Sentía que mi presencia resultaba más bien molesta: si callaba había ... es porque creo que el proyecto con el que me presento es ganador.-( foto)
Tras un año en
EE.UU. como
profesora
universitaria, está
dispuesta a volver
a la primera
línea política.
Mientras su
futuro se despeja,
la exministra
socialista habla
desde Miami
en exclusiva.
Es la primera vez que concede
una entrevista a un
medio español desde que,
hace un año, renunciara
a su acta de diputada y
se fuera a vivir a Estados
Unidos, con su hijo de siete
años de la mano. En este
tiempo, se ha dedicado
a su otra gran pasión, la
docencia. El 30 de junio
termina su contrato en
el Miami Dade College
y regresa a España para
participar activamente
en el proyecto de renovación del PSOE.
Mujerhoy ha viajado allí para mantener
su entrevista más cercana y personal.
Mujerhoy. ¿Hay algo que aún no sabemos
sobre por qué dejó España y se vino a Miami?
Carmen Chacón. Tomé la decisión cuando
solo era una diputada más y una afi liada
sin responsabilidades de dirección. Sentía
que mi presencia resultaba más bien
molesta: si callaba había quien decía que
no tenía nada que aportar. Y si hablaba,
se veía con suspicacia.
MH. ¿Se convirtió en incómoda en el partido?
CCH. Había optado a dirigir el Partido Socialista
y no había ganado; por poco, pero perdí.
Y para la dirección mi presencia en el
Parlamento resultaba incómoda. La oferta
del Miami Dade College me permitía ser
útil a la sociedad y trabajar por
mis ideas desde otro lugar.
MH. ¿Era la mejor forma de no “quemarse”
en tiempos de tensión
interna del PSOE y del PSC, para
reaparecer como aire fresco?
CCH. Hay quien piensa que lo
importante en un partido es
calentar el asiento y quienes dicen que
quien cede el turno pierde la oportunidad.
Hay otra forma de ver las cosas. Pienso
que todo lo que una persona crece puede
revertir luego en su partido y, si llega el
caso, en su responsabilidad política. Lo
que no hay que hacer es estar por estar.
Así entiendo la vida desde niña.
MH. Su regreso está próximo, ¿tiene trabajo
esperándole a la vuelta?
CCH. Aquí vivo de mi sueldo de profesora, que
es parecido al de diputada. En el Parlamento
no hay excedencias y, al renunciar
al escaño, no tengo opción a regresar.
Preveo ganarme la vida con lo que sé
hacer, enseñar. Y tengo un par de ofertas.
MH. ¿Quién ha ganado con su decisión?
CCH. Sin dudarlo, mi hijo; nunca había podido
dedicarle tanto tiempo. Cuando estuve
muy volcada en el trabajo y apenas podía
pasar por casa, él, con tres años, dejó de
llamarme mare y me llamaba “Carme
Chacón”, como veía en televisión. Como
si dijera: “Si querías ser Carme Chacón y
no la mare, aquí lo tienes”. Cuando supe
que había perdido frente a Rubalcaba, me
abracé a mi hijo y le dije: “Bueno Miquel,
ara ja estic per tu” [ahora ya estoy para
ti]. Tenía clavado en el alma que hubiera
dejado de llamarme mare. No me gusta
nada perder, pero él salió ganando.
MH. Dos años antes, en 2011, abandonó su candidatura
a las primarias y dijo: “Por el bien
de mi partido y del presidente del Gobierno,
doy un paso atrás”.
CCH. Estaba lista para dar un paso al frente,
pero había sectores del partido que tenían
pánico a ese proceso y parecían dispuestos
a cualquier cosa para evitarlo. Incluso a
provocar la salida del secretario general,
que era el presidente del Gobierno. No
era algo menor. Sucedió con
Suárez, una sublevación de
parte del partido contra el
presidente. Y sabemos cómo
acabó UCD. Sentí esa responsabilidad
y di un paso atrás.
MH. ¿No la obligó nadie? ¿No se
lo pidió Zapatero?
CCH. No, vi lo que podía pasar y obré con responsabilidad.
Nadie me empujó a tomar
esa decisión. La tomé yo, con dolor, porque
creí que había un bien mayor que proteger.
MH. ¿Pensaba que iba a ganar?
CCH. Soy muy competitiva. Cuando concurro
a algo es porque creo que el proyecto
con el que me presento es ganador
MH. ¿Ha sido duro venirse sola a EE.UU.?
CCH. Sí, dejé un trabajo que me apasiona y una
vida cómoda; cogí a mi hijo y me vine
sola a Estados Unidos, porque mi marido
sigue en España. No fue fácil, pero pensé
que valía la pena. Y sabía que le hacía
un regalo a mi hijo, porque le sumaba
el inglés a su catalán y castellano. Y ahí
lo tienes, manejándose con tres idiomas.
MH. Por cierto, ¿debo llamarla Carme o Carmen?
CCH. Me llamo Carme, pero me gusta que
familiares y amigos me llamen en su
lengua materna. Mi madre y mi hermana
me llaman Carme; pero mi padre, que es
andaluz, me llama Carmen, el nombre
de su hermana y el de su madre. ¿Qué
problema hay? Yo lo veo hermoso.
MH. Hay a quien le molesta que se le llame en
español.
CCH. Solo puede preocupar a la gente que vive
angustiada los problemas de identidad
y cree que no puedes ser catalán y español.
A mi hijo le hablo en catalán. Está
creciendo como crecí yo: con mi padre
hablándome en castellano y mi madre en
catalán. Ahora mezclo catalán e inglés.
MH. Hagamos de abogado del diablo: le ha
regalado a su hijo un idioma, pero lo ha
separado de su padre.
CCH. No es una situación permanente. Mi hijo
está bien, la tecnología ayuda a que hablen
por teléfono y se vean las caras. Ve a su
padre en vacaciones… y todos hacemos
un esfuerzo. Muchas veces, los padres
tienen a los niños en casa, pero no los viven
tan de cerca como las madres. Cuando
mi marido viene a Estados Unidos, pasa
todo el día con nuestro hijo: lo lleva al
cole, lo recoge, se van de paseo en bici…
MH. ¿Padre e hijo se relacionan más ahora que
cuando vivían en España?
CCH. Los días que están juntos lo trata con una
intensidad mayor, porque se vuelca en él.
MH. ¿Cómo es el colegio?
CCH. Es público y gratuito, el que
nos corresponde por zona.
La interacción de la escuela
con la familia es constante.
MH. ¿Y su casa en Miami?
CCH. Vivo en un condominio, a
15 minutos de mi despacho, en el Downtown.
En un apartamento pequeño pero
luminoso. Me siento muy a gusto.
MH. ¿Cómo es la vida de la profesora Chacón?
CCH. Me levanto a las seis. Primero, me ocupo
de mí; luego despierto a mi hijo, que
no siempre es fácil; le
preparo la lunchera,
porque toman un tentempié
en la escuela;
desayunamos juntos; lo
dejo en el colegio; me
voy a la Universidad, que tiene
casi 177.000 alumnos en ocho
campus; y doy mis clases,
generalmente en inglés. A veces
me piden conferencias en
otros centros sobre genocidio,
liderazgo, terrorismo internacional,
piratería, sistemas
políticos comparados…
MH. ¿Tiene ayuda en casa?
CCH. Sí, tengo una chica dos
o tres horas. Mi hijo no
tiene clase por las tardes,
pero juega al fútbol y al
baloncesto. Generalmente,
llego a recogerlo. Solemos
ir a la biblioteca y hacemos
juntos una hora de
deberes. Luego él se va
a jugar con sus amiguitos
y yo aprovecho para
leer. Después cenamos,
lo acuesto prontito y voy
detrás, a las 10 más o menos.
MH. ¿En EE.UU. es más fácil conciliar?
CCH. Sí, se trabajan las mismas horas, pero
todo empieza y termina antes,
y tienes más horas de
vida familiar. La mayoría de
los días, tomo un sándwich
en la sala de profesores o
en el despacho. Así, hago
conciliar? Difícilmente.
La política roba horas a
tu familia y, sobre todo, al sueño. Vivo la
maternidad con pasión, pero con culpa,
como tantas madres.
MH. Esta mañana, ha dicho a sus alumnas: “Que
vuestra profesión no os impida ser madres si
lo deseáis”. ¿Se planteó alguna vez retrasar
la maternidad por su carrera?
CCH. Yo, no; pero muchas mujeres a mi alrededor
nunca encontraron el momento para
ser madres. Yo siempre deseé serlo. Nací
con una cardiopatía congénita grave y a
mis padres les dijeron que era posible
que no viviera mucho. Con los años, me
explicaron que mi corazón podía bombear
sangre para uno, pero difícilmente para
dos, así que pensé que no podía tener
hijos y llegué a obsesionarme. Siendo
niña, mis padres trataron de hacerme
ver que no era el fin del mundo, pero me
obstiné en tener una vida lo más normal
posible. Por eso, hacía deporte en vez de tocar el piano. Ahora me encantaría saber tocarlo... (Risas).
MH. ¿Y cómo resolvió todo esto?
CCH. Mi cardiólogo, el doctor Petit, me dijo: “Tu
enfermedad no mejorará, siempre tendrás un bloqueo auriculoventricular
completo y eso no tiene remedio. Pero tampoco empeorará; tu enfermedad
no corre, pero la medicina avanza a mil por hora”. Y así ha sido. Fue un
embarazo con cierto riesgo, pero tuve la ayuda de unos profesionales
formidables.
MH. Fue la primera ministra soltera y embarazada,
aunque no lo supimos hasta después. ¿Se
casó por razón de cargo?
CCH. ¡Nooo! [Risas]. No tenía nada que ver. Pero,
puesto que habíamos planeado casarnos,
pensamos que era mejor hacerlo antes de
que estuviera muy gorda. Lo celebramos
con las familias y pocos amigos, y con un
discurso de la hija
mayor de mi marido,
que no olvidaré
nunca.
MH. Y embarazada aguantó
la campaña electoral.
CCH. Me encontraba bien y disfruté
mucho el embarazo, aunque
estaba muy controlada. Los
médicos me dijeron que tenía
que partir el día,
para no hacer un
esfuerzo seguido
tantas horas. Así
que volví loco
al responsable
de campaña
que me
organizó las
cosas para
que fuera a casa de mis
padres a comer sanito y
descansar.
MH. Embarazada de siete meses,
fue nombrada ministra de
Defensa y así pasó revista
a las tropas y dijo eso
de “Capitán, mande
firmes”.
CCH. Fue el mayor honor
que podía tener. El
presidente me avisó
mucho antes de que se hiciera público. Lo
de “Capitán, mande firmes” me lo siguen
diciendo [Risas].
MH. El impacto de esa decisión fue total. ¿Cree
que aumentó la popularidad de Zapatero?
CCH. Nadie cuestionó el nombramiento de
Narcís Serra, que no había hecho la mili
pero era hombre. Tampoco el de quienes
le siguieron. Pero, cuando me nombraron,
recuerdo al conductor de un programa
de radio decir: “Claro que lo va a hacer
bien. Todo el mundo sabe que Alejandro
Magno ganó todas sus batallas en su
séptimo mes de gestación”. Cada vez son
menos quienes no entienden que estar
embarazada no es estar enferma y que las
mujeres podemos hacer lo mismo que un
hombre. Excepto por estos comentarios,
se me recibió con naturalidad.
MH. No tanta naturalidad, recuerde cómo se
comentó el esmoquin de la Pascua Militar.
CCH. Fue un episodio alucinante. Que en el siglo
XXI sea motivo de debate que una mujer
lleve pantalones es… vamos a dejarlo ahí.
MH. ¿Cómo fue su relación con los militares?
CCH. Formidable. Creo que vieron en mí
a alguien haciendo su trabajo, que no
tenía pretensiones de actuar como un
militar, sino como alguien que dirigía a
profesionales, que tomaba decisiones tras
escuchar y que las explicaba.
Yo daba la cara por ellos y
defendía su labor, que me parece
espléndida. Ellos vieron
simplemente a la ministra.
MH. Con lo que le costó ser madre,
¿se fue embarazada a Afganistán?
CCH. Me encontraba muy bien, tenía
37 años, estaba llena de energía. Era un
modo de hacer y no solo decir: “Sí, puedo
hacer lo mismo que un hombre, como
todas las mujeres, incluso embarazadas”.
MH. Su baja por maternidad solo duró un mes.
CCH. Algo más; la repartimos mi esposo y yo.
Viví momentos de contradicción porque,
al dejarlo con él, pensaba: “¡Pobre crío!”.
Pero fue bueno para todos. Viví, como
muchas mujeres, el primer permiso de
paternidad, la primera ley que dice a los
hombres que los hijos también son suyos.
MH. Hay quien piensa que debería ser un derecho
del niño que las madres estuvieran con
ellos los primeros meses de vida.
CCH. Una criatura pequeña es demandante, pero
también tienes necesidad de desarrollar
tu vida profesional. Le amamanté tres
meses y, a veces, me sentía a punto
de estallar porque llegaba
su hora de lactancia y no veía
el momento de atenderle. Lo
llevo con culpa y me gustaría
quitármela, pero creo que va
incrustada en mí.
MH. Es que reproducimos el patrón
con el que hemos sido educados.
CCH. Mi padre, arquitecto técnico,
se quedó en paro en los 80,
mientras mi madre estudiaba
Derecho, trabajaba y cuidaba
de dos hijas. Él empezó a llevarnos
al colegio y a hacernos la comida. En
clase, mi hermana pintó a mi padre en
la cocina y la profesora llamó para que
le explicaran. Me di cuenta de lo que
signifi caba, hace 30 años, para
un hombre que quien llevara
dinero a casa fuera la esposa.
Hoy las cosas han cambiado
y nadie se extraña cuando
las mujeres son cabezas de
familia. Y hoy lo son más que
nunca por la crisis.
MH. ¿Cómo lleva su marido [Miguel
Barroso], que ahora trabaja en
la empresa privada, su carrera?
CCH. Que esté en política le gusta
menos que más, la verdad; pero me
conoció con esta pasión y la respeta
y la comprende.
MH.¿Él también está ejerciendo de asesor
político para usted?
CCH. Mis colaboradores son mis colaboradores.
Y punto. Pero cuando le consulto
algo… ¡Hombre! No le perdonaría que,
habiendo ayudado a Felipe González y
a José Luis Rodríguez Zapatero, hiciera
menos por mí cuando se lo pido. Pero
tratamos de separar el trabajo y reservar
espacios para nosotros. Tenemos mucho
en común: somos devotos lectores; nos
gusta escribir, aunque él lo hace mejor;
nos gusta el cine, la naturaleza, la familia…
MH. ¿Sigue de cerca la política española?
CCH. Mentiría si no dijera que constantemente
y desde primera hora. Antes de venirme
dije que, si mi presencia era útil para mi
partido, estaría allí. Y así lo he hecho.
MH. ¿Piensa que los catalanes tienen derecho
a decidir su independencia?
CCH. Siempre me he manifestado claramente
en este sentido: me siento catalana 100% y
española 100%. Soy además europea; soy
mujer. Lo soy sin decidirlo, por nacimiento.
Y soy socialista porque lo he decidido.
Y esas identidades no son excluyentes.
No concibo que alguien pretenda que me
divida. Los nacionalistas creen que
hay que optar. Pero la mayoría
de los catalanes nos sentimos
españoles y europeos. Creo que
el federalismo es la solución y no
es casualidad que sea la forma de
Estado más extendida en el mundo.
MH. ¿España está preparada para que
gobierne una mujer?
CCH. Igual que en su momento Alemania,
Chile, Argentina y Brasil. ¿Por qué
no lo va a estar España? Y, cuando
suceda, se recibirá con normalidad.
Hemos corrido mucho, aunque haya
datos que siguen siendo tremendos (violencia,
discriminación, cuotas de poder…).
Hemos cambiado mucho y en la buena
dirección pero nos falta mucho por recorrer.
Hoy en el mundo, las mujeres,
somos el mayor agente de cambio. No
le tememos al cambio, le tememos a
la insatisfacción, a la infelicidad...
MH. ¿Es un hándicap para llegar a la
presidencia del país ser catalana?
CCH. No veo por qué. Sería tanto como
decir que somos españoles de segunda.
Cuando alguien dice que un
catalán tiene un hándicap para estar
al frente de algo en España, está
expulsándonos. Es curioso, pero
encuentras quien lo dice entre los
separatistas y entre los separadores.
MH. ¿Va a encabezar candidatura a las primarias?
CCH. Sé que participaré en ese momento excepcional,
lo que todavía no sé es si voy
a estar con el dorsal número uno o con
otro. Es una decisión que no voy a tomar
sola; pero estaré.
MH. A ese respecto, ha dicho: “Tengo una conversación
pendiente con mi familia”.
CCH. Es que decir esto es muy americano [Risas].
Cuando toque, tomaré la decisión
con mi familia, porque también es muy
relevante para ella y, por supuesto, con
compañeros socialistas. Me gusta el trabajo
en equipo, para todo.
TÍTULO: 7 DÍAS CITAS,.
1-Sabado-31- Amor a la rusa,.
2-Domingo-1- De otro mundo,.
3-Lunes-2- La movida que fue.
4- Martes-3-Letras de rock.
5-Miercoles-4-El peor escenario.
6-Jueves-5- London Calling.
7-Viernes-6- ¡ Viva la cultura!.
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