Resultado Final - REAL MADRID -93- MACCABI -81-, foto.
Noche de Reyes en el WiZink Center. Noche de Euroliga para el Real Madrid. Y noche para recibir a un histórico como el Maccabi Tel Aviv, en un partido que se ha convertido en uno de los clásicos del baloncesto europeo. Se han visto las caras en 55 ocasiones (32 triunfos blancos), etc.
TITULO: REVISTA GIGANTES - BALONCESTO - EUROLIGA - BARCELONA -85- CSKA-75-,.
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Gran victoria del Barcelona en el Palau. Pasó por encima con holgura del líder de la competición, el CSKA de Moscú. En un encuentro en el que todos los azulgranas anotaron al menos 5 puntos y Juan Carlos Navarro se situó como el jugador con más minutos de la Euroliga, el Barça ganó por 85-75,etc.
TITULO: 7 DIAS CITAS, SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO -La gran dama de los cuentos,.
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La gran dama de los cuentos,.
A las afueras de la ciudad de Múnich, en Alemania, se levanta el castillo de Blutenburg rodeado de un lago y frondosos bosques...
A las afueras de la ciudad de Múnich, en Alemania, se levanta el castillo de Blutenburg rodeado de un lago y frondosos bosques. La antigua fortaleza medieval guarda un maravilloso secreto. Sus torres, pasadizos y mazmorras albergan la mayor colección de literatura infantil del mundo. Este castillo de cuento de hadas es la sede de la Biblioteca Internacional de la Juventud, fundada en 1949 por Jella Lepman, una mujer excepcional que luchó con la esperanza de que los libros fueran un camino para construir un mundo mejor y en paz. Ahora se acaba de publicar en español su autobiografía, Un puente de libros infantiles (Creotz), y es una buena ocasión para descubrir su importante legado. En estas apasionantes memorias escritas en 1964, narra sus proyectos más ambiciosos, como la creación de la Biblioteca de Múnich, la Organización Internacional del Libro Juvenil y el premio Hans Christian Andersen, considerado el Nobel de la literatura infantil.
Justo antes de la II Guerra Mundial, Jella, escritora y periodista alemana de origen judío, vio como ardían en la hoguera infi nidad de libros. Los nazis consideraban la lectura una actividad peligrosa y muchos escritores fueron perseguidos o asesinados. Lepman, viuda y madre de dos hijos, huyó y comenzó una nueva vida en Londres. Al terminar la guerra, regresó a su país para trabajar como asesora del ejército americano en la reeducación de mujeres y niños. Se encontró una Alemania devastada y aislada, y comprendió la urgente necesidad de alimentar el espíritu de los niños y jóvenes, de abrir su mirada al exterior. A partir de ese momento, consagró su vida a promover la tolerancia, el respeto y el entendimiento entre culturas a través de la literatura.
Su primera iniciativa fue organizar en 1946 una exposición itinerante de libros para niños por ciudades aún destruidas. Con gran determinación, escribió cartas a los Gobiernos de los países europeos solicitando ejemplares para la muestra. La exposición tuvo una enorme relevancia, ya que fue el primer gesto de apoyo exterior hacia Alemania tras la guerra. Después llegaría su gran sueño, la creación de la Biblioteca de la Juventud en Múnich. Hoy su sede en Blutenburg es un auténtico castillo de libros para niños y jóvenes con más de medio millón de ejemplares.
Estas navidades, el Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid abre un año más sus puertas en el Centro Conde Duque. Esta edición rinde un merecido homenaje a Jella Lepman con una exposición sobre su labor pionera. Además, hay un sinfín de actividades lúdicas en torno a la lectura y una biblioteca con más de 1.000 títulos.
En un mundo donde los talibanes aún prohíben a las niñas leer, las enseñanzas y el legado de Lepman están más vigentes que nunca. Las instituciones que ella creó trabajan para proteger los derechos de los niños y que los libros estén al alcance de los más desfavorecidos. Libros contra la intolerancia para construir puentes y unir culturas.
TITULO: LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA - Leo espinosa cocinando por un mundo mejor ,.
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vivir
Leo espinosa cocinando por un mundo mejor
¿Puede la gastronomía ser una herramienta de cambio social? Esta chef colombiana cree firmemente que sí. Y su visión y su compromiso la han hecho merecedora del prestigioso Basque Culinary World Prize.
Hojas de Santa María, conopio,
pepilongo, ajíes negros amazónicos, hormigas arrieras... Son parte de
los ingredientes que integran la cocina de Leonor Espinosa, la última ganadora del prestigioso Basque Culinary World Prize. Cocinándolos a fuego lento, mientras bucea en la historia étnica de su país, Colombia, se ha convertido en una auténtica revolucionaria de la gastronomía.
Y como toda buena innovadora, tiene claro su objetivo: que el público
que acude a su restaurante se dé cuenta de que la riqueza culinaria no
se esconde solo en las cocinas de las grandes ciudades. También las
comunidades indígenas con las que ella trabaja tienen muchísimo que
enseñarnos.
Lo sabe porque lleva años recorriendo su país palmo a palmo, en busca de esos ingredientes casi secretos que forman parte del menú diario de poblaciones autóctonas. Así es como ha ido componiendo una carta aderezada con siglos de sabor afrocolombiano. “Más que hacer platos tradicionales, lo que intento es utilizar ese gran valor que es nuestro patrimonio biológico. Tenemos una cantidad de especias enorme que no se reconocen dentro de la cocina tradicional, pero sí pertenecen a una cocina local muy poco conocida en Colombia: la de las comunidades étnicas”, explica Leonor Espinosa.
Su tarea como detective culinaria que recupera tradiciones es la que el Gobierno Vasco y el Basque Culinary Center han premiado, certificando que la restauración puede ser un motor de transformación y desarrollo para las comunidades locales. Así lo afirma el cocinero Joan Roca, presidente del jurado de este premio. El chef opina que las tradiciones de pequeñas localidades alejadas de las metrópolis han hecho mucho por la gastronomía: “Premiar a Leonor es reconocer a todas esas personas que trabajan para que el campo y la ciudad se abracen a través de la gastronomía”, asegura. Y añade que el proyecto gastronómico de la restauradora colombiana “da voz al silencio y anonimato en el que se ha mantenido el patrimonio de muchas culturas indígenas y afroamericanas”.
En ese escenario trabaja Leonor Espinosa desde hace más de una década, y es la razón por la que ha ideado el Centro Integral de Gastronomía en el Chocó.
A través de él, comunidades indígenas pueden transformar su patrimonio
biológico y cultural en formas de desarrollo social y económico.
Dicen que esta chef, nacida en el valle del Cauca, tiene mucho de osada, y ella misma se reconoce como una mujer decidida a conseguir lo que quiere “como buena Capricornio”, apunta. Lo que quería a los 35 años, cuando era una reconocida ejecutiva que trabajaba en Publicidad –y cuando la única cocina en la que entraba era la de su casa–, era dejarlo todo para dedicarse a su sueño: el arte a través de la gastronomía. “Me ganaba bien la vida, pero no era feliz; algo me decía que ese mundo no era para mí. Entré en una crisis de identidad. Fue cuando volví a estudiar artes plásticas y la cocina apareció como una manifestación artística”, recuerda.
Poco tiempo después, abrió las puertas su primer restaurante, Leo, y la revista Traveler lo eligió como uno de los 80 mejores del mundo. Solo tres años más tarde, Leo entró en el ranking de las 105 mejores experiencias culinarias del planeta, según la revista National Geographic Traveler.
Para entonces, Espinosa ya había creado Funleo, la fundación que dirige junto a su hija y con la que quiso poner su granito de arena por un mundo más justo. “Cuando empecé a recorrer el país en busca de tradiciones culinarias, fui consciente de la extrema pobreza en la que habitan estas personas”, comenta la restauradora.
En
aquellos viajes, Espinosa se dio cuenta de que la mayoría de las
comunidades con las que trabajaba estaban asentadas en territorios de
violencia, y que esa violencia las había empobrecido todavía más. Sin
embargo, ella cree que hay lugar para el cambio: “Los grupos armados y
guerrilleros se asentaban en zonas geográficas de difícil acceso, las
mismas en las que viven las comunidades étnicas. Se trata de zonas
opacadas por la violencia, pero con un gran patrimonio cultural y culinario, además
del natural. A través de la fundación, queríamos generar orgullo, que
sintieran que el valor para salir de la violencia y la pobreza estaba en
su cultura”, explica Espinosa.
Mediante Funleo, se impulsan procesos de crecimiento rural con proyectos como la comercialización con pequeños productores, además de crear espacios para la educación, el emprendimiento o el turismo en localidades étnicas.
Los otros nueve finalistas de la edición de este año del Basque Culinary World Prize, por su parte, también tienen una historia particular que contar. El restaurador Anthony Myint, por ejemplo, cree que desde la cocina también se puede trabajar para luchar contra el cambio climático. Junto a la escritora Karen Leibowitz, ha creado ZeroFoodprint, una organización que trabaja con restauradores que intentan reducir a cero la huella de carbono: financia a quienes implantan programas que generan cambios en la industria, desde la siembra hasta la mesa, ayudando a limpiar el medioambiente.
Desde otra perspectiva solidaria, el restaurador David Hertz repite este año como finalista. Cuenta que siempre se preguntó qué ocurriría si quienes sufren discriminación social pudieran aprender habilidades culinarias y tener acceso al mercado de trabajo. Hoy sabe la respuesta: tras convencerse de que la cocina puede servir como alternativa frente a la delincuencia, abrió las puertas de Gastromotiva, un proyecto para formar en hostelería a jóvenes de áreas marginales como medio para insertarse en el mercado laboral. Once años después, la iniciativa funciona en tres ciudades brasileñas y una mexicana, y ha abierto las puertas del futuro a centenares de personas.
Esta segunda edición, se ha reconocido también la labor de quienes intentan aliviar, a través de la cocina, el problema de los refugiados. Por eso, entre los finalistas se encuentran Ebru Baybara Demir y Melinda McRostie.
Baybara Demir ha puesto en marcha la iniciativa Harran Gastronomy School Project en la región de Harran, al sureste de Turquía, donde 14.000 sirios se han asentado en distintos campos de refugiados. Su meta es mejorar la empleabilidad de mujeres turcas y sirias a través de la formación en cocina y tender puentes entre ambas culturas.
La australiana Melinda McRostie, que regenta un restaurante en Lesbos, tampoco quiso quedarse de brazos cruzados cuando fue testigo de cómo, día tras día, llegaban a la isla miles de refugiados sirios en situación trágica. Con ayuda de la población local y de un creciente número de voluntarios, creó la fundación Starfish. A través de ella, ha ofrecido alimentos, agua, ropa, atención médica, información y apoyo a más de 200.000 personas.
En
ese terreno, que apuesta por la gastronomía como herramienta de ayuda,
está el español José Andrés que, además de impulsar iniciativas de
educación y capacitación con proyectos como World Central Kitchen en Brasil, Camboya, Cuba, República Dominicana, Haití, Nicaragua o Zambia, recauda fondos en Washington y Los Ángeles para proyectos que hacen de la cocina un motor de cambio social.
Como él, el italiano Niko Romito, otro de los finalistas, cree en la capacidad de los fogones para transformar la sociedad. Él cree que se puede mejorar el estado físico y emocional de quienes están pasando por una enfermedad a través de lo que comen, y por eso ha creado el proyecto Inteligencia Nutricional, que rediseña la cadena de producción del catering hospitalario para maximizar el valor nutricional de los ingredientes sin salirse del presupuesto diario.
Lo sabe porque lleva años recorriendo su país palmo a palmo, en busca de esos ingredientes casi secretos que forman parte del menú diario de poblaciones autóctonas. Así es como ha ido componiendo una carta aderezada con siglos de sabor afrocolombiano. “Más que hacer platos tradicionales, lo que intento es utilizar ese gran valor que es nuestro patrimonio biológico. Tenemos una cantidad de especias enorme que no se reconocen dentro de la cocina tradicional, pero sí pertenecen a una cocina local muy poco conocida en Colombia: la de las comunidades étnicas”, explica Leonor Espinosa.
Su tarea como detective culinaria que recupera tradiciones es la que el Gobierno Vasco y el Basque Culinary Center han premiado, certificando que la restauración puede ser un motor de transformación y desarrollo para las comunidades locales. Así lo afirma el cocinero Joan Roca, presidente del jurado de este premio. El chef opina que las tradiciones de pequeñas localidades alejadas de las metrópolis han hecho mucho por la gastronomía: “Premiar a Leonor es reconocer a todas esas personas que trabajan para que el campo y la ciudad se abracen a través de la gastronomía”, asegura. Y añade que el proyecto gastronómico de la restauradora colombiana “da voz al silencio y anonimato en el que se ha mantenido el patrimonio de muchas culturas indígenas y afroamericanas”.
Quiero que las comunidad étnicas se sientan orgullosas de su propia cultura.
leo espinosa
Dicen que esta chef, nacida en el valle del Cauca, tiene mucho de osada, y ella misma se reconoce como una mujer decidida a conseguir lo que quiere “como buena Capricornio”, apunta. Lo que quería a los 35 años, cuando era una reconocida ejecutiva que trabajaba en Publicidad –y cuando la única cocina en la que entraba era la de su casa–, era dejarlo todo para dedicarse a su sueño: el arte a través de la gastronomía. “Me ganaba bien la vida, pero no era feliz; algo me decía que ese mundo no era para mí. Entré en una crisis de identidad. Fue cuando volví a estudiar artes plásticas y la cocina apareció como una manifestación artística”, recuerda.
Poco tiempo después, abrió las puertas su primer restaurante, Leo, y la revista Traveler lo eligió como uno de los 80 mejores del mundo. Solo tres años más tarde, Leo entró en el ranking de las 105 mejores experiencias culinarias del planeta, según la revista National Geographic Traveler.
Para entonces, Espinosa ya había creado Funleo, la fundación que dirige junto a su hija y con la que quiso poner su granito de arena por un mundo más justo. “Cuando empecé a recorrer el país en busca de tradiciones culinarias, fui consciente de la extrema pobreza en la que habitan estas personas”, comenta la restauradora.
Trabajaba en publicidad, pero tuve una crisis de identidad y lo dejé todo por la cocina".
Leo Espinosa
Mediante Funleo, se impulsan procesos de crecimiento rural con proyectos como la comercialización con pequeños productores, además de crear espacios para la educación, el emprendimiento o el turismo en localidades étnicas.
Gastronomía social
Espinosa no es la única chef con espíritu social que está transformando el entorno en el que vive. La ganadora de la primera edición del Basque Culinary World Prize, la venezolana María Fernanda Di Giacobbe, ya demostró que gastronomía y solidaridad forman un buen tándem. Sus talleres de bombonería han convertido a unas 8.500 mujeres en situación de vulnerabilidad económica en microempresarias del chocolate.Los otros nueve finalistas de la edición de este año del Basque Culinary World Prize, por su parte, también tienen una historia particular que contar. El restaurador Anthony Myint, por ejemplo, cree que desde la cocina también se puede trabajar para luchar contra el cambio climático. Junto a la escritora Karen Leibowitz, ha creado ZeroFoodprint, una organización que trabaja con restauradores que intentan reducir a cero la huella de carbono: financia a quienes implantan programas que generan cambios en la industria, desde la siembra hasta la mesa, ayudando a limpiar el medioambiente.
Desde otra perspectiva solidaria, el restaurador David Hertz repite este año como finalista. Cuenta que siempre se preguntó qué ocurriría si quienes sufren discriminación social pudieran aprender habilidades culinarias y tener acceso al mercado de trabajo. Hoy sabe la respuesta: tras convencerse de que la cocina puede servir como alternativa frente a la delincuencia, abrió las puertas de Gastromotiva, un proyecto para formar en hostelería a jóvenes de áreas marginales como medio para insertarse en el mercado laboral. Once años después, la iniciativa funciona en tres ciudades brasileñas y una mexicana, y ha abierto las puertas del futuro a centenares de personas.
Esta segunda edición, se ha reconocido también la labor de quienes intentan aliviar, a través de la cocina, el problema de los refugiados. Por eso, entre los finalistas se encuentran Ebru Baybara Demir y Melinda McRostie.
Baybara Demir ha puesto en marcha la iniciativa Harran Gastronomy School Project en la región de Harran, al sureste de Turquía, donde 14.000 sirios se han asentado en distintos campos de refugiados. Su meta es mejorar la empleabilidad de mujeres turcas y sirias a través de la formación en cocina y tender puentes entre ambas culturas.
La australiana Melinda McRostie, que regenta un restaurante en Lesbos, tampoco quiso quedarse de brazos cruzados cuando fue testigo de cómo, día tras día, llegaban a la isla miles de refugiados sirios en situación trágica. Con ayuda de la población local y de un creciente número de voluntarios, creó la fundación Starfish. A través de ella, ha ofrecido alimentos, agua, ropa, atención médica, información y apoyo a más de 200.000 personas.
Dos de las finalistas han ayudado a los refugiados en Grecia y Turquía".
Leo Espinosa
Como él, el italiano Niko Romito, otro de los finalistas, cree en la capacidad de los fogones para transformar la sociedad. Él cree que se puede mejorar el estado físico y emocional de quienes están pasando por una enfermedad a través de lo que comen, y por eso ha creado el proyecto Inteligencia Nutricional, que rediseña la cadena de producción del catering hospitalario para maximizar el valor nutricional de los ingredientes sin salirse del presupuesto diario.
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