REVISTA BLANCO Y NEGRO, EN PORTADA,
¿Qué hacen 18 premios Nobel de economía reunidos en esta isla alemana?
Buscan respuestas para la economía mundial . Se las contamos.
LA ADVERTENCIA DE MERKEL
La primera en dar una colleja colectiva es la canciller Angela Merkel, que inaugura la reunión. «¿Por qué los economistas lo han hecho tan mal a la hora de predecir la realidad?», arremete. Pero estamos en pleno frenazo de las dos locomotoras europeas Alemania y Francia y varios premiados la critican por empeñarse en que sus socios se aprieten el cinturón. Me percato de que hay tres clases de economistas: los macro, que tienen una visión panorámica; los micro, que hablan solo de lo que saben; y Joseph Stiglitz, siempre escoltado por un enjambre de periodistas, que habla de lo divino y de lo humano. Megan Coppola, que ha trabajado en la City, lo describe como el 'efecto halo': «La tendencia a considerar que alguien que es muy competente en un campo está cualificado para hablar de todo bajo el sol».
LAS TROMPETAS DEL APOCALIPSIS
Y es Stiglitz el primero que hace sonar las trompetas del Apocalipsis. «Los políticos han subestimado los efectos de la austeridad. Existe un alto riesgo de que la depresión se instale y deje pequeña a la Década Perdida de Japón». No es el único agorero. Peter Diamond alerta de que los jóvenes españoles e italianos van a pagar los platos rotos durante buena parte de sus vidas laborales. Christopher Sims sugiere que países como España o Grecia deberían tener un plan B para salir del euro. «Les saldrá caro, pero más caro les resulta permanecer». Vernon Smith deja caer que en los Estados Unidos se está formando otra burbuja hipotecaria...
Pero la advertencia más inquietante la hace la propia Merkel, que alerta del peligro de otra crisis financiera por culpa del shadow banking, que mueve 52 billones de euros y está fuera de control. La banca en la sombra es un conjunto heterogéneo de fondos de inversión y de riesgo, e incluso bancos, que se dedican a prestar e invertir fuera del circuito habitual. Lo hacen sin provisionar posibles pérdidas; es decir, sin colchón, pues tienen la experiencia de la pasada crisis, en la que los contribuyentes hicieron de colchón... Y se dedican a colocar mucho dinero que les ha prestado casi gratis el Banco Central Europeo en productos arriesgados; y a pasarse 'patatas calientes' y activos tóxicos de unos a otros, sacando provecho en la intermediación... ¿Les suena?
LOS ECONOMISTAS Y LOS GOBIERNOS
Leo las pancartas que unos manifestantes han colocado a la entrada. «Se necesitan economistas con corazón», apuntan. Hablo con José María Casado, economista del Banco de España y doctor por la London School of Economics: «Los economistas podemos ayudar al desarrollo del bienestar social... pero la técnica solo es un medio para alcanzar los fines que la sociedad considera deseables. Por eso, las recetas de los economistas no deben sustituir las decisiones de los gobiernos, nos gusten o no».Me lanzo a pedir recetas a los Nobel. Recetas para salir adelante, sabiendo que son solo eso, sugerencias de gente que sabe de lo suyo, pero no de todo. Y Alvin Roth, Nobel en 2012, con una gran sonrisa enmarcada por su barba, cita a Keynes: «Si los economistas fueran gente humilde y competente, digamos al mismo nivel que los dentistas, sería espléndido».
Hablan los Nobel
¿Cómo recuperar la economía?
Vernon Smith. Nobel en 2002 por sus experimentos de laboratorio sobre mercados
87 años, Kansas. Universidad George Mason (Washington D. C.).
Se doctoró en Harvard. Como a sus alumnos no les entraba la teoría, decidió hacer experimentos. Fundó así la economía empírica. «Equivocarte te ilumina. Te obliga a repensar». Se le diagnosticó un trastorno autista. Luce una medalla de Adam Smith, padre de la economía clásica.
1. Crecimiento anémico. «El crecimiento está siendo anémico desde la recesión de 2007-2008. ¿Por qué? ¡Se ha desanimado a los emprendedores! El rescate de los bancos fue injusto. Evitó el colapso financiero, sí, pero tenía un coste oculto: la nueva actividad económica está lastrada por el peso de tener que compartir sus ganancias con los inversores que asumieron demasiados riesgos y fracasaron».
2. Si Ford levantara la cabeza... «El fracaso tiene un fin: motiva que el capital fluya hacia otras empresas y actividades más rentables y competitivas que generan nuevos productos que incentivan el consumo y crean nuevos empleos. Pero le estamos pidiendo a estas nuevas inversiones que sostengan, vía impuestos, a los rescatados. Es lo mismo que haberle pedido a Henry Ford, cuando inventó el modelo T, que destinase sus ganancias a indemnizar a los fabricantes de los carruajes que quedaban obsoletos. La industria automovilística no habría sido rentable».
3. ¿A la japonesa o a la sueca? «Fijémonos en dos países que respondieron de manera diferente a sus recesiones en los noventa: Japón y Suecia. Japón perdió una década y lleva otra sin apenas crecimiento. Suecia se recuperó. ¿Cuál es la diferencia? En Japón se protegió a los bancos, cargados de préstamos incobrables y, con ese peso, su economía no ha podido tirar del carro. En Suecia, el Gobierno protegió el dinero de los ahorradores, pero le dijo a los bancos que debían asumir las pérdidas».
4. Menos impuestos. «Los políticos favorecen a los grandes inversores. Claro, son los que contribuyen a sus campañas... Pero el crecimiento y el empleo dependen de las nuevas empresas, que pagan unos impuestos muy altos. Eso paraliza la inversión. Hay que bajarles los impuestos y reducir la burocracia a los emprendedores».
5. La nueva burbuja. «En los Estados Unidos se está gestando otra burbuja inmobiliaria como la que estalló en 2007 y contagió al mundo... Los hogares vuelven a creer que es mejor invertir en una propiedad. El 75 por ciento de la economía son bienes perecederos: vender y comprar hamburguesas no da problemas. Pero sí lo dan los bienes duraderos, como las casas, que se compran 'con el dinero de otro', como decía Adam Smith».
¿Cómo crear empleo?
Peter Diamond. Nobel en 2010 por su aportación a la mejora de la búsqueda de empleo
74 años, Nueva York. Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Experto
en mercado laboral, es el economista preferido de Obama. Uno de sus
alumnos fue Steven Levitt, autor de Freakonomics, que recuerda sus
siestas legendarias: «Se queda dormido en las conferencias. Pero abre
los ojos y es la persona que hace los comentarios más interesantes y las
preguntas más difíciles».1. Estímulos. «Los historiadores van a emplumar a los responsables de los bancos centrales de Europa. ¡El mercado laboral necesita estímulos de los gobiernos! Los jóvenes de España e Italia que llegan al mercado de trabajo en esta recesión van a verse afectados durante décadas. Es terrible. Me sorprende el poco clamor que hay contra unas políticas de austeridad que son tan destructivas».
2. Los cursos no bastan. «Por cada puesto de trabajo hay veinte aspirantes. Y lo único que se consigue después de que los parados hagan cursos para reciclarse es que haya 25 aspirantes al mismo puesto. No se avanza nada. Está muy bien que en una crisis haya programas para formar a los trabajadores, pero eso no puede sustituir a los estímulos. ¡Porque se necesitan estímulos para crear puestos de trabajo!».
3. Círculo virtuoso. «En una recesión normal, los gobiernos incentivan que haya más empleo con la política monetaria. Los bancos centrales bajan los tipos de interés y esto anima el consumo y las inversiones, porque los créditos son más baratos. Se crea un círculo virtuoso. Pero hemos pasado una gran recesión, tan grande que no es suficiente con bajar los tipos. Necesitamos otras medidas, porque las fiscales se han agotado sin dar los resultados que se esperaban. Y los recortes solo están bien si los gobiernos recortan gastos innecesarios, cosas que no ayudan a la gente ni son importantes para la economía».
4. Apoyar a las 'startups'. «¡En los nuevos negocios! ¡Ahí está un motor de la creación de empleo! Hay que darles facilidades para que tengan éxito. Las grandes empresas y las personas ricas no tienen problemas para financiarse. El resto tiene que echar mano de la hipoteca o recurrir a amigos y familiares. Mucha gente con buenas ideas no tiene fondos para ponerlas en marcha. Si quieren dinamizar la economía, los gobiernos deben poner dinero en manos de los emprendedores, que son los futuros empleadores. Y hace falta también un sistema fiscal que los favorezca».
5. No basta con ahorrar. «Muchos estadounidenses y mucha gente en todo el mundo no están ahorrando lo suficiente para su jubilación. Y, además, no va a ser suficiente solo con ahorrar. Van a tener que invertir. Y está comprobado que la mayoría de las personas son un desastre a la hora de hacerlo».
6. Una misión para los economistas. «¿Cómo podemos ayudar los economistas? No tenemos muy claro qué es lo que se cuece en el Mercado de Valores, pero sí tenemos una serie de principios bastante sólidos sobre cómo reducir costes o cómo diversificar el riesgo que podemos enseñarle a la gente. Siempre que nos hagamos entender. Parte del problema es que nuestro trabajo debe ser comprendido por los que no son economistas».
¿Cómo reactivar el consumo?
Daniel McFadden Nobel en 2000 por crear un modelo sobre toma de decisiones
La
gente cree que los economistas hacemos análisis superficiales motivados
por una agenda política, pero yo no. Yo busco soluciones a problemas
corrientes que afectan a los ciudadanos». Su campo es la conducta de los
consumidores. ¿Lo mejor del Nobel? «Me dieron una plaza de garaje en el
campus».1. Sociedad abierta. «Los jóvenes están revolucionando la manera de consumir y de trabajar. Son la generación de Internet, de la colaboración... El proceso de investigar es ahora abierto. En mis grupos de investigación hay gente de China, España... Tengo un colega en Barcelona con el que publico trabajos y con el que nunca me he visto cara a cara».
2. El ejemplo de las microcervecerías. «La globalización crea oportunidades de negocio, pero también uniforma. Hoy compramos en las mismas tiendas en todo el mundo. El comercio de barrio lo tiene difícil, pero debe buscar oportunidades. En los setenta había muchas minifábricas de cerveza en las ciudades. Luego solo quedaron las grandes. Pero ahora resurgen. ¿Por qué? Porque ofrecen algo artesanal, diferente. Este ejemplo se puede aplicar a muchos negocios».
3. El impacto de Amazon. «Yo compro mucho en Amazon. No me siento culpable, pero añoro las librerías. El impacto de estas plataformas es muy profundo y crea inestabilidad, porque tiende al monopolio. Ojalá vuelvan las librerías, pero deberán ofrecer algo más que libros para competir con la inmediata gratificación de apretar un botón y que alguien lo haga todo por ti».
4. Neuroeconomía. «El estudio del cerebro es uno de los campos más prometedores de la nueva economía. Se han identificado circuitos de gratificación hedonista en los consumidores, cuyas decisiones no se pueden explicar de una manera clásica en términos del propio interés. Las redes sociales también son cada vez más importantes a la hora de tomar decisiones de compra porque aportan información, pero también porque otorgan la aprobación o desaprobación del grupo».
5. Las grandes decisiones. «Un error habitual a la hora de hacer una gran inversión, como comprar una casa, es no buscar lo suficiente. Está comprobado estadísticamente que la gente suele comparar entre un máximo de cinco casas, cuando lo más efectivo sería ver entre 30 y 40».
6. Banca en la sombra. «Estoy muy preocupado con el shadow banking. ¡La banca está volviendo a las mismas prácticas que nos llevaron a la crisis! Está invirtiendo otra vez en derivadas exóticas que están sobrevaloradas. Y eso no es bueno. Antes de tres años habrá una importante corrección. No será una crisis tan grande como la pasada, pero habrá una caída de unos diez puntos en Wall Street. Cinco puntos es un mercado bajista; veinte es un crac».
7. Vigilancia. «Defiendo que una entidad similar a la que controla los medicamentos debería supervisar los nuevos instrumentos financieros».
¿Cómo reparar los mercados?
Alvin Roth Nobel en 2012 por sus estudios sobre la asignación de recursos
62 años, Nueva York. Universidad de Stanford (California).
A
veces los mercados necesitan una reparación». Y Roth es un
'fontanero'. Crea algoritmos para asignar candidatos cuando los recursos
son escasos. Sus cálculos se pueden aplicar desde al trasplante de
órganos hasta al reparto de asientos en el nuevo San Mamés.1. Cisne asado. «¿Se comería usted un cisne? ¿No? Yo tampoco. Sin embargo, era un manjar de reyes en otros tiempos. Y la reina de Inglaterra todavía tiene bula para comer cisne, aunque dudo que se aproveche de esa prerrogativa. ¿Qué tiene que ver un cisne asado con la economía? Todo tiene que ver con la economía, porque la economía está en todas partes. Si una misión extraterrestre viniese a la Tierra a estudiar a los humanos, su primera conclusión sería que no paramos de hablar y que siempre estamos haciendo tratos: compramos, vendemos, prestamos, planificamos, nos reunimos... Todo el tiempo hacemos transacciones».
2. Mercados repugnantes. «Soy especialista en transacciones repugnantes... El de la carne de cisne se convirtió en un mercado repugnante. El de la compraventa de órganos para trasplantes nos repugna. Y, además, es ilegal. Las autoridades deben hacer una selección, adjudicar los recursos, que son escasos. Es el tipo de mercado que yo estudio. Lo que nos repugna es que haya dinero de por medio».
3. Sin dinero. «Pero hay muchos mercados que funcionan al margen del dinero. Hay cosas que no se pueden comprar. Alguien que nunca se ha planteado donar un riñón lo haría si su esposa necesitase uno. Pero si sus grupos sanguíneos no coinciden, lo podemos juntar con otra pareja que esté en una situación similar. Mi modelo ya se está aplicando para agilizar listas de espera, porque pone en contacto a personas que necesitan un riñón con potenciales donantes vivos. También sirve para asignar alumnos a colegios con plazas limitadas en grandes ciudades. Y más...».
¿Cómo preservar las pensiones?
William Sharpe Nobel en 1990 por sus análisis sobre riesgos financieros
80 años, Boston. Universidad de Stanford (California).
Es
el padre del moderno Wall Street. Su fórmula matemática para medir el
riesgo se aplica en todo el mundo, aunque el economista Nassim Nicholas
Taleb afirma que su modelo «es como poner en el navegador del coche un
mapa de la antigua Esparta».1. La inflación ataca. «Desde los años ochenta, la inflación en los países ricos ha crecido, de media, el 3,2 por ciento anual. Y el poder adquisitivo se reduce a la mitad cada 22 años. Por eso hay que complementar los ahorros con algo más. Una persona que solo disponga de su pensión verá reducidos sus ingresos en un 50 por ciento. Y esto va a peor desde la crisis. La gente vive más y tiene menos hijos».
2. Invierta en aburrimiento. «Desaconsejo tenerlo todo en los fondos de pensiones de las empresas. Es muy arriesgado. Mi consejo es aburrido: combinar un producto de renta fija, que nos compensa de la inflación, con otro de renta variable. Mantener un porfolio basado solo en acciones es caro y volátil. Prefiero un index fund [un algoritmo ordena la compra automática de acciones de todas las empresas listadas o de una muestra estadística]. Ahorras costes».
¿Cómo reducir la desigualdad?
Eric Maskin Nobel en 2007 por sus estudios sobre el diseño de mecanismos
63 años, Nueva York. Universidad de Harvard (Massachusetts).
Dos
niños pelean por una tarta. ¿Cómo dividirla? Que un niño la corte y el
segundo elija el pedazo que quiere; así, el primer niño tendrá el
incentivo de cortar la tarta de la manera más justa. Es teoría de
juegos. Se usa en mercados, subastas, elecciones...». Cuando enseñaba en
Princeton, Maskin vivió en la residencia de Einstein. 1. El coeficiente Gini. «Mide la desigualdad entre ricos y pobres. La globalización está teniendo dos efectos. Según el coeficiente Gini, la desigualdad entre los países ricos y pobres se está reduciendo. Eso está bien. Pero, además, está pasando otra cosa. Dentro de un mismo país (sea rico o pobre), la desigualdad entre sus ciudadanos ricos y pobres está aumentando.
2. Globalización. «No se puede volver la espalda a la globalización. El último cuarto de siglo ha visto un aumento del nivel de vida en los países emergentes. Pero hay que corregir sus ineficiencias. Por ejemplo, el Gobierno de Brasil da dinero a las familias pobres con la condición de que tengan a sus hijos en la escuela hasta los 17 y los vacunen. Es una idea que se está exportando a África y Oriente Medio. Otra idea que funciona es conectar con mejor transporte público los barrios marginales de las grandes ciudades con los lugares donde hay trabajo, que suelen estar lejos».
3. Ganadores y perdedores. «La deslocalización de la producción por parte de las multinacionales beneficia a los trabajadores cualificados y deja rezagados a los que no lo son, tanto en los países emergentes (donde no son contratados si no saben inglés o tienen cierta capacitación) como en los ricos (porque se han llevado las fábricas)».
4. Quién educa a quién. «Una manera de dar una oportunidad a los no cualificados es la educación. Pero no puedes pedirle a los trabajadores que paguen por ella, porque no pueden permitírselo. Y tampoco se lo puedes pedir a sus empleadores, porque si los forman tendrán que pagarles más y, además, se les pueden ir a la competencia con sus nuevos conocimientos. Eso los desincentiva para educarlos. Así que la responsabilidad es de los gobiernos».
5. Menos patentes y más inventiva. «La globalización también presenta nuevos dilemas sobre la propiedad intelectual. Es algo que se ve en la industria del software o de los fármacos. Cada invención suma a lo que había antes y, si los inventores patentan esos hallazgos, es más difícil para otros agregar algo nuevo. La solución sería una ley menos restrictiva, en beneficio de la innovación».
TÍTULO: AJEDREZ, PERSEVERAR EN EL ERROR,.
No existe libro alguno que nos proporcione una filosofía de la Historia tan acertada como el Apocalipsis. En la narración de las siete copas, ...foto,.
No existe libro alguno que nos proporcione una
filosofía de la Historia tan acertada como el Apocalipsis. En la
narración de las 'siete copas', por ejemplo, descubrimos que, después de
que se derrame sobre el mundo cada una de las plagas, los hombres, en
lugar de renegar de su soberbia y arrepentirse de sus actos...
¡perseveran en su error! Así está ocurriendo, en nuestros días,
con la plaga que hemos dado en denominar 'crisis económica', cuya causa
(en sus aspectos puramente materiales) se halla en la
'financierización' de la economía, que (como denunciara Juan Pablo II el
11 de septiembre de 1999, en un discurso profético acallado en su día
por los mass media del sistema) genera un problema nuevo y de muy ardua
solución, que es la «ruptura de la relación entre riqueza producida y
trabajo, por el hecho de que hoy es posible crear rápidamente grandes
riquezas sin ninguna conexión con una cantidad definida de trabajo
realizado», de tal modo que la economía deja de estar «ordenada a servir
al bien común».
En los últimos meses nos repiten mucho que la plaga de la 'crisis económica' ha concluido; y, como ocurre en el Apocalipsis, los 'reyes de la tierra', en lugar de renegar de lo que antaño hicieron, repiten minuciosamente los errores que nos condujeron al descalabro. En lugar de preocuparse por aminorar el problema de 'financierización' de la economía, siguen financiando con deuda el crecimiento económico (que, inevitablemente, será un crecimiento tan consistente como un suflé) y reavivando el consumo mediante el crédito que ya condujo a la quiebra a los bancos, a la vez que acicatean con falsos estímulos los mercados bursátiles y vuelven a inflar la burbuja inmobiliaria. Y, mientras se engorda esta 'niebla de las finanzas', se precariza el trabajo y se crean empleos a media jornada e indignamente remunerados que, a la vez que maquillan las cifras del paro, adelgazan hasta la consunción a las clases medias. Así, el trabajador se convierte en un instrumento del que se puede prescindir fácilmente para ser sustituido por otro que esté dispuesto a trabajar a modo de pieza de recambio a cambio de un salario más miserable. Lo que se nos presenta como remedio de la llamada 'crisis económica' es, exactamente, lo que la causó.
En un artículo titulado La posibilidad de recuperación, Chesterton censura a los gobernantes de su época, que como los de la nuestra tenían «la plena seguridad de que sus leyes económicas eran infalibles, su teoría política acertada, su comercio beneficioso, sus parlamentos populares, su prensa ilustrada y su ciencia humana». Y que, desde esa posición de confianza, se habían dedicado a someter al pueblo a los experimentos más atroces, «haciendo de su nación una eterna deudora de unos pocos hombres ricos; a apilar la propiedad privada en montones que fueron confiados a los financieros; a permitir que los ricos se hicieran cada vez más ricos y menos numerosos, y los pobres más pobres y más numerosos; a dejar que el mundo entero se partiera en dos, hasta que no hubo independencia sin lujo ni trabajo sin opresión; a dejar a millones de hombres sujetos a una disciplina distante e indirecta y dependientes de un sustento indirecto y distante, matándose a trabajar sin saber por quién y tomando los medios de vida sin saber de dónde».
Y, después de denunciar estos experimentos atroces, Chesterton advierte del peligro de rebelión del pueblo y lanza a los gobernantes un apóstrofe que es también una maldición, para que no perseveren en sus errores: «Por Dios, por nosotros y, sobre todo, por vosotros mismos, no os precipitéis ciegamente a decirles que no hay otra salida de la trampa a la cual los condujo vuestra necedad; que no hay otro camino más que aquel por el cual vosotros los habéis llevado a la ruina; que no hay progreso fuera del progreso que nos ha conducido hasta aquí. No estéis tan impacientes por demostrar a vuestras desventuradas víctimas que lo que carece de ventura carece también de esperanza [...]. Y un tiempo después, cuando los destinos se hayan vuelto más oscuros y los fines más claros, la masa de los hombres tal vez conozca de pronto el callejón sin salida donde los ha conducido vuestro progreso. Entonces tal vez se vuelva contra vosotros en la trampa. Y si bien han aguantado todo lo demás, quizás no aguanten la ofensa final de que no podáis hacer nada ya por evitarlo».
Las palabras de Chesterton, como las del Apocalipsis, mantienen íntegros su vigencia y su estremecimiento. Y es que no hay nada tan repetido y estremecedor como la manía de los hombres de perseverar en el error.
En los últimos meses nos repiten mucho que la plaga de la 'crisis económica' ha concluido; y, como ocurre en el Apocalipsis, los 'reyes de la tierra', en lugar de renegar de lo que antaño hicieron, repiten minuciosamente los errores que nos condujeron al descalabro. En lugar de preocuparse por aminorar el problema de 'financierización' de la economía, siguen financiando con deuda el crecimiento económico (que, inevitablemente, será un crecimiento tan consistente como un suflé) y reavivando el consumo mediante el crédito que ya condujo a la quiebra a los bancos, a la vez que acicatean con falsos estímulos los mercados bursátiles y vuelven a inflar la burbuja inmobiliaria. Y, mientras se engorda esta 'niebla de las finanzas', se precariza el trabajo y se crean empleos a media jornada e indignamente remunerados que, a la vez que maquillan las cifras del paro, adelgazan hasta la consunción a las clases medias. Así, el trabajador se convierte en un instrumento del que se puede prescindir fácilmente para ser sustituido por otro que esté dispuesto a trabajar a modo de pieza de recambio a cambio de un salario más miserable. Lo que se nos presenta como remedio de la llamada 'crisis económica' es, exactamente, lo que la causó.
En un artículo titulado La posibilidad de recuperación, Chesterton censura a los gobernantes de su época, que como los de la nuestra tenían «la plena seguridad de que sus leyes económicas eran infalibles, su teoría política acertada, su comercio beneficioso, sus parlamentos populares, su prensa ilustrada y su ciencia humana». Y que, desde esa posición de confianza, se habían dedicado a someter al pueblo a los experimentos más atroces, «haciendo de su nación una eterna deudora de unos pocos hombres ricos; a apilar la propiedad privada en montones que fueron confiados a los financieros; a permitir que los ricos se hicieran cada vez más ricos y menos numerosos, y los pobres más pobres y más numerosos; a dejar que el mundo entero se partiera en dos, hasta que no hubo independencia sin lujo ni trabajo sin opresión; a dejar a millones de hombres sujetos a una disciplina distante e indirecta y dependientes de un sustento indirecto y distante, matándose a trabajar sin saber por quién y tomando los medios de vida sin saber de dónde».
Y, después de denunciar estos experimentos atroces, Chesterton advierte del peligro de rebelión del pueblo y lanza a los gobernantes un apóstrofe que es también una maldición, para que no perseveren en sus errores: «Por Dios, por nosotros y, sobre todo, por vosotros mismos, no os precipitéis ciegamente a decirles que no hay otra salida de la trampa a la cual los condujo vuestra necedad; que no hay otro camino más que aquel por el cual vosotros los habéis llevado a la ruina; que no hay progreso fuera del progreso que nos ha conducido hasta aquí. No estéis tan impacientes por demostrar a vuestras desventuradas víctimas que lo que carece de ventura carece también de esperanza [...]. Y un tiempo después, cuando los destinos se hayan vuelto más oscuros y los fines más claros, la masa de los hombres tal vez conozca de pronto el callejón sin salida donde los ha conducido vuestro progreso. Entonces tal vez se vuelva contra vosotros en la trampa. Y si bien han aguantado todo lo demás, quizás no aguanten la ofensa final de que no podáis hacer nada ya por evitarlo».
Las palabras de Chesterton, como las del Apocalipsis, mantienen íntegros su vigencia y su estremecimiento. Y es que no hay nada tan repetido y estremecedor como la manía de los hombres de perseverar en el error.
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