domingo, 21 de mayo de 2017

EN PRIMER PLANO - A FONDO -Sudán del sur: el infierno en la tierra,./ REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -FRANCISCO LUZÓN,./ EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - LEY DE GRESHAM,.

TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO -Sudán del sur: el infierno en la tierra,.

El infierno en la tierra, fotos.

Sudán del Sur vive una de las peores hambrunas de la historia. Pero la causa de que la gente esté muriendo no es la sequía. Son las sangrientas luchas por el poder, el dinero y el petróleo. Viajamos al centro de la catástrofe.

Hay un momento en el que cae sobre ti como una fiera salvaje -dice Nyatuak-. Te derriba y ya no te suelta. Y solo quieres escapar, acabar con ese picor de la piel arrancándotela con las uñas, cualquier cosa con tal de que pare. Y cuando por fin se detiene, porque el cansancio ya se extiende sobre ti como una manta harapienta, con tus piernas delgadas como ramas, tu garganta hinchada… cuando estás tan consumida que no puedes ni sacudirte las moscas, entonces sabes que te ha vencido». Es Buoth, como la llaman los nuers. El hambre.

actualidad, conocer, sociedad, sudan del sur, infierno, xlsemanalNyatuak logró sobrevivir al hambre con sus cuatro hijos, pero su marido fue asesinado y ella, violada. En el campo de refugiados tampoco tiene futuro. Y la situación va a empeorar. En mayo, con las lluvias, toda la región se transforma en una inmensa ciénaga 
Nyatuak consiguió escapar de ella. Llegó al campo de refugiados hace poco. Vino con sus cuatro hijos y algunas personas más de su aldea. La aldea de Nyatuak se encuentra a cuatro días a pie de distancia, en plena zona 5. En la escala de Naciones Unidas, esta denominación significa hambruna. El término es un tanto engañoso porque, en realidad, el hambre se ha adueñado de todo Sudán del Sur. Zona 5 solo implica que la mortandad está fuera de control.
Ese fue el motivo de que Naciones Unidas hiciera sonar la alarma el pasado mes de febrero. Y no solo para Sudán del Sur, también para varios países más de África. Esta hambruna constituye la mayor catástrofe humanitaria desde 1945. Pero mientras que en Kenia y Etiopía la responsable de la mortandad es la sequía, en Sudán del Sur es el propio ser humano. «Las armas han traído el hambre», dice Nyatuak.
Las noches en las que Nyatuak no consigue conciliar el sueño, las imágenes de su memoria vuelven a asaltarla. La cara de su vecina, por ejemplo, que perdió todo el pelo de la cabeza, o la del bebé de ojos enormes mamando del pecho de su madre muerta, y luego las de aquella noche en la que la antigua vida de Nyatuak llegó a su fin.
Era una buena vida. Nyatuak vivía con su marido en una choza en las afueras de la aldea. Él trabajaba en el mercado cargando camiones. Nyatuak se encargaba de los niños y del ganado. Su familia tenía cien vacas y diez cabras. Por las noches, Nyatuak cocía leche para los niños antes de acostarlos. Tenía esperanza en el futuro, para su familia y para su país.

Una independencia fallida

Después de décadas de guerra civil, el sur de Sudán se separó del norte árabe en 2011. El 99,57 por ciento de la población votó a favor de la independencia. La comunidad internacional recibió con los brazos abiertos a la nación más joven del mundo. Sin embargo, el cuento de hadas no tardó en conocer un abrupto final. En diciembre de 2013, las disputas entre el nuevo presidente, Salva Kiir, y su anterior vicepresidente, Riek Machar, fueron adquiriendo una virulencia cada vez mayor.
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El campamento de Bentiu es el mayor de Sudán del Sur. Durante el transcurso de la guerra ha acogido a más de 120.000 personas. Casi todos los refugiados son de la etnia nuer, que huyen de los ataques de los soldados de los rebeldes
Kiir era un dinka y Machar, un nuer. Las dos principales etnias de Sudán del Sur habían luchado juntas por la independencia. Pero ahora, en el nuevo Estado, eran los dinkas los que ostentaban el poder. El odio se inflamó. De un día para otro, miembros de la etnia dinka empezaron a perseguir a los nuers por las calles de Juba, la capital. Hubo matanzas por ambas partes. Tras los primeros combates en Juba, Machar -el líder de los rebeldes- se retiró con sus hombres hacia Unity, la región norteña en la que no solo se encuentra la aldea de Nyatuak, sino también los pozos petrolíferos del país. Estos yacimientos, que podrían haber hecho que el nuevo Estado fuese rico y próspero, no tardaron en arder en llamas.

“Esto es más que una guerra civil; es un todos contra todos. Un caos infernal”, dice un cooperante

Aquellos hechos hicieron que la guerra llegara a las puertas de la choza de Nyatuak. Corría la primavera de 2014. Una mañana, los soldados del SPLA -el movimiento del presidente dinka- entraron con sus todoterrenos en la plaza del pueblo. Los soldados empezaron a lanzar gritos y disparar ráfagas de AK-47 al aire. Se apoderaron de las vacas y las cabras, incendiaron chozas y asesinaron a todos los hombres nuers que encontraron. Nyatuak y su marido consiguieron huir y se pusieron a salvo con sus hijos. Después de ese día, sobrevivir se volvió más y más difícil. El hambre se fue colando poco a poco dentro de las chozas. Nyatuak empezó a cocer nenúfares que cogía en la orilla del río. La papilla que hacía con ellos no sabía a nada, pero mantenía a la familia con vida.
Nyatuak y los otros habitantes de la aldea pasaban los días escondidos. Pensaban que si solo volvían a sus chozas al ponerse el sol estarían a salvo de los soldados. Así fue hasta una noche de febrero, cuando volvieron los soldados del SPLA. Dos hombres cogieron a Nyatuak del brazo y la arrastraron hasta un camión.
A la mañana siguiente, cuando recuperó la consciencia, no se atrevió a abrir los ojos. Se lo impedían el miedo y el dolor terrible que le ascendía por el cuerpo. Nyatuak se palpó la entrepierna y se encontró con las manos manchadas de sangre. Dolorida y tambaleante, se dirigió hacia la aldea y encontró a sus hijos junto al río. «¿Dónde está tu padre?», preguntó a su hijo mayor. El chico señaló un montículo a poca distancia. La tierra todavía estaba fresca.
Pasaron dos semanas hasta que pudo volver a caminar, cuenta Nyatuak. Fue entonces cuando decidió ponerse en camino hacia el campamento de refugiados. «Tenía que salvar a mis hijos», dice. En el campamento de Bentiu le curaron las heridas. Le dieron mijo, algunas judías, un poco de aceite.

El ‘resuelve problemas’

El alemán Thomas Hoerz, de 58 años, lleva media vida de cooperante. «Esto es más que una guerra civil; es un todos contra todos», dice. No solo luchan entre sí los rebeldes y los soldados del SPLA. Entre los escombros de un Estado hundido ha proliferado multitud de milicias y bandas criminales; armadas durante décadas de la guerra civil, recorren los pueblos arrasando y matando. «Un caos infernal», dice Hoerz, que trabaja para una ONG alemana, y esta es su tercera vez en el país. A la mañana siguiente, Hoerz se sube a un jeep que forma parte de un transporte de alimentos. El convoy se dirige a Nhialdu, una ciudad que está a unas dos horas del campo. Nhialdu fue en tiempos un bastión de los rebeldes, aunque ahora toda la región está bajo el control de las tropas gubernamentales. Es la primera vez que miembros de las organizaciones humanitarias se atreven a viajar a esta parte del país. Durante los combates del pasado invierno fueron secuestrados 21 cooperantes, también hubo incendios… y muertos.

Un miembro de Médicos Sin Fronteras atiende a un niño desnutrido y a su madre
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Para que el convoy pueda regresar al campo sin incidentes hace falta un montón de llamadas. El seguro de vida de Hoerz es un paquistaní que trabaja desde un escritorio situado a un millar de kilómetros de aquí. Rehan Zahid tiene 32 años y, cuando le preguntamos a qué se dedica, responde: a resolver problemas.
Zahid dirige un equipo del Programa Mundial de Alimentos desde un barracón prefabricado en las afueras de Juba. Es el responsable de que los cooperantes y sus camiones cargados con mijo, arroz y judías puedan llegar a todos los rincones. Y de que no les disparen, roben o secuestren por el camino. Zahid no cuenta con armas para hacer su trabajo. Lo que tiene son 400 números de teléfono. Se pasa todo el día hablando con ministros, políticos y generales. Pero también con líderes rebeldes y jefezuelos varios. Con hombres dedicados a hacer la guerra, en definitiva. Zahid estudió Económicas en Estados Unidos. En 2010, cuando llegó a Sudán del Sur, todavía era un veinteañero lleno de entusiasmo. Iba a ser parte de la historia de la nación más joven del mundo. Quería ayudar a levantar el país. Hoy tiene canas entreveradas en su pelo negro. Vino para gestionar la paz, pero ahora está metido en la guerra hasta el cuello.

Un centenar de mujeres enfurecidas se abalanzó sobre el camión con alimentos. “No tenían armas. Solo hambre”

En un día normal, su equipo y él son responsables de unos 300 transportes. Los conductores son casi siempre somalíes, porque nadie más se atreve a ponerse al volante de los camiones. «Son los tipos más duros que hay», dice Zahid. En la guantera llevan licor, dinero y cigarrillos. Además, hacen falta unos 2000 euros para pasar los cerca de 90 puestos de control que se levantan solo en el trayecto entre Bentiu y Juba.
No es fácil decir quién está detrás de esos controles. Hace poco, cuenta Zahid, uno de sus camiones cayó en una emboscada, pero, en vez de alguna de las muchas milicias que operan en la zona, los atacantes eran habitantes de una aldea cercana. Un centenar de mujeres enfurecidas se abalanzó sobre el camión y se llevó toda la comida que transportaba. «No tenían armas, solo hambre», dice Zahid, y se echa a reír. Pero sus ojos no ríen. El teléfono suena. Uno de los transportes tiene problemas. Zahid entra en su despacho y cierra la puerta.

La ayuda internacional

Pocos lugares hay en el mundo que lleven tanto tiempo dependiendo de la ayuda internacional. La relación entre el Gobierno y los cooperantes es complicada. Por un lado, el Ejecutivo acusa a las ONG de mantener a los rebeldes. Por otro, el país depende totalmente de las organizaciones extranjeras. Son una de las pocas fuentes de ingresos que le quedan a un Estado que destina la mayor parte de sus recursos a la guerra.
 
 TITULO:REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -FRANCISCO LUZÓN,.

fotos, Francisco Luzón: “Yo quería tener cáncer antes que ELA. Lo deseaba”,.

Ha sido uno de los hombres más poderosos de España. Pero hace cuatro años la ELA empezó a hacer estragos en su cuerpo. «Ya no puedo hablar, comer, toser ni besar», dice. Lo entrevistamos gracias a una aplicación que convierte sus respuestas escritas en voz. Su vida, llena de luchas desde niño, la acaba de plasmar en un libro: ‘El viaje es la recompensa’.

Nació pobre. Su padre picaba piedra en la cantera de El Cañavate (Cuenca) y su madre ayudaba en las faenas del campo, hasta que pudieron emigrar al País Vasco y vivir en las casas de los obreros de Euskalduna, en Cruces-Baracaldo. Paco Luzón estudió en el seminario -vistió sotana ocho meses- y después, gracias a una beca, se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales.
Acaba de cumplir 69 años, 40 de los cuales los ha dedicado con éxito a la banca. Fue consejero del Banco de Vizcaya, presidente del Banco Exterior, presidente de Argentaria, consejero de Inditex, y, durante los últimos 13 años, consejero y director adjunto al presidente en el Banco de Santander.
Apenas unos meses después de jubilarse, en 2013, la ELA empezó a hacer estragos. «Ya no puedo hablar, comer, toser ni besar», nos dice. Se trata de una enfermedad incurable a la que quiere dar visibilidad a través de la fundación que lleva su nombre y, ahora, con la publicación de El viaje es la recompensa (La Esfera de los Libros).
Francisco Luzón nos recibe en su casa de Madrid auxiliado por un par de teléfonos móviles en los que escribe las respuestas que una aplicación convierte después en voz. Una voz fría y metálica que él acompaña con gestos, sonrisas y con una mirada azul y penetrante.
XLSemanal. La ELA es una enfermedad ‘rara’ que padecen muy pocos.
Francisco Luzón. No es una enfermedad ‘rara’. Es una enfermedad que casi nadie ve ni conoce. En España somos unos 4000. Cada año mueren unos 900 y son diagnosticados como nuevos otros 900. Es decir, cada cuatro años y medio desaparece el 90 por ciento de los enfermos. La esperanza de vida media es de entre tres y cinco años.
XL. Los primeros síntomas aparecieron hace tres años y cinco meses, ¿ha habido avances científicos en este tiempo?
F.L. Ninguno significativo. Hay poca investigación porque ni las administraciones públicas ni las empresas farmacéuticas tienen interés en invertir en esta enfermedad minoritaria.
XL. Seguro que sabe lo que es rentabilizar los recursos.
F.L. De eso sé mucho, sí. Lo he hecho toda mi vida.
XL. Entenderá entonces, por injusto que parezca, que se investiguen más las enfermedades que curan a mayor número de personas.
F.L. No. Es injusto porque nos ignoran. Yo quería tener cáncer antes que esta enfermedad. Lo deseaba.
XL. Cuenta que le duele la boca y que se muerde sin querer los labios, pero que lo que más le duele es no poder besar, ¿era un hombre cariñoso antes?
F.L. Siempre he sido cariñoso con los míos. Mi hijo Fran, que tiene 25 años, a veces me recuerda que desde que nació todos los días le decía «te quiero». Y mi hija mayor, Estíbaliz, también me habla de los muchos días que por la mañana le llevaba el cafecito a horas tempranas porque se levantaba a estudiar. Pero puede que haya sido muy exigente en mi vida profesional con mis empleados, porque eso es lo que yo he sido conmigo mismo. muy exigente.
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La infancia Su padre picaba piedra en la cantera de El Cañavate (Cuenca). Luego, la familia emigró al País Vasco. Aquí, a los 6 años, en Munguía
XL. ¿Recuerda cuáles fueron las últimas palabras que pudo pronunciar?
F.L. La memoria es selectiva y sobre todo sanadora en muchas ocasiones. Creo que fue en mayo de 2015, pero no recuerdo ni el momento ni la palabra final que pronuncié.

“Día a día me convierto en un ser dependiente sobre el que pende una condena de muerte”

XL. Dice que le duele cuando lo observan con compasión.
F.L. Claro, lo veo en los ojos de quienes me miran. Es muy duro comprobar día a día que voy perdiendo mis facultades físicas y me voy convirtiendo en un ser dependiente sobre el que pende una condena de muerte.
XL. ¿Es mejor o peor saber la fecha final?
F.L. No me planteo mis días en esos términos. Cada día, al despertar, me siento feliz al comprobar que respiro y estoy vivo. Y eso me hace sonreír desde las seis de la mañana.
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XL. Habla del miedo al momento de la desconexión, ¿qué le preocupa?
F.L. No poder ver a mi mujer y a mis hijos, a mis seres queridos, no poder estar con ellos, no poder abrazarlos ni besarlos ni sonreírles. Mi madre, los últimos días de su vida, nos decía a los cuatro hermanos que le daba miedo despertarse por la mañana en la otra vida sin poder estar con nosotros. Y eso también lo siento yo ahora.
XL. ¿Tiene miedo a morir solo?
F.L. Sí; pero si me ocurriese durmiendo, como le sucedió a mi padre, entonces no me importaría.
XL. «Todas las mañanas pienso en la muerte, no más de cinco o diez minutos. No lo hago con miedo, lo hago con dolor en el alma».
F.L. Hoy me ha pasado. Casi todos los días me pasa. Quizá sea el legado de la noche. [Hace un inciso en nuestra conversación para poner una canción de Patxi Andión, Es tan difícil dejar de pensar. La escuchamos juntos].
XL. Cuántas veces habrá oído esta frase: «Gracias a Dios no sufre». ¿Cree que sería mejor no enterarse de nada?
F.L. Al no hablar y moverte poco, tu cerebro se hace muy activo; y eso te lleva a pensar mucho en Dios, el universo, la nada, las células y la razón de tu existencia. Muchas veces también te lleva al derrotismo mental, que solo puedes superar día a día enfrentándolo a la fuerza de tu carácter y voluntad. Pero hacerlo cada día no es fácil, máxime cuando ves que la cloaca está más llena y te va sumergiendo más.
XL. ¿Le gustaría estar menos lúcido?
F.L. No, gracias a Dios esto me mantiene vivo.
XL. En una cabeza como la suya, quién gana: ¿el deseo o la razón?
F.L. Ambos andan negociando todos los días: a veces, el deseo; a veces, la razón.
XL. Habla a menudo del deseo de morir con dignidad, ¿en qué consiste?
F.L. En ser una persona con plenas facultades para decidir si la enfermedad le ha vencido a uno o no. Pero no es mi caso, he peleado desde niño y no he abandonado nunca la lucha por la vida.
XL. Pero la enfermedad no reduce la dignidad del individuo. ¿Siente pudor ante la falta de control?
F.L. No. A mí me da igual que me vean como estoy. La enfermedad es lo más democrático que hay y no supone pérdida de dignidad. La dignidad se pierde violentando los principios, vendiéndose al mejor postor. No es mi caso.
XL. ¿Pasa por su cabeza recurrir a la eutanasia activa o pasiva?
F.L. No. Por respeto a mi vida no lo contemplo en ningún caso.
XL. Dice que los especialistas recomiendan hacer testamento vital para saber qué trato quiere recibir cuando las cosas empeoren, ¿qué pone en el suyo?
F.L. No he hecho todavía mi testamento vital. Sí tengo mi testamento ordinario hecho desde hace años. Para mí, mi testamento vital son las 1800 páginas que he escrito para mi familia y que son el testamento de mi vida.
XL. ¿Le ha sido difícil escribir El viaje es la recompensa?
F.L. No. Desde los nueve años, que empecé a estudiar y a trabajar en una imprenta como interno en la Orden de los Paulinos, fui un enamorado de la literatura. Siempre he escrito bien.
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De niño, entró en la Orden de los Paulinos; era el único modo de estudiar. Vistió sotana ocho meses: su vocación religiosa no prosperó
XL. ¿Le hubiera gustado ser periodista?
F.L. Sí. Estudié Ciencias Económicas y Empresariales porque, por falta de recursos económicos, no pude estudiar Periodismo, que es lo que a mí me gustaba, ya que solo se podía hacer en Madrid o en Pamplona.

“No me llame ‘banquero’. Yo he sido un profesional de la banca. Y sobre todo un ser humano comprometido”

XL. De madre muy de derechas y padre de izquierdas, ¿con qué ideología se identifica más?
F.L. Con la del centro. La justicia social siempre ha sido el motor de mi vida.
XL. Esta es una biografía en la que cuenta sus miedos, fortalezas y debilidades, algo poco frecuente en un banquero.
F.L. No me llame ‘banquero’; yo he sido un profesional de la banca. Y sobre todo un ser humano comprometido con la sociedad.
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Con sus dos únicos nietos. Luzón tiene tres hijos de su anterior matrimonio; María José Arregui, dos. «No he sido zalamero con mis hijos -dice él-, pero sí cariñosó
XL. ¿Se llevará muchos secretos a la tumba?
F.L. No pienso en irme a la tumba aún, se lo aseguro [sonríe]. Escribiré más. Ahora que no puedo hablar, hablo más alto que nunca.
XL. Ingresó en el Banco de Vizcaya a través de un concurso al que se presentaron 102 aspirantes para cubrir dos puestos. ¡Y lo consiguió!
F.L. Ya veo que ha leído el libro [sonríe]. Siempre tuve un expediente brillante. Mi número fue el uno, desde el día de mi nacimiento en la primera hora del primer mes del año.
XL. El primer gran empujón se lo dio Pedro Toledo, cuando le hizo consejero del banco «sin ser hijo de Neguri», dice.
F.L. Soy hijo de El Cañavate y de Munguía, Baracaldo, Madrid y Latinoamérica. Y, sobre todo, soy hijo de una sociedad que con ayudas y becas me permitió estudiar y salir del abandono social al que parecía relegada mi familia. El País Vasco nos dio trabajo y futuro.
XL. ¿Ahora ya vive como los ‘hijos de Neguri’?
F.L. No, ahora no gasto más que por la enfermedad.
XL. Felipe González y Solchaga lo nombraron presidente del Banco Exterior de España tras la salida de Boyer y pasó a sentarse con los grandes. ¿La oligarquía financiera lo consideró un intruso?
F.L. No, me consideraron un trabajador incansable. Nunca he tenido carnés políticos. Solchaga me conoció trabajando en el despacho de al lado en el Banco de Vizcaya. Surgió la oportunidad y pensaron en mí.
XL. Cuenta que uno de sus primeros desencuentros lo tuvo con Javier de la Rosa, cuando no le renovó un crédito de 10.000 millones de pesetas concedido por Miguel Boyer al Grupo Kío. Cuando De la Rosa extendió un cheque por la cantidad adeudada, lo dejó caer al suelo para que la persona encargada de recibirlo se agachara: «Algún día haré que tu presidente se arrastre también por el suelo, como este cheque», dijo.
F.L. Quizá él no estaba acostumbrado a defender su empresa por encima de los intereses personales. No mucho después fue Javier de la Rosa quien fregaba de rodillas los suelos de la cárcel para que le concedieran permiso de fin de semana.
XL. En 1991 fue el artífice del gran holding de la banca pública: Argentaria.
F.L. No fue mal, el proyecto de Argentaria fue un éxito para el Estado con el que obtuvo suculentos beneficios. Entonces Argentaria aportó mucho dinero a las arcas públicas [800.000 millones de pesetas]. Y se convirtió en la empresa más deseada por los jóvenes para trabajar. Ahora parece que ocurre al contrario.
XL. De Mario Conde dice que le pretendió dar lecciones.
F.L. Sí. Me hablaba de la banca como si yo no supiera de eso. Fueron aquellos años de banqueros de amor y lujo. Yo siempre fui una persona discreta.

“No fui el banquero que cobró la pensión privada más alta. Pero mi pensión se aireó intencionadamente”

XL. Cuenta que Aznar y Rato le aseguraron, antes de que el PP ganara las elecciones, que lo mantendrían en la presidencia de Argentaria, pero que una vez en el Gobierno no cumplieron su promesa.
F.L. Así fue. Rodrigo Rato tomó la decisión de echarme de Argentaria. Tenía otros planes, como nos ha enseñado el tiempo. Francisco González me sustituyó y me dolió que buscara ropa sucia mía en el armario de Argentaria. Yo sabía que era imposible que encontrara ‘rincones ocultos’ porque siempre actué con transparencia, cosa que pocos practican en la banca.
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Con Botín. «Creo que Botín y yo fuimos amigos profesionalmente». Aquí, juntos, en el Gran Premio de F-1 de Interlagos, en Brasil
XL. Su carrera en banca continuó. Tras dejar Argentaria, se convirtió en mano derecha de Botín. Durante 13 años fue consejero del Banco de Santander y director general adjunto al presidente.
F.L. Creo que fuimos amigos de profesión y que él respetaba mi opinión y mi trayectoria. De otro modo no me habría contratado. Emilio Botín era un hombre que nunca habló mal de nadie, era muy ambicioso y solo pensaba en el banco, para el que quería lo mejor.
XL. Estuvo al frente de la División América y, en doce años, convirtió al Santander en la primera franquicia bancaria y financiera de aquel continente.
F.L. Y Latinoamérica sigue aportando más del 50 por ciento de los resultados del Santander. Yo sembré en diez países de aquel continente una forma nueva de hacer banca.
XL. Cuando el Tribunal Supremo condenó a Alfredo Sáenz, Botín le ofreció sustituirlo como vicepresidente y consejero delegado del banco; pero días después se echó atrás y usted tuvo que abandonar incluso su puesto en el consejo. ¿Hubo manos negras?
F.L. ¡Seguro que las hubo! Como siempre. Él no me explicó las razones y, desgraciadamente, ya es tarde para poder preguntárselo. Tras mi última conversación con Botín algo se rompió dentro de mí.
XL. Asegura que un golpe fuerte, como lo fue su salida del banco, puede desencadenar una enfermedad como la ELA.
F.L. Científicamente no se puede probar; pero dos hombres de ciencia -el gran neurólogo Ventura Acciones y Pepe Carlo, otro neurólogo puertorriqueño- dicen que un impacto emocional fuerte puede, o no, influir en el desencadenante de la enfermedad. Pudo ser la gota que rebosó el vaso.
XL. También Amancio Ortega le ofreció la presidencia de Inditex.
F.L. Entré en el consejo de Inditex cuando dejé de ser presidente de Argentaria. Años más tarde, cuando estaba en el consejo del Santander, Amancio me propuso ser presidente y consejero delegado de Inditex; pero, como eso hubiera implicado dejar el Santander, le dije que no. Me mantuvo en el consejo algunos años más, hasta que mi salida del Santander provocó mi salida forzada del consejo de administración de Inditex, en junio del 2012.
XL. ¿Se considera artífice del boom de Inditex?
F.L. En parte, sí. pusimos las bases. Cuando yo llegué, era pequeñito [sonríe]. Fui consejero de Inditex 15 años.
XL. Tras su salida del Banco de Santander, más que su gestión, quedó para el recuerdo la abultada indemnización que obtuvo en plena crisis: 65 millones de euros.
F.L. No fui el banquero que cobró la pensión privada más alta; sí fue la que más se aireó intencionadamente, ocultando una parte de la historia. pagué, encantado, el 52 por ciento al fisco; por lo que se quedó en 32 millones netos, que me vi obligado a invertir en acciones del Banco de Santander; y, por exigencia del Banco de España, a no moverlas hasta enero de 2017. De manera que, si el Santander quebraba, yo no recibiría el valor de tales acciones. Fui el primero al que se le aplicó esa ‘técnica’.

“No pienso irme a la tumba aún. Escribiré más. Ahora que no puedo hablar, hablo más alto que nunca”

XL. ¿Cuál es su diagnóstico de la situación actual de nuestra banca?
F.L. La banca tiene que transformarse, mirar más a la sociedad y no plantearse objetivos cortoplacistas. debe tener más alma y reconciliarse con los ciudadanos, no se puede dedicar solo a servir a los accionistas. Esto lo dije hace seis años, fui un visionario.
XL. ¿La banca tiene alma?
F.L. Ahora, no. Argentaria sí la tenía.
XL. Las preferentes, las cláusulas suelo… todas estas cosas se hicieron cuando usted era director adjunto al presidente Botín.
F.L. Todo eso me indigna. Yo nunca respaldé medidas antisociales ni en España ni en Latinoamérica porque, ¡ojo!, yo no fui un banquero tradicional, fui siempre un profesional de banca. Mi responsabilidad está avalada por los hechos, y los hechos son tozudos.
Yo no estaba en la gestión del Santander en España, sino en su expansión en América Latina. Desde 2001, el Sÿantander no ha tenido ninguna crisis bancaria allí.
XL. Ahora, Bruselas recomienda no rescatar con dinero público los bancos. ¿No es peligroso dejarlos caer?
F.L. El Banco Central Europeo sabe mucho de números y poco de letras. La banca es esencial para el desarrollo de un país. Y lo que hay que hacer de una vez con el sistema financiero es gestionarlo bien, que haya un buen gobierno corporativo y una buena supervisión. Así nos ahorraríamos las quiebras bancarias y la necesidad de rescates a costa de los ciudadanos. Ya hemos aprendido mucho del pasado. Espero que nunca vuelva a ocurrir.
XL. La banca es una complicada mezcla de política, poder, dinero…
F.L. Algunas personas con poder son tan ambiciosas que pierden los valores más simples del ser humano. Yo he tocado el poder, he estado arriba, y me he dado cuenta de lo mucho bueno que se puede hacer desde la cúspide. Pero muchos lo utilizan en beneficio propio.
XL. ¿Es usted lo más parecido a la madre Teresa de Calcuta del sistema financiero?
F.L. No soy la madre Teresa, soy un ser humano y he cometido errores; pero yo soy lo que soy y nunca he dejado de serlo por dinero o por poder.

 TITULO:  EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - LEY DE GRESHAM,.

foto, LEY DE GRESHAM,.
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Hoy ya casi resulta imposible leer un artículo en la prensa que no se dedique a glosar las banalidades políticas de cada día, o a mariposear en torno a insustancialidades. Por eso me ha entusiasmado leer la antología de artículos Un dios no del todo cruel (Tantín Ediciones), que acaba de publicar Enrique Álvarez, colaborador asiduo de El Diario Montañés, llena de piezas iluminadoras, a menuda proféticas, que a la vez que discurren apasionadamente sobre esto, eso y aquello logran radiografiar las pacotillas de nuestra época, haciéndolas más inteligibles y dignas de lástima.
Entre todos los hallazgos que nos depara el libro me ha sobrecogido muy especialmente el diagnóstico feroz que Enrique Álvarez hace de la cultura contemporánea, que ve caminar hacia la inanidad, el agotamiento y la disgregación. Álvarez glosa en un artículo la proclama de un escritor sistémico e inane, que afirmaba orgullosamente que la inmortalidad (y, por ende, todo lo que es trascendente) había dejado de interesar como tema de inspiración literaria o artística. Pero ¿pueden interesar la verdadera literatura y el verdadero arte cuando ha dejado de interesar la inmortalidad? ¿Puede existir auténtico artista sin una inquietud por la dimensión trascendente del ser humano? Naturalmente, esta inquietud no debe confundirse con adhesión a tal o cual credo en concreto; ni siquiera con la afirmación de una vida sobrenatural. Pero -como nos enseñaba Unamuno- cuando nos deja de interesar la inmortalidad, cuando dejamos de creer en ella o al menos de desearla, el arte nos resulta prescindible. Podremos tener un ‘gusto estético’ pero será un gusto intrascendente y liviano, puro esteticismo esnob y sumisión a las modas, pura cáscara que se ha quedado sin meollo, para degenerar en diseño, fruslería, aspaviento y entretenimiento inane.
Y sin embargo este es el arte que hoy se exalta y promociona. En otro clarividente artículo, Enrique Álvarez se refiere a esos libros-basura que constantemente las grandes editoriales publican, dizque para emplear los beneficios que deparan en la publicación de libros auténticamente valiosos. Pero se trata de una engañifa miserable. Cuando las editoriales se dedican a publicar bazofias inevitablemente moldean un público cada vez más indigente, impermeable a cualquier libro que se niegue a halagarlo. Como afirma Enrique Álvarez, «los libros inútiles no son simplemente papel o paja, son mejillones-tigre que contaminan de forma grave el hábitat cultural» y condenan al ostracismo (y, con el tiempo, a la extinción) los libros nobles y valiosos. La persona que se deleita leyendo morralla seudohistórica, o esa abominable ‘narrativa del famoseo’ (¡ya no hay estrellita televisiva que no sea también novelista!) no sólo no acabará leyendo a Dostoievski, Cervantes o Proust; es que, con el tiempo, impedirá que se les edite. Y, con el tiempo, impedirá que los editores se dediquen a buscar al nuevo Proust, al nuevo Dostoievski, al nuevo Cervantes. Naturalmente, esta invasión de ‘mejillones-tigre’ que destierran y aniquilan las obras valiosas no sólo proliferan en la literatura: lo mismo ocurre en las demás artes.
Y, mientras proliferan estas especies invasoras, aumentan los llantos jeremíacos ante la agonía de muchas industrias y oficios culturales. Pero lo cierto es, como afirma Enrique Álvarez en otro artículo, que fueron las propias industrias y oficios culturales hoy amenazados de ruina o extinción quienes decretaron su propia muerte, envenenando las fuentes que mantenían encendida la llama de la curiosidad intelectual y la inquietud estética. Las nuevas tecnologías se han adueñado del alma de los hombres; pero lo cierto es que tales tecnologías, tan destructivas de la paz que exige el estudio y la hondura que postula el verdadero arte, son sobre todo atractivas para el hombre contemporáneo porque le aseguran una vida a lomos del progreso, una vida nerviosa y en constante cambio, una vida galvanizada por el progreso. ¿Y no era esta vida, precisamente esta vida, lo que siempre postularon nuestros intelectuales? ¿No fueron siempre nuestros intelectuales (¡e intelectualas!) los abanderados del progreso frente a las ataduras que representaban la tradición, la familia, la religión y demás tiranías feroces que impedían la liberación humana? Entre tales ataduras se escondían, sigilosos y discretos, el amor por la lectura, la vocación de estudio, la búsqueda de la belleza; rémoras del pasado que nuestra vida nerviosa ya no puede permitirse.
Siempre la moneda mala acaba desplazando de la circulación a la moneda buena, nos enseña la ley de Gresham. Y lo que vale para la moneda vale para la vida cultural.

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