A instancias del diez de Downing Street, la reina
Isabel II borró una de las muescas más profundas del listado de
deshonores históricos que quedaban por resolver en el Reino Unido.
Buckingham Palace alumbró en Nochebuena el indulto póstumo a Alan
Turing, héroe silencioso de la II Guerra Mundial y padre de la
informática, que en 1952 fue condenado por ser homosexual y por ello
castrado químicamente. El perdón real llega pocos meses antes de que se
cumplan seis décadas de aquel 7 de junio de 1954 en la que el matemático
británico diese un mordisco a una manzana cargada de cianuro. Un
trágico y oscuro final que los forenses interpretaron como un suicidio a
pesar de que su madre dio fe durante años de que se trató de un
descuido por el almacenaje de ingredientes químicos en el laboratorio en
el que Turing trabajaba.
Esta liberación pone el punto y final a una larga
campaña iniciada, entre otros, por Stephen Hawking. Todo para rendir
cuentas y limpiar la memoria de un cerebro privilegiado que no solo
encauzó las bases de muchos de los ingenios tecnológicos de hoy en día
sino que también ayudó a la actual configuración de Europa. Firmó por la
inteligencia británica como criptoanalista poco después de que Hitler
comenzase a mover sus piezas. Desde ese puesto Turing desplegó todo su
talento y formó un tándem letal para las aspiraciones nazis junto al
ingeniero Tommy Flower. Ambos secuenciaron el código que regía las
constantes de 'Enigma', la máquina de cifrado alemán, dejando al desnudo
cientos de comunicaciones y dando un impulso definitivo a los intereses
aliados. Unos logros que sustentarían años después el primer ordenador
personal de la historia, pero que no fueron conocidos por la opinión
pública hasta la década de los 70, cuando se desclasificaron todos los
documentos del proyecto.
Durante el resto de su vida, Turing mostró la
misma voracidad innovadora que le permitió ganar el pulso a los
efectivos del Tercer Reich y que, con el paso de los años, le permitiría
entrar la nómina de lo más ilustres creadores de la Historia,
compartiendo este privilegio con gente como Nikola Tesla o Leonardo Da
Vinci. Su trabajo en Bletchley Park para el espionaje británico sentó
las bases de un código de descifrado masivo que a acabó dando paso,
tiempo más tarde, al primer ordenador.
En 1936, publicaría el estudio 'Los números
computables' en el que adelantó su visión de las computadoras, algo que
el dibujaba como un 'cerebro' suplementario que podría ocuparse de
cualquier operación matemática. Convertido en un héroe en la lucha
contra el Fürher, su meritoria ruptura de códigos le puso una alfombra
roja para ingresar en el Laboratorio Nacional de Física, donde trabajó
hasta irse a la Universidad de Manchester, lugar en el que se emplearía
para dar forma al sistema operativo de uno de los primeros ordenadores
reales.
También es célebremente conocido el 'Test de
Turing', con el que empezó a dar forma al concepto de inteligencia
artificial. Se trata de una prueba en el que un juez va recibiendo las
respuestas de una máquina y un ser humano, que se encuentran en
habitaciones diferentes, pudiendo mentir al examinador. Según sus
planteamientos, éste último no sería capaz de discernir el origen de las
preguntas y, aunque hasta el momento ningún equipo ha podido superarla,
sí que ha servido para desarrollar, por ejemplo, herramientas para
combatir el 'spam'.
Recientemente su teoría sobre las rayas de los
tigres, otra de sus grandes predicciones, recibió la bendición de un
grupo de investigadores que demostraron empíricamente sus ideas sobre la
formación de manchas en las especies animales. En la década de los 50,
Turing escribió que el aspecto de criaturas como las cebras es producto
del trabajo de dos morfógenos que trabajan conjuntamente como
'inhibidor' y 'activador' imprimiendo estos patrones.
Esto certifica del ecléctico carácter de su
currículum. Excelente corredor de fondo -estuvo a punto de participar en
unos Juegos-, pasó sus primeros años de vida en la India, donde estaba
destinado su padre, funcionario de profesión. Aficionado a la escritura
de haikus, cuentan que aprendió a leer de forma autodidacta, en tan solo
tres semanas. En la adolescencia, perdió al gran amor de su vida, el
joven Christopher Morcom, algo que marcó su existencia. Años más tarde,
un amante ocasional urdió un plan para robar en su casa. Durante la
investigación tuvo que confesar su orientación sexual, por aquel
entonces delito en una de las democracias más antiguas del mundo. Meses
más tarde, mordería la manzana -la leyenda cuenta Steve Jobs le rindió
homenaje con el logo de Apple- y con solo 41 años dejaría a su muerte
cientos de proyectos inacabados.
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