Carmen Posadas - foto - ERA UN VECINO EJEMPLAR,.
Lo crea o no, usted y yo conocemos al menos a un par de pederastas y/o pedófilos. Alguien que por supuesto no lo parece, un ciudadano ejemplar, un probo padre -o madre- de familia. Puede parecer una afirmación aventurada, incluso extravagante, pero es el cálculo que hacen las autoridades, a tenor del volumen de negocio que mueve en todo el mundo este brutal delito. Solo por hablar de las últimas semanas, hace unos días desmantelaron la hasta ahora mayor red de pornografía infantil, que se valía de WhatsApp para operar. En ella estaban involucrados delincuentes de países tan dispares como Alemania o Bolivia, Italia o Costa Rica, Portugal o El Salvador. También operaban aquí en España, donde se les incautó material relacionado con niños de dos o tres meses a ocho años. Según el comisario jefe de la Brigada de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional, «las imágenes son tan denigrantes para la dignidad humana y suponen tal esfuerzo físico y sexual por parte de los menores, algunos de ellos bebés, que resulta difícil siquiera imaginarlas». Apenas unas semanas antes, en otra operación, se realizó la que entonces llamaron ‘la mayor acción policial hasta el momento contra la pornografía infantil’, esta vez en Internet. En este caso, se confiscaron cuatrocientos cincuenta mil archivos y fueron detenidas ciento diez personas. Entre ellas, un individuo que llevaba más de veinte años en el negocio y, como era también ‘consumidor’, guardaba relación escrita e ilustrada con fotos de todos los encuentros sexuales que había mantenido con menores a lo largo de su dilatada carrera. Por lo visto, es habitual que este tipo de miserables sean puntillosos y muy ordenados, por lo que guardan relato pormenorizado de su inmunda actuación con pelos y señales. Al intentar recabar información sobre los detenidos, los periodistas encuentran siempre los mismos comentarios sorprendidos. «Era un muchacho encantador, muy deportista»; «Una señora normalísima, madre de tres niños preciosos»; «Un vecino modelo, me ayudaba con las bolsas de la compra y ahora me entero de que ya había estado en la cárcel por el mismo delito». La literatura se nutre desde siempre de la aterradora capacidad del ser humano de tener dos caras, dos vidas incluso. Pero esa capacidad de ser dos personas tan antagónicas -yo no creo que los depravados finjan todo el tiempo, pienso que ambas personalidades conviven- es apasionante y merece otro artículo. Lo que hoy quiero resaltar es algo que he observado cuando arrestan a esta clase de criminales. La televisión, al dar información de la redada, suele pixelar el rostro de los detenidos, también se refieren a ellos por sus iniciales, sin hacer públicos sus nombres. ¿Por qué? Los noticiarios parecen, últimamente, un desfile de reos. Cuando no es un político, es un empresario o un banquero, eso por no mencionar a los maltratadores, violadores, asesinos de niños. A todos ellos se les puede ver la cara y conocemos sus nombres. ¿Por qué entonces esa inexplicable omertá, esa general consideración con los detenidos por uno de los crímenes más abominables? No es que yo sea partidaria del escarnio público. Es más, siempre me ha dado yuyu ver a esas personas, remedadoras de las tricoteuses de la Revolución francesa, que se agolpan ante los juzgados a insultar y vejar a los que van a declarar. Pero no entiendo que se trate mejor a un pedófilo que al resto de los detenidos. Me dicen los que saben que las autoridades actúan así porque este tipo de individuos, junto con los violadores, son muy mal vistos dentro de las cárceles y pueden sufrir ataques por parte de otros presos. Será por lo que sea, pero me intranquiliza pensar que gente así, una vez cumplida la pena por su crimen (y todos acaban saliendo más pronto que tarde), puedan mudarse a la casa de al lado. Y nunca sabremos si ese caballero respetable que nos abre la puerta del ascensor, esa chica regordeta y afable que achucha a nuestros hijos y les ofrece un Sugus puede ser uno esos monstruos de dos caras que guardan en sus ordenadores miles de archivos de un negocio tan denigrante como lucrativo. Porque esa es una de sus indefectibles características: siempre son el vecino ideal o la encantadora treintañera del quinto.
Desayuno:Domingo y Lunes, sin ajo ni pepino
Cena - Domingo y Lunes . foto.
«Un zumo verde (sin pepino, que lo odio). Una tostada con una pasta de tomate, aceite y aguacate (sin ajo, por Dios). Café con leche de soja y galletas maría».
TITULO: LA COCINA DOMINGO - LUNES - PECADO LLAMADO TOLEDO,.
Un pecado llamado Toledo, foto.
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A un rato de Extremadura se levanta la ciudad más fascinante,.
El caso es que a dos horas y media de Cáceres, dos horas de Plasencia, tres de Mérida y tres y media de Badajoz, es decir, a un rato de Extremadura, se levanta sobre el Tajo una de las ciudades más espectaculares del orbe. No sé si sería el día, la sorpresa o mi estado de ánimo, pero no recuerdo ninguna ciudad, incluidas Florencia, París e incluso Roma, que me hayan hecho exclamar tanto, abrir la boca tan desmesuradamente y emocionarme con tanta intensidad.
En fin, dejemos a un lado las impresiones personales y confluyamos en un punto: tenemos la suerte de que muy cerca de Extremadura tenemos una ciudad excepcional que se ofrece como alternativa para una excursión. Además, Toledo debería ser un viaje obligado para nuestros concejales de Turismo pues en pocos lugares se puede aprender tanto.
Pero nosotros llegamos desde Extremadura por autovía pues hace ya un tiempo que la antaño pesada carretera de Maqueda a Toledo tiene cuatro carriles. El acceso al casco urbano es un tanto enrevesado y podemos optar por dejar el coche en los aparcamientos disuasorios de la parte baja de la ciudad. A los pies del palacio de la Diputación Provincial están las seis escaleras mecánicas cubiertas (remonte mecánico de Recaredo) que acceden al casco histórico desde un aparcamiento subterráneo. Si se prefiere subir a la ciudad, hay que dar vueltas, que nos llevarán, inexorablemente, hasta un garaje privado que hace las veces de párking (cinco horas: ocho euros).
Toledo tiene dos monumentos cinco estrellas: la Catedral y la Sinagoga del Tránsito. Las guías colocan cuatro estrellas al Alcázar, a la Iglesia de Santo Tomé con el cuadro de El Greco 'El Entierro del Conde Orgaz', al hospital Tavera, a la Mezquita del Cristo de la Luz, al Monasterio de San Juan de los Reyes, al Museo de El Greco y a la Sinagoga Santa María la Blanca. Otros diez monumentos más son imprescindibles.
Las sinagogas fascinan, los monasterios son una pasada, ver el cuadro del Entierro del Conde Orgaz es una experiencia singular porque se contempla por tandas metidos entre grupos de japoneses... Pero lo que asombra hasta decir basta es la Catedral (2,50 euros, domingos por la tarde, y 10 euros, los demás días). Aseguran, y lo confirmo, que es el templo más rico de la cristiandad después de la basílica de San Pedro en Roma. Describirlo es imposible y sigo a Rilke cuando escribió sobre Toledo: «Me duele no hallar el tono exacto para describir todo lo que he visto».
Los restaurantes abundan (hay 415 según Trip Advisor). Comí en uno llamado Plácido en el centro (Santo Tomé, 2). Era bonito, en un patio interior con trazas de corrala antigua, y pagué 61 euros por un salmorejo, dos paletillas de cordero, una tarta de mazapán, café y agua. A mi madre y a mi suegra les traje unas tartitas de mazapán de la pastelería San Telesforo, en la plaza Zocodover (9,50 euros y están tan buenas que mi madre no deja que nadie coma sin cortar ella los trozos, para que dure mucho). En fin, que conocí Toledo y expié mi pecado con gusto.
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