UN PAIS PARA COMERSELO - TAPAS Y BARRAS - EXTREMADURA , LA TIERRA, fotos.
Extremadura, la tierra,.
Los extremeños olvidamos que nuestras raíces están en el campo,.
Esta mañana se presenta el suplemento de los suplementos. Esta mañana se presenta HOYAgro. Y digo que es el suplemento de los suplementos porque vivimos en la tierra más tierra de España, en el agro de los agros, aunque solo lo asumamos cuando se meten con nuestros agricultores.Cada vez que escribo un artículo, imagino un lector ideal al que debo llegar. En mi particular aplicación de la teoría de la recepción, no pienso en un funcionario que desayuna en la calle John Lennon de Mérida ni en un bancario que toma café en La Marina pacense o en el Zeppelin cacereño. Escribo imaginando a un agricultor de Miajadas, que hace un alto, entre sus tierras y las gestiones en la cooperativa, para tomar un café y leer el HOY.
En Extremadura no hay novelas de ciudades y cuando algún escritor sitúa la acción en una de nuestras urbes, le cambia el nombre intentando universalizar el espacio. Quizás se deba a que nuestros enclaves urbanos no tienen la personalidad suficiente para ser trasunto del mundo. Sin embargo, cuando se trata de la tierra, no hay disimulos ni mixtificaciones. La tierra extremeña tiene la suficiente fuerza para protagonizar, para trascender, para simbolizar. Es la tierra de todas las tierras, la tierra por antonomasia. Y ahí, sí, en ese punto, el imaginario de lectores y escritores recurre a la tierra extremeña para ambientar la literatura, ya sea, en el pasado, Unamuno en sus ensayos o Delibes en sus novelas, ya sea, en el presente, Jesús Carrasco en 'La tierra que pisamos' o Ignacio del Valle en 'Soles negros'.
Extremadura, tierra. Extremadura, agro. Y los extremeños olvidando que tenemos nuestras raíces en el campo y nuestro paladar, nuestra memoria y nuestras costumbres en perpetua búsqueda de un tiempo perdido de fiestas, comidas, ritos y tradiciones agrícolas. En ocasiones, nuestra condición de neourbanitas nos hace renegar de los orígenes y quizás a esa reacción vergonzante se deba nuestro olvido del campo. En Extremadura, no asumimos nuestra condición agraria hasta que alguien de fuera la desprecia.
Cada vez que un forastero, normalmente un político del Levante, nos zahiere atacando a nuestra madre tierra y sus circunstancias para, de paso, conseguir réditos para su territorio. Cada vez que en Mallorca o Cataluña ridiculizan a nuestros agricultores, los extremeños nos sacudimos los complejos, regresamos a los orígenes, sentimos que nos hieren en el alma y nuestra condición de campesinos viejos salta como un resorte. Es en ese punto cuando asumimos y presumimos de que nuestra historia está hecha a base de surcos y que, después de siglos de penurias, jornales y barbecho, hemos conseguido ser líderes nacionales, da lo mismo si somos los primeros o los terceros, en producción de arroz, tabaco, corcho, tomate, higo, soja, frambuesa, carbón vegetal, cereza, fruta de hueso, aceitunas y aceite, maíz, avena, trigo, uva, cereza, porcino extensivo, ovino, reses bravas, bovino, caprino, equino. Por no hablar de nuestra capacidad investigadora en el sector agropecuario o de la riqueza de quesos, vinos, conservas vegetales, embutidos. Y aun dicen que todo eso lo hemos conseguido sin salir del bar.
Pero cuidado, solo reparamos en nuestra esencia campesina y ganadera cuando reaccionamos a la crítica o la burla, cuando nos defendemos. En el fondo, pensamos que del campo hay que escapar y que quien vive de la agricultura y de la ganadería es porque no puede vivir de otra cosa. La realidad, implacable y poderosa, nos colocará en nuestro sitio, en nuestro privilegiado sitio: la tierra. Y este suplemento que hoy se estrena nos ayudará a entenderlo.
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