domingo, 1 de junio de 2014

EN PRIMER PLANO, Michelle Knight: "Yo he salido con vida del infierno"/ ¿ CÓMO PODEMOS CONTROLAR NUESTRAS EMOCIONES ?


  1. Michelle suelta un mamporro a un saco de boxeo casi tan grande como ella. bum, bum, bum. sus golpes son cada vez más violentos y rápidos.
     
    En primer plano

    Michelle Knight: "Yo he salido con vida del infierno"

    Esta joven es víctima de una historia tan terrible que cuesta creer que sea real. Durante once años vivió encadenada y fue violada y maltratada sin piedad en esta casa de Cleveland. Su secuestrador, Ariel Castro, la dejó embarazada en cinco ocasiones y la hizo abortar a golpes. Michelle Knight, que compartió encierro con otras dos chicas, habla por primera vez de su calvario.
    Michelle suelta un mamporro a un saco de boxeo casi tan grande como ella. bum, bum, bum. sus golpes son cada vez más violentos y rápidos.  «¿Piensa en él cuando golpea?», le pregunto. «Sí», responde. Bum, bum, bum. «Tras escaparme, cuando empecé a verlo en la tele, se me ocurrió poner su retrato en el saco y darle una buena. Recorté su fotografía del periódico y..., fíjese, en el saco todavía se nota la abolladura». Michelle nunca llama al secuestrador por su nombre. Se refiere a él con el término el 'tipo'. El tipo es Ariel Castro, el conductor de autobús escolar que la secuestró, la mantuvo prisionera en su casa de Cleveland durante 11 años, la dejó embarazada cinco veces y la hizo abortar a golpes otras tantas. Se acaba de cumplir un año de la huida de Michelle y de las otras dos jóvenes, Amanda Berry y Gina DeJesus. En el juicio, Castro se confesó culpable de 937 cargos; entre ellos, asesinato, rapto, violación y lesiones. En agosto de 2013 fue condenado a cadena perpetua. Un mes más tarde, el 'tipo' apareció ahorcado en su celda.
    Michelle está empezando a rehacer su vida. No es fácil. Tiene problemas de visión tras vivir años en la oscuridad, el estómago machacado de por vida por una combinación de infecciones y palizas y tiene problemas psicológicos. También ha roto lazos con su familia, que nunca se molestó en buscarla, o eso asegura ella. Su vida ahora es solitaria. Aunque lo milagroso es el hecho mismo de que siga viva. Antes de que Castro fuera condenado, Michelle leyó una estremecedora declaración en el juicio en la que especificaba detalles terribles de su secuestro, al tiempo que ofrecía su perdón al captor. Levantó sus diminutos 140 centímetros y con el rostro lloroso dijo: «Buenas tardes. Soy Michelle Knight y quisiera explicarles lo que esos 11 años fueron para mí. Echaba en falta a mi hijo todos los días. Me preguntaba si alguna vez lo volvería a ver. Él solo tenía dos años y medio cuando me secuestraron [...].
    Los días se convirtieron en noches. Las noches, en días. Los años, en eternidad». Michelle ha escrito un libro estremecedor, Finding me ('Encontrándome a mí misma'), centrado en su experiencia. ¿Por qué lo ha hecho? «Quiero que la gente comprenda que es posible superar hasta la peor de las situaciones. No hay que dejarse engullir por la oscuridad». Tiene una voz maravillosa, lenta y musical. ¿En algún momento pensó que la oscuridad terminaría por devorarla? «No, siempre tuve claro que lo superaría». Pero Michelle no siempre es tan optimista. Otros días reconoce que quiso morir.
    El día del secuestro
    El 22 de agosto de 2002, Michelle tenía una cita con los funcionarios de los servicios sociales para hablar de la custodia de su hijo, Joey. Llegaba tarde. Estaba agobiada. Entró en un supermercado para preguntar por la dirección exacta. Cuando Castro le oyó hablar con la cajera, se ofreció a llevarla en su coche. Michelle creyó reconocerlo. Era el padre de una niña de la escuela de su hijo. «Lo miré y dije: 'Me parece que lo he visto antes. Usted tiene una hija que se llama Emily, ¿verdad?'. '¡Qué pequeño es el mundo!', me dijo. Parecía buena gente». En el coche de Castro había un cartel que anunciaba la venta de unos cachorros. Michelle le comentó que a su hijo le encantaban los perrillos. «El tipo puso el coche en marcha e hizo un trompo en el aparcamiento. 'Oiga... pero ¿qué hace?', le dije. Y él respondió: 'Nada. A mis chavales les encantan este tipo de cosas'. Y no le di más importancia. Me equivoqué. Tendría que haberme bajado del coche en ese instante. Aunque lo cierto es que la portezuela no tenía su manija».
    Knight tenía entonces 21 años. «Castro dijo que iba a pasar un momento por su casa para regalarme uno de los perritos. Enfiló el camino de arena que llevaba a la puerta de la vivienda y echó el cierre de la entrada al jardín. Me explicó que lo hacía porque aquel vecindario era peligroso. Me lo tragué. Al entrar en la casa, cerró con llave la puerta de entrada. Me dijo que los perritos estaban en el piso de arriba. Me chocó que no se oyera ni un ruido si tenía unos cachorros. Pero me dijo que estaban durmiendo. Al llegar al piso de arriba, de pronto pensé que jamás saldría de allí. El corazón me dio un vuelco. Empecé a temblar. El tipo se fijó y me dijo: 'No tienes de qué preocuparte'. Cuando de repente cerró la puerta, comprendí que todo había terminado. Para siempre. Nunca jamás iba a salir de aquella casa».
    Cuando escapó de su encierro, Michelle tenía la mandíbula tan dañada que no podía hablar con claridad. Hoy se expresa mejor. Durante los seis meses posteriores a su liberación vivió en un centro de acogida. Ahora reside en un bonito apartamento en un barrio elegante. El alquiler es alto, pero puede permitírselo gracias al sustancioso anticipo por su libro y a las distintas cuentas corrientes establecidas en su beneficio. En la mesa de la cocina hay multitud de tarjetas donde la felicitan por su cumpleaños. Acaba de cumplir 31. ¿Cómo lo hubiera celebrado el año pasado? «En una habitación con Gina. Compartiendo una chocolatina y cantando Cumpleaños feliz. Lo celebrábamos lo mejor que podíamos. Nos escribíamos tarjetas las unas a las otras».
    Las otras chicas
    Un año después de secuestrar a Michelle, Castro raptó a Amanda Berry; y al año siguiente, a Gina DeJesus. ¿Le reconfortaba saber que había otras chicas en la casa? «Sí, pero al mismo tiempo me decía que no merecían estar allí. Yo tampoco. Era terrible, porque yo sabía exactamente qué iba a pasarles a partir de ese día y que no iba a gustarles». Durante la década que estuvieron juntas, Michelle y Gina establecieron una profunda relación personal. Michelle adoptó el papel de madre. Las dos pasaban la mayor parte de los días encadenadas o encerradas en el mismo cuarto oscuro (a Amanda Berry le fue concedida su propia habitación, que más tarde pasó a compartir con su hija). Gina y Michelle escuchaban música juntas, leían juntas, comían juntas, iban juntas al baño (un retrete de plástico que era vaciado muy de tarde en tarde). Si una enfermaba, la otra cuidaba de ella; se daban ánimos.
    Ariel Castro
    Aunque Castro nació en Puerto Rico, llevaba viviendo en los Estados Unidos desde niño. Su pareja, Grimilda Figueroa, y sus cuatro hijos lo habían abandonado. Se habían marchado de Cleveland en 1996. Tres años antes de irse de la ciudad, la Policía había detenido a Castro por agredir a Grimilda. Ella murió hace dos años, pero su hermana declaró que Castro le había roto la nariz, las costillas y los brazos y que la tiró por unas escaleras, fracturándole el cráneo. Los dos hermanos varones de Castro vivían en la ciudad, y en un principio se dio por sentado que estaban implicados en los secuestros. Pero Michelle insiste en que eso no es cierto. Cuando Castro recibía visitas, encerraba a las chicas en el piso de arriba o en el sótano.
    «Los hermanos nunca llegaron a enterarse, siempre estaban demasiado borrachos para darse cuenta de lo que pasaba. Antes de llegar a la casa ya se habían tomado media docena de cervezas y eran incapaces de oír algo porque la radio estaba a todo volumen». Michelle dice que Castro achacaba su conducta a los abusos sexuales que él mismo había sufrido de niño. «Decía que no podía controlarse porque era un adicto al sexo y que la única forma de remediarlo consistía en cortarse la... (no llega a pronunciar la palabra)». ¿Castro lo decía en serio? «A veces, sí». ¿Michelle se hubiera prestado a hacerle una cosa así? «Sí. Llegó a pedirme que se lo hiciera. Pero también me dijo: 'A cambio, te haré daño'».
    Durante el juicio, el psiquiatra presentó un informe en el que aseguraba que, de las tres chicas, Michelle era la que había sufrido «de forma más prolongada e intensa». Ella lo corrobora. Y lo justifica en su propia actitud retadora durante su cautiverio. «La cosa llegó a un punto en el que, cuando el tipo me derribaba a golpes, yo me lo quedaba mirando sentada en el suelo sin expresión, como si fuera idiota. Y entonces le sonreía, dándole a entender que aquello no era nada. Me convertí en insensible al dolor. '¿Eso es todo lo que puedes hacerme?', venía a decirle con la mirada. No quería darle el gusto de suplicarle. Las súplicas lo alimentaban». Michelle también recibía peor comida que las otras dos cautivas. «Siempre me daba los restos. Con el tiempo, me di cuenta de que a ellas les daba más comida y de mejor calidad, fresca, la mayoría de las veces». ¿Castro se mostró en algún momento bondadoso con ella?
    Michelle recuerda con lágrimas el día que le compró un perro. «Yo quería a ese perro con toda mi alma. Lo quería muchísimo. Le puse el nombre de Lobo. Me parecía maravilloso compartir mi vida con otro ser, poder cuidar de él». Unas semanas después, Castro violentó a Michelle en presencia de Lobo. «Y mi perro le soltó un mordisco... El tipo agarró a Lobo por el cuello y... (hace un gesto con las manos) delante de mis narices. Luego fue a la planta baja, metió el cuerpo en una bolsa y lo tiró al cubo de la basura».
    Los embarazos
    ¿Se quedó embarazada cinco veces durante su cautiverio?«Sí», susurra. ¿Usted quería tener esos niños? «Sí. Bajo ninguna circunstancia pensaba en dar muerte a un niñito pequeño. Por muy mal que me fueran las cosas». ¿Cuánto duró el embarazó más largo? «Tres meses». Silencio. No ceso de preguntarle a Michelle cómo se las arregló para sobrevivir. Responde que por las mañanas hacía lo posible por no despertarse. No se levantaba de la cama hasta que Castro la obligaba. «No tenía razones para levantarme ni para hablar». Muchas veces fingía estar dormida. Castro se mofaba de ella constantemente: por su físico, por el hecho de que nadie estaba buscándola. Estaba convencida de que moriría allí.
    Michelle es alérgica a la mostaza. Castro lo sabía y un día la obligó a comer un perrito caliente cubierto de salsa de mostaza. El rostro se le hinchó; no podía respirar. «Allí sentada, pregunté a Dios qué motivo tenía para seguir viviendo». Un día llegó a pedirle a Gina que la matara. «Mátame, por favor. Cúbreme la cabeza con la almohada y mátame. Sácame de aquí». Gina respondió: «No puedo, eres mi amiga. Sencillamente no puedo hacerlo». Michelle agrega que en otra ocasión fue ella la que se negó. «Un día, Gina bebió más de la cuenta y me pidió que la ayudara para ahogarse en sus propios vómitos. No podía hacer algo así. Así que le pedí que se olvidara del asunto». Reconoce que su relación con Amanda no era fácil: procedían de entornos diferentes y tenían mentalidades muy distintas. A pesar de ello, ayudó en el alumbramiento de Jocelyn, la hija de Amanda Berry (Castro la amenazó con matarla si la niña no sobrevivía al parto). Todavía sonríe al hablar de lo mucho que quiere a la pequeña. «La niña trajo la felicidad a la casa. Valía la pena vivir y levantarse por la mañana nada más que para ver a la niñita sonreír y jugar». Castro prohibió a Michelle que llamara a la pequeña por su nombre. «Tan solo me dejaba llamarla 'guapa'».
    Su vida antes del cautiverio
    Michelle no tiene ninguna duda de que las crueldades que sufrió de niña la ayudaron a sobrevivir en el infierno. La joven lleva sufriendo abusos sexuales desde los cinco años. Su madre prefirió no escolarizarla para recibir las ayudas sociales y, cuando finalmente empezó a ir a la escuela, los demás alumnos se dedicaron a acosarla. «Más de una vez me encerraron en las taquillas, recuerda. Cuando tenía diez años, uno de los chavales puso mi mano en una taquilla y cerró la portezuela de un golpe. 'Olvídate de volver a jugar al baloncesto', me espetó. Me rompió el pulgar y la muñeca». Cuando llegó a la adolescencia, escapó de casa y se instaló en un solar bajo un puente. «Ya no tenía que aguantar los gritos de mi madre. No tenía que oír cómo alguien estrellaba cosas contra la pared. Si me daba por ponerme a cantar, no tenía que oír cómo mi madre me soltaba que tenía una voz horrorosa y que cerrara el pico». ¿Alguna vez se ha planteado lo que habría sido de su vida si Castro no la hubiera secuestrado? «Seguramente ahora estaría viviendo en la calle. O muerta, por las drogas o el alcohol». Entonces, ¿el secuestro salvó su vida? Michelle sonríe. «Sí, porque me enseñó lo que es la vida. Me enseñó el tipo de cosas que los demás nunca llegan a ver. Aunque fue doloroso y horrible, salí con vida del infierno».
    ¿Alguna vez trató de comprender las motivaciones de Castro? «Sí. Él consideraba que las chicas éramos una especie de familia para él». Y en esa familia, ¿qué relación tenían ellas con él? «Una relación de esposas», contesta de forma escueta. Castro solía decirles que quería que fuesen felices. En el juicio declaró: «Espero que lleguen a perdonarme de corazón, pues en nuestro hogar se daba una gran armonía». Es un hecho que Castro las trató de forma un poco más amable durante los últimos años de cautiverio. Ya no las mantenía encadenadas, solo encerradas con llave. Permitía que Michelle y Gina vieran a la niña todos los días. ¿Le parece que Castro en cierta forma las quería? «Sí, a su modo enfermo. A su modo demencial nos quería, porque pensaba que formábamos una familia. Era parte de ese mundo de fantasía en el que vivía. Tenía que ver con el hecho de que quería tener una familia, pero no la tenía. Siempre se quejaba de que su familia lo había abandonado».
    Castro fue hallado ahorcado con una sábana el pasado mes de septiembre. Todo el mundo habló de suicidio, pero desde instituciones penitenciarias se afirmó que había muerto de forma accidental al procurarse una asfixia autoinducida con fines sexuales. La forense discrepó y se reafirmó en la tesis del suicidio. Michelle está de acuerdo con ella. «El tipo buscó la escapatoria de los cobardes». ¿Preferiría que Castro siguiera con vida y en la cárcel? «Bueno, en cierta forma preferiría que no se hubiera matado, pero a cada uno lo suyo. El tipo no quería seguir viviendo. No podía vivir con el recuerdo de lo que había hecho. Y lo entiendo. De haber sido él, yo también me hubiera matado».
    El día que escapó del infierno
    El día de su huida, Amanda Berry se las había arreglado para llamar la atención de unos vecinos, que inmediatamente llamaron a la Policía. Cuando Michelle oyó que alguien aporreaba la puerta, creyó que eran unos ladrones. «Todo el mundo puede decir eso de '¡Policía! ¡Abran!'. Pero entonces oí un walkie-talkie. Nada más ver la placa de una agente, salí corriendo por la puerta, me subí a sus brazos y me agarré a ella con todas mis fuerzas. No podía creerlo. Volví el rostro, vi a Gina y sentí que todo me daba vueltas. '¿Sabes lo que significa esto?', le dije. '¡Volvemos a casa!'». Gina DeJesus y Amanda Berry sí tenían hogares a los que regresar. Michelle Knight, no. Su familia hizo acto de presencia, pero ella no quiso volver a su lado y se marchó al centro de acogida. «Mi madre les dijo a los periodistas que siempre me había querido, pero no es así. Todo lo que dijo en la tele es mentira: que si teníamos una casa en el campo, que si yo tenía un caballo... Yo nunca he vivido en el campo ni he tenido un caballo. Lo único que le pido a mi madre es que deje de mentir».
    Michelle tampoco se ha reencontrado con Amanda y Gina. «Ahora mismo, todas tenemos nuestros problemas. Y cada una necesita tiempo para estar a solas».Joey, el hijo de Michelle, ya ha cumplido 14 años. Ella lo ha visto en fotos y le ha escrito cartas. Pero no quiere precipitar las cosas. Cree que Joey seguramente está más unido a sus padres adoptivos. «Está hecho todo un hombrecito, es guapísimo, y lo quiero con locura. Me alegro de que no le falte de nada y me entristece no estar a su lado. Espero que un día volvamos a vernos. Antes me preguntó que cómo me las arreglé para seguir adelante durante esos 11 años me dice, mientras saca un montón de papeles: dibujos, poemas y escritos realizados en la casa. Gran parte de ellos están dedicados a Joey».
    Y comienza a leer una de las cartas. «Feliz día de Halloween, hijo mío. Te quiero y me gustaría estar contigo. Tu recuerdo es lo único que me acompaña en este momento». Me enseña una tarjeta en la que dibujó un perro tocado con un birrete de académico. «Lo dibujé para celebrar que Joey habría terminado su último año de guardería». Entre los papeles hay varios listados escritos durante su cautiverio en casa: listas con resoluciones, con sueños, con cosas que necesitaba. Uno de estos listados reza: champú, toallas, toallitas, pasta de dientes... «Son cosas que no teníamos y que soñábamos con tener afirma. Casi nunca teníamos pasta de dientes. El tipo, de vez en cuando, nos daba un poquito y decía que tenía que durarnos seis meses. Si nos hacíamos un corte y nos daba agua oxigenada o alcohol, yo lo utilizaba para cepillarme los dientes».
    El sol de la tarde reluce con fuerza. Le pregunto a Michelle si duerme con las cortinas abiertas. «Sí responde. Para contemplar el cielo maravilloso que estuve años enteros sin ver». Y guiña los ojos al mirar hacia el sol. ¿Le duelen los ojos? «Sigo teniendo algún que otro problema. Si la luz del sol es demasiado brillante, tengo que apartarme de la ventana». ¿Su vista está mejorando? «Todavía no mucho. Pero mejorará. Sigo teniendo esperanza».
     
     TÍTULO:  ¿ CÓMO PODEMOS CONTROLAR NUESTRAS EMOCIONES ?
    No es la primera vez que veo al público en general aceptar el discurso de los demás. Los pensamientos -hoy lo sabemos- son el resultado de ...-foto
      No es la primera vez que veo al público en general aceptar el discurso de los demás. Los pensamientos -hoy lo sabemos- son el resultado de haber pergeñado a lo largo del tiempo, y no siempre en la misma dirección, la primera constatación inicial. No me extraña nada que los primeros homínidos prefirieran, sin embargo, codearse solo en pequeñas aglomeraciones; casi todos sus vecinos eran enemigos y tenían tendencia a engañar al resto. El propio idioma, al comienzo, resultó ser un invento para engañar a los demás. Por eso prevaleció siempre la mirada o la caricia.
    Muchas veces cuesta aceptar que las reglas seguidas durante siglos hayan dejado de estar vigentes, o casi. No asombra a demasiada gente que, por primera vez en la historia, todo debe amoldarse a la 'antigua constitución'. ¿Alguien sabe de veras el detalle de la 'antigua constitución'? He hecho la prueba, personalmente, de ver lo que la gente entendía por la 'nueva constitución'. En términos generales, ni idea. A la mayoría de la gente lo que le cuesta admitir es lo nuevo que está descubriendo: que la memoria es mucho más frágil de lo que creía. Todos los grandes científicos están hoy de acuerdo en que la realidad puede ser muy distinta de la memoria que habían conservado de ello.
    La catedrática de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid Mónica de la Fuente explicó en una ocasión que los humanos tenemos, además de la edad cronológica, una edad biológica; y estas no tienen por qué coincidir. La edad biológica nos indica cuánto envejecemos. Una persona puede tener 60 años cronológicos, pero, si se cuida, come bien, hace deporte y soporta poco estrés, su edad biológica puede ser de solo 40 años. Los científicos están descubriendo que uno de los principales reguladores de nuestro envejecimiento es el conjunto de bacterias que tenemos los humanos. Somos una comunidad andante de bacterias, ya que nuestro cuerpo alberga hasta diez veces más bacterias que células propias.
    Pues bien, el conjunto de bacterias que viven en nuestros intestinos están compuestas por microorganismos, de los cuales unos nos benefician y otros nos perjudican. El que predominen unos u otros depende, sobre todo, del estado de nuestro sistema inmunitario, el cual depende, a su vez, de la dieta, del deporte y de nuestras emociones. En situaciones de estrés, los humanos liberamos una hormona que se llama cortisol. Esta hormona cumple su función, pues en situaciones de peligro o riesgo nos puede alertar para poder reaccionar a tiempo.
    Seguramente, nos salvó la vida varias veces cuando aún vivíamos en las cavernas y el oso de turno nos acechaba. Hoy resulta que el tipo de vida que llevamos es responsable de que mucha gente sufra estrés y libere cortisol de manera sostenida. Ahora bien, el cortisol en exceso tiene efectos perjudiciales para la salud. El principal es que causa un desequilibrio del sistema nervioso; por eso, en situaciones de ansiedad somos más propensos a pillar alguna bacteria, porque nuestro nivel de cortisol está en baja forma.
    Así que no solo hay que cuidar la dieta y la forma física. También debemos esforzarnos en padecer menos ansiedad. Y esto requiere, sin duda, saber gestionar las emociones de uno mismo. Saber qué sentimientos se mueven por ahí dentro y aprender a gestionarlos; es lo que se denomina 'aprendizaje social y emocional', algo que todavía no está incorporado en los currículos escolares de este país, pero que es crucial para que los futuros ciudadanos no sucumban a los desafíos de la sociedad actual.

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