TÍTULO: ENREDATE REVISTA DOMINICAL,3 RAZONES PARA VER PERDIDA,
Rebecca "Becca" Winstone (Ashley Judd), una viuda y ex agente de la CIA con un hijo de 18 años de edad, Michael (Nick Eversman). En 2001, cuando Becca y su esposo Paul Winstone (Sean Bean)
fueron activos agentes de la CIA, Paul fue asesinado en un atentado con
coche bomba presenciado por su hijo. En el episodio piloto, Michael le
informa a su madre que ha sido aceptado a un programa de arquitectura de
verano en Roma, Italia.
Becca, que ahora vive una vida normal trabajando en una floristería, no
se atreve a dejarlo ir, pero luego lo deja, Después de no tener
noticias de él desde hace más de una semana y recibir una llamada de la
escuela de arquitectura que le informaba que Michael se ha ido del
dormitorio, Becca viaja a Roma para seguirle la pista, pero se encuentra
en el centro de una conspiración internacional con la participación de
la CIA y un agente de la Interpol que una vez fue su amante., fotos,.
TÍTULO; QUE HAY DE NUEVO, REVISTA BLANCO Y NEGRO, ESCAPARATE DE AUTOR,.
La originalidad a la hora de tratar el argumento, la soltura y
fluidez de los diálogos, la atmósfera urbana que en ocasiones se nos
muestra como alegre y en otras invadidas de tristeza, hacen de los
personajes algo casi real, pues los sentimientos son tratados de manera
excelente.
“Jessica encuentra un lirismo urbano en los momentos más
inesperados. En muchos cómics los personajes son tan recargados que se
echan en falta las personas normales. Jessica recrea las personas
normales”.fotos,.
TÍTULO: 7 DIAS CITAS, EL ESTILO LLEGA AL MUSEO, PERIODICO EL MUNDO,.
fotos--Dentro de unas
semanas, el Museo
Thyssen-Bornemisza
inaugura una retrospectiva del
modisto Hubert de Givenchy.
Considerado el sucesor de
Balenciaga, Givenchy destacó
por su depurada forma de
concebir cada diseño. Se le
recordará siempre como el
artífice de la transformación
de Audrey Hepburn: con los
trajes de Givenchy, la adorable
princesa de Vacaciones en
Roma se convirtió en aquella
sofisticada Sabrina capaz
de enamorar al gruñón e
inaccesible Linus Larraby.
Es posible que la
entrada de Givenchy en
las sacrosantas salas del
Thyssen reabra el debate
sobre el aterrizaje de la alta
moda en la tierra prometida
de los museos. La discusión
viene de lejos, aunque el
Metropolitan Museum de Nueva York
la zanjó en 1946 incorporando a sus
instalaciones el Costume Institute, al
frente del cual estuvo la invencible Diana
Vreeland. La junta del MET, que está libre
de complejos, entendió que la moda es
parte fundamental de la historia y que
la evolución de una sociedad no puede
entenderse al margen de ella.
A partir de ahí, cualquier discusión
se vuelve estéril: si una institución como
el Metropolitan ha sabido entenderlo,
resucitar la controversia es una pérdida
de tiempo. Los vaivenes del siglo XX
han sido reflejados en la indumentaria.
Algunos cambios
sociales del siglo XXI
están yendo de la mano
de lo que nos ponemos.
El impacto sociológico
de la creación de
Zara tendrá más
sitio en los textos
futuros que muchos
acontecimientos
políticos. Ignorarlo
en aras del furor
intelectual es una
muestra de esnobismo
de quienes no dudan
en manifestar una
admiración desmedida
por discutibles piezas
de arte hipermoderno
que se venden en
las subastas por cifras
estratosféricas.
Hay más
horas de trabajo detrás de
un vestido de alta costura
que en determinadas obras
pictóricas. Es más bello un
traje de noche bordado a
mano que las latas de heces
de Piero Manzoni. Y, desde
luego, mucha gente –yo
misma, por ejemplo– está más
predispuesta a emocionarse
ante una falda evasè de
Givenchy o una de sus blusas
Bettina que al ver una vaca
metida en formol, por mucho
que la haya llevado a la cuba el
mismísimo Damien Hirst..
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