sábado, 18 de octubre de 2014

HOY SABADO FIESTA MOTERA EN CASTUERA,./ LIGA FUTBOL,. TERCERA, GRUPO 14, Extremadura-6- Castuera-0-,./ REVISTA MUJER HOY, DE CERCA, PORTADA, Charlize Theron: la mujer de oro,./ PROTAGONISTAS, VIDAS PRIVASAS, EN DIRECTO, Givenchy a través de sus musas,.

TÍTULO: HOY SABADO  FIESTA MOTERA EN CASTUERA,.
Ya es la séptima edición de la Concentración Motera en la localidad de Castuera (Badajoz), y como en ediciones anteriores vendrá de la mano de su Motoclub La Serena, teniendo lugar en el recinto ferial en los días 18 y 19 de octubre 2014.

Hay que destacar que el sábado por la tarde sobre las 18:00 horas tendrá lugar la presentación oficial de “Femotex” (Federación de Motoristas de Extremadura), que ya lleva unos siete meses de andadura entre nosotros, pero que aún parece no terminar de arrancar. Al igual cabe destacar la ruta de antorchas por la localidad en la noche del sábado al domingo.
Dentro del programa tienen preparado:

  • Zona de acampada gratuita.
  • Duchas con agua caliente.
  • Ruta de las antorchas.
  • Gogos / pases eróticos.
  • Regalos.
  • Rutas por pueblos y pantanos.
  • Actuaciones en directo.
Todo ello con un precio de inscripción de 18€ para sábado y domingo y de 12€ en caso de sólo el domingo.
Saludos y ráfagas.

TÍTULO:  LIGA FUTBOL,.  TERCERA,  GRUPO 14,  Extremadura-6- Castuera-0-,.

Extremadura-6- Castuera-0-,Resultado Final,.


El Castuera
El técnico del CD Castuera-Subastacar, Antonio Riballo 'Tato', ha querido quedar claro que el equipo está ilusionado ante el reto de medirse al potente Extremadura, etc,. foto,.
Charlize Theron
TÍTULO; REVISTA MUJER HOY, DE CERCA, PORTADA,  Charlize Theron: la mujer de oro,.



La belleza se alía con la inteligencia y el talento en una actriz que desafía los clichés de Hollywood. Una madre sola por elección, que apuesta ...foto,.
 
La belleza se alía con la inteligencia y el talento en una actriz que desafía los clichés de Hollywood. Una madre sola por elección, que apuesta por papeles arriesgados y ha enamorado al huidizo Sean Penn, uno de los tipos duros del cine. No está mal para aquella chica de campo, que nació en una granja sudafricana y que cumple una década como imagen del perfume J’adore, de Dior. 
El eco de unos tacones resuena en la galería de los espejos del Palacio de Versalles. Son los pasos de Charlize Theron, glamourosa y bellísima, en la última campaña de J’adore, de Dior, una “película” firmada por Jean-Baptiste Mondino: “El pasado puede ser hermoso, un recuerdo, un sueño, pero no es lugar para vivir. Ahora es el momento”, dice su voz en off mientras trepa por una liana de seda. 
“The future is gold” [El futuro es dorado] es el lema de la campaña y el suyo, desde luego, parece serlo. A sus 39 años asciende peldaños en la industria del cine ganándose el respeto de todos como productora mientras, como intérprete, rueda una película tras otra. ¿Las últimas? la cinta francesa Dark Places; Mad Max 4, furia en la carretera; The last face... Esta última, junto al español Javier Bardem y a las órdenes de su actual pareja, Sean Penn, uno de los pesos pesados de Hollywood con quien dicen que podría casarse pronto. Ser muchas mujeres  Despliega para Dior todo el potencial de una mujer hermosa que no se camufl a en falsa modestia: “¡No tengo un cuerpo perfecto! Pero he llegado a un punto en mi vida donde me siento a gusto. Soy una mujer, soy femenina y me gusta mi cuerpo. No voy a buscar excusas para eso”. Y, sin embargo, tampoco ha hecho de su belleza su principal argumento. “Las mujeres somos muchas cosas. Un día nos levantamos y queremos ponernos unos vaqueros y una camiseta y al siguiente nos apetece que nos arreglen el pelo”. 
Se le nota que lleva años empeñada en demostrar que no es solo una cara bonita, un prejuicio basado en su currículum como modelo de pasarela y el hecho de que su vocación de actriz fuera solo el “plan B” de su carrera de bailarina. De hecho, lejos de conformarse con encajar en los clichés de Hollywood, se ha lanzado sin red a los papeles más dramáticos, torturados y (digámoslo) carentes de atractivo físico que le han puesto por delante. Fue Aileen Wuornos, la prostituta y asesina en serie con 15 kilos extra, cejas afeitadas y dentadura amarillenta de Monster, que le hizo ganar su Oscar.
En En tierra de hombres fue Josey Aimes, una minera sudorosa y en En el valle de Elah, una detective que pasaba de maquillaje, con indumentaria masculina y eterna coleta. “Si me siento a esperar a que me llegue un buen relato que además sea glamuroso, probablemente no trabajaré nunca porque, sinceramente, ¿cuántas grandes historias se pueden contar con un vestido alta costura? Me involucro en proyectos con buenos guiones y buenos directores. Cuál será mi aspecto en la película es lo último en lo que pienso”. “Yo crecí en una granja en África…”, suele decir Charlize Theron para explicar mucho de lo que ella es hoy. Una mujer fuerte e independiente que ha salido ilesa (y feliz) de una infancia tormentosa con un padre alcohólico y violento, y del drama de presenciar, con 15 años, cómo su madre acababa matándolo en defensa propia. “Hay situaciones en las que hay que elegir entre nadar o ahogarte. Y muchas veces nos sorprendemos a nosotros mismos cuando empezamos a nadar y vemos lo bien que podemos hacerlo”. 
Un hijo, una aventura 
La otra gran inspiración de su vida, junto a su tierra natal, ha sido su madre. Una mujer estricta y enérgica que todavía hoy la pone fi rme de vez en cuando. “Ella ha sido mi ejemplo. No puedo imaginar la vida sin ella. Me doy cuenta de que he sido capaz de hacer todo lo que he hecho gracias al modo en que fui educada”.
Son sus reflexiones desde que se convirtió en madre en marzo de 2012, cuando Jackson, su hijo adoptado, llegó a sus brazos con escasos meses de vida. Se mira en su madre para ejercer este papel y anota un solo ingrediente en la receta de cómo hacerlo bien: el amor incondicional. “Jackson y mi familia son mi prioridad siempre. Intento encajar mi trabajo alrededor de ellos. Por suerte, es aún muy pequeño y lo llevo conmigo siempre que puedo. Así que él tiene sus propias aventuras en los rodajes. ¡Ha visto cosas alucinantes con dos años! Mi madre es genial y también viaja conmigo para echarme una mano. Hace las cosas mucho más fáciles”. Y ahora, además, trabaja al lado del también actor Sean Penn, su pareja desde principios de año. Unos dicen que las discusiones en el set de rodaje de The last face –la película que él dirige y ella protagoniza– han hecho saltar chispas, y no precisamente de pasión; otros que podrían casarse en breve, a pesar de que ha confesado en muchas ocasiones que el matrimonio no es para ella: “Nunca he soñado con el vestido blanco. Cuando veo a otra gente casarse, creo que es bonito para ellos, pero, honestamente, me canso de solo mirarlo”. Penn no había vuelto a sentar la cabeza desde que se divorció de Robin Wright en 2009. Theron llevaba “soltera” desde que, en 2010, terminó su relación de 10 años con el actor Stuart Townsend y, aunque los rumores apuntaron un breve romance con Ryan Reynolds y una amistad con derecho a roce con Keanu Reeves, no volvió a hablar de amor hasta que él llegó a su vida. O más bien hasta que, casi 20 años después de conocerse, saltó entre ellos ese “je ne sais quoi” que, de vez en cuando, convierte las viejas amistades en amor. “No lo vi venir. Simplemente, pasó. Y, antes de que me diera cuenta, me había metido en algo que me estaba haciendo la vida mejor”.  Amor y compromiso 
Si habrá o no habrá boda está por ver, pero lo cierto es que ambos tienen mucho en común; además de la profesión y una larga amistad, comparten su conciencia política y su compromiso social. ¿El motivo de sus inquietudes solidarias? De nuevo, África. “No sé quién sería hoy si hubiera crecido en un país diferente. En nuestra casa las noticas siempre estaban en la tele, el periódico encima de la mesa y mis padres tenían verdadero interés por la política. Muchos de mis amigos americanos vivían en un país confortable y acomodado. Yo no, y por eso necesito saber lo que está pasando, tengo interés en la política mundial… ¡Cómo puedes no interesarte! Me deja atónita que a la gente no le importe nada”. Por eso creó la organización Africa Outreach Project cuya misión es formar a los jóvenes africanos en sus comunidades para conseguir mantenerlos a salvo del sida. “El tratamiento no es suficiente, la prevención es lo más importante. Habrá una generación que será capaz de erradicar el sida en Sudáfrica”, dice pensando, optimista, en el futuro. Ese futuro dorado.
5 pistas para conocerla  -Un lugar... “Me encantan las Seychelles, con sus playas perfectas. Y siempre me encanta ir a París, la cultura, la gente, su comida...”. -La máxima de su vida... “Sé bueno contigo mismo, hazlo lo mejor que puedas y trata a los demás como te gustaría que te trataran”. -Su gadget imprescindible... “Mi iPad. Finalmente logré grabar Frozen en él para Jackson, es su película favorita”. -Su deporte.... “Mi madre y yo disfrutamos haciendo senderismo en las mañanas. Hay un camino genial justo al girar la esquina de mi casa, así que vamos con Jackson y los perros. También me gusta mucho hacer yoga y spinning”. -No puede vivir sin… “¡Necesito sol! Me encantan las ciudades como París, Nueva York, Tokio… pero no hay suficiente sol para mí”. Confianza en esencia 
“El olfato es muy poderoso –dice Charlize Theron–. Me gusta que un olor llegue en un momento concreto, que recuerda a una persona o a un lugar...”. J’adore evoca a una mujer fuerte, que está a gusto consigo misma, con su sensualidad, con su propia belleza: “J’adore me devuelve a momentos en los que me sentía realmente elegante, la más bella: un estreno, una sesión de fotos, una cena... Inspira sensaciones de verdadera confianza, lo que quiero sentir”, reflexiona la actriz.
Givenchy y sus musas
TÍTULO: PROTAGONISTAS, VIDAS PRIVASAS, EN DIRECTO, Givenchy a través de sus musas,

Givenchy junto a Audrey Hepburn, una de sus musas favoritas (Foto),.
 Audrey Hepburn, Jackie Kennedy y Wallis Simpson fueron las mejores embajadoras del último representante de la edad de oro de la alta costura, al que el Museo Thyssen rinde homenaje.
Dicen que, cuando una mujer se hacía un vestido de Givenchy, quedaba fascinada para siempre. Aquel niño que quería ser couturier, nacido en el seno de una aristocrática familia, creció rodeado de cosas hermosas que refinaron su gusto y su intuición para la belleza. Hubert de Givenchy es guapo, elegante, divertido y con una bondad con la que se ganaba incluso a las clientas difíciles. 
Formado en los talleres de Schiaparelli y Jacques Faith, bendecido por Dior y Balenciaga, su vida profesional estuvo marcada por su amistad con Audrey Hepburn, que se convirtió en el mejor escaparate de sus creaciones. Su primer encuentro tuvo lugar cuando, tras el éxito de Vacaciones en Roma, la Paramount ofreció a Hepburn Sabrina. El vestuario sería obra de la fi gurinista estrella de los estudios, Edith Head, pero ella dijo que quería usar también modelos de algún diseñador. Así, en el verano de 1953, Audrey entraba en el taller parisino de Givenchy en el nº 8 de la calle Alfred Devigny.
La cita empezó con un malentendido: cuando le dijeron que “Miss Hepburn” quería verle, Givenchy pensó que se trataba de Katherine. Le costó disimular la sorpresa cuando, en lugar de la vigorosa Kate, se encontró a una muchacha morena y dulce, de inmensos ojos negros, con una sonrisa conmovedora, que le pareció “un frágil animalillo”. A pesar de la corriente de simpatía que surgió entre ambos, Givenchy le dijo que no podía encargarse de diseñar un vestuario para Sabrina porque no había tiempo. No obstante, quiso enseñarle la colección que estaba ultimando por si alguna pieza pudiera interesarle. El diseñador descubrió que aquella joven tenía un gusto excelente: seleccionó un traje de chaqueta gris oscuro –el que lleva Sabrina a su regreso de París–, un fastuoso vestido de noche blanco, con bordado floral y cola desmontable –que luce en la fiesta– y un vestido con cuello marinero y diminutos lazos en los hombros, con el que visita en su despacho al circunspecto Linus Larraby.
Todos los críticos estuvieron de acuerdo en que los vestidos de Givenchy eran esenciales para obrar la metamorfosis de Sabrina. El vestuario de la película recibió el Oscar… pero el premio lo recogió Edith Head, que fi rmaba los pichis y las camisas blancas de la protagonista antes de su aventura parisina. Head tenía demasiado peso en la Paramount y no habría permitido que un joven francés se llevase los aplausos. Givenchy guardó silencio. Ya había hecho de la elegancia una forma de vivir. Además, el ya tenía su mejor premio: la amistad eterna de Audrey.
El icono de la elegancia del siglo XX 
La colaboración entre ambos dio lugar a piezas sublimes en películas como Una cara con ángel, Ariane, Charada, Como robar un millón, Encuentro en París o Desayuno con diamantes. Quizá fue en esa película de Blake Edwards donde Audrey se convirtió en el icono de la elegancia del siglo XX. Imposible olvidarla tras sus enormes gafas oscuras, comiendo un cruasán ante el escaparate de Tiffany, indiferente a su frágil belleza. Hay otras piezas magníficas, como el abrigo naranja que lleva Holly Golightly en sus paseos por Manhattan, o el trench con el que busca a su gato bajo la lluvia… pero ese vestido negro está considerado el más bello de la historia del cine.
Las mujeres favoritas de Givenchy eran del estilo de Audrey: delgadas, de huesos largos y cintura estrecha, y poseedoras de un estilo que sus creaciones acentuaban. Cuando en 1961 Jacqueline Kennedy llegó a la Casa Blanca, hizo de Givenchy uno de sus diseñadores de cabecera y confi ó en él parte de los modelos que llevó en su viaje de Estado a París. Los franceses suspiraron al verla llegar a una cena de gala en Versalles con un givenchy blanco con el cuerpo bordado. Fue tal el entusiasmo, que el presidente JFK dijo: “Soy el hombre que acompaña a Jacqueline Kennedy”. Al día siguiente, ella escribió al diseñador para contarle que incluso De Gaulle había quedado impresionado. Cuando su marido fue asesinado, Jackie le pidió un vestido para el funeral, con sus perlas cosidas al cuello. El modisto quiso saber por qué: “Quiero llevarlas, y no deseo que le golpeen cuando me incline a besar el féretro”.
No fueron las única galas de luto que confeccionó: al morir el duque de Windsor, una desolada Wallis telefoneó al creador y amigo: “David ha muerto y necesito un abrigo negro”. Solo él podía entender esa frase: el exquisito duque habría querido que su esposa fuera el no va más de la elegancia incluso en su entierro. Así que en 24 horas confeccionó una pieza sobria y hermosa que puede verse en el Thyssen.
Un regalo para Carolina 
La alta sociedad internacional tenía a Givenchy entre sus favoritos. Era invitado frecuente en el palacio de Mónaco, donde un día llegó con un regalo: un vestido para la princesa Carolina, que tenía cinco años. Cuando presentó su colección en Teherán, la emperatriz Farah Diba le encargó nueve modelos. Fiona Campbell, Babe Paley, María Callas, la marquesa de Llanzol, Carmen Martínez Bordíu… todas querían ponerse en sus manos. Pero sobre todo era adorado por actrices y directores de cine, que encontraron en él un colaborador imprescindible. 
En Bonjour tristesse, el soberbio vestuario de Givenchy es un personaje más de la trama que fi lmó Preminger sobre la novela de François Sagan. Había que retratar a una jovencita manipuladora y rebelde, Cecile (Jean Seberg), en su tránsito a una madurez dolorosa. En el primer flash back, la vemos bailando con un petite robe noir de cuello halter, hierática y lejana. Luego descubrimos a la alegre Cecile de meses antes, con juveniles vestidos de noche con bordados florales. Junto a ella, David Niven y la hermosa Deborah Kerr, que interpretaba a una diseñadora. Para ella ideó un vestido saco y trajes largos que resaltaban la madurez de una mujer de mundo.
No todas las actrices tenían el estilo de Deborah Kerr. La hermosa Liz Taylor era la primera en decir: “Soy una mujer vulgar”. Voluptuosa, rotunda, era víctima de sus redondeces y de su gusto por las joyas exageradas. Por eso, cuando Anthony Asquitt la eligió para Hotel Intercontinental, quiso atenuar sus excesos encargando a Givenchy que la vistiese. A Liz le entusiasmaron los diseños que lució en la película, en especial una capa de piel vuelta con una capucha. Eso sí, pidió al creador un vestido para llevar un desmesurado broche de esmeraldas que acababa de regalarle Richard Burton. Givenchy preparó un traje sastre de manga francesa en gris en el que aquel pedrusco resultaba hasta discreto. 
También Henri Cluzot recurrió a él para vestir a Brigitte Bardot en La verité, donde interpretaba a una acusada del asesinato de su amante. Para que resultara creíble, había que apartar a BB de su imagen de french pin up. Givenchy la vistió con severos trajes negros, a medio camino entre perversa acusada y viuda doliente. Brigitte estaba encantada con Givenchy, quien le aconsejó usar aquellos pantalones pirata de cuadros vichy que se convirtieron en su seña de identidad. 
Otras bellezas como Lauren Bacall, Jeanne Moreau, la modelo Capucine o Marlene Dietrich declararon amor eterno a Hubert, como tantas mujeres a las que sus diseños hacían únicas. Hasta enero, el Thyssen ofrece una muestra de su inmenso talento. Givenchy por Givenchy. Para no perdérselo.
Las vistió en su vida... 
Audrey Hepburn se convirtió en una de las mejores amigas del diseñador francés y en el mejor escaparate de sus exquisitas creaciones. Jackie Kennedy, otra de sus incondicionales, deslumbró con el vestuario que le hizo para su primera visita a Francia, sobre todo con el vestido de gala, blanco y con bordados con el que acudió a Versalles. En el otro extremo, el abrigo que Givenchy creó para que Wallis Simpson (en la foto de abajo, en el centro) diera su último adiós a su esposo, el duque de Windsor.
...y en la gran pantalla 
Actrices y directores encontraron en Hubert de Givenchy a un colaborador imprescindible. También se ocupó de la imagen de Deborah Kerr, que interpretaba a una diseñadora en Bonjour tristesse. Pero su traje más emblemático fue el que Audrey Hepburn vistió en Desayuno con diamantes, cuando su personaje (Holly Golightly) tomaba un cruasán ante el escaparate de Tiffany tras una fiesta. Los críticos consideran que es el más bello de la historia del cine.
Givenchy, visto por Givenchy 
El propio creador participa en la retrospectiva que el Museo Thyssen le dedica, y de la que es comisario con Eloy Martínez de la Pera. Ha seleccionado las piezas (más de un centenar), ha vuelto a bocetar los vestidos y ha diseñado el merchandising. “Esta muestra es Givenchy hablando de Givenchy, y trabajar con él ha sido maravilloso. Su entusiasmo, su energía, la ilusión que pone , su generosidad”, dice Martínez de la Pera.

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