Menudos Vecinos Canal Extremadura -Concluyen las obras en el vial del Mansegal de Don Benito ,./ Minuto para Ganar KIDS - La justicia no es ciega, ve en la oscuridad - Jesús Parra Montero,.
TITULO: Menudos Vecinos Canal Extremadura -Concluyen las obras en el vial del Mansegal de Don Benito ,.
Concluyen las obras en el vial del Mansegal de Don Benito ,.
foto / Carril bici ejecutado junto a la granja educativa.
Urbanismo quiere ahora continuar el carril bici hasta la glorieta de los Empresarios,.
La
zona del vial El Mansegal de Don Benito luce ya un nuevo aspecto
después de concluir la segunda fase de obras, en las que se ha trabajado
durante los últimos meses. En este caso, se ha ejecutado el saneamiento
y el acerado oeste, además del alumbrado público. Sin embargo, una de
las principales novedades es el carril bici que comienza justo en la
entrada de la granja educativa El Mansegal.
La inversión
aproximada en esta segunda fase de las obras ha sido de 183.000 euros.
Una actuación ejecutada por la empresa Fervian Vías y Obras. Para
Enrique Talavera, edil de Urbanismo, es importante destacar que el
carril bici llegue hasta esta instalación educativa muy visitada por
familias y alumnos durante el año académico.
Desde la concejalía
de Urbanismo ya avanzan que en las próximas semanas se licitarán dos
obras importantes que tienen por objeto dar continuidad a este carril
bici, ejecutando todo el arco norte hasta la glorieta de los
Empresarios, resolviendo la conexión peatonal y ciclista en el entorno
del paso inferior del ferrocarril.
Cabe recordar, que en esta zona
ya son varias las actuaciones realizadas en los últimos años. Por un
lado, la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) ya
modificó el recorrido y el trazado del paso a nivel del ferrocarril,
eliminando el paso superior.
Ya previamente se habían realizado
obras en el vial que conecta la rotonda que se ejecutó para resolver el
nuevo paso a nivel con la rotonda de Tecnoagri. Son aproximadamente 500
metros de urbanización en los que se invirtió una partida de 74.753
euros.
Nuevos nichos
Por otra parte, la Junta de Gobierno
Local también ha iniciado el proceso para la adjudicación del contrato
de obras consistentes en la ampliación de nichos en el cementerio
municipal de Don Benito, por procedimiento abierto simplificado; y,
asimismo, se procedió a autorizar el gasto que supone la adjudicación
del mismo.
En este caso se trata de un bloque de 144 nichos,
adjudicado a la empresa Novanzia por 94.244 euros, después de excluir
dos de las ofertas presentadas.
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La justicia no es ciega, ve en la oscuridad - Jesús Parra Montero,.
foto / Una de las principales funciones de un sistema jurídico es
proporcionar orden en el que, de otra manera, sería un mundo
desordenado. El problema de un sistema jurídico no bien administrado o
no bien explicado es que, cuando menos, puede generar confusión e
indignación. Esta es la situación en la que nos encontramos miles de
ciudadanos en estos días al contemplar algunas de las sentencias
judiciales y las injerencias del Gobierno en la Fiscalía.
La sentencia del Caso Noos , con la absolución de la Infanta, pretendiendo hacernos creer que ella no sabía nada, cegada por un amor incondicional (“tengo confianza en mi marido”) , más la suma de un sinfín de “No lo sé”, “no lo recuerdo”, “no me consta”,
han sido la fórmula para tapar un entorno de dinero negro, facturas
falsas y otras trampas que costaban en la instrucción de más de cinco
años del juez Castro. Bajo esas premisas de “amor e ignorancia”
construyeron los abogados de la hija del rey su defensa, dando por
bueno, en la sentencia de las juezas, que la Infanta Cristina era “una mujer florero” , a pesar de tener un cargo de alta responsabilidad en una entidad bancaria como es la Fundación La Caixa.
Por otra parte, la “amable sentencia” que ha permitido que
Iñaki Urdangarin regrese sin impedimentos ni fianza a su residencia
ginebrina ha indignado a una gran parte de la sociedad, que ha clamado
en términos airados contra la decisión de las juezas de Palma en las que
pocos confiaban. En la actualidad, algunos expertos temen, con razón,
que los recursos a presentar liberen definitivamente a Urdangarin de la
prisión y que en los mil folios de la sentencia haya materia bien
disimulada para conseguirlo. Decisiones judiciales como éstas son las
que a muchos españoles nos producen vergüenza hasta convertir de nuevo
en “trendig topic” ese clamor de que la “justicia no es igual para todos”.
Como consecuencia, la credibilidad de la institución judicial, clave
de bóveda en una democracia seria, que debía ser el gran contrapeso a
los desmanes del poder y del dinero, está bajo mínimos y, a los ojos de
la gente corriente, aparece hoy como un instrumento al servicio de los
poderosos. Bien lo sentencia El Roto en uno de sus impagables ensayos
gráficos en palabras de un magistrado: “La justicia es igual para todos, pero las sentencias, NO”.
A la Justicia se le empezó a representar como “ciega” a fines del siglo XV; con la venda en los ojos se pretendía significar que “la justicia no mira a las personas, sino los hechos”.
Pero esta verdad jurídica puede ser, no pocas veces, una mentira moral y
social. Tal vez sea ciega como dicen, pero muchos creemos que ve hasta
en la oscuridad. Gran parte de la ciudadanía estamos convencidos de que
los jueces y sus sentencias, no son la verdad suprema; existe el
convencimiento de que algunos tienen un precio -no siempre económico- y a
veces se sabe cuál es y quién lo paga.
Afirmaba Aristóteles que “el único Estado estable es aquel en el que todos los ciudadanos son iguales ante la ley”.
Las recientes sentencias judiciales y el ambiente ante el sentimiento
de frustración e indignación que hoy anida en una mayoría de la
ciudadanía al contemplar la inmune impunidad de la que goza cierta casta
de ciudadanos arropados por el poder político y económico, contradicen
al sabio filósofo. Mientras todos los ciudadanos no sean iguales ante la
ley, mientras esto no sea posible porque las sentencias judiciales y
las cuestionables decisiones de la Fiscalía General del Estado, que
depende al Gobierno, lo están desmintiendo, será poco probable que en
España nuestras instituciones tengan credibilidad y estabilidad. Esta
opinión no es simplemente una opinión que tienen muchos ciudadanos, es
también la que tiene el colectivo de la Unión progresista de fiscales
que en un comunicado publicado hace días considera que algunos de los
nombramientos y la no renovación en sus plazas de algunos compañeros,
casualmente en su mayoría progresistas, supone un claro retroceso en la
pretendida autonomía del Ministerio Fiscal; solo se explica -subrayan-
desde un interés eminentemente político e ideológico; desean, y en ello
están comprometidos, una institución al servicio de los ciudadanos, sin
deudas que pagar a la clase política y con una total y absoluta
autonomía; denuncian, a su vez, ataques a su independencia por
injerencias e intromisiones externas del poder ejecutivo.
Es evidente que la impunidad producida por la corrupción hiere la
sensibilidad colectiva y facilita la aparición de un imaginario social
en donde “todo está permitido”, pues si los que roban miles o millones
de euros no son inculpados ¿por qué razón no pueden llevarse a casa unas
hojas de papel o unos bolígrafos de la oficina para que los usen sus
hijos?
Estas situaciones generan un sentimiento de frustración e indignación
entre la mayoría de la población silenciosa al haber confiado en unos
políticos que les han traicionado; los sentimientos de frustración e
indignación son un enemigo de la democracia; en este clima de inmunidad e
impunidad no es infrecuente hacer generalizaciones indebidas al
extender la sospecha de corrupción sobre toda la clase política. El que
las mayorías parlamentarias utilicen la inmunidad para la impunidad es
una peligrosa forma de gobernar; mucho más grave si en su consolidación
contribuyen, además, las instituciones jurídicas. Estamos asistiendo a
situaciones en las que los culpables de actos corruptos no son
perseguidos o se intenta influir para sacarlos de la órbita de la
justicia, incluso, si son condenados, se les beneficia con distintas
formas de perdón: amnistía, indulto, prescripción y excusas absolutorias
parecidas. No es, pues, extraño que en tales situaciones se resquebraje
el entramado social, desaparezca la confianza en los políticos y en la
honestidad de la justicia y se reemplacen por un clima de desánimo y
egoísmo individualistas.
Cierta impunidad y el que todo es posible sin consecuencias, ha
abierto una enorme brecha en la sociedad entre las élites políticas, la
judicatura y la mayoría de los ciudadanos. Anida hoy en una mayoría de
la sociedad un sentimiento de frustración e indignación al contemplar la
inmune impunidad de la que goza cierta “casta” de ciudadanos arropados
por el poder político y económico, con el apoyo incomprensible a veces,
de la justicia. La impunidad es la negación de la justicia y del
carácter justiciable de los derechos humanos, el desprecio de la verdad
lógica y la imposición de un interés partidario, legitimando, en último
término, el abuso del poder. La consecuencia de la impunidad es el
condicionamiento del futuro de la sociedad, pues su futuro se moldea de
acuerdo con los principios, la ideología y el modelo de ordenamiento
social y jurídico que desean los que detentan el poder. En su “Historia
de Florencia”, Leonardo Bruni (1370-1444), lo ilustra claramente el
siguiente pasaje: “Considero que la decadencia del Imperio Romano
debe colocarse aproximadamente desde aquella época en que, habiendo
perdido la libertad, Roma comenzó a ser servil con los emperadores”.
Es una evidencia constatable que la frase “todos los ciudadanos son iguales ante la ley”
no se la cree la gente -la realidad lo demuestra-; puede ser una cita
pretendidamente correcta, pero no creíble para la ciudadanía; a diario
percibe que la corrupción política, financiera y económica recorre
nuestro país como una endemia, con muy mal pronóstico para alcanzar su
erradicación y con una evidencia palpable de que los que tienen el poder
y el dinero, a la postre, son impunes ante la ley. Y lo más triste es
que cunde la resignación ciudadana hasta asumir como un mal inevitable y
una sensación de impotencia generalizada con un “Esto es lo que hay”;
o lo que es lo mismo: ver, callar, obedecer, bajar la cabeza… porque lo
que puede venir, con el partido popular en el poder, seguro que es
peor.
¿Dónde queda, pues, Montesquieu y su separación de poderes como
garantía de control y contrapeso entre ellos? Aquí manda, sin oposición
eficaz, el poder ejecutivo. No es normal que tengamos un presidente que
ante cualquier pregunta comprometida sobre la corrupción y la imputación
judicial de su partido, dé la callada por respuesta, salga por los
cerros de Úbeda o se esconda tras “un plasma”; no es normal que tengamos
un ministro de justicia, dotado de una facundia incontrolada y opine
cuanto le parece sobre jueces y fiscales convertido en un torpe un
tertuliano, interviniendo sobre los engranajes del ministerio público;
sostenía con cierta ironía un clásico: “ Más vale cerrar la boca y
parecer tonto que abrirla y confirmarlo”; no es normal que el fiscal
general se dedique a promocionar o destituir a los fiscales a
conveniencia de intereses partidistas en los juicios que afectan al
partido que le ha nombrado; no es normal que tengamos un parlamento
cuyos partidos políticos, en lugar de legislar, se enzarcen en luchas
intestinas partidarias por ver quién controla el poder. ¡No es normal! Y
mientras, la ciudadanía resignada contemplando cómo le roban el futuro.
Uno de los objetivos de cualquier proceso penal es averiguar si
determinados hechos han ocurrido o no y en qué términos y
circunstancias. Según los expertos, la “prueba” constituye un factor de
conocimiento cuya función principal es establecer “la verdad de los
hechos”. Sin embargo, tanto juzgar sobre la culpabilidad como la
valoración de la conducta de un imputado son en sí mismos procesos de
interpretación que requieren del juez una actitud activa y determinante,
pues no es infrecuente que la verdad jurídica puede ser una mentira
moral. El razonamiento jurídico como todo argumento es un producto
mental del ser humano, no es absoluto y, por tanto, debe ser sometido a
los principios de la lógica.
Nunca se conseguirá una verdadera justicia si los jueces (o los
hombres de leyes) no razonan correctamente respetando no sólo las leyes,
las reglas y las normas, sino también los axiomas, principios, métodos y
procedimientos establecidos por convención o consenso, en base a la
verdad científica que a su vez es la verdad lógica y, finalmente, verdad
jurídica.
Durante siglos los filósofos dialecticos y los filósofos del derecho
han tratado de descubrir las formas que validan el pensamiento hasta
preguntarse: ¿se puede juzgar, administrar justicia, redactar sentencias
contra la lógica del pensamiento o del sentido común? Platón decía que
el pensamiento es como el viento: no se puede ver, pero es capaz de
sacudir la realidad. ¿Por dónde sopla hoy ese viento? No tiene una única
dirección, pero al menos, una de ellas tiene que ver con la justicia,
las sentencias judiciales y el manoseo del poder político en el poder
judicial. Para hacer comprensibles sus sentencias, la manera de pensar y
razonar y los métodos argumentativos de jueces y abogados, no pueden
ser diferentes de la manera de pensar y razonar y de los métodos
argumentativos de los ciudadanos comunes. Y sin embargo es frecuente que
resoluciones, sentencias o fallos judiciales y ciertas técnicas de
razonamiento características de sus escritos, no solo son
incomprensibles en su lenguaje, sino que contradicen la lógica y la
lógica jurídica. El caso Noos , es uno de
ellos. Al margen de otras interpretaciones menos benignas, ¿no será
porque en las resoluciones, fallos o sentencias judiciales que
administran nuestros magistrados, duras con unos y excesivamente suaves
con otros, encontramos la explicación en su desconocimiento de la lógica
jurídica a la hora de aplicarla en el derecho procesal?
No es infrecuente que las burbujas en las que se encierran ciertos
colectivos profesionales, entre otros, los profesionales de la justicia,
les haga incapaces para ver la realidad tal como es. La diversidad
genera complejidad y la realidad es tan diversa y plural que meterla en
el corsé de la simple letra de la ley, sin una interpretación de la
misma, no sólo jurídica sino lógica, corre el riesgo de que como afirma
El Roto en su viñeta, gran parte de los ciudadanos estén dispuestos a
aceptar la justicia y sus leyes, pero muchas de sus sentencias, NO.
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