EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES EL VETERANO BAJO EL PUENTE, fotos.
En Nueva York hace un frío que pela. Finales de diciembre. Estoy
dentro de un coche, en un atasco, mirando por la ventanilla. Los
automóviles avanzan muy despacio. Bajo un puente, junto a la calzada,
hay un hombre y un perro. El perro está tumbado sobre unos cartones,
mirando el lento tráfico con indiferencia. El hombre está de pie,
inmóvil. Apoyada en un pilar del puente está su mochila, grande y sucia,
de aspecto militar. Se trata de un mendigo. Relativamente joven. Lleva
un gorro y mitones de lana, y sostiene un cartel ante el pecho: Veterano de guerra. Sin casa ni trabajo.
De vez en cuando, desde algún coche, un conductor baja la ventanilla y
le alarga unas monedas, que el hombre agradece con una leve inclinación
de cabeza. Todo el tiempo se mantiene erguido, quieto, inexpresivo. No
le falta dignidad, y eso encaja con lo escrito en el cartel. Hay, en
efecto, un porte castrense en el individuo. Si es mentira lo de
veterano, si se trata de una artimaña para conmover a la gente, la
verdad es que lo hace bien. Estupendamente bien.En este punto debo decir que siento envidia. Por biografía, edad y educación desconfío de cualquier bandera. Veintiún años cubriendo guerras ajenas, en todos los bandos posibles, curan de muchas cosas. A poco que dures, la vida le acaba quitando la letra mayúscula a palabras que en otro tiempo escribías con ella: Honor, Dios, Patria… Al final, en cuanto escribes o pronuncias se acaba imponiendo la minúscula como inicial. Es inevitable, y el proceso se llama lucidez. O sentido común. Bandera es de las primeras palabras que sufren ese despojo, cuando observas la cantidad de sinvergüenzas, oportunistas, analfabetos, fanáticos y asesinos que se envuelven en ella. Como mucho, lo que te queda es respeto por quienes la mencionan con honradez, y poco más. Respeto hacia ellos, por supuesto, no para un trapo de colores -fabricado en China- que lo mismo sirve para envolver dignidad que para camuflar basura.
Sin embargo, o tal vez por eso, hay banderas que envidias. O tal vez lo que envidias sea el uso que cierta gente honrada hace de ellas. Me refiero al recurso solidario y natural a la bandera, no como exclusión, imposición o agresión, sino como lugar común, punto de refugio, de encuentro, en torno al que construir cosas decentes y conservarlas. Esas banderas tricolores en la puerta de cada colegio de Francia, por ejemplo. Esa bandera italiana sobre las piedras venerables del foro de Roma. Esas banderas en los coches de bomberos neoyorkinos, en recuerdo de los compañeros muertos, héroes perdidos bajo los escombros de las Torres Gemelas. O ese cartel de veterano de guerra sobre el pecho de un mendigo al que los conductores, en un país socialmente tan poco solidario como los Estados Unidos, no dejan de ayudar con unas monedas.
Al fin se diluye el atasco y los coches avanzan. Y mientras le echo un último vistazo al mendigo, concluyo con melancolía que esa escena sería imposible en España. ¿Un ex soldado veterano de Afganistán, de Iraq, del Líbano, de los Balcanes, de cualquier misión de Naciones Unidas, con su cartel y su perro, utilizando su pasado militar para pedir ayuda?… Ni hartos de vino, vamos. Iba listo, el fulano. Alardear aquí de eso, nada menos. Vaya desvergüenza. Como mucho, algunos bajarían la ventanilla, no para darle limosna, sino para llamarlo fascista. Por eso, entre otras muchas cosas, Estados Unidos es el país más admirable y poderoso del mundo, y nosotros somos lo que somos. O sea. Exactamente lo que somos.
TITULO: ( VIAJANDO CON CHESTER ) CHESTER LOVE IN,.
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