domingo, 1 de junio de 2014

ENTREVISTA, Lana del Rey: "No merezco mi mala fama. Soy buena chica"/ REVISTA XL SEMANAL, PORTADA,.FRANCISCO GONZALEZ,.


Lana del rey habla con esa voz melosa que la ha hecho famosa. Sentada en una terraza de Los Ángeles con unos shorts, un jersey blanco y ...
Entrevista

Lana del Rey: "No merezco mi mala fama. Soy buena chica"

Hace tres años irrumpió como un cohete: vendió millones de discos, los diseñadores de moda se la rifaban y sus vídeos echaban humo en Internet. Y se disparó la polémica. Fue acusada de ser el producto de 'marketing' perfecto. Lana del Rey intenta quitarse el sambenito de encima con un nuevo disco... y con esta charla exclusiva con 'XLSemanal'.
Lana del rey habla con esa voz melosa que la ha hecho famosa. Sentada en una terraza de Los Ángeles con unos shorts, un jersey blanco y descalza, fuma un cigarrillo tras otro pocas horas después de que el primer sencillo de Ultraviolence, su tercer álbum (a la venta el 17 de junio) haya llegado al mercado. Lejos de comportarse como una estrella, cada vez que se refiere a una fama que parece no creerse del todo, Del Rey utiliza un eufemismo ad hoc: «Desde que me convertí en visible...». Algo que ocurrió en 2011 gracias al videoclip de Videogames y a un look nostálgico que convirtió en su santo y seña. Su segundo disco, Born to die, vendió cinco millones de copias en todo el mundo.
Pero desde que es 'visible', Del Rey vive instalada en la polémica. Sobre todo desde que The New York Times le dedicara un artículo titulado: «Lana del Rey es un fraude». Sus detractores la acusan de ser un producto prefabricado por un padre millonario, de que sus labios son obra de un cirujano plástico, de que su nombre artístico se llama Elizabeth Grant es obra de un publicista sagaz y de que, en un momento de divas extravagantes y sexis, ella es el perfecto contrapunto 'retro' salido de la cabeza de algún genio del marketing. Se le reprocha, en definitiva, no ser auténtica. Pero en las distancias cortas, parece cualquier cosa menos un producto. Amable y cercana, quiere contar su historia. Está harta de que todo el mundo la cuente por ella.
XLSemanal. Ultraviolence es su tercer disco. ¿Qué estado de ánimo refleja?
Lana del Rey. Un estado de ánimo sexi, algo inusual en mí [se ríe]. También es un disco libre. Lo grabé en seis semanas. Fue muy divertido. Antes de eso, todo era muy difícil.
XL. ¿Se refiere a su éxito repentino?
L.R. Sí. Aunque mucha gente compró mi disco anterior, sabía que no le había gustado a casi nadie. Hubo quien escribió que era horrible, incluso dañino.
XL. ¿Se sintió maltratada por la prensa?
L.R. Me adjudicaron una mala reputación [risas].
XL. ¿Y no la merecía?
L.R. ¿Por qué habría de merecerla? Soy una buena chica.
XL. La acusan de ser una estrella prefabricada...
L.R. La autenticidad no me parece un valor. «¡Es auténtica!». ¿Y qué? ¡Qué aburrimiento! Además, ¡yo escribo y produzco todas mis canciones!
XL. En eso tiene razón. Decenas de estrellas no escriben lo que cantan y nadie pone su autenticidad en entredicho...
L.R. Exacto. Fui invisible durante siete años. Ninguna discográfica se interesaba por mí. No había sitio para una cantante lírica en un momento en que solo funcionaban en los Estados Unidos el rap y pop. Ni siquiera el rock estaba vivo.
XL. Y, en 2011, Videogames la pone de pronto en el mapa...
L.R. Hace tres años, me hice visible y la gente empezó a preguntarse: «¿De dónde ha salido?». Había varias páginas en blanco en mi historia y mucho espacio para inventar cosas. Al final, la verdad es lo que se escribe sobre ti, la palabra periodística. Siempre ha sido así. Los titulares dictan la trayectoria de las estrellas.
XL. O la odian o la aman. ¿A qué cree que se debe?
L.R. Quizá mis mensajes resultaran confusos. Yo no hago pop, mi proceso creativo es más psicológico. Cuando la gente empezó a escucharme, llevaba diez años escribiendo y tenía un universo psicológico muy profundo.
XL. La llegaron a tachar de antifeminista...
L.R. Sí, hubo quien creyó que transmitía un mensaje dañino para las mujeres, pero yo hablaba de mis sentimientos. Tengo una relación maravillosa con los hombres. La energía masculina es una gran inspiración para mí.
XL. Da la sensación de que sin cierta dosis de polémica es difícil triunfar...
L.R. No sé. Pero hay gente que lo provoca, lo pide a gritos. Yo no lo he buscado.
XL. También dicen que se ha sometido a algún retoque estético. ¿Le molesta?
L.R. ¡Claro que me molesta! [se ríe]. A mí lo que me gusta es parecer camaleónica, pero no soporto las mentiras.
XL. Da la impresión de que su estilo 'retro' es casi una reacción al look hipersexual de otras estrellas como Miley Cyrus, Rihanna o Lady Gaga. ¿Es así?
L.R. No es una declaración de intenciones frente a lo que representan otras cantantes. Es mi estilo natural. Aunque, si soy sincera, a veces sí que he pensado: «Voy a abotonarme» [se ríe]. Es solo una manifestación de mis orígenes. Mi familia es muy tradicional.
XL. ¿Qué buscaba cuando se metió en este negocio?
L.R. Buscaba una comunidad artística como la de Dylan, Joan Baez o la generación beat Jack Kerouac, Allen Ginsberg... en los sesenta, donde pasaban noches escribiendo novelas o canciones folk. También el respeto como escritora dentro de esa comunidad. Y, la verdad, no encontré ninguna de las dos cosas.
XL. ¿Qué se encontró a cambio?
L.R. Si te soy sincera: nada. Desde que soy visible, nada es realmente claro en mi vida. Cuando el camino se despeja, un nuevo obstáculo lo ensombrece. He tenido muchos altibajos.
XL. Por cómo lo cuenta, parece que ha sido un proceso duro. ¿Pensó en dejarlo?
L.R. Todo el rato. La vida es corta. Estar entre gente que no te entiende no resulta agradable.
XL. Confiesa que no le gusta mucho actuar, ¿por qué?
L.R. En el estudio, con mi productor, es casi como una relación romántica, tenemos una química natural. Pero cuando no conoces a tu público, no puedes confiar en que vayan a aceptarte si pierdes el equilibrio y te caes o desafinas. Ahora sé que eso también es parte del espectáculo y estoy empezando a disfrutarlo.
XL. ¿Qué diferencias hay entre Lizzy y Lana?
L.R. Ninguna. Cambié mi nombre para mostrar a los demás cómo era por dentro. Porque, al nacer, te dan un nombre, una localización geográfica y quizá hasta dictan la profesión que deberías ejercer. Y no quiero responder a un arquetipo.
XL. Por cierto, ¿por qué un nombre artístico tan hispano?
L.R. Tengo mucha afinidad con la cultura hispana. Me encanta su exotismo y su pasión. Y me encanta el nombre Lana, parece que se te cae de la lengua.
XL. De pequeña quería ser poetisa. ¿Qué clase de niña era?
L.R. Era imaginativa, tenía un fuerte diálogo interior, era tradicional y demasiado precoz. Con diez años pensaba que ya era adulta. Mis amigos eran los amigos de mis padres, creía que era uno de ellos. Y me encantaba escribir.
XL. Con 15 años la enviaron a un internado. ¿Le marcó?
L.R. Puede ser... Casi no recuerdo aquella época. Para mí, la vida empezó al irme a Nueva York con 18 años. Lo que ocurrió antes está sumido en la niebla. No me gustaba el internado, no hablaba con nadie. Estaba en el coro, deseaba cantar con todas mis fuerzas y no sabía cómo.
XL. ¿Qué pesa más en esta industria: el talento, el marketing o la suerte?
L.R. Para la mayoría de la gente es sobre todo una cuestión de marketing. Para mí fue persistencia. Era mi sueño.
XL. ¿Y nadie ha tratado de arrastrarla en la otra dirección?
L.R. A veces. Yo hago el disco sola, se lo doy a la compañía y vuelven diciendo: «¡No hay singles!». Y les digo: «¡Lo sé!» [se ríe]. Debes ser muy fuerte. Pero siempre acabo ganando.
XL. ¿Siempre ha tenido tanta confianza en sí misma?
L.R. Como persona, sí; musicalmente, no. Con 20 años, un productor famoso se fijó en mí después de que a ninguna discográfica le gustase lo que hacía. Entendí que no iba a ser una artista comprendida, pero también que había gente a la que le interesaría lo que hacía. Es todo lo que necesito.
XL. Ha trabajado con personas marginadas desde que era adolescente. ¿Qué le ha enseñado esa experiencia?
L.R. ¿Conoces esa expresión: un tigre no puede cambiar sus rayas? Pues la gente puede cambiar sus rayas y hasta convertirse en dragón. He visto cómo personas sin esperanza han logrado transformarse y servir de inspiración para otros.
XL. Estudió Metafísica en la universidad. ¿De dónde surgió ese interés?
L.R. Con 11 años supe que todos íbamos a morir... y me angustié. Los conceptos de infinito y eternidad también me torturaban. En el internado, me apunté a clases de Metafísica. Era la primera asignatura, además de Literatura, que me interesaba. Por primera vez me sentí en buena compañía. Aunque los pensadores antiguos hacía siglos que habían desaparecido.
XL. Suele hablar de un plan divino, ¿a qué se refiere?
L.R. Antes trazaba mi camino y siempre terminaba frustrada. Dejé de intentarlo y acepté que la vida funciona según sus propias reglas. En cuanto lo hice, todo empezó a encajar. Si, por ejemplo, alguien me recomendaba un libro, alguien en el autobús se lo dejaba olvidado a mi lado. Cosas así.
XL. ¿Señales?
L.R. Sincronicidades. Suele decirse que las coincidencias son la manera que Dios tiene de permanecer anónimo. Las sincronicidades son una señal de divinidad. Respiras hondo y dices: «No quiero nada. Voy a dejar que las cosas sucedan».
XL. Requiere mucho autocontrol, ¿no?
L.R. Es paciencia. Como dejar que las letras vengan a mí. A veces es doloroso, pero es la única forma. Siento que mi camino me fue revelado, pero necesitaba ser una vasija vacía para que ocurriera. Como un conducto eléctrico. La electricidad no te atraviesa si estás llena de bloqueos.
XL. Su música es muy melancólica, ¿usted también?
L.R. Me esfuerzo por ser feliz... y lo he sido. Soy solitaria.
XL. ¿Y dónde busca la tranquilidad en medio del barullo que rodea a una estrella?
L.R. Hace tiempo que no estoy tranquila. Mi vida personal es una locura y la profesional está llena de altibajos. Pero no puede ser peor de lo que era [se ríe]. Solo puede ir a mejor.
Privadísimo
1. Nacida en Nueva York en 1986, es hija de un experto en 'marketing' de Internet.
2. Con 15 años, sus padres la enviaron a un internado para superar una adicción al alcohol. «Gran parte de lo que escribí en mi disco Born to die habla de esos años».
3. En 2010 lanzó su primer disco, Lana del Ray a.k.a. Lizzy Grant. Poco después pidió a su discográfica que lo retirara del mercado. No estaba satisfecha con el resultado.
4. El cantante Barrie-James O'Neill, con quien grabó una versión de Nancy Sinatra, es su prometido.
5. En su mano izquierda lleva tatuada una 'M', por su abuela Madeleine, y la palabra 'paradise'. En la derecha, el lema «Trust no one» ('No confíes en nadie'). Y en el anular derecho, «Die young» ('Muere joven'). 


TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL, PORTADA,.FRANCISCO GONZALEZ,.

" Antes, los banqueros se reunían una vez al mes. Ahora, ni nos felicitamos por navidad,. "

  1. Francisco González, presidente del BBVA, es un hombre hecho a sí mismo. Inició su carrera como programador informático. Quizá por ello ...
     
    En portada

    Francisco González: "Antes, los banqueros se reunían una vez al mes. Ahora, ni nos felicitamos por Navidad"

    -Francisco González, presidente del BBVA, es un hombre hecho a sí mismo. Inició su carrera como programador informático. Quizá por ello está considerado internacionalmente como uno de los pioneros tecnológicos en la industria financiera. De eso, de la situación económica, de la banca, del poder, de la corrupción, de la conciliación, de los políticos, de Cataluña y mucho más, habla con 'XLSemanal' en esta entrevista única.
    El paradigma de la puntualidad y, pese a su fama de hombre frío y distante, en nuestro encuentro se muestra cordial, afable y con sentido del humor. Su agenda está cronometrada al minuto, viene de una comida de trabajo y nos dedica el tiempo justo antes de asistir a una entrega de premios que el BBVA concede a la investigación. Es la primera vez que el presidente de la segunda entidad financiera de este país concede una entrevista tan personal a un medio no especializado.
    No huye del compromiso ni rechaza pregunta alguna; pero a Francisco González le interesa fundamentalmente dejar claras tres cosas: que todos los bancos y banqueros no son iguales ni tienen la misma responsabilidad ante la crisis; que la independencia del poder político y la transparencia no se negocian; y que aspira a convertir el BBVA en el primer banco digital del mundo. A la revolución tecnológica dedica desde hace años todo su entusiasmo. Acaba de ser premiado con la mayor distinción de la Americas Society: The Gold Medal.

    XLSemanal. Malos tiempos para ser banquero. Están ustedes en boca de todo el mundo... y no precisamente para recibir aplausos.
    Francisco González. Es evidente que la banca, en general, no ha respondido a lo que se esperaba de ella; sobre todo la gran banca internacional y, en España, las cajas de ahorros. Dicho esto, hay bancos y bancos, banqueros y banqueros.
    XL. Parece satisfecho.
    F.G. El BBVA ha pasado esta crisis muy bien, sin ninguna ayuda pública, pagando dividendos, ampliando la plantilla a nivel global y saliendo de la crisis con una reputación más alta que la que teníamos cuando entramos. En ese aspecto me siento cómodo, aunque eso no significa que me haya gustado lo que he visto. Han sido momentos difíciles para todos y, por lo tanto, no es un recuerdo agradable.
    XL. ¿Qué imagen cree que tiene Francisco González?
     F.G. Francamente, no lo sé. Hace poco comí con unos amigos y uno de ellos me dijo que tenía fama de no casarme con nadie. Me lo dijo con voz un poco fuerte y, luego, añadió: «Pero estoy encantado de que digan eso de ti». Bueno, a lo mejor eso es lo que la gente piensa de mí.
    XL. Sin embargo, hay quienes aseguran que es usted un hombre frío, distante, no le digo que hosco para no resultar maleducada...
    F.G. Hombre, yo no soy un hombre simpático, no. Me gusta hablar con mis amigos de cosas que nada tengan que ver con el negocio, y por eso me gusta el golf...
    XL. ¿Se reconoce antipático?
    F.G. No; antipático tampoco. Creo que soy una persona normal. Desde el comienzo, como presidente del banco, me di cuenta de que o mantienes las distancias o puedes llevar a tu entidad a una serie de compromisos que no tienen nada que ver con los intereses de los accionistas, de los clientes, de los empleados y de la sociedad en general.
    XL. La banca privada en España siempre ha estado en manos de grandes familias: Botín, Ybarra, March... Pero usted accede, primero, a la banca pública por el dedo político de Rodrigo Rato, quien lo nombra presidente de Argentaria; y, después, a la privada a través de la fusión con el BBV. ¿Pasó a ser un intruso, un outsider, en ese selecto grupo?
    F.G. No, a mí me aceptaron estupendamente bien. Los conocía a casi todos antes, aunque en otra posición. Acababa de vender mi empresa, FG Inversiones Bursátiles, y me sentí muy cómodo.
    XL. Aquello sucedió en los primeros meses de 1996, tenía entonces 51 años... ¿Se puede decir que ahí empezó una nueva etapa en su vida?
    F.G. Después de vender mi empresa, sabía que iba a hacer cosas, pero no cuáles. Una sí: jugar más al golf, que es mi pasión. Hasta entonces, nunca había podido hacerlo un día laborable. Así que conseguí jugar lunes, martes, miércoles y jueves, y el viernes empecé a darme cuenta de que eso me creaba una cierta insatisfacción. Fue, a finales de abril, cuando me llamó el Gobierno para dirigir Argentaria. Si me lo hubieran ofrecido dos semanas antes, hubiera dicho que no. No entraba en mis planes dirigir un banco después de haber trabajado durante 31 años y haber alcanzado una posición económica, para mí, buenísima; porque no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
    XL. ¡Que esto lo diga el presidente de la segunda entidad financiera de España...!
    F.G. [Sonríe]. A mí me sobraba con lo que tenía, francamente. La vida te va dando oportunidades o no, o te va cerrando puertas y yo acepté esto pensando que era un trabajo para un par de años máximo y que luego volvería a mis proyectos originales sin meterme en demasiados líos.
    XL. Dicen que José María Aznar le ofreció la cartera de Economía de su primer Gobierno y que usted la rechazó.F.G. No, eso no es verdad.XL. Y si fuera verdad, ¿me lo diría?
    F.G. No [sonríe]. Hubo muchos rumores, pero nunca me ofrecieron ningún cargo político; aunque yo, francamente, tampoco lo hubiese aceptado. Me gustaba el sector privado.
    XL. ¿Y Argentaria?
    F.G. Ya le digo que lo acepté como un reto profesional para un par de años, pero luego vino lo que vino... La vida te va llevando hacia sitios que tú nunca habías pensado.
    XL. De dirigir una empresa con 150 empleados pasa a dirigir un banco con una plantilla cercana a los 20.000 trabajadores.
    F.G. Así fue. Como me consideraba incapaz de entender todas las normas bancarias que pueden regular una industria tan grande, decidí aplicar una estrategia basada en tres pilares: principios, personas e innovación. Y esto ha marcado mucho al banco y a mí.
    XL. Hablemos de principios y de transparencia...
    F.G. Me ha dado muy buenos resultados el principio de que aquí se puede hacer todo lo que uno quiera con tres condiciones. Uno, que sea legal, que esté de este lado de la ley; que no se trata de contratar a un abogado famosísimo para que busque agujeros; que no me interesa estar en esa frontera en la que un día puedes ganar y otro perder... Dos, que lo que hagamos sea publicable, que resista el titular de cualquier periódico. Y tres, que sea moralmente aceptable por la sociedad; que todo lo que hagamos sea transparente y que nuestros clientes lo entiendan bien.
    XL. ¿Le han pedido dinero los partidos políticos para financiar campañas, donaciones para sostener el partido...?
    F.G. Al principio, sí recibimos algunas peticiones para ayudar a financiar a algún partido; pero siempre dije que con esos principios de legalidad y transparencia por delante para poder actuar. Si nos piden un crédito, que pasen por la comisión de créditos, en la que yo nunca he estado en los 18 años que llevo en el banco... y en la que nunca estaré.
    XL. No me refería a petición de créditos más o menos blandos... sino a donaciones en dinero B, por ejemplo.
    F.G. El dinero B no se conoce en el banco que yo presido [rotundo]. Ni se conoce ni existe, claro. Se pueden abrir todas las puertas y todas las ventanas y puede entrar quien quiera que no va a encontrar nada; nada que esté en conocimiento del consejo de administración o de la alta dirección del banco. La gente sabe cuál es el modo de gobierno de este banco y por eso a mí nadie me pide nada. ¡Hace muchísimos años que nadie me pide nada! [Se ríe].
    XL. ¿No vamos a encontrar las siglas BBVA ni F. G. en los papeles de Bárcenas o en los e-mails del caso Nóos o...?
    F.G. Nadie va a encontrarnos en ningún apunte ni de Bárcenas ni de nadie. Y esta es una de las cosas por las que el banco se siente muy orgulloso y muy fuerte para parar algunos intentos, que todos conocemos, de abordaje al banco (se refiere a la OPA de Sacyr) o de potenciales chantajes. Si hemos podido ser tan independientes es porque nuestros armarios están totalmente vacíos.
    XL. ¿Se puede sobrevivir sin dar apoyo a los gobiernos ni ceder a las presiones políticas?
    F.G. Creo que es importantísimo que los políticos hagan su trabajo y los empresarios, el nuestro. Cuando se cruza esa raya, aparece la corrupción; y entonces lo hemos visto aquí y en otros países viene el desastre. La corrupción es el cáncer más dañino de un país y una sociedad. Yo he tenido trato con todo el mundo, pero nunca he permitido ni me han pedido pasar esa raya donde se empieza a hablar de cosas que no se pueden publicar.
    XL. ¿De qué hablan en las reuniones en las que los presidentes de Gobierno convocan a los grandes empresarios?
    F.G. Son muy normales. Los empresarios le dicen al poder político qué piensan de la economía, y el poder político nos dice qué piensa hacer con el enorme poder que tiene. La gente cree que ahí se decide el mundo y no es así.
    XL. Se dice que los grandes banqueros se llevan siempre bien con el poder.
    F.G. Algunos banqueros se llevan siempre bien, algunos; y otros no se llevan bien siempre. Yo ni me llevo ni me dejo de llevar con el poder. Cuando los empresarios se aproximan al poder político, aparece lo que aparece.
    XL. Cuando se pidió que los bancos apoyaran la salida de Bankia a Bolsa, fue usted el primero en levantarse en contra, pese a que su amigo Rato encabezaba el proyecto.
    F.G. Ese tipo de decisiones no las tomo yo, sino el consejo de administración del banco y/o el comité de dirección. Nosotros dijimos que no porque nos pareció que no deberíamos estar en ella. Y luego pasó lo que pasó.
    XL. En otra ocasión, el presidente Rajoy pidió ayuda a la banca para que aportara capital a la Sareb ('banco malo'), fue usted el único que se la negó.
    F.G. Otra vez, ¿no?
    XL. Otra vez el verso suelto, sí.
    F.G. No se trata de versos sueltos. Me pareció que aquello, técnicamente, no estaba bien diseñado. Me pareció que había soluciones que eran mejores para todos. Entiendo que el Gobierno no estuviera en ese momento en la complejidad del tema, hay que tener mucha experiencia financiera para darse cuenta de que ese diseño no era el más eficiente.
    XL. ¿Entre gallegos se entienden bien? ¿Habla el mismo idioma que Rajoy?
    F.G. Yo entiendo muy bien el gallego, pero no lo hablo [sonríe]. Mariano Rajoy tiene fama de ser muy gallego, pero luego, conociéndolo bien, es una persona bastante más normal de lo que la gente cree. Con él siempre he tenido una relación muy cordial porque él no me ha pedido nada entre comillas y yo no le he pedido nada a él. Mientras hemos funcionado así, todo ha ido muy bien. Cuando no hemos estado tan de acuerdo en un tema, a lo mejor la relación ha sido más fría. Pero eso es normal y es bueno que sea así.
    XL. Una curiosidad, ¿quién le dice a usted «no» alguna vez?
    F.G. Mi mujer, por ejemplo [se ríe].
    XL. Esa respuesta no vale, piense en su actividad profesional. ¿Suele oír siempre lo que quiere?
    F.G. Hay mucha gente que me dice que no, muchísima.
    XL. ¿Se atreven?
    F.G. Claro, y lo valoro mucho; aunque es evidente que no te dicen siempre todo lo que no quieres oír, no nos engañemos. Pero aprecio muchísimo la valentía de quienes te dicen lo que piensan, como aprecio mucho el talento. Para mí es un tesoro la gente inteligente que te dice cosas inteligentes.
    XL. ¿Usted se relaciona con los otros banqueros?
    F.G. Esa historia de que los banqueros nos relacionamos y nos reunimos pertenece al pasado, creo que hace 20 años se reunían a comer una vez al mes... Esto ya no existe, ahora no se reúnen ni al mes ni al año ni al decenio.
    XL. ¡Vamos que... ni en Navidad!
    F.G. ¡Ni en Navidad!
    XL. Como mucho se felicitan las Pascuas... ¡y a correr!
    F.G. No, yo creo que ni siquiera nos felicitamos las Pascuas. Bueno, no lo sé; probablemente, sí.
    XL. ¿Tampoco se llaman por teléfono? ¿Tiene grabado en su móvil el teléfono del señor Botín, por ejemplo?
    F.G. Es que creo que no tengo el teléfono del señor Botín, no tengo ninguna relación con él.
    XL. Si el desapego de la gente hacia la clase política es importante, no es menor hacia los bancos y los banqueros...
    F.G. Lo sé, lo sé. Aquí hay una parte de la historia que es verdad y otra que está distorsionada. La crisis financiera global se debe a muchas causas. Algunos banqueros se han dejado llevar por el corto plazo y por la codicia y han hecho mal las cosas. También es verdad que algunos supervisores no han tomado las medidas a tiempo, porque la crisis internacional se veía venir.
    XL. Vamos por partes. Hubo un tiempo en el que los bancos animaban a las hipotecas. Se tasaban las casas muy alto y se daba crédito hasta por el 80 por ciento de ese precio.
    F.G. En España el gran problema han sido las cajas de ahorros, que se lanzaron a dar créditos y a hacer operaciones sin ninguna prudencia, en ese maridaje absolutamente nefasto entre algunos políticos y cajas de ahorro.
    XL. ¿El BBVA no compitió por captar hipotecas?
    F.G. En 2001, el BBVA tenía el 18 por ciento del mercado en su conjunto y terminamos 2008 con el 11 por ciento. Perdimos siete puntos porcentuales ¡y hay que aguantar la presión cuando ves que tus competidores te van echando del mercado! Pero la aguantamos porque sabíamos que ese no era el camino. No nos dejamos llevar por esa marea de préstamos. Aquí se ha visto quién ha hecho las cosas muy mal porque han quebrado las cajas, quién las ha hecho menos mal muchos bancos y quién las ha hecho muy bien: a partir de 2009 empezamos a remontar y pronto llegaremos al 20 por ciento del mercado.
    XL. En este clima de crisis, paro, morosidad, desahucios, rescates con dinero público... algunos gestores que llevaron las cajas al desastre recibieron indemnizaciones escandalosas. La irritación que esto produce es enorme.
    F.G. Y yo lo entiendo. Esto ha sido un desastre, las instituciones han quebrado y el Estado ha tenido que pagar los platos rotos. Pero, insisto, hay bancos como el nuestro que no le han costado un euro al erario público.
    XL. Llegados a este punto, ¿cree que las cosas «sí se pueden hacer de otra manera»?
    F.G. Sí se pueden hacer de otra manera, sin duda; pero eso no significa que quienes dicen que «sí se puede» tengan razón. ¿Se puede tener una sociedad más justa? Sí. ¿Se puede crear más riqueza? Sí. ¿Se pueden tener mejores normas? Sí. Pero no vivamos de utopías y de irrealidades que nos puedan llevar a regímenes que luego vemos cómo terminan.
    XL. ¿No son una provocación los abultados bonus que reciben los directivos y las jubilaciones millonarias en tiempos de crisis? ¿Le sacarán pancartas cuando usted se jubile?
    F.G. Los gestores tienen que ser pagados de acuerdo con sus resultados. Si uno quiebra la entidad, es muy poco entendible que tenga un sueldo muy alto o una indemnización millonaria. Pero si un gestor es bueno, su retribución tiene que estar de acuerdo con lo que se paga en ese sector.
    XL. La presidencia de Francisco González parece incuestionable. ¿Es tan difícil pensar en su sustitución?
    F.G. Vendrá un cambio en la presidencia, seguro. Nadie es eterno y hay que saber irse a tiempo.
    XL. Pero han cambiado los estatutos para retrasar la jubilación del presidente...
    F.G. Es verdad. Quisimos poner nuestros estatutos en la misma línea de los otros bancos mundiales. Hace unos días he regresado de Seattle, donde he asistido a una reunión anual con una compañía muy conocida; y, hablando en una ponencia precisamente del tema de la edad de los consejeros y de la edad a la que retirarse, un experto americano me dijo que habían estudiado la edad media de la jubilación y que estaba en los 76 años.
    XL. ¿No se va a jubilar este año, cuando cumpla los 70?
    F.G. Yo no sé cuándo me voy a jubilar, eso depende del consejo de administración, de los accionistas y de la fuerza que yo pueda tener para rematar esta obra física (la ciudad del BBVA) que es fabulosa y que va a ser un icono de Madrid. Pero esta no es la obra más importante, sino la de convertir el BBVA en el mejor banco digital del mundo.
    XL. En ese terreno, se dice que Google y Amazon pueden invadir el negocio bancario. ¿Son una amenaza?
    F.G. Los dos son grandes jugadores digitales y ya empiezan a dar sus primeros pasos en los servicios financieros. Hace años advertí de que estos señores, tarde o temprano, vendrían al sector bancario. Hoy hay ataques parciales, como en los pagos con PayPal, pero la amenaza digital irá a más.
    XL. ¿Qué pasos están dando para hacerle frente?
    F.G. Entiendo esta amenaza como una enorme oportunidad. La mayoría de las plataformas de los bancos se hicieron en los años sesenta y setenta, y casi nadie se ha atrevido a dar el paso porque es un trabajo enorme. Otros se han centrado en el tejado, en los canales con los que se llega a los clientes. Pero el problema es que, en la era digital, se multiplica la demanda sobre esos canales como el móvil y, si no hay cimientos fuertes, el tejado se derrumba. En 2007, nosotros empezamos a edificar nuestra casa digital por los cimientos, que son las plataformas tecnológicas. Empezamos desde cero.
    XL. ¿En qué fase del proceso están ahora?
    F.G. Hace dos meses hemos iniciado la segunda etapa con la creación de una unidad global digital con poder en todo el mundo para acelerar la transformación del grupo. Somos el banco que ha ido más lejos en este cambio organizativo y somos de los poquísimos en el mundo que tienen las plataformas. Y, ahora, vamos a rematar el tejado. Somos pioneros en España, pero también en los Estados Unidos, donde hemos comprado Simple, una empresa que tiene la experiencia de cliente más desarrollada en banca digital.
    XL. Sorprende su entusiasmo digital cuando, a partir de cierta edad, se dejan estas revoluciones para los jóvenes de Seattle.
    F.G. No olvide que yo empecé a los 20 años como programador de IBM y me apasiona la tecnología. El que no asuma la necesidad de este cambio está fuera de la carrera. La mayor parte de los bancos no lo han anticipado y ya es tarde.
    XL. Decía antes que también la crisis se veía venir. ¿Por qué no lo advirtieron? ¿Dónde estaban los gurús de la economía?
    F.G. Sobre esto podría escribir un libro. He sido testigo, desde el año 2003, de cómo se empezaba a ver que algo no funcionaba bien en el sistema financiero internacional. Recuerdo una reunión de banqueros centrales y privados en Basilea, en la que yo dije que notaba una distorsión que no me gustaba en el mundo financiero internacional y que podía haber una crisis financiera importante. Entonces, el señor Greenspan dijo: «No se preocupe, porque los mercados encuentran su equilibro». Creía tanto en el mercado libre que pensó que se ajustaban libremente. Yo, que creo mucho en el mercado, también creo mucho en la regulación y me pareció que aquella no era una respuesta adecuada. Luego se vio que las cosas estaban bastante mal.
    XL. Emilio Botín ha dicho que dentro de cinco años no nos van a reconocer. ¿Es usted igual de optimista?
    F.G. Claramente, las cosas están mejor que hace dos años.
    XL. Será la macroeconomía la que esté mejor, porque el paro es mucho mayor que hace dos años.
    F.G. Lo que se debe ver es cómo estaba España al final de 2011 y cómo está en este momento. Claro que hay más paro, pero es necesario observar cómo se mueve la película. De haber seguido con las políticas que teníamos en el año 2011, hoy seríamos un país quebrado. Gracias a Dios, este Gobierno tomó una serie de decisiones que han conseguido que España tenga credibilidad internacional otra vez. España ya no es un problema, es parte de la solución de Europa; y eso no era así hace un año y medio. Ya estamos creciendo al 1,2 por ciento y el año que viene, probablemente, lo haremos al 2 por ciento. Dicho esto, se pueden acelerar más las reformas pendientes.
    XL. ¿Qué reformas cree que faltan?
    F.G. Un sistema fiscal que premie más la creación de riqueza, el ahorro y la inversión, y creo que el Gobierno está en eso. Hace falta estabilizar el precio de la energía porque tenemos una situación que, probablemente, no es la adecuada. Es necesario liberalizar muchos sectores en los que todavía no hay competencia suficiente. También es necesario hablar de la Administración del Estado español: ¿es esta la Administración que necesitamos? Quedan cosas por hacer.
    XL. ¿Le preocupa el creciente independentismo en Cataluña?
    F.G. Creo que hay una distorsión importante en los mensajes que se están dando: mucho ruido, mucha emoción... Y las consecuencias de todo eso, claramente, no están valoradas. Si la gente supiera de verdad lo que significa una independencia, se lo pensaría dos veces. El tema independentista hay que verlo con frialdad y con cierta distancia, dentro de lo que es un Estado de derecho que tiene una Constitución. Yo creo mucho en esto.
    XL. Va a cumplir 70 años en noviembre, ¿qué ha dejado de vivir, qué se ha perdido?
    F.G. La verdad es que estoy muy contento de cómo he llevado las cosas, en general. Desde el punto de vista personal, no me queda mucho que hacer. Estoy encantado con mi familia y tengo unas hijas y unos yernos fabulosos.
    XL. ¿Usted sabe lo que es conciliar familia y trabajo?
    F.G. Conciliamos mal, la verdad. Creo que, efectivamente, le he restado muchas horas a mi familia, porque las cosas nunca son gratis. Ha habido etapas de mi vida durísimas, como cuando estuve cinco años opositando a corredor de comercio y, luego, a agente de Bolsa. Recuerdo que no tuve un solo día de vacaciones, ni sábados ni domingos. Pude vencer esa situación a base de mucho deporte, con mucha disciplina, y sintiendo siempre el apoyo de mi familia de una forma tremenda. Si me hubiese podido ahorrar eso, me lo hubiera ahorrado. Pero la vida te lleva por donde te lleva.
    XL. Tiene dos hijas y seis nietos, ¿gatea con ellos lo que no gateó con sus hijas?
    F.G. Gatear, gateo poco [sonríe]. Pero, efectivamente, con los nietos hago lo que no pude hacer con ellas, eso les pasa a muchos abuelos. Tengo dos hijas fantásticas, porque tienen una fuerza enorme y llevan unas carreras espectaculares, y unos yernos en la misma línea. Estoy muy orgulloso.
    XL. ¿Le han dejado una tarde solo con los seis nietos?
    F.G. Ayer estuve en el cine con cuatro de ellos y con mi mujer. Fuimos a ver Río 2, que, por cierto, me divirtió mucho [sonríe]. Aunque no quiero presumir de esto porque yo no voy mucho al cine, ni con ellos ni sin ellos.
    XL. ¿En qué trabajan sus hijas?
    F.G. Una de ellas ha hecho Cunef, cursó un MBA en la Universidad de Columbia (Nueva York) y ahora tiene un fondo de capital riesgo. La otra es abogada y tiene el LLM por la Columbia School of Law y trabaja como asesora legal de Google para España, Israel y algún país más. De esta parte de mi vida estoy muy orgulloso. Mi mujer ha hecho un trabajo excelente: las ha educado muy bien y yo he contribuido todo lo que he podido.
    XL. ¿Y a sus hijas se les cae la baba con su padre?
    F.G. A mí se me cae la baba con ellas; a mis hijas conmigo no lo creo [sonríe].

No hay comentarios:

Publicar un comentario