Café tarde,.
-fotos-Jesús Castro -" El niño de oro",.
Jesús Castro: 'El niño' de oro
Con su mirada transparente y su porte
de héroe de acción, este gaditano de 21 años es el último fenómeno del
cine español. El protagonista de 'El Niño' nos adelanta las tendencias
de la moda masculina del próximo otoño-invierno.
Paul newman, Steve McQueen, Miguel Ángel
Silvestre... Él dice que odia las comparaciones, pero su mirada de galán
de cine clásico, las agallas para prescindir de un doble en las escenas
de acción y ese punto de 'malote' con corazón hacen inevitable que se
le encuentren parecidos razonables. Así es Jesús Castro, el joven de
Vejer de la Frontera (Cádiz) que con solo una película y todavía sin
estrenar ya está en boca de todos. Porque lo seleccionaron en
un casting al que se presentó solo por acompañar a un amigo, porque ha
pasado de trabajar como electricista o churrero a posar para las
revistas y porque hace contravolantes y trompos sin apenas despeinarse y
sin carné de conducir. Descubrimos al actor que ha cautivado a Daniel Monzón, el director de Celda 211, que nos presenta ahora El Niño, un thriller sobre el trasiego de drogas en el estrecho de Gibraltar que llega a la gran pantalla el 29 de agosto.
XLSemanal. Una semana y ya no podrá caminar tranquilo por su Vejer de la Frontera. ¿Preparado?
Jesús Castro. Sí, y lo llevo bastante bien. Ya he empezado a notar en mi pueblo el mogollón de la película: me piden autógrafos, fotos... Hasta ahora estoy encantado, ya te diré dentro de un mes. Asimilo los cambios bruscos muy rápido, soy un tío tranquilo y ya te digo yo que la fama no va a hacer que me tenga que ir del país... Como mucho, de vacaciones.
XL. Gente juzgando si actúa bien, si se merece un Goya...
J.C. Es lo que hay y estoy preparado. De momento, las críticas están siendo buenas, pero a todo el mundo no le puedo gustar porque no soy un billete de 500 euros. No me preocupa. Me tomo las cosas con mucha serenidad.
XL. Incluso habrá quien diga que no es usted tan guapo...
J.C. Está claro, y me da igual porque de la guapura tampoco se come. Eso no me va a quitar el sueño. Y, sinceramente, yo tampoco me considero guapo. Nunca me ha gustado mucho verme en fotos ni vídeos.
XL. Pues anda que no le queda... ¿Usted sabe dónde se ha metido?
J.C. Ahora ya sí, pero cuando era un chaval y subía fotos a Tuenti, por ejemplo, no me gustaba posar yo solo y siempre salía con amigos. Tampoco es que ahora me apasione, no es lo mío, pero no me queda otra. Me voy a adaptando poco a poco, pero cuesta.
XL. Y el tema de las fans enloquecidas, ¿ya lo tiene meditado?
J.C. Lo he hablado con mis amigos y alguno ya se ha ofrecido de guardaespaldas [se ríe]. Sinceramente, no me lo imagino, pero todo el apoyo que me demuestren es perfecto.
XL. Oiga, y su amigo, al que acompañó al casting, ¿todavía le habla?
J.C. Claro que sí, y se alegra un montón. Es una pena, porque estaba muy ilusionado, pero al final me cogieron a mí. Cuando empezamos las pruebas, él iba más convencido. Yo me callaba porque no podía creer que alguien fuera al recreo de tu colegio a ponerte un contrato para hacer de 'prota' en una película. Y ahora... mira.
XL. Electricista, relaciones públicas, churrero... Realmente, ¿usted qué quería ser de mayor?
J.C. Antes estaba preocupado porque no había encontrado nada que me apasionara. Trabajaba en la construcción pero no lo disfrutaba, siempre estaba pendiente del reloj. Hasta que hice la película. Se paraba el rodaje y ni me enteraba. Siempre me quedaba con ganas de más.
XL. Su personaje es un iniciado en el narcotráfico, y Daniel Monzón dice que sale usted «de la pura realidad». ¿Algo que confesar?
J.C. [Se ríe]. Qué va, yo pensaba que sabía algo del tema antes de la película, pero no tenía ni idea. Vejer está un poco alejado de la costa y no se ven lanchas ni desembarcos de droga. La gente se cree que porque eres de Cádiz ya eres un entendido. Hombre, no te voy a decir que no se vean cosas...
XL. ¿Como cuáles?
J.C. Pues gente que vive en los pueblos de la zona que tiene mucho dinero. Un actor se puede tirar toda la vida haciendo películas, que jamás llegará a su nivel. Trabajan cinco años y luego pueden dejarlo porque ya tienen resuelta su vida y la de sus siguientes generaciones.
XL. ¿De qué estamos hablando?
J.C. De personas que tienen casas que parecen chabolas, pero en las que, si entras un poco más, te encuentras con 'plasmas' de 50 pulgadas, mobiliario de lujo, el BMW X5 aparcado a la puerta...
XL. ¿Tan evidente es, como se ve en el filme, que detrás de cada chanchullo hay una autoridad corrupta?
J.C. No lo creo. Supongo que los que llevan muchos años cogiendo embarcaciones y llevando hachís tendrán sus contactos y dinero para pagarlos, pero en la vida real te la juegas. Si te pillan, ni policía corrupto ni nada, te pegas cinco años en la cárcel y fuera.
XLSemanal. Una semana y ya no podrá caminar tranquilo por su Vejer de la Frontera. ¿Preparado?
Jesús Castro. Sí, y lo llevo bastante bien. Ya he empezado a notar en mi pueblo el mogollón de la película: me piden autógrafos, fotos... Hasta ahora estoy encantado, ya te diré dentro de un mes. Asimilo los cambios bruscos muy rápido, soy un tío tranquilo y ya te digo yo que la fama no va a hacer que me tenga que ir del país... Como mucho, de vacaciones.
XL. Gente juzgando si actúa bien, si se merece un Goya...
J.C. Es lo que hay y estoy preparado. De momento, las críticas están siendo buenas, pero a todo el mundo no le puedo gustar porque no soy un billete de 500 euros. No me preocupa. Me tomo las cosas con mucha serenidad.
XL. Incluso habrá quien diga que no es usted tan guapo...
J.C. Está claro, y me da igual porque de la guapura tampoco se come. Eso no me va a quitar el sueño. Y, sinceramente, yo tampoco me considero guapo. Nunca me ha gustado mucho verme en fotos ni vídeos.
XL. Pues anda que no le queda... ¿Usted sabe dónde se ha metido?
J.C. Ahora ya sí, pero cuando era un chaval y subía fotos a Tuenti, por ejemplo, no me gustaba posar yo solo y siempre salía con amigos. Tampoco es que ahora me apasione, no es lo mío, pero no me queda otra. Me voy a adaptando poco a poco, pero cuesta.
XL. Y el tema de las fans enloquecidas, ¿ya lo tiene meditado?
J.C. Lo he hablado con mis amigos y alguno ya se ha ofrecido de guardaespaldas [se ríe]. Sinceramente, no me lo imagino, pero todo el apoyo que me demuestren es perfecto.
XL. Oiga, y su amigo, al que acompañó al casting, ¿todavía le habla?
J.C. Claro que sí, y se alegra un montón. Es una pena, porque estaba muy ilusionado, pero al final me cogieron a mí. Cuando empezamos las pruebas, él iba más convencido. Yo me callaba porque no podía creer que alguien fuera al recreo de tu colegio a ponerte un contrato para hacer de 'prota' en una película. Y ahora... mira.
XL. Electricista, relaciones públicas, churrero... Realmente, ¿usted qué quería ser de mayor?
J.C. Antes estaba preocupado porque no había encontrado nada que me apasionara. Trabajaba en la construcción pero no lo disfrutaba, siempre estaba pendiente del reloj. Hasta que hice la película. Se paraba el rodaje y ni me enteraba. Siempre me quedaba con ganas de más.
XL. Su personaje es un iniciado en el narcotráfico, y Daniel Monzón dice que sale usted «de la pura realidad». ¿Algo que confesar?
J.C. [Se ríe]. Qué va, yo pensaba que sabía algo del tema antes de la película, pero no tenía ni idea. Vejer está un poco alejado de la costa y no se ven lanchas ni desembarcos de droga. La gente se cree que porque eres de Cádiz ya eres un entendido. Hombre, no te voy a decir que no se vean cosas...
XL. ¿Como cuáles?
J.C. Pues gente que vive en los pueblos de la zona que tiene mucho dinero. Un actor se puede tirar toda la vida haciendo películas, que jamás llegará a su nivel. Trabajan cinco años y luego pueden dejarlo porque ya tienen resuelta su vida y la de sus siguientes generaciones.
XL. ¿De qué estamos hablando?
J.C. De personas que tienen casas que parecen chabolas, pero en las que, si entras un poco más, te encuentras con 'plasmas' de 50 pulgadas, mobiliario de lujo, el BMW X5 aparcado a la puerta...
XL. ¿Tan evidente es, como se ve en el filme, que detrás de cada chanchullo hay una autoridad corrupta?
J.C. No lo creo. Supongo que los que llevan muchos años cogiendo embarcaciones y llevando hachís tendrán sus contactos y dinero para pagarlos, pero en la vida real te la juegas. Si te pillan, ni policía corrupto ni nada, te pegas cinco años en la cárcel y fuera.
XL. ¿Y es fácil perder la cabeza por este negocio?
J.C.
Para nada. He escuchado mil veces eso de que cualquiera puede hacerlo,
que es dinero fácil. A pequeña escala, vale, porque arriesgas poco. Pero
hacer como el Niño y llevar mil kilos de hachís en una lancha con un
helicóptero a un metro de tu cabeza... ¡Hostias!, si eso es dinero
fácil... Si te caes de una embarcación como la que conducía yo, de 12
metros, a 68 nudos (125 kilómetros por hora), es como si te chocaras
contra cemento.
XL. Ya veo por qué dicen que su doble se aburrió como una ostra...
J.C.
Llevé la lancha, la moto de agua y el Gran Cherokee. Incluso hubo una
escena con el coche en la que había que hacer un trompo y salir en
dirección contraria, que no estaba previsto que yo la hiciera, pero
probé y me salió a la primera.
XL. Pero si no tiene usted ni carné de conducir...
J.C. Ya, y al paso que llevo, ni me lo voy a sacar porque no tengo tiempo de nada [se ríe].
XL. ¿Qué ha sido lo más duro del rodaje?
J.C.
Quizá la escena en la que conduzco la lancha con el helicóptero encima.
Lo notaba detrás de la oreja. Estaba tan cerca que, en una toma, el
vinilo que tenía delante salió disparado. También llevaba muy mal lo de
grabar en exteriores, porque me hace mucho daño el sol en los ojos.
XL. Así que esa mirada de galán, en realidad, es de «que apaguen esa luz».
J.C. Fijo.
Pero eso que quede entre tú y yo [se ríe]. Tuvimos que llegar a la
conclusión de que mi personaje llevaría gafas de sol, porque incluso con
el reflejo del mar lo pasaba fatal...
XL. Tanto peligro ¿no ha sido un poco inconsciente?
J.C. Pues
ahora que lo he visto en pantalla es verdad, pero tenía que hacerlo. A
nivel interpretativo no podía competir con gente tan importante como
Luis Tosar o Sergi López. Hacer las escenas de riesgo yo mismo era la
única manera de destacar.
XL. Y si la cosa sale bien y gana mucho dinero, como se plantean los personajes de El Niño, ¿qué haría?
J.C. Primero
pensaría en mis padres, que ellos estuvieran tranquilos. Yo llevo desde
los 16 años buscándome la vida y, siga o no en esto del cine, voy a
seguir haciéndolo. Muy pocas cosas me hacen perder la cabeza. Si acaso,
como pasión, me encanta el fútbol.
XL. ¿Es su clave para estar en forma?
J.C. Eso
y el gimnasio, pero sin pretender ponerme como el típico cachas.
Prefiero tirarme una hora jugando al fútbol: se pierden kilos y
preocupaciones.
XL. ¿Y la moda? ¿Le interesa?
J.C. Ahora más, pero mi madre siempre dice que para vestir soy un raro, porque me tengo que sentir siempre cómodo con lo que llevo.
XL. ¿Qué tal la ropa de esta sesión?
J.C. Me veo con traje y me gusta, pero voy más cómodo con chándal. Además, como decís que es tendencia...
Cafe tarde : «Un café con leche y un yogur de cualquier cosa, pero que no
sea light.
TÍTULO: EL JUEGO DE LA ESCALERA, ¿ POR QUÉ LA MAYORIA DE LOS PARLAMENTOS SON SEMICIRCULARES ?.
TÍTULO: EL JUEGO DE LA ESCALERA, ¿ POR QUÉ LA MAYORIA DE LOS PARLAMENTOS SON SEMICIRCULARES ?.
“Excusas para no pensar” es el artículo que Eduard Punset publica cada ... el Parlamento en forma de hemiciclo, los revolucionarios franceses, ...foto,.
Los parlamentarios de aquí y de otros países harían
bien en aprovechar su ausencia del Congreso durante el verano para
pensar no solo en el sistema electoral y la formación de mayorías, sino
también para deducir el diseño arquitectónico ideal de los palacios que
los cobijan durante el invierno.
Al imponer el Parlamento en forma de hemiciclo, los revolucionarios franceses, a finales del siglo XVIII, lo hicieron con la idea de asegurarse la unanimidad. Los revolucionarios buscaron una forma que reflejara la unidad de la asamblea. Apostaron por el diseño semicircular con el pensamiento de que, en un ambiente bien diseñado como este, la voluntad general debía ser capaz de formar una opinión de manera casi espontánea sin apenas necesidad de hablar y los diputados debían poder formar física e intelectualmente un solo cuerpo.
Lo que olvidamos es que esta forma semicircular se impuso en contraposición a la sala rectangular inglesa, una disposición parlamentaria en la que se fomentan, de forma natural, las divisiones y los debates contradictorios. La mayoría de los países reprodujeron para sus parlamentos la forma semicircular, aparentemente más prestigiosa, teatral y acorde con la visión de lo que debía ser una nación en el siglo XVIII; es decir, una gran familia en la cual resultaba necesario borrar todos los particularismos. Lo importante en un Parlamento semicircular es votar a la unanimidad. El debate aparece como un contratiempo inútil. No se le da valor.
La idea de que la forma podía influir en la manera de pensar fue algo muy consciente, tanto por el lado latino como por el lado británico. Al hacer un discurso acerca de la reconstrucción de la Casa de los Comunes después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro Winston Churchill declaró: «Nosotros damos forma a nuestros edificios y, después, nuestros edificios nos dan forma». En el sistema inglés la eficacia del bipartidismo en el Parlamento depende de la relación entre el Gobierno y los partidos de la oposición. Y es el deber de los partidos de la oposición contribuir a la creación de políticas y leyes a través de una crítica constructiva, oponerse a las propuestas del Gobierno con las que no están de acuerdo y presentar sus propias políticas.
La mesa central, que separa los bancos del Gobierno y de la oposición, desempeña un papel nuclear. Los miembros hablan desde ella y los documentos se hacen públicos cuando se presentan en la mesa. En torno a la mesa inglesa se hace lo que indica la etimología de la palabra 'parlamento': hablar. (El término 'parlamento' deriva del francés parler, 'hablar'). El Imperio británico nunca quiso borrar particularismos, sino agregar las diferencias que dan su riqueza a los diferentes países de la Commonwealth ('riqueza compartida').
Quizá Europa no haya pensando lo suficiente en la forma de su Parlamento. Ha elegido el hemiciclo, una forma que se concibió para estructurar la nación y el estado nacional. Pero esta forma, que se impuso para afianzar la unanimidad nacional, probablemente sea inadecuada para una federación de países dispares. En una federación, el consenso y la unanimidad no afianzan la democracia, la reducen. O, por lo menos, así lo perciben los europeos. Probablemente, aún no hayamos inventado la forma parlamentaria del futuro. Podríamos imaginar una red de microparlamentos no solo políticos, sino también ciudadanos. Si pensáramos más en la forma en lugar de perpetuar modelos pasados, idearíamos nuevas maneras de hacer política.
TÍTULO: LA BUENA COCINA, SOPA DE NARANJA, ZANAHORIA Y LIMONCILLO,.
foto,
Ingredientes: 600 g de zanahorias, 180 g de cebolla picada, 50 g de apio picado, 40 g de jengibre, 100 g de limoncillo, 2 dl de zumo de naranja, 1 l de agua, 250 g de nata, 50 g de mantequilla, 2 cucharadas soperas de aceite de oliva, sal y pimienta. Además: 1 cucharada sopera de cebollino picado, 1 puñado de cacahuetes, 1 yogur natural, hojas de menta fresca y brotes de espinaca.
Elaboración: se cortan las zanahorias y el jengibre en rodajas y el limoncillo en trozos pequeños. Se rehoga la cebolla con la mantequilla y una cucharada de aceite en una cazuela durante 5 minutos sin que coja color. Se añaden el apio y la zanahoria y se deja 5 minutos más a fuego bajo. Se vierte el zumo de naranja y se agregan la nata y el agua. Se sala y se cuece a fuego medio 40 minutos. Pasado el tiempo se tritura, se incorporan el jengibre y el limoncillo y se cuece otros 20 minutos. Se cuela y se pone a punto de sal.
Acabado y presentación: la sopa, bien caliente, se vierte sobre una base hecha a partir de yogur batido, unas gotas de aceite de oliva, cebollino picado, cacahuetes, brotes de espinaca y las hojas de menta.
Mis trucos
El limoncillo o hierba limón tiene un sabor cítrico muy acusado. Da un contrapunto fantástico a las sopas y es todo un chispazo en curris, ensaladas, marinadas y conservas. También casa de maravilla con la leche de coco en platos de pescado, marisco o pollo.
Reinos de humo, por Benjamín Lana
Quién fue el mejor pintor del mundo en 2013 y qué lugar ocupaba en el ranking en 2011? ¿Y el segundo mejor escritor del planeta en 1984? ¿Ha arqueado usted las cejas en claro gesto de sorpresa? ¡Qué tendrá que ver el arte con las clasificaciones del fútbol o de la bolsa! Podríamos saber qué cuadro fue el más cotizado en 2013, pero de ahí nadie deduciría que su autor es el mejor del mundo porque su aportación a la humanidad va en paralelo a la de otros genios de su altura. La calidad de un escritor tampoco guarda relación directa con el número de ejemplares vendidos. El fenómeno de los best seller así lo atestigua.
En los últimos años de esplendor, de exaltación de la figura del cocinero-autor y de explosión de la creatividad, la cocina ha empezado a soñar con ser incluida en esa lista de disciplinas superiores que llamamos arte. Pero, a diferencia de lo que ocurre con ellas, se va embarrando en un proceso de frivolización, entre otros motivos por la aparición creciente de clasificaciones cada vez más simplistas y fatuas. Una sociedad que utiliza los números ordinales como principal y casi única herramienta para tratar de entender y aprehender la complejidad de la cultura humana camina hacia la superficialidad y la debilidad. ¿De verdad creen ustedes que El Celler de los hermanos Roca es peor este año que el pasado? ¿Que Elena Arzak era la mejor cocinera del mundo exactamente en 2012? ¿Se imaginan cambiando el ranking para subir o bajar a Vargas Llosa, ahora que ha muerto García Márquez?
Al imponer el Parlamento en forma de hemiciclo, los revolucionarios franceses, a finales del siglo XVIII, lo hicieron con la idea de asegurarse la unanimidad. Los revolucionarios buscaron una forma que reflejara la unidad de la asamblea. Apostaron por el diseño semicircular con el pensamiento de que, en un ambiente bien diseñado como este, la voluntad general debía ser capaz de formar una opinión de manera casi espontánea sin apenas necesidad de hablar y los diputados debían poder formar física e intelectualmente un solo cuerpo.
Lo que olvidamos es que esta forma semicircular se impuso en contraposición a la sala rectangular inglesa, una disposición parlamentaria en la que se fomentan, de forma natural, las divisiones y los debates contradictorios. La mayoría de los países reprodujeron para sus parlamentos la forma semicircular, aparentemente más prestigiosa, teatral y acorde con la visión de lo que debía ser una nación en el siglo XVIII; es decir, una gran familia en la cual resultaba necesario borrar todos los particularismos. Lo importante en un Parlamento semicircular es votar a la unanimidad. El debate aparece como un contratiempo inútil. No se le da valor.
La idea de que la forma podía influir en la manera de pensar fue algo muy consciente, tanto por el lado latino como por el lado británico. Al hacer un discurso acerca de la reconstrucción de la Casa de los Comunes después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro Winston Churchill declaró: «Nosotros damos forma a nuestros edificios y, después, nuestros edificios nos dan forma». En el sistema inglés la eficacia del bipartidismo en el Parlamento depende de la relación entre el Gobierno y los partidos de la oposición. Y es el deber de los partidos de la oposición contribuir a la creación de políticas y leyes a través de una crítica constructiva, oponerse a las propuestas del Gobierno con las que no están de acuerdo y presentar sus propias políticas.
La mesa central, que separa los bancos del Gobierno y de la oposición, desempeña un papel nuclear. Los miembros hablan desde ella y los documentos se hacen públicos cuando se presentan en la mesa. En torno a la mesa inglesa se hace lo que indica la etimología de la palabra 'parlamento': hablar. (El término 'parlamento' deriva del francés parler, 'hablar'). El Imperio británico nunca quiso borrar particularismos, sino agregar las diferencias que dan su riqueza a los diferentes países de la Commonwealth ('riqueza compartida').
Quizá Europa no haya pensando lo suficiente en la forma de su Parlamento. Ha elegido el hemiciclo, una forma que se concibió para estructurar la nación y el estado nacional. Pero esta forma, que se impuso para afianzar la unanimidad nacional, probablemente sea inadecuada para una federación de países dispares. En una federación, el consenso y la unanimidad no afianzan la democracia, la reducen. O, por lo menos, así lo perciben los europeos. Probablemente, aún no hayamos inventado la forma parlamentaria del futuro. Podríamos imaginar una red de microparlamentos no solo políticos, sino también ciudadanos. Si pensáramos más en la forma en lugar de perpetuar modelos pasados, idearíamos nuevas maneras de hacer política.
TÍTULO: LA BUENA COCINA, SOPA DE NARANJA, ZANAHORIA Y LIMONCILLO,.
foto,
Ingredientes: 600 g de zanahorias, 180 g de cebolla picada, 50 g de apio picado, 40 g de jengibre, 100 g de limoncillo, 2 dl de zumo de naranja, 1 l de agua, 250 g de nata, 50 g de mantequilla, 2 cucharadas soperas de aceite de oliva, sal y pimienta. Además: 1 cucharada sopera de cebollino picado, 1 puñado de cacahuetes, 1 yogur natural, hojas de menta fresca y brotes de espinaca.
Elaboración: se cortan las zanahorias y el jengibre en rodajas y el limoncillo en trozos pequeños. Se rehoga la cebolla con la mantequilla y una cucharada de aceite en una cazuela durante 5 minutos sin que coja color. Se añaden el apio y la zanahoria y se deja 5 minutos más a fuego bajo. Se vierte el zumo de naranja y se agregan la nata y el agua. Se sala y se cuece a fuego medio 40 minutos. Pasado el tiempo se tritura, se incorporan el jengibre y el limoncillo y se cuece otros 20 minutos. Se cuela y se pone a punto de sal.
Acabado y presentación: la sopa, bien caliente, se vierte sobre una base hecha a partir de yogur batido, unas gotas de aceite de oliva, cebollino picado, cacahuetes, brotes de espinaca y las hojas de menta.
Mis trucos
El limoncillo o hierba limón tiene un sabor cítrico muy acusado. Da un contrapunto fantástico a las sopas y es todo un chispazo en curris, ensaladas, marinadas y conservas. También casa de maravilla con la leche de coco en platos de pescado, marisco o pollo.
Reinos de humo, por Benjamín Lana
Quién fue el mejor pintor del mundo en 2013 y qué lugar ocupaba en el ranking en 2011? ¿Y el segundo mejor escritor del planeta en 1984? ¿Ha arqueado usted las cejas en claro gesto de sorpresa? ¡Qué tendrá que ver el arte con las clasificaciones del fútbol o de la bolsa! Podríamos saber qué cuadro fue el más cotizado en 2013, pero de ahí nadie deduciría que su autor es el mejor del mundo porque su aportación a la humanidad va en paralelo a la de otros genios de su altura. La calidad de un escritor tampoco guarda relación directa con el número de ejemplares vendidos. El fenómeno de los best seller así lo atestigua.
En los últimos años de esplendor, de exaltación de la figura del cocinero-autor y de explosión de la creatividad, la cocina ha empezado a soñar con ser incluida en esa lista de disciplinas superiores que llamamos arte. Pero, a diferencia de lo que ocurre con ellas, se va embarrando en un proceso de frivolización, entre otros motivos por la aparición creciente de clasificaciones cada vez más simplistas y fatuas. Una sociedad que utiliza los números ordinales como principal y casi única herramienta para tratar de entender y aprehender la complejidad de la cultura humana camina hacia la superficialidad y la debilidad. ¿De verdad creen ustedes que El Celler de los hermanos Roca es peor este año que el pasado? ¿Que Elena Arzak era la mejor cocinera del mundo exactamente en 2012? ¿Se imaginan cambiando el ranking para subir o bajar a Vargas Llosa, ahora que ha muerto García Márquez?
No hay comentarios:
Publicar un comentario