TITULO: EL SILENCIO POR FAVOR - DESAYUNO -CENA - DOMINGO -LUNES - EL ARBOL DE TU VIDA - MARTES - 16 - Enero - Carmen Posadas: La paradoja Milgram ,.
EL ARBOL DE TU VIDA - MARTES - 16 - Enero ,.
Conducido por Toñi Moreno, el espacio investiga el árbol genealógico de los personajes más queridos de nuestro país. El martes- 16 - Enero , a las 22:30 por antena 3, etc.
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SILENCIO POR FAVOR - DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES - Carmen Posadas: La paradoja Milgram ,.
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Carmen Posadas: La paradoja Milgram ,.
Carmen Posadas,.
La pandemia del Covid-19 ha puesto a prueba la capacidad de la ciudadanía para acatar normas extraordinarias en pos del bien común. Y el resultado da pie al debate desde posturas radicalmente opuestas. De un lado, unos se preguntan por qué cuesta tanto ser respetuoso con las limitaciones (mascarillas bien puestas u olvidarse de visitar a los amigos en casa, por
( Desayuno )
ejemplo). Por otro, resuena: ¿por qué no se rebela la ciudadanía ante límites tan invasivos como la libertad de movimiento, mostrándose totalmente sumisa? La diatriba está de actualidad y deriva en otra pregunta: ¿somos obedientes o desobedientes por naturaleza? Parece sencilla, pero lo cierto es que su respuesta no es uniforme. Es más, lleva siglos siendo discutida por filósofos, sociólogos, teóricos de la política y activistas de toda condición. Desde Sócrates a Gandhi. Todos han reflexionado sobre el sentido de la obediencia.
( Cena,.)
Entre ellos, Immanuel Kant. El filósofo alemán formuló la teoría de que el hombre se «humanizaba» a medida que aprendía a obedecer, que el impulso natural es el anarquista. La familia, la escuela, la propia sociedad e, incluso, las religiones se ocupan luego de acallarlo. Decía así que la desobediencia era un rasgo que nos asemejaba a las bestias.
Este planteamiento fue puesto en evidencia tras los acontecimientos totalitarios del siglo XX, como lo fue el genocidio nazi. Solo con la obediencia ciega de los acólitos hitlerianos fue posible tamaña tragedia. El escritor italiano de origen judío Primo Levi reflexiona a menudo sobre ello en sus libros: «Los monstruos existen; pero son demasiado pocos para resultar peligrosos. Los más peligrosos son los hombres corrientes; los funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin rechistar». El célebre psicólogo de Yale Stanley Milgram, autor de investigaciones y experimentos sobre los límites de la obediencia humana, tampoco la veía como una bondad absoluta. Decía que en la sumisión «nos vemos como instrumentos que ejecutan la voluntad de otra persona o institución y, por lo tanto, no responsables de nuestros actos». Se puede decir que es cuesta menos ser obediente que lo contrario.
Pero cuando se trasciende la postura individual, ya en el contexto social, éste tiene más peso a la hora de decantar el debate: en comunidad somos obedientes por necesidad. «No podría decir si somos más desobedientes como tales por naturaleza, pero sí que lo somos por nuestra 'naturaleza social'. Las personas necesitamos normas y cumplirlas, si no no funcionaríamos como sociedad... Se podría decir que lo que somos es normativos por naturaleza», reflexiona Héctor Romero, doctor en Sociología, escritor y profesor de la Uned. Desde el momento en el que consideramos que vivir y convivir es lo mismo para las personas, «tenemos que tener un grado de cumplimiento mínimo de esas normas».
Estas pueden ser de dos tipos: morales, que permiten la convivencia; y racionales o legales, que son las relativas a las dictadas por el Estado, «necesarias para la cohesión social». En el contexto actual de la pandemia, señala Romero se dan las dos. Las extraordinarias encaminadas al control del virus; y las normas de convivencia que apelan al compromiso individual para el bien colectivo. «Se verá en un futuro con más datos, pero por ahora creo que podría decirse que se está siendo bastante obediente; las fiestas ilegales, u otros hechos parecidos, son más vistosos pero, creo, más puntuales», valora sobre el momento actual.
¿Es una norma legítima?
En cualquier contexto, ya sea en otros países o en otras épocas, existen dos factores determinantes a la hora de que una sociedad se muestra más o menos obediente. Son la cultura política y la legitimidad de la norma. Lo primero explicaría la diferencia chinos y estadounidenses al relacionarse con el poder y las instituciones. «En China, por ejemplo, el obedecer está en el orden moral de la propia socidad porque tradicionalmente se ha sancionado la desobediencia. La sociedad norteamericana es justo lo contrario: es tremendamente individualista. Todo lo que suene vagamente a la intromisión en la vida privada es rechazado», pone como ejemplo Romero. España, precisa, sería más o menos el término medio: «Somos una sociedad bastante solidaria. No tenemos recelo al Estado; incluso puede que apelemos de más a él».
La cuestión de la legitimidad de las normas es más compleja. Lo primero a tener en cuenta es que esta es otorgada por la ciudadanía, no por quien la impone. Además, tiene tres caras: la legal o racional, que es la que emana al ser dictada por un gobierno legítimo; la tradicional, esto es, lo que consideramos digno de obedecer porque siempre se ha hecho así por costumbre, y, la más difícil de reconocer, la carismática. Esta se da cuando se considera que una institución o una persona está especialmente dotada por un halo invisibile, o un don subjetivo, para decirnos lo que tenemos que hacer. «Eso está ahora muy de moda. Sin ir más lejos, un ejemplo de este tipo de legitimidad es encarnada por Barack Obama».
Ahora bien, ¿qué erosiona esta legitimidad? La confusión. «Cuando el discurso no es homogéneo entre los dirigentes», cuando hay contradicciones, la ciudadanía pierde la fe en las bondades de cumplir a ratajabla las normas. «Podríamos ver que algo de esto puede estar empezando a suceder en España... Veremos qué pasa si se alarga esta situación mucho más», valora Romero. Así, las ideas claras también son la base de un consentimiento social ante límites que se consideran necesariso. Eso sí, claras... y justas. Hay que regresar de tanto a tanto a Kant para recordar una de sus máximas: «Que la disciplina nunca sea el camino de la esclavitud».
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