DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - Fernando Guallar: Imanol Arias me imponía mucho, fotos.
Fernando Guallar: Imanol Arias me imponía mucho,.
El nuevo galán de 'Velvet Colección' llega para ocupar el hueco que deja libre Miguel Ángel Silvestre en la nueva etapa de la serie en Movistar+. «Es un antihéroe»
- Dicen que es el nuevo galán de la serie.
- Pero el público no lo va a ver entrar de la manera que lo haría un galán y eso es muy interesante. Es verdad que Sergio viene a ocupar ese hueco que dejó el personaje de Miguel Ángel Silvestre, pero es el antihéroe, no se va a conocer verdaderamente hasta más adelante. Él está perdido desde el minuto uno y se tendrá que ir encontrando.
- ¿En qué tramas le veremos?
- Sobre todo él va a estar relacionado con la familia Godó, la de los empresarios que vienen a invertir en las galerías. La familia está un poco rota y cada uno de sus miembros tendrá distintos roles. Su punto de apoyo será Clara, el personaje de Marta Hazas.
- Entonces Imanol Arias será su padre...
- ¡Y el primer día me imponía muchísimo! No te voy a engañar. Pero voy aprendiendo del oficio gracias a él, sobre todo a cómo funciona esto. Ten en cuenta de que este es mi primer papel protagonista, yo venía de 'Amar es para siempre', donde hacía un papel secundario muy cómodo. Imanol siempre me ha ayudado con eso, no solo a nivel interpretativo, también como persona. Es muy generoso.
- ¿Cómo se ve con la moda de los 70?
- Aquí me visten bastante clásico, que es un estilo que no suele cambiar mucho, así que me gustaría que también se viera a un Sergio más de estar por casa. Creo que es más desenfadado pero tiene la obligación de vestir así porque se desenvuelve en el mundo empresarial de la alta sociedad catalana. Es curioso, porque en 'Amar es para siempre' estábamos en el mismo año que en 'Velvet', pero todo era distinto allí.
-¿Le gustan las series de época?
- Sí, pero me apetece hacer algo más actual en un futuro.
Terminar arquitectura
- Usted también ha trabajado como modelo.- Sí, pero para la moda soy un desastre, creo que he sido el peor modelo de España (risas). Empecé a estudiar arquitectura y ya en el primer año de carrera me puse a poner copas y a trabajar como azafato, y a través de esa agencia me contrataron para modelo. Al principio acepté porque eran unos ingresos fáciles, pero no me seducía mucho. Cuando supuso perder clase tuve que decidir dejarlo. No me considero modelo, la verdad.
- ¿Qué ganará, la arquitectura o la interpretación?
- Este verano me tocó defender el proyecto de fin de carrera porque me propuse que iba a terminar arquitectura. Pero gana la interpretación.
- ¿Está preparado para el fenómeno fan?
- No lo estoy y creo que voy a tener que pasar por un proceso de adaptación a eso. Miedo no me da, pero sí asusta un poquito. La tele supone una exposición brutal y soy bastante celoso de mi vida privada, aunque hay que saber gestionarlo y disfrutarlo. Tengo que respetarlo porque yo también he sido fan.
- ¿Cómo se conquista a un galán?
- Con mucha paz. Dentro de la vida caótica que llevo desde hace un año y medio, es lo que más me seduce.
TITULO: FIESTA DE TOROS - PELEA SECRETA DE GALLITOS,.
PELEA SECRETA DE GALLITOS, foto.
Toros
La
corrida de Zalduendo que cerró hace un año la Semana Grande fue
bastante mejor que esta otra que abrió ayer abono. Ni las hechuras ni el
trapío ni el cuajo ni el son de entonces, no de toda la corrida, pero
sí de una mitad más que suficiente. Roca Rey asustó al miedo aquella
tarde, la de su presentación en Illunbe, y Talavante y Castella también.
No fueron parejos los seis zalduendos de la última edición, pero hubo
tres en tipo. Y tres cornalones. Pelea secreta de gallitos
Se barrunta una competencia provocadora entre Roca Rey y Ginés Marín. El primer capítulo, en Illunbe, poco relevante. Una corrida sin fortuna de Zalduendo
En el tipo más o menos infalible de la ganadería saltó esta vez tan solo un toro, cuarto de sorteo, 500 kilos, rico cuajo, poderoso cuello, cuerna apaisada. Solo que ese toro tan bien hecho –sin contar la cara tan abierta– dio enseguida muestras de flaqueza. Un frágil tambaleo, amagos de claudicar, equilibrio inestable. Morante lo había saludado en tablas con dos bellos y aparatosos lances de manos altas, pero enseguida hizo gestos de contrariedad.
No llegó a caerse, pero la gente reclamó la devolución. Por frágil, y por perder las manos, ya se había devuelto el segundo de corrida. Este cuarto pasó la aduana. Morante le pegó cuatro hermosos muletazos de tanteo, por alto y ayudados, muestra linda del toreo a dos manos. Estaba por saberse si el toro iba a empeñarse, pero solo la segunda vez que se descaró Morante se le vino a la barriga y se acabó la película. Media docena de muletazos no de pitón a pitón sino de tocarle los costados al toro. La mayoría los tuvo por un desaire o un renuncio. Todo antes que aburrir: es máxima que Morante cumple fielmente. Creció un ambiente de bronca contra el torero. Tres pinchazos, media caída. Y adiós.
No se sabe si la gente estaba en los toros por Morante, que es torero con clientela propia, o por Roca Rey, y esperando al mismo Roca Rey de hace un año, o por Ginés Marín, que venía de novedad rigurosa en su temporada rampante. El primero de corrida, el más justo de todo de los seis, se vino abajo a las primeras de cambio pero se llevó la firma de cuatro lances de Morante de buen compás y una brevísima faena entre inspirada y desganada rematada con un recorte por abajo muy singular.
Entre toro y toro de los turnos de Morante libraron sin apenas eco ni ruido una especie de pelea de gallos Roca Rey y Ginés Marín. Son los dos gallos del escalafón que viene. Ginés, enrachado, y eso se dejó sentir desde que se hizo en plaza. No parecía el mismo de hace un año Roca, tan castigado por los toros el curso pasado y nada más arrancar este verano: serios percances en Badajoz y, en la corrida de la reaparición, en Pamplona hace poco más de un mes.
Al enterrar pitones se lastimó el primero de Roca Rey, el toro devuelto. No se jugó entonces el sobrero -un temible cinqueño, feo con ganas, frentudo, cornipaso, descarado, mazorcas bastísimas- sino que se corrió turno. El toro corrido era cinqueño también y tuvo trato. Marín quitó en su turno por saltilleras -una suerte de capa que el propio Roca Rey desempolvó del arca el año pasado- y Roca replicó con un atrevido quite capote a la espalda y mixto, abrochado con revolera y un desplante de su repertorio. Ya no volvieron a verse las caras porque el sobrero que escarbó y hasta pareció afligirse no invitó a nada ni a nadie.
Los dos zalduendos de mejor aire fueron segundo bis y tercero. El segundo, por noble; el tercero, por son, el de embestidas más claras y largas. Roca y Marín cumplieron con su papel. La faena de Roca, abierta con dos o tres temeridades -cambiados por la espalda apurando la reunión-, fue de aire circunstancial y ligero. Tuvo por mérito escondido su facilidad y, por escaparate final, un alarde de toreo encimista pero sosegado. El juego fue perder pasos con oficio, y hacer rodar la cosa para mantener a la gente en tensión. El toro, a menos, acabó rebotándose al venir a engaño.
Ginés acertó al ir abriendo al tercero de corrida, único colorado de envío, el más largo de los seis o siete, y llegó a mecerlo en muletazos de asiento y dibujo, muy caligráficos. Cuando esa faena perdió de repente fuelle -exceso de pausas-, Ginés optó por la vía popular: bernadinas desangeladas, un molinete de rodillas y, en fin, el de pecho, excelente. Roca mató de pinchazo en los bajos y media lagartijera. Marín, de tres pinchazos y una sobresaliente estocada hasta el puño.
Roca tumbó al quinto de estocada ligeramente tendida y cinco descabellos. Marín, de media y descabello al sexto. Ninguno de esos dos toros se prestó a mayores glorias. El sobrero, por lo mucho que escarbó sin disimular su intención de rajarse. El sexto, con el que Marín abrió faena en una hermosa tanda de muletazos genuflexos, porque, muy justas las fuerzas, se quedó cortito al cabo de apenas diez viajes. Entre pitones se plantó Marín en un trabajito para la galería.
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