domingo, 1 de enero de 2017

EL SILENCIO POR FAVOR - DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES - EL NOMBRE DE LA COSA,./ REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - COCINA - LOS PIJOS CENAN FATAL, OYE,.

TITULO: EL SILENCIO POR FAVOR - DESAYUNO - CENA -  DOMINGO - LUNES - EL NOMBRE DE LA COSA,.

 EL NOMBRE DE LA COSA, foto.

PORSCHE.jpgHace poco, fui a inscribir a un bebé en el Registro de Madrid. Siempre que paso por esto pienso que me parecen enternecedoras las parejas que acuden con el niño para enseñarlo porque creen que hay que demostrar su existencia y que no basta con los certificados del hospital. O como si el funcionario del Registro, al tiempo que lo apunta, pudiera someterlo ahí mismo a esa extraña ceremonia laica, emparentada con las que inventaron los jacobinos para llenar los huecos dejados por la religión extirpada, llamada ‘bautizo civil’. Es deprimente que te bauticen en un altar cuya única deidad es el Estado. ¿Se llega así a una primera comunión en la que se ingieren obleas recortadas de las páginas de la Constitución? Es como dedicar la Navidad al solsticio. Debe de ser duro abrazar el laicismo sin ser capaz de vivir sin participar en los ritos religiosos que están en la propia memoria sentimental de uno. Pero alterar esos ritos a conveniencia, manipularlos para que se adapten a la visión particular de uno, es una reverenda gilipollez antihistórica.
Me tocó un funcionario maravilloso e imbuido de respeto por su cometido que incluso procuraba cultivar una caligrafía antigua que lucía casi litúrgica en el Libro de Familia. No sé cuántos miles de nombres relacionados con bebés ignotos escribe al año: con todos ellos contornea las letras como si cada uno le pareciera valioso. Antes de atenderme a mí, el funcionario tuvo sentados ante su mesa a dos hombres. Me divirtió enterarme de que se trataba de un padre y de su cuñado, enviado por la madre del bebé, todavía convaleciente, para que vigilara que con este segundo hijo el padre no hiciera lo mismo que con el primero: inscribirlo con el nombre que le diera la gana y no con el convenido por el matrimonio después de esas largas deliberaciones por las que todos hemos pasado. Al parecer, esto ocurre a menudo. Madres que irrumpen furibundas en el Registro y son derivadas a un juez porque el primogénito no fue inscrito con el nombre de Ramón, como el abuelo, sino con el de, qué sé yo, Luka Modric García Pérez. El funcionario ha asistido a verdaderos ajustes de cuentas familiares que a buen seguro llenaron de tensión los almuerzos dominicales posteriores: suegras purgadas, borradas a traición, o agregadas aunque la madre las odie y haya insistido durante meses en que su nombre no sea heredado por la recién nacida. Devociones particulares, no compartidas por la esposa, que de repente, en el momento mismo de la inscripción, animan al padre a consagrar a ese hijo recién nacido a Mick Jagger, a Napoléon, a Darth Vader o al torero Manolete.
El funcionario, acaso temeroso, aprovechó la conversación para preguntarme si estaba seguro de que el nombre que yo traía había sido consensuado. No sé de dónde vino la sospecha, supongo que de la costumbre, porque el nombre que yo venía a inscribir no tenía nada de extravagante, más allá de ser italiano. Pero confieso que tuve un instante de vacilación. No caí en la tentación del repentismo porque sabía que, de inscribir a este bebé con un nombre distinto del acordado, las represalias domésticas habrían sido tales que tendría que haberme exiliado donde estuvo escondido el Chapo. Pero, ufff, a punto estuve. A punto estuve porque perdí el debate sobre este nombre en concreto. A la niña, porque es niña, yo quise llamarla, de primero, Roma, y de segundo, Antigua. Obviamente, esta ocurrencia mía inspiró en todos los estratos familiares unos abucheos ante los cuales sólo pude replegarme y aceptar una denominación más convencional. Pero en esa mesa, ante ese funcionario, estaba solo y acumulaba todo el poder. Lo degusté durante unos instantes, mientras el funcionario tapeteaba la mesa con el bolígrafo. «¿Y bien? ¿Qué pongo?». ¡Hasta Agripina se me pasó por la cabeza! Sólo el miedo a las represalias me impuso cordura, como dice Schopenhauer que ocurre con la condición humana, a la que sólo endereza el miedo a la Policía. Roma Antigua: cedo el nombre al padre que se atreva a registrarlo.

Desayuno:domingo y lunes pura vida, ‘en vena’,.

 Cena - domingo y lunes -  Tortilla de jamón, pan, queso, beber agua y postre una manzana,.

Miguel Poveda

«Me hago un zumo de naranjas y pomelos, recién exprimidos, sin azúcar. Es como enchufarte vida. Me sienta muy bien. Además, tomo un café solo. Nada sólido».
 
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Los pijos cenan fatal, oye,.

La fórmula del sorbete al cava de moda con Champín sin alcohol y sorbete de limón
La fórmula del sorbete al cava de moda con Champín sin alcohol y sorbete de limón / .
  • Esta Navidad, en cuanto te descuidas, te calzan un sorbete al cava,.

    Resultat d'imatges de fotos tapas y barrasTres Mini Cooper y un BMW utilitario. En el aparcamiento del supermercado, solo veo coches con mucho glamour de los que bajan señoras de 40 vestidas con mucho cuero y mucha piel, con melenas mechadas de rubio, que ondean al viento a pesar de que en el parking no se mueve una brizna de nada.
    Resultat d'imatges de un pais para comerselo¿Qué cenarán los pijos estos días de fiesta? Me aventuro por los pasillos del súper más chic de la ciudad. Las conductoras de los Mini Cooper hacen cola en la pescadería. Observo para descubrir si optan por el lenguado de 20 o el besugo de 25, pero no, se quedan con unos langostinos cocidos de 9. ¡Vaya chasco!
    Sigo mi paseo conduciendo mi carrito. Desde las islas y los estantes, me llegan informaciones interesantes. Primer dato, el mango y el foie, tan de moda todos los años, esta vez andan a la baja, si no, no se explican las ofertas llamativas con etiquetas de colores refulgentes: varias marcas de bloc de foie de pato a un euro, cientos de mangos gigantes a un euro... Hay que sacar como sea lo que se ha traído en cantidad y resulta que este año no es tendencia.
    ¡Qué complicado es acertar con los gustos de la clientela fina! Las señoras del Mini Cooper se acercan a la sección de charcutería. Hay jamón Joselito a 180 y lomo doblado a 60. Productos estrella para una cena lujosa. ¡Uy, uy, uy! Va a ser que no porque de las mangas de visón sedoso salen manos delicadas que cogen bandejas de huevo hilado y paquetitos de tomates cherry. Al instante, les dan la vez y solicitan fiambres de Navidad, o sea, algo parecido al chopped, pero más oscuro y con nombre sofisticado: galantina de ternera, gallina de Guinea rellena, lomo de Sajonia... En fin, mucho huevo hilado y mucho tomate cherry, pero poco jamón ibérico de campo. Mucha decoración, pero poca enjundia. Cómo defrauda la mesa del pijo. Pero es lógico: las pieles y los Mini Cooper se ven y presumes, pero nadie va a ver si comes Joselito o galantina. He ahí una máxima fundamental del pijerío: ahorremos en sabor lo que gastamos en ostentación.
    Busco hojaldre fresco y no queda, se ha acabado todo. Me cuentan que, en Nochebuena, las cenas hojaldradas han hecho estragos: empanadas, empanadillas, volovanes, carnes disimuladas... La clave es camuflar vistosamente un relleno de tercera. La apariencia como esencia.
    Cuero y piel paseando entre vinos. Un frizzante de 3 y un tinto de 5. Lo bueno se queda para las catas del club: el vino como placer colectivo y ostentoso, no como disfrute recogido y silencioso. El vino para comentar notas de cata, no para catar en la intimidad de la cena familiar, que nadie ve y donde el retrogusto no cuenta porque no se cuenta.
    Otro dato: los sorbetes de limón al cava se han convertido en tendencia que arrasa. Descubro un arcón inmenso solo dedicado a los sorbetes de limón. Por menos de dos euros te llevas sorbete para una familia de 12. Queda fino y queda belga. Sorbete entre la galantina y la empanada de carne de cerdo con pimientos morrones. Sorbete para refrescar y diferenciar sabores. Sorbetes explicados, presentados como la culminación de la delicadeza y el saber estar. Están siendo las Navidades del sorbete, en cuanto te descuidas, te calzan uno de limón al cava.
    ¿Al cava? ¡Quia! Al Champín. Sí, un cava sin alcohol de dos euros que procura sorbetes baratos aptos para el niño, la niña, el abuelo y la abuela, que esta Nochebuena ha hecho estragos y en Nochevieja volverá a marcar la frontera entre el entremés y la carne. De vuelta al aparcamiento, ya se van los Mini Cooper. Caravana de melenas mechadas al viento, de cuero y piel, de galantina, frizzante, sorbete y apariencia.

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