foto - DAVID GISTAU - LOS LADOS DE LA CORTINILLA,.
Los lados de la cortinilla,.
En la época dorada de Hollywood, cuando hasta William Faulkner se dejó meter en un galpón de producción literaria del que salían guiones, David O”Selznick dijo que sólo había dos modos de viajar: en primera clase y sin clase. Es una ocurrencia que pongo en el mismo nivel que aquella de Truman Capote según la cual existen dos tipos de viajeros: los que arrastran pesados bultos y los que llevan en el bolsillo una American Express.La frase de O´Selznick me vino muchas veces al recuerdo cuando, sentado en el lado malo de la cortinilla del avión, trataba de imaginar qué lujos babilónicos ofrecería a sus inquilinos el lado O’Selznick de la vida, herméticamente preservado como secreto y custodiado por un sobrecargo feroz como Cerbero. Ni asomar la cabeza se me permitía, como si lo que sucedía ahí dentro estuviera reservado a los iniciados en una sociedad clandestina dedicada al hedonismo, al derroche, a las batallas montando delfines de hielo. Ahí estaba uno, con la cabeza del vecino de asiento dormido apoyada sobre el hombro, con las piernas encogidas, al borde del tromboembolismo, obligado con malas maneras a elegir entre pollo y pasta y a mear emparedado en una cápsula idéntica en tamaño y forma al féretro de Tutankamón. Y, al otro lado de la cortinilla, probablemente habría personajes guapos y sofisticados fumando con largas boquillas de nácar, aceptando otro Dry Martini, compartiendo risueñas anécdotas sobre la última temporada en Saint-Tropez, jugando al tenis en el pasillo con Katherine Hepburn, apostando en las carreras con Hemingway y ultimando los coqueteos antes de pasar a los inmensos sillones penumbrosos del ala oeste del avión, donde los preservativos les serían servidos por camareros en bandejas de plata. Me imaginaba un ambiente parecido al descrito por Peter Viertel cuando dijo que los buques de lujo trasatlánticos eran el lugar ideal para vivir un romance porque todos a bordo aceptaban el pacto no escrito de que al llegar a puerto cada uno volvería a su existencia habitual sin otras demandas. Debo decir que, después de semejante fabulación, viajar por fin, una vez, en el lado O’Selznick de la cortinilla me supuso una gran decepción. No sé para qué fui con las botas de montar, el monóculo y la americana de entrar en el Harry´s Bar.
La cosa ha ido a peor. Viajar en el lado malo de la cortinilla es cada vez más humillante. Y no sólo por la reducción progresiva del espacio y porque las compañías low-cost han consagrado un trato ganadero al estabulado pasaje, un trato como a prisioneros capturados en combate y conducidos a un Stalag, que está amparado en la coartada de que pagando tan poco por ir a Londres mejor te callas y te jodes. ¡Esa guerra por la cortesía y la dignidad se perdió cuando aceptamos el tuteo, de ahí vino todo lo demás! Pero es que además las medidas de seguridad desde el 11-S han convertido el embarque en una penitencia en la que todos somos presuntos culpables y debemos hasta desprendernos de piezas de ropa si así lo ordena un señor con gorra al que no consentiríamos semejante agresividad verbal en cualquier otra circunstancia. Ni siquiera en una comisaría.
La compañía americana United Airlines tan sólo llevó hasta la siguiente etapa esta tendencia cuando sacó del avión a rastras, sangrante después de haberlo golpeado, a un pasajero que se negaba a rendirse al overbooking y que después de sufrir un trato tan violento sólo musitaba una y otra vez «Necesito ir a casa» como si estuviera en shock. El episodio ha provocado cierto escándalo, pero en realidad sólo es precursor de las nuevas penalidades que acechan a quienes viajan ‘sin clase’ en un tiempo low-cost en el que las compañías terminarán usando el látigo para agilizar los embarques. Un tipo apalizado y arrastrado por el pasillo para su expulsión del avión. Las cosas se ponen chungas a este lado de la cortinilla. ¡Como para pedir a la azafata una almohada, lo mismo toca un silbato y te aplican una descarga eléctrica! Mejor no significarse.
Desayuno:Domingo y Lunes Avena y morcilla…
La Cena Domingo y Lunes huevo fritos con jamón - foto.
«…y leche de arroz. Hiervo la leche con copos de avena y lo paso a un bol. Aparte, frío una morcilla de arroz (tipo Burgos), la echo en el bol y mezclo. Tomo también té».
TITULO: LA COCINA DOMINGO - LUNES - UN MILLÓN DE BACALAO,.
Un millón de bacalaos,.
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O Zé Grande, un restaurante tradicional en el meollo de Fátima,.
Estos días, Fátima hierve de peregrinos. Quizás se acerquen ustedes por allí con motivo de la visita del Papa. Quizás lo dejen para más adelante, cuando ya no tengan que pelearse con un millón de peregrinos para conseguir una mesa en un restaurante y puedan pagar 50 euros por las habitaciones de hotel que la semana que viene cuestan 1.500. En todo caso, les recomendamos hoy un restaurante tradicional para comer en las inmediaciones del santuario y de la explanada.
Hace unas semanas, les hablamos de un restaurante moderno, Taverna do Merceeiro, de comida elaborada con pautas actuales y tapas socorridas como las tablas de quesos y embutidos. También les comentamos la existencia de un supermercado-restaurante macrobiótico. Ambos están situados a uno y otro lado de la gran explanada. Hoy, nos vamos a adentrar por la calle Jacinto Marto, que parte de la explanada de la basílica, justo detrás de la capilla de las apariciones. Allí, en el número 32-34, abre el restaurante O Zé Grande.
El nombre no requiere demasiadas explicaciones. En cuanto conozcan a Zé, el dueño, lo entenderán: es un caballero fornido y grandote que todo lo que tiene de cuerpo lo tiene de amabilidad. El restaurante, como les digo, es uno de los de toda la vida de Fátima. Cuando visitamos el lugar, intentamos comer en A Tasquinha (ruta dos Monfortinos, 18, detrás de la basílica y algo más alejado), considerado el mejor restaurante tradicional por las aplicaciones turísticas, pero estaba cerrado, así que buscamos este Zé Grande, tan de siempre que todos los clientes eran portugueses y la mayoría se despedía de Zé Grande dándole besos o abrazos.
El servicio es rápido y Zé Grande es un chistoso que ofrece 'sopa avinagrada de ocho días', pero en realidad es una sabrosa sopa del día, de verduras (2.50). Preguntamos por los vinos blancos y nos dice que nos dejemos de zarandajas y probemos el blanco de la casa, que es bueno y barato, que si no nos gusta ya nos traerá otro. Y nos gusta.
Pedimos bacalao con natas, gratinado en el horno con guarnición de ensalada mixta (8.90), y arroz de pato al horno, también con ensalada (8.80). La carta es básica con varios tipos de bacalao (frito con salsa, cocido), todos alrededor de nueve euros, merluza cocida (8.90), filetes de ternera (8.90) o de cerdo (7.90) con huevo frito, patatas fritas y arroz y pollo empanado con la misma guarnición (8.80).
Como ven, todo muy básico y muy rápido, para que los turistas no se demoren demasiado, aunque Zé Grande no mete prisa en ningún momento e incluso invita a aguardiente de bagaceiro, propio de gente grande y fuerte como este simpático Zé, que cuenta chistes malos como el de cuántas patas tiene un matrimonio de patos. Pero tiene simpatía natural y todos reímos cuando él mismo se responde lo previsto: cinco patas.
Las raciones serían suficientes en España, pero en Portugal no son tan excesivas como acostumbran. El arroz de pato al horno estaba sabroso, pero algo seco y el bacalao se podía comer. Eso sí, no esperen lujos y no se asusten si los bordes de las fuertes están ennegrecidos: es por efecto del horno. El pan, correcto, era de tres tipos, y de postre pedimos piña y manzana asada, más el arroz, el bacalao, una botella pequeña de vino blanco y un café: 29.80.
TITULO: LOTERIA MADRE - HOY DIA 7 MAYO DOMINGO - DIA DE LA MADRE POESIA ,.
Estaba oscuro...
Solo el rayo de la luz de tus ojos.
Me enseñaste a respirar
y tus entrañas acariciaban mi frágil cuerpo.
Soñaba con colores
y te imaginaba hermosa,
fueron nueve meses en un mundo rosa.
Crecí de a poco con tu calor
me alimentaba con tus caricias
y frases de amor.
El momento llegaba
iba a conocerte,
estaba muy protegida
con miedo de perderte...
Se hizo la luz
una mañana de febrero,
mamá ahí estabas tú
tan maravillosa y tan dulce
como te había imaginado.
Aprendí con el correr del tiempo
y en mis andanzas peligrosas
de cada uno de tus consejos
valorados en cada acto
de mis diecinueve años,
y soñando cada vez
que me encuentro lejos,
con tus palabras
que envuelven mis vivencias
y acobardan los miedos
de mi juventud.
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