TITULO: Felipe VI entrega a Rebolo y Artal el Premio Nacional de Investigación,.
El físico y catedrático de Óptica de la UMU destacó, en nombre de los premiados, que la ciencia fortalece las sociedades democráticas y que España tiene que tener «músculo científico propio»,.
En su intervención, Felipe VI defendió que España siga esforzándose para aumentar los recursos destinados a investigación y conseguir un nivel de inversión en ciencia e innovación al nivel de los países de su entorno y de la media de la Unión Europea.
Para el monarca, la investigación que se desarrolla en la actualidad en España no se puede comparar con la de ninguna otra época anterior y consideró que la aprobación en 1986 de la primera Ley de Ciencia supuso un punto de inflexión. Pero cree que hay que seguir aumentando las inversiones, y subrayó que todos, tanto la Universidad como las empresas, administraciones y el conjunto de la sociedad, han de hacer todo lo posible para incrementar las capacidades, la calidad y la excelencia de la ciencia española.
Aunque reconoció que invertir en ciencia tiene altos costes, aseguró que es rentable a largo plazo y beneficioso para la economía, el empleo y el bienestar de la sociedad.
Por su parte, Pedro Duque hizo hincapié en que España «no puede volver a permitirse dejar de lado el conocimiento, la ciencia y la innovación; no podemos permitirnos -recalcó- que sean otros los que inventen por nosotros».
Añadió que «para nuestro país seguir la senda de la ciencia ha sido siempre un camino largo y tortuoso» y afirmó que la actividad científica en todas las áreas y la capacidad innovadora son ejes centrales sobre los que debe pivotar la política española.
«Actos como el de hoy, con el que reconocemos a cinco investigadores excelentes -prosiguió-, son fundamentales para que la sociedad se conciencie de la importancia de su trabajo para el presente y el futuro y demande a los gobiernos mayor inversión y mejores condiciones para los científicos».
Duque destacó la necesidad de consolidar el Ministerio de Ciencia, con competencias completas del conocimiento, ciencia e innovación, de una mayor financiación para la I+D+i y de dotar de flexibilidad al sistema, «algo que hemos podido abordar estos meses».
En nombre de los cinco premiados habló Pablo Artal, quien resumió que estas distinciones son un reconocimiento a la ciencia y a la tecnología que se hace en España. En este sentido, destacó la importancia de haber recuperado estos premios para «mostrar que aunque hemos pasado años difíciles, seguimos vivos y avanzado».
Relató que en España existe la tendencia a valorar mucho más lo foráneo, especialmente en la ciencia y la tecnología: una parte piensa que es imposible que desde aquí se inventen cosas de cierta importancia, pero «nosotros somos ejemplos de que eso no es cierto».
Este físico y catedrático de Óptica en la Universidad de Murcia recalcó estar «firmemente convencido», al igual que el resto de premiados, que la ciencia fortalece las sociedades democráticas y España tiene que tener «músculo científico propio». «En España somos capaces de estar en la primera línea», concluyó Artal, quien agregó que estos premios sirven de acicate para seguir trabajando.
Premiados
Creados en 1982 y concedidos por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, los premiados en esta edición han sido: el astrofísico y director del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Rafael Rebolo López (Premio Nacional 'Blas Cabrera' de Ciencias Físicas, de los Materiales y de la Tierra).También se ha entregado el Premio Nacional 'Julio Rey Pastor' de Matemáticas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones a Ramón López de Mántaras, informático, físico y profesor de investigación del CSIC y actual director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial (IIIA-CSIC).
El Premio Nacional 'Alejandro Malaspina' de Ciencias y Tecnologías de los Recursos Naturales ha sido concedido a Pedro Jordano Barbudo, doctor en Biología y profesor de investigación del CSIC en la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC).
El químico, profesor de investigación de Ikerbasque y director científico del Centro de Investigación Cooperativa en Biomateriales CIC biomaGUNE, Luis Liz Marzán, ha recogido el Premio Nacional 'Enrique Moles' de Ciencia y Tecnología Química.
Y finalmente, Pablo Artal Soriano, físico y catedrático de Óptica de la Universidad de Murcia, el Premio Nacional 'Juan de la Cierva' de Transferencia de Tecnología.
TITULO: ¡Qué grande es el cine! - ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES -8- MARZO - Maryse Condé: “El Nobel de Literatura suprimido era machista, elitista y blanco”,.
¡Qué grande es el cine! ,.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El programa comenzaba con una presentación de la película que se emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía y acababa con una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES -8- MARZO -Maryse Condé: “El Nobel de Literatura suprimido era machista, elitista y blanco”,.
ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES -8- MARZO - Maryse Condé: “El Nobel de Literatura suprimido era machista, elitista y blanco” , fotos,.
Maryse Condé: “El Nobel de Literatura suprimido era machista, elitista y blanco”,.
La escritora antillana presenta 'Corazón que ríe, corazón que llora', antología de relatos publicada en 1999 y recién aterrizada por primera vez en España,.
Maryse Condé nació en 1937 en Pointe-à-Pitre, la capital del
archipiélago antillano de Guadalupe, región ultraperiférica de la Unión
Europea dependiente de Francia. Condé, la pequeña de ocho hermanos,
empezó a escribir a los 10 años. Lo primero fue un poema. Se lo dedicó a
su madre. Era su regalo de cumpleaños. “Me dijo que era horrible, que
lo mío no iba a ser escribir”, sentencia. Lleva gafas de sol y un
sombrero. Va en silla de ruedas y habla despacio, con esfuerzo, porque
hace años que se resiste a que la enfermedad degenerativa que se llevó,
“siendo aún muy joven”, a su hermano Sandrino, se la lleve a ella
también. La llama la enfermedad de los Boucolon (el apellido familiar)
porque parece que solo afecte a miembros de su familia. Es como una
maldición. “A veces pienso que solo estoy aquí porque he perseguido el
sueño de mi hermano. Él quería ser escritor y no pudo. Yo estoy
cumpliendo su sueño”, dice. Condé ha vivido en tres continentes (África,
Europa y América) y ha escrito ficción histórica, cuentos, poemas,
ensayos, novelas, en los que trata de explorar y explicarse las
relaciones entre los pueblos africanos y la diáspora, especialmente en
el Caribe, así como todas las formas de racismo e intolerancia.
Condé fue distinguida el pasado octubre con el Premio Nobel alternativo de Literatura,
una iniciativa de personalidades de la cultura sueca tras la suspensión
en 2018 del auténtico galardón a causa de los escándalos de abusos
sexuales que han salpicado a la Academia del país nórdico. Se decantaron
—tras un proceso en el que participaron con su voto más de 3.000
bibliotecarios— por esta escritora prolífica y aún rebelde, que articula
en sus novelas, de una alegría contenida y cierto poso triste, una
reflexión constante sobre la memoria, la raza y la condición de la
mujer.
Y lo hace a través de su propia experiencia. Corazón que ríe, corazón que llora (Impedimenta), antología de relatos, o memoria en episodios, publicada originalmente en 1999 y recién aterrizada por primera vez en España, motivo por el que está en Barcelona, es un buen ejemplo. Su facilidad para pasar de la anécdota personal, o el episodio terrorífico, al hecho universal es pasmosa. Pensemos en la Maryse niña en un parque, jugando por la noche con una chica de coleta rubia que la trata como a una criada, noche tras noche, mientras sus padres charlan en un banco. Maryse se siente incómoda, pero no puede evitar obedecer y no entiende por qué. La niña la azota y ella le pregunta el motivo. La otra le contesta: “Te lo mereces, por negra”. La pequeña Maryse no tarda en preguntarles a sus padres por qué deberían pegarla por ser negra. Y los padres, en su propio mundo, uno en el que son distinguidos ciudadanos franceses, fingen que nada de aquello está pasando.
Ese fue el momento en el que Maryse se supo distinta. Hasta entonces jamás había pensado que lo fuera. Tiempo después se preguntaría, y haría de esa pregunta un relato titulado Clase de Historia, si aquel encuentro no sería cosa de magia. La magia macabra de una tierra, la suya, que albergara en su interior “tantos odios” y “miedos” antiguos “aún sin cicatrizar”, que obligara a unas niñas a interpretar el papel “del negrero y su negro”. Aquello debió de ocurrir en los años cuarenta. ¿Podría hoy ocurrir algo parecido? “No, afortunadamente las cosas han cambiado. Hoy nos conocemos más y mejor. Y hay muchos franceses viviendo en Las Antillas. El paro hace que emigren”, contesta. Pese a ello, está convencida de que al Gobierno francés no le resulta cómoda su figura. No han querido que viaje a Japón y ha tenido un rifirrafe con el embajador francés en Estocolmo, ciudad en la que se le concedió el premio.
“Estoy muy orgullosa de mi trayectoria literaria y política y muy orgullosa de este premio, le guste o no al Gobierno francés”, dice. Lo que más incómodo puede resultar al Ejecutivo galo de la escritora es su lucha por la independencia de la isla en la que nació. Ha dicho en alguna ocasión que hay política en todo lo que escribe. “En Francia, por un lado está la gente de a pie y por otro el poder; no tienen nada que ver. Es como si Gobierno y población se hubiesen divorciado y yo hubiese quedado en medio”, añade. ¿La creación de un Nobel alternativo es un ejemplo de la disociación que se está produciendo en la sociedad entre el viejo poder y el nuevo, aún en formación? “El Nobel suprimido era machista, elitista y blanco. Era una recompensa para el hombre blanco. Que haya sido suprimido por un escándalo sexual demuestra que estamos en otros tiempos, en los que se está pensando la voz y la presencia, el cuerpo femenino, de otra manera. Que se haya puesto en marcha un Nobel alternativo es una buena noticia, significa que las cosas pueden cambiar”, responde.
Condé publicó su primera novela, Hérémakhonon, en 1976, con 39 años. Y estuvo a punto de no hacerlo, porque su madre y su tía le habían hecho creer que lo suyo no era la literatura, por mucho que le gustase Emily Brönte —“Fue mi gran descubrimiento, de adolescente”, confiesa— y el mismísimo Proust... pero cuando desató su pasión, construyó una de las obras más prolíficas y sólidas que ha dado jamás la literatura francocaribeña. Sabe que su Nobel alternativo podría ser un espejismo, puesto que el próximo octubre se entregarán dos Nobel de Literatura, el de 2018 y el de 2019, por lo que nada tendría por qué cambiar. Sin embargo, no le importa, porque el poder, ese que “cada vez está más lejos de la gente”, ha sufrido un pequeño revés y nada volverá a ser lo mismo. Y, en todo caso, ella seguirá escribiendo: “Lo último que he escrito es un libro infantil para mi nieta de 11 años y no sé lo que vendrá después, pero algo vendrá”.
Y lo hace a través de su propia experiencia. Corazón que ríe, corazón que llora (Impedimenta), antología de relatos, o memoria en episodios, publicada originalmente en 1999 y recién aterrizada por primera vez en España, motivo por el que está en Barcelona, es un buen ejemplo. Su facilidad para pasar de la anécdota personal, o el episodio terrorífico, al hecho universal es pasmosa. Pensemos en la Maryse niña en un parque, jugando por la noche con una chica de coleta rubia que la trata como a una criada, noche tras noche, mientras sus padres charlan en un banco. Maryse se siente incómoda, pero no puede evitar obedecer y no entiende por qué. La niña la azota y ella le pregunta el motivo. La otra le contesta: “Te lo mereces, por negra”. La pequeña Maryse no tarda en preguntarles a sus padres por qué deberían pegarla por ser negra. Y los padres, en su propio mundo, uno en el que son distinguidos ciudadanos franceses, fingen que nada de aquello está pasando.
Ese fue el momento en el que Maryse se supo distinta. Hasta entonces jamás había pensado que lo fuera. Tiempo después se preguntaría, y haría de esa pregunta un relato titulado Clase de Historia, si aquel encuentro no sería cosa de magia. La magia macabra de una tierra, la suya, que albergara en su interior “tantos odios” y “miedos” antiguos “aún sin cicatrizar”, que obligara a unas niñas a interpretar el papel “del negrero y su negro”. Aquello debió de ocurrir en los años cuarenta. ¿Podría hoy ocurrir algo parecido? “No, afortunadamente las cosas han cambiado. Hoy nos conocemos más y mejor. Y hay muchos franceses viviendo en Las Antillas. El paro hace que emigren”, contesta. Pese a ello, está convencida de que al Gobierno francés no le resulta cómoda su figura. No han querido que viaje a Japón y ha tenido un rifirrafe con el embajador francés en Estocolmo, ciudad en la que se le concedió el premio.
“Estoy muy orgullosa de mi trayectoria literaria y política y muy orgullosa de este premio, le guste o no al Gobierno francés”, dice. Lo que más incómodo puede resultar al Ejecutivo galo de la escritora es su lucha por la independencia de la isla en la que nació. Ha dicho en alguna ocasión que hay política en todo lo que escribe. “En Francia, por un lado está la gente de a pie y por otro el poder; no tienen nada que ver. Es como si Gobierno y población se hubiesen divorciado y yo hubiese quedado en medio”, añade. ¿La creación de un Nobel alternativo es un ejemplo de la disociación que se está produciendo en la sociedad entre el viejo poder y el nuevo, aún en formación? “El Nobel suprimido era machista, elitista y blanco. Era una recompensa para el hombre blanco. Que haya sido suprimido por un escándalo sexual demuestra que estamos en otros tiempos, en los que se está pensando la voz y la presencia, el cuerpo femenino, de otra manera. Que se haya puesto en marcha un Nobel alternativo es una buena noticia, significa que las cosas pueden cambiar”, responde.
Entender el mundo
En cualquier caso, la literatura, para Condé, es, más que un arma, un bálsamo, algo capaz de unirnos. “La literatura me lo ha enseñado todo sobre las diferencias y la igualdad. Es un lazo entre los seres humanos. Es un sueño que puede llevarte a la revolución o a la simple contemplación de la belleza. Pero, por encima de todo, la literatura es una herramienta de comprensión. Nos ayuda a entender el mundo”, apunta. Convencida de que cualquier revolución ha de ser primero íntima — “Una debe rebelarse contra las mentiras familiares y los mitos de la sociedad a la que pertenece”—, admira, asegura, el movimiento MeToo y el nuevo feminismo, pero afirma sentirse en las antípodas. “Llevo 50 años casada con el mismo hombre hombre [Richard Philcox, el traductor al inglés de toda su obra; Condé, el apellido que utiliza, es en realidad el de su primer marido, el actor guineano Mamadou Condé], y si estoy aquí es porque dos hombres buenos creyeron en mí. Así que soy una mala candidata para ser militante, pero admiro muchísimo todo lo que se está haciendo por acabar con las relaciones viciadas y los límites de nuestra libertad”.Condé publicó su primera novela, Hérémakhonon, en 1976, con 39 años. Y estuvo a punto de no hacerlo, porque su madre y su tía le habían hecho creer que lo suyo no era la literatura, por mucho que le gustase Emily Brönte —“Fue mi gran descubrimiento, de adolescente”, confiesa— y el mismísimo Proust... pero cuando desató su pasión, construyó una de las obras más prolíficas y sólidas que ha dado jamás la literatura francocaribeña. Sabe que su Nobel alternativo podría ser un espejismo, puesto que el próximo octubre se entregarán dos Nobel de Literatura, el de 2018 y el de 2019, por lo que nada tendría por qué cambiar. Sin embargo, no le importa, porque el poder, ese que “cada vez está más lejos de la gente”, ha sufrido un pequeño revés y nada volverá a ser lo mismo. Y, en todo caso, ella seguirá escribiendo: “Lo último que he escrito es un libro infantil para mi nieta de 11 años y no sé lo que vendrá después, pero algo vendrá”.
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