Gerard Butler, foto.
Gerard Butler | ||
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Gerard en el Festival Internacional de Toronto, en 2016 |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Gerard James Butler | |
Nacimiento | 13 de noviembre de 1969 (47 años) Paisley, Escocia |
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Nacionalidad | Británica | |
Educación | ||
Alma máter | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Actor, productor de cine | |
Año de debut | 1997 | |
Web | ||
Sitio web | ||
Después de estudiar derecho, Butler se dedicó a la actuación a mediados de la década de 1990 con pequeños papeles en producciones fílmicas. Debutó en el cine con Mrs. Brown (1997), seguida de la película de James Bond 007: Tomorrow Never Dies (1997). En 2000, interpretó a Drácula en la película de terror Dracula 2000 con Christopher Plummer y Jonny Lee Miller. Al año siguiente, interpretó a Atila, rey de los hunos, en la miniserie Attila (2001). Fue elegido como el papel de Erik, El fantasma, en la adaptación de la película de Joel Schumacher, el musical The Phantom of the Opera (2004) junto a Emmy Rossum. Ese papel le valió una nominación al premio al mejor actor en los Premios Satellite. En 2007, Butler ganó el reconocimiento por su interpretación del rey Leónidas en la película de guerra de fantasía de Zack Snyder 300. Ese papel le valió nominaciones para un Premio Empire al Mejor Actor y un Premio Saturn al mejor actor y una victoria para el Premio MTV a la Mejor pelea. Repetiría papel en un flashback en la película 300: Rise of an Empire (2014).etc,.
TITULO: PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -16- MARZO - Francisco Javier Irazoki - ELEGIA A UNA HERMANA,.
PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -16- MARZO ,.
Pesadilla en la Cocina es un programa de televisión español de telerrealidad culinaria, presentado por el chef Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves a las 22:30 en La Sexta.
Alberto Chicote con Pesadilla en la cocina recorre los restaurantes de toda España para intentar solucionar los problemas de negocios al borde de la quiebra.,etc.
Francisco Javier Irazoki - ELEGIA A UNA HERMANA,.
AUTORRETRATO - foto-Francisco Javier Irazoki ,.
Lo
mejor de mi cara es la lechuza. Vive impasible, subida a unas zarzas blancas.
A veces noto el roce de su plumaje amarillo en la frente, o de sus uñas
negras que dan cuerda al tiempo en mis arrugas. Me desvela las noches
en que caza demasiado, y las mujeres me consolaron al oír su graznido
lúgubre cuando volaba. Si me pongo delante de un espejo, no puedo
sostenerle la mirada.
PALABRA
DE ÁRBOL
No
conocí al que murió en el vientre de mi madre. La abuela
lo recogió, dijo que era grande como un guía y lo puso en
el hoyo que el padre había cavado entre las raíces de mi
higuera preferida.
Yo pasaba tardes enteras bajo el gris áspero de las hojas del árbol,
esperando que naciesen los higos. Cogía al fin el fruto blando
y tocaba su piel negra que después deshacía en tiras. Cada
hilo era una puerta para adentrarme en mi hermano muerto y lo paladeaba
al ritmo lento de un viajero antiguo. Luego rompía con los dientes
las semillas menudas del interior. Ellas contenían palabras, voces
que subieron por la savia de la higuera.
Los otros niños crecieron descubriendo aventuras. Para mí,
crecer fue sentir el paso del tiempo al escuchar los mensajes que un muerto
me enviaba desde sus frutos.
Alguien quiso una ceremonia devota en aquel lugar. De la cartera de mi
ojo derecho saqué una lágrima inmóvil. Una lágrima
petrificada que se transformó en blasfemia de fuego cuando la deposité
en la escudilla situada a los pies de los ídolos.
LECCIÓN
DE PÁJAROS
Nevaba
cinco o seis veces al año. Pero era de verdad, y los prados, las
casas y los árboles amanecían cubiertos del color blanco
que cegaba a los caballos. Éstos rompían con sus cascos
la nieve, en busca de un poco de hierba sepultada, o golpeaban con el
hocico las ramas, y morían después de comer las hojas de
los tejos. Los pájaros, hambrientos, les despedían con un
réquiem muy delgado.
Veíamos el vuelo desorientado de los petirrojos y tordos, hasta
que descubrían la abertura de la vivienda. Entraban en aquel túnel
y caían a un desierto de oro: el suelo del desván cubierto
de mazorcas de maíz.
Algunas aves llegaban sin energía para comer los granos sobre los
que enseguida se desplomaban. Yo, niño pequeño, apretaba
con fuerza sus bultos para fundir los hielos de la muerte, y descendía
rápidamente a la habitación donde una cocina de leña
caldeaba los cuerpos de mi familia. Colocaba los pájaros cerca
del horno. Ardían unos troncos de manzanos y cerezos sobre los
que esos pájaros cantaron el verano anterior. Los árboles
cortados por el hacha de mi padre agradecían con el calor los cantos
que aliviaron su vejez.
Esta fue la primera enseñanza. Vi pronto la sombra, aunque blanca,
y el vuelo frágil que quería esquivarla.
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