres son inigualables: fritas, esponjosas, desbordantes de crema y con ellas sucede como con los churros: cada cacereño tiene su bamba favorita. Pedro Almodóvar prefería las de Isa.
Otra peculiaridad cacereña es que las roscas de Málaga se llamen así. Con ellas sucede como con las napolitanas: vas a Nápoles y las pides o vas a Málaga y pides una rosca de Málaga y les da la risa en ambas ciudades porque no conocen esos dulces. En Cáceres, además, están los cacereños, unos pasteles con ese nombre muy ricos que elaboran en La Imperial, o La Sopa de la Reina, una tarta dulcísima con merengue tostado y bizcocho que inventaron en La Salmantina para agasajar a la infanta Isabel y que alegró la boda de mis padres y también sus bodas de oro. En Cáceres, hay que encargarla, por ejemplo en el Horno San Fernando o en Isa, y conviene llevar un recipiente para recogerla.
Uno de mis pasteles favoritos es el trabuco de coco, exquisitos los del Horno San Fernando, donde tienen unas ensaimadas y unas jeanettes espectaculares, además de haber traído a Cáceres la repostería de inspiración suiza y los ya tradicionales pasteles de plátano, casi tan cacereños ya como la perrunilla.
De la perrunilla quería yo hablar porque es un dulce tradicional que me está decepcionando últimamente. Me gustan las de Isa y las del Horno de Grétel, donde tienen unos pasteles de nata, tostados y sobre base de bollo suizo, que, me cuenta la pastelera, son de inspiración emeritense, se llaman romanos y se parecen a los san marcos. Pero volviendo a la perrunilla, no estaría de más abrir un debate en las redes y que recomienden ustedes sus favoritas a ver si así salvamos las esencias de nuestro dulce bandera.
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