La música es capaz de curar,.
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Violinista y médico de 26 años. A los 11 entró en la Filarmónica de Israel y a los 19, en la Orquesta de Los Ángeles. Se licenció en Medicina ...
Se habla de... La música es capaz de curar. Con Robert Gupta
Violista y médico de 26 años, a los 11 años entró en la Filarmónica de Israel y a los 19, en la Orquesta de Los Ángeles. Se licenció en Medicina con 17 años.Violinista y médico de 26 años. A los 11 entró en la Filarmónica de Israel y a los 19, en la Orquesta de Los Ángeles. Se licenció en Medicina con 17 años. Ha fundado Street Simphony: música para los excluidos.
XLSemanal. ¿La música cura?
Robert Gupta. Sin duda. Tiene un enorme poder terapéutico. Permíteme que, para explicártelo, te hable de una persona que conocí hace algunos años.
XL. Adelante.
R.G. Se llama Nathaniel Ayers. Era un prometedor músico que había estudiado en la célebre Escuela Juilliard de Nueva York. Sin embargo, su carrera quedó truncada porque padecía esquizofrenia. Acabó mendigando en Los Ángeles tocando para sacar dinero. Su historia terminó en un libro y una película, El solista.
XL. Y usted lo ayudó... dándole clases de violín.
R.G. Cuando lo conocí, estaba perdido: se le veía en los ojos. Hablaba de demonios que lo envenenaban mientras dormía. Y sentí miedo.
XL. ¿Miedo?
R.G. No por mí, sino por la posibilidad de no conectar con él. Así que, en lugar de hablar de escalas, me puse a tocar y vi el cambio en su cara. Se acababa de producir una reacción química en su cerebro, y mi música había sido el catalizador.
XL. ¿Y cómo se produce?
R.G. La música afecta a nuestro sistema endocrino, reduce la hormonas causantes del estrés, como el cortisol.
XL. ¿Se usa como terapia?
R.G. ¡Por supuesto! Piensa, por ejemplo, en el trabajo del doctor Gottfried Schlaug, un neurocientífico de Harvard. Él defiende un método cada vez más popular conocido como 'terapia de entonación melódica'.
XL. ¿En qué consiste?
R.G. Trabajando con afectados por apoplejías afásicas, que no pueden articular una frase breve, se dio cuenta de que, aunque no podían hablar, sí podían cantar la letra de una canción. La música 'recableaba' sus cerebros para superar las lesiones que habían sufrido.
XL. ¿Quién más se puede beneficiar?
R.G. Puede ayudar a niños con autismo; en casos de depresión y ansiedad; permite a enfermos de párkinson controlar sus temblores; y se ha visto cómo un paciente con un alzhéimer tan avanzado que ni siquiera reconocía a su familia ha podido tocar una pieza de Chopin que aprendió de pequeño.
XL. ¿Y entendemos el mecanismo?
R.G. Solo en parte. El siglo XX ha sido el siglo de la física: lo ha dominado todo, desde la teoría de la relatividad hasta la bomba atómica. Este, sin embargo, será el siglo el milenio, más bien del cerebro. Encontraremos herramientas que a día de hoy ni siquiera imaginamos.
XL. Pero usted, dividido entre la medicina y la música, optó por esta...
R.G. Fue una decisión muy difícil. A los 17 años obtuve mi licenciatura en Medicina. Estaba enamorado de la neurociencia, pero, al mismo tiempo, había tocado el violín toda mi vida.
XL. Era su pasión.
R.G. Era más que una pasión: era mi oxígeno. Alguien me dijo que la medicina podría esperar, que podría retomarla más adelante. Pero la música no. Así que aposté por ella: me presenté a una audición en la Filarmónica de Los Ángeles y me aceptaron. ¡Era un sueño cumplido!
XL. Y puso en marcha Street Simphony.
R.G. Robert Schumann dijo que el deber de los artistas es enviar luz a la oscuridad de los corazones. ¡El propio Schumann era esquizofrénico y murió en un psiquiátrico! Con Street Simphony queremos llevar esa luz a mucha gente que no tiene acceso a conciertos de música clásica: gente sin hogar, enfermos mentales, veteranos de guerra con estrés postraumático...
XL. ¿Siempre música clásica?
R.G. El estilo es lo de menos. Somos un grupo de activistas que aprovechamos la capacidad de la música para derribar barreras físicas y mentales.
Pregunta a bocajarro
¿Podría crearse una partitura con fines terapéuticos?
Hay experimentos. Un compositor ha creado piezas para centros hospitalarios. Y una vez conocí a un pianista que tocaba en el hall de un hospital. Un médico le dijo que él hacía más por pacientes y familiares que los cirujanos en la sala de operaciones.
Su desayuno: «Un zumo de naranja, una tortilla de seis u ocho claras de huevo con pechuga de pavo, un bol de avena, granola y yogur; café con leche y una tostada integral».
TÍTULO: ELLA & EL ESTILO, SUÁREZ, 70 AÑOS DE JOYAS PARA BRILLAR,.
Primeros días de noviembre de 2003. Todas las cámaras se dirigen hacia el dedo anular de Letizia Ortiz, la prometida del príncipe Felipe,.
Estilo Suárez, 70 años de joyas para brillar
De sus talleres han salido piezas icónicas que han lucido Sofía de Habsburgo, Isabel Preysler o doña Letizia. Pero tras el brillo de las joyas de Suárez hay una historia familiar que dura tres generaciones.Primeros días de noviembre de 2003. Todas las cámaras se dirigen hacia el dedo anular de Letizia Ortiz, la prometida del príncipe Felipe, para mostrar su sortija de compromiso: un anillo de oro blanco y brillantes en talla baguette, de Suárez. Un clásico de la casa que hizo historia, al igual que muchas otras de las piezas diseñadas por la familia Suárez desde los años setenta. Como las espectaculares sortijas y broches de la colección Veris, de esmeraldas y rubíes, inspirada en el art déco francés y reeditada en 2007 con diamantes negros, coral y turquesas; o los emblemáticos sautoirs de perlas australianas, de hasta 14 tonalidades distintas, que dieron nueva vida a un clásico del joyero femenino.
Todas las socialites y celebrities españolas han lucido uno. Y ninguna faltaba a la cita anual de la casa, una fiesta que se convirtió en imprescindible de la crónica social en los noventa. Igual que en sus grandes piezas de oro amarillo y en sus coloristas combinaciones de piedras preciosas, Suárez fue pionero en asociar su marca a caras conocidas: Sofía de Habsburgo en los ochenta o Isabel Preysler en los noventa fueron sus embajadoras, a las que se suman una larga nómina de modelos internacionales, desde Martina Klein a Adriana Abascal o Laetitia Casta, protagonista de su última campaña, fotografiada por Mario Testino.
Pero detrás del esplendor hay también una larga historia de trabajo familiar. Setenta años exactamente desde aquel 1943 en que Emiliano Suárez Faffián abre una modesta tienda-taller en la calle Jardines de Bilbao. Son los años de la posguerra española y Emiliano, nacido en Bergondo, provincia de La Coruña, busca abrirse camino en el negocio, aunque sus padres pequeños empresarios no tenían ninguna relación con la joyería. «Era una persona con un gran sentido del negocio y mucha creatividad», cuenta hoy su nieto Gabriel Suárez, de 33 años, director comercial. En la empresa presidida por sus hijos Emiliano y Benito trabajan hoy 115 personas en 14 tiendas, repartidas por toda España, y un equipo de 50 artesanos, de cuyas manos han salido algunas de las piezas icónicas de la joyería española. Ambos hermanos, nacidos en Bilbao, empezaron a trabajar en el taller paterno «con pantalón corto», recuerda Benito Suárez, padre de Gabriel.
A la muerte de Emiliano, en 1974, Benito, en el diseño, y Emiliano hijo, en la gestión, abren una tienda nueva en la Gran Vía de Bilbao. A principios de los ochenta se instalan en Madrid y sus innovadoras piezas son un éxito entre la burguesía madrileña. ¿Qué se necesita para ser un buen joyero? «La honestidad dice sin dudar Benito Suárez. Y tener memoria del color, para seleccionar las mejores piedras». Gabriel tenía cuatro años cuando su familia se instala en Madrid y recuerda sus correrías por la tienda de Serrano, cuando se aupaba a la mesa de su padre, Benito. El paso que les corresponde a él y a sus hermanos (Emiliano, responsable de marketing y comunicación, y Juan, involucrado en la segunda línea de la marca, Aristocrazy) es la expansión internacional. «Con cautela, porque somos una empresa familiar, pero queremos ser la referencia española del lujo», concluye.
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