DESAYUNO DEL LUNES, LA MEJOR DERROTA DE CONTADOR,.-fotos
Ciclismo
La primera derrota de Contador
Andy Schleck, con un fantástico ataque a 62 kilómetros del Galibier, rompe el Tour y acaba con el madrileño y Samuel ,.
Sucedió a dos kilómetros del Galibier, justo cuando
pasaba sobre una pintada dedicada a Andy Schleck, el majestuoso vencedor
ayer, el segundo en la general a sólo 15 segundos ya de Voeckler. Allí
quedó clavado Alberto Contador. Con dos puntas. Clack. Clack. Ahí se le
detuvo el Tour. Su orgullo se levantó sobre los pedales para tratar de
seguir al grupo de Evans, pero era un orgullo sin piernas. «La flojera»,
dijo. Notó que eso que le acababa era el aire de sus pulmones. Y vio
una imagen que nunca había visto hasta ayer: cómo se alejaban sus
rivales y con ellos, el triunfo en una gran vuelta. Desde el Tour 2007,
desde su primer éxito, no había perdido jamás: tres Tours, dos Giros y
una Vuelta. El cuarto Tour tendrá que esperar. Así lo sentenció ayer el
Galibier. «La victoria ya es imposible», declaró. El Galibier tiene otra
muesca en su poblado cementerio.
No hay campeón sin derrota. Anquetil no ganó el sexto
Tour porque no quiso; prefirió que lo perdiera otra vez Poulidor. Mala
leche. A Merckx se lo quitó un puñetazo en las costillas propinado por
un exaltado en el Puy de Dome. A Hinault le costó más renunciar. Trató
de incumplir el pacto con su compañero LeMond y le atacó a traición.
Hasta que se agotó ante el empuje del joven americano. A Induráin, su
derrota le llegó el 6 de julio de 1996. En otro Tour, como éste,
inundado de lluvia. Aquel día, sin embargo, salió el sol camino de Les
Arcs. Como ayer. Aunque algo más lejos de la cima: a 3,5 kilómetros. De
repente, tras cinco victorias consecutivas, el navarro torció la cara.
Pidió sales. Estaba hueco. Lleno de sed. Se desvaneció el gigante.
Contador fue ayer el Induráin de Les Arcs. «A ocho kilómetros del final
me sentía ya muy mal», confesó.
A Armstrong, el imbatible, el de los siete Tours, le tuvo
que tumbar uno de la siguiente generación, Contador, que acabó con la
era del tejano entre Andorra y Verbier, en el Tour 2009. Sólo quedaba
intacto el madrileño. Hasta que llegó a esa pintada premonitoria a dos
kilómetros del Galibier que decía: 'Andy'. El luxemburgués había pasado
por allí casi cuatro minutos antes. Arriba, tras cruzar la pancarta, les
esperaba su padre, Johnny. El hijo se sostuvo en los hombros del viejo
gregario de Ocaña. Andaba con dificultad y recibía una catarata de
aplausos. Los merecía. Eddy Merckx se le acercó y le dijo: «Has ganado a
la antigua». Como él.
Al ataque
Todo comenzó con un silbido. Lo escuchó el Izoard, el
segundo puerto del día tras el Agnello. Andy Schleck silbó a Voigt. Fue
como pulsar un interruptor. Luz sobre la historia del Tour. El alemán
aceleró. Ignición. El cohete. Andy miró atrás, vio dudas y se fue. Sobre
la roca de esa curva había colgada una bandera de Luxemburgo. Señal.
Quedaban 62 kilómetros, medio Izoard y el largo ascenso al Galibier. Era
una aventura. «O ganaba o reventaba».
Merckx disfrutó en el coche del director de carrera. Veía
a un joven y se veía a sí mismo. Le guiñó un ojo al Izoard. Dicen que
por este puerto los campeones pasan solos. Es un desierto de piedra.
Atemoriza su grandeza. Andy activó la hélice de sus pedales. Tenía
delante a dos gregarios. Posthuma le dio un relevo y Monfort le esperó
para guiarle en el descenso del Izoard. Hace mucho pasó por allí Louison
Bobet, con los forúnculos en carne viva. Solo ante el Izoard, como los
campeones. «¿Por qué aguantas Louison?». Y respondió: «Porque no me vale
ser segundo».
La frase se la pidió prestada ayer Andy Schleck. En su
mejor día como ciclista. Al fin. Monfort tiró de él desde Briançon hasta
que reventó. Desde arriba, el Galibier se lo ponía difícil a Andy: le
soplaba en contra un viento frío. Ni eso le frenó. Detrás, Contador y
Samuel hablaban. El asturiano negó con la cabeza. No podía ayudarle esta
vez: iba a ser su peor día. Se le esfumaba el podio. El madrileño
quería. «Querer es poder», repite como lema. Esta vez no. Cuando Andy ya
les llevaba a todos más de cuatro minutos, supo que estaba pedaleando
sobre su primera derrota. Y aún quedaban 15 kilómetros.
Voeckler sudaba de amarillo. Picor en los ojos, la mirada
desenfocada. Bastante tenía con aguantar. Nadie se atrevía a tirar
hasta que apareció Evans, el sigiloso. El Tour se resumió entonces en
esos dos nombres. Delante, Andy tiraba solo hacia la faja de nubes que
hacían corona para el Galibier. Al cielo. Detrás, Evans, con ese gesto
suyo atormentado, le recortaba tiempo. A pulso. A Evans no lo pudo
seguir Samuel Sánchez. «No había más fuerzas», alegó. Y, unos kilómetros
después, tampoco Contador. Le dolía la rodilla. Le pesaba el esfuerzo
del Giro. Y, por primera vez, tocó la lona. K.O. Perdió 3 minutos y 50
segundos en la cima, 48 segundos menos que Samuel. A 2.07 entró su
hermano, Frank. Abrazo. A 2.15, Evans, el australiano que ahora tiene el
Tour a tiro de contrarreloj si hoy aguanta en Alpe d'Huez (Voeckler le
saca 1.12 y Andy Schleck, sólo 53 segundos). Uno de ellos ganará el
primer Tour que pierde Contador.
TÍTULO: LA CENA DEL LUNES, MARQUEZ, UN RAYO ENTRE TRUENO,.
LA CENA DEL LUNES, MARQUEZ, UN RAYO ENTRE TRUENO,.-fotos,.
- El Valentino Rossi más puro y el Dani Pedrosa más agresivo se enfrentaron al coloso Marc Márquez, y ambos se toparon con la cruda e ...
El piloto español de Honda logra en el GP de Cataluña su séptima victoria en siete carreras con otra exhibición colosal en la que se deshizo primero de Rossi y después de su compañero Dani Pedrosa.
El Valentino Rossi más puro y el Dani Pedrosa más agresivo se enfrentaron al coloso Marc Márquez, y ambos se toparon con la cruda e indestructible realidad del que no se amilana ante nada. El GP de Cataluña fue una carrera colosal, mostrando la mejor cara de tres de los cuatro aspirantes al Mundial y dejando claro que, para ganar al genio de Cervera, hacen falta más circunstancias hostiles que las que se vivieron en el trazado de Montmeló, que no fueron pocas.
Una nube negra como el carbón parecía un mal augurio para el inmaculado líder, que llegaba a la prueba con seis victorias en seis pruebas y cuyo único error había llegado en la jornada precedente, una caída en la frenada del final de recta que le había apartado de salir desde la posición de privilegio por primera vez. Pedrosa era el hombre de la ‘pole’, pero Jorge Lorenzo es el de las salidas. Fulgurante arrancada del ‘99’ rebasando por fuera a Dani en la primera inclinada. Tras él todos buscaban su sitio, siendo Rossi el que lo hizo con más hambre. Llegó hasta la segunda plaza. Seguían delante las dos Yamaha, pero en el caso del bicampeón del mundo fue efímero. El Lorenzo que había recuperado toda la moral en Mugello fue menor en Cataluña. Los giros de la trama acababan de comenzar. Rossi mantenía a raya a las dos HRC debido a que Márquez se había puesto en modo de estudio.
Pedrosa iba impacientándose y se lanzó a la pelea. Dani le adelantó y se puso segundo. La cabeza parecía un acordeón. Cada vez que Márquez se acercaba a Rossi ocurría algo que le devolvía a la tercera plaza. Era el clímax de la carrera, y de lo que va de temporada. Con permiso de Mugello, se estaban viviendo los mejores momentos del año y puede que de los últimos tiempos. Llegó la hora de la verdad: Pedrosa y Márquez llegaron a Rossi y le adelantaron. Sin Rossi en la ecuación, Pedrosa se fue con todo en la primera curva de la última vuelta. Funcionó y se puso líder, pero Márquez acechaba. Dani, agresivo pero fiel a su estilo, decidió no intentar adelantar en la frenada sino pegarse lo más posible a Márquez. Tanto se pegó que se tocó con la rueda trasera del ‘93’. Pedrosa estuvo a punto de mandar las dos Honda al suelo, pero fue capaz de sostenerse para, al menos, amarrar la tercera plaza del podio. Rossi aprovechó el regalo para auparse a la segunda plaza y Márquez a la primera.
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